Otto Penzler - Mujeres peligrosas

Здесь есть возможность читать онлайн «Otto Penzler - Mujeres peligrosas» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Mujeres peligrosas: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Mujeres peligrosas»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Las mujeres más peligrosas son aquellas que resultan irresistibles. ¿Qué hace peligrosa a una mujer? Su gran belleza, su encanto, su inteligencia, la manera en que se aparta el cabello de los ojos, o el modo de reírse. Puede tener conciencia absoluta de su poder, o desconocerlo por completo. Utilizarlo comoa rma o protegerse detrás de él. La intención y el propósito no aumentan ni disminuyen el poder, y ése es mayor peligro de todos los que son seducidos y sometidos por él.

Mujeres peligrosas — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Mujeres peligrosas», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Louly no quería robarle a esa mujer.

– Creo que esa botella ya está seca -dijo la mujer.

Joe Young estaba concentrado en extraer las últimas gotas de whisky.

– ¿Podrá darme un poco? -preguntó.

Ahora la mujer les estaba sirviendo el café.

– ¿Quiere del bueno? Si no, puedo darle Kentucky por tres dólares.

– Deme un par -dijo Joe Young, sacando su Colt apoyándolo sobre el mostrador-. Y lo que tenga en la caja.

Louly no quería robarle a esa mujer. Pensaba que uno no tenía que robarle a alguien sólo porque esa persona tuviera dinero, ¿no es cierto?

– Dios lo maldiga, señor -dijo la mujer.

Joe Young alzó su revólver y fue detrás del mostrador para abrir la caja registradora que estaba en el otro extremo. Mientras sacaba los billetes le dijo a la mujer:

– ¿Dónde guarda el dinero del whisky?

– Allá adentro -dijo ella, con un tono de desesperación en la voz.

– ¿Catorce dólares? -dijo él, sosteniendo los billetes en alto, y se volvió hacia Louly-. Apúntale con tu arma para que no se mueva. Si viene el viejo, apúntale a él también.

Joe Young traspuso una puerta que comunicaba con lo que parecía ser una oficina.

– ¿Cómo es que andas con esa basura? -le dijo a Louly, que le apuntaba ahora con el revólver desde adentro de su bolsa tejida al crochet-. Pareces una chica de familia, tienes un bonito bolso… ¿Tienes un tornillo flojo? Por Dios, ¿no podías conseguirte algo mejor que él?.

– ¿Sabe quién es un buen amigo mío? -le dijo Louly-. Charley Floyd, si es que lo oyó nombrar. Se casó con mi prima Ruby. -La mujer meneó la cabeza y Louly agregó:- Chico Lindo Floyd -y deseó haberse mordido la lengua.

Ahora la mujer pareció esbozar una sonrisa, revelando las líneas negras entre los pocos dientes que le quedaban.

– Vino aquí una vez. Le serví el desayuno y me pagó dos dólares por él. ¿Alguna vez oyó algo semejante? Cobro veinticinco centavos por dos huevos, cuatro tajadas de tocino, tostadas y todo el café que uno quiera, y él me dio dos dólares.

– ¿Cuándo fue eso? -preguntó Louly.

La mujer miró el techo como tratando de recordar cuándo había sido, y dijo:

– En 1929, después de que mataron a su padre.

Se alzaron con los catorce dólares de la caja registradora y otros cincuenta y siete del dinero del whisky guardado atrás, y Joe Young hablaba otra vez de encaminarse hacia Muskogee, diciéndole a Louly que su instinto le dictaba que debían ir allí. ¿Cómo podía irle bien a esa gente, si había dos grandes estaciones de servicio a poca distancia? Por eso había llevado consigo la botella, para ver qué conseguía.

– ¿Escuchaste lo que me dijo? “Dios lo maldiga”, pero me llamó “señor”.

– Charley tomó el desayuno allí en una oportunidad -dijo Louly-, y le pagó dos dólares por él.

– Pura jactancia -dijo Joe Young.

Decidió que se quedarían en Muskogee a descansar en vez de seguir hasta Braggs.

– Sí, ya debemos haber hecho unos buenos setenta kilómetros hoy -dijo Louly.

Joe Young le dijo que no se pasara de lista con él.

– Voy a dejarte en un motel y voy a ir a ver a algunos muchachos que conozco. Para averiguar en qué anda Choc.

Ella no le creyó, ¿pero qué sentido tenía contradecirlo?

Ya era la última hora de la tarde, el sol se ponía. El hombre que llamó a la puerta -Louly pudo verlo a través de la parte vidriada- era alto y delgado, vestido con un traje oscuro, un joven elegante que sostenía el sombrero en una mano. Le pareció que era de la policía, pero mientras estaba allí de pie observándolo, pensó que no había ningún motivo para no abrirle la puerta.

