Andrew Klavan - Ensayo De Una Ejecución
Здесь есть возможность читать онлайн «Andrew Klavan - Ensayo De Una Ejecución» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Ensayo De Una Ejecución
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:5 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 100
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Ensayo De Una Ejecución: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Ensayo De Una Ejecución»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Ensayo De Una Ejecución — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Ensayo De Una Ejecución», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
Durante aquellos instantes, podía ver todo aquello junto, en una única visión. Y podía ver más. También podía ver las cosas que iban a ocurrir. Podía ver el momento en que irían a buscarle. Aquellos guardias, aquellos hombres. Para ganarse el pan de cada día, le atarían a la camilla. Le inyectarían veneno en el brazo mientras el yacería impotente. Y ningún Dios estaría mirando. Ningún cielo le acogería. Lo apagarían, como si fuera una luz, completamente. Y dejaría de existir. Y su mujer, su querida Bonnie, no estaría mejor, como se había dicho a sí mismo. No se volverían a encontrar, como se había dicho a sí mismo. Ella sería pobre Habría envejecido prematuramente. Andaría por el mundo arrastrando los pies, asumiendo su sino, confusa y desabrida. Rezando con frenesí al Señor como una lunática desesperada para no sospechar la verdad: que el Señor no estaba allí, que nada de aquello importaba, que no servía de nada. Y su hija, su hija no encontraría descanso. Quedaría marcada para siempre. Sólo mantendría vivo el recuerdo de su padre en la amargura. Herida por la rabia, lacerando a sus hijos con su rabia y al mundo desinteresado con su rabia. Y a largo plazo, por supuesto, ellas morirían, Bonnie y Gail, las dos, morirían y todo quedaría olvidado, excepto las cicatrices que habrían infligido en otras personas por culpa de las cicatrices que en ellas otros habían infligido, que otros…
Está escrito con tinta, pensó Frank. Nada podrá borrarlo. Está escrito con tinta .
Y la visión desapareció. Los segundos llegaron a su fin. El ojo de Dios se abrió de nuevo sobre él. Apenas había tomado conciencia de todo el proceso mental cuando experimentó un espasmo de revulsión, un claro en su interior dentro de un pozo de terror y pena sin fin, y en ese espasmo la visión se desvaneció. Inmediatamente su mente se abrió clamorosa a sus propias exhortaciones. Espera, muchacho. Dudas, eso es todo. Aguanta. Mantén la fe. Hazlo por Bonnie. Por Gail. No te vuelvas loco. Resiste. Resiste.
Pero, por supuesto, no era igual que antes. Cuando has visto algo, no puedes dejar de verlo sin más. La visión persistió, pese a estar enterrada, ardiendo lentamente más allá de su autoestímulo con un fuego azul blanquecino de claridad y desesperación.
Frank Beachum se llevó la cerveza a los labios con la mano temblorosa. Bebió y dejó el vaso tambaleando sobre la mesa. Miró la mesa. Pensó en su mujer. La había amado tanto, tanto…
Miró el reloj.
3
Tengo una superstición sobre el desastre. A mi parecer, el desastre siempre te coge por sorpresa. De ello se deduce que si eres capaz de imaginar cualquier forma posible de desastre, quedarás protegido. Si temes que ocurra un desastre