– Señorita -le dijo él, abriendo su billetera para mostrarle su identificación que tenía una estrella dentro de un círculo-, soy el subcomisario de policía Carl Webster. ¿Con quién estoy hablando?

– Me llamo Louly Ring -le dijo ella.

Él le sonrió, revelando clientes muy parejos, y le dijo:

– Usted es prima de Ruby, la esposa de Chico Lindo Floyd, ¿no es sí?

Como si le hubieran arrojado agua helada a la cara, así de sorprendida quedó Louly.

– ¿Cómo lo sabe?

– He estado reuniendo todo el material posible sobre Chico Lindo, tomando nota de sus relaciones, de todo el mundo que lo conoce. ¿Recuerda cuándo fue la última vez que lo vio?

– En su boda, hace ocho años.

– ¿Nunca más desde entonces? ¿No lo vio el otro día en Sallisaw?

– Nunca más lo vi. Pero escuche, Ruby y él se divorciaron.

El subcomisario Carl Webster meneó la cabeza.

– Él fue a buscarla a Coffeyville y se la llevó de vuelta. ¿Pero a usted no le falta un automóvil, un Ford modelo A?

Ella no había oído una sola palabra sobre que Charley y Ruby habían vuelto a juntarse. Los periódicos no lo habían mencionado, sólo habían hablado de esa mujer llamada Juanita.

– No me falta el auto, lo está usando un amigo mío.

– ¿El auto está a su nombre? -preguntó él, y recitó el número de la patente de Oklahoma.

– Lo pagué con mi salario. Pero está a nombre de mi padrastro, Otis Bender.

– Supongo que hay alguna clase de malentendido -dijo Cari Webster-. Otis afirma que fue robado de su propiedad en el condado de Sequoyah. ¿Quién es el amigo que se lo pidió prestado?

Ella vaciló antes de decirle el nombre.

– ¿Y cuándo estará de vuelta Joe?

– Más tarde. Salvo que se quede con sus amigos porque se haya emborrachado.

– No me molestaría hablar un poco con él -dijo Carl Webster, y le entregó a Louly una tarjeta que extrajo del bolsillo, con una estrella impresa y letras en relieve-. Dígale a Joe que me llame más tarde, o mañana si hoy no vuelve. ¿Andan paseando por aquí?

– Admirando el paisaje.

Cada vez que lo miraba, él le sonreía. Carl Webster. Podía palpar su nombre pasando un dedo sobre la tarjeta.

– ¿Está escribiendo un libro sobre Charley Floyd? -le preguntó.

– No en realidad. Estamos reuniendo los nombres de todas las personas que lo conocieron alguna vez y que aceptarían ocultarlo.

– ¿Ha venido a preguntarme si yo lo ocultaría?

Él sonrió.

– Eso es algo que ya sé.

A ella le gustó la manera en que él le estrechó la mano y le agradeció, la manera en que se puso el sombrero, naturalmente, sabiendo cómo darle la inclinación justa.

Joe Young regresó alrededor de las nueve de la mañana, haciendo horribles muecas con la boca, por el regusto de alcohol. Entró en la habitación y le dio un buen sorbo a la botella, después otro, contuvo el aliento y luego exhaló y pareció sentirse un poco mejor.

– No puedo creer en lo que nos metimos con esos pollos anoche -dijo.

– Espera -dijo Louly. Le contó sobre la visita del subcomisario, y Joe Young empezó a ponerse nervioso y no podía quedarse quieto.

– No pienso volver allá -dijo-. Ya estuve diez años a la sombra y juré por Dios que no volvería nunca. Ahora miraba a través de la ventana.

Louly quería saber qué les habían hecho a los pollos Joe y sus amigos, pero sabía que tenían que irse de inmediato. Intentó decirle que debían irse, ya mismo.

Él todavía estaba borracho o empezaba a emborracharse otra vez, y dijo:

– Si vienen a buscarme habrá tiros. Me llevaré algunos polis conmigo al otro mundo.

Tal vez ni siquiera supiera que estaba imitando a Jimmy Cagney.

– Sólo robaste setenta y cinco dólares -le dijo Louly.

– He hecho otras cosas en el estado de Oklahoma -dijo Joe Young-. Si me atrapan con vida me darán entre quince años y perpetua. Juro que no voy a volver a la sombra.

¿Qué estaba ocurriendo? Andaban en auto buscando a Charley Floyd… y ese idiota quería tirotearse con la ley, y ahí estaba ella encerrada en una habitación con él.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Mujeres peligrosas»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Mujeres peligrosas» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Mujeres peligrosas»

Обсуждение, отзывы о книге «Mujeres peligrosas» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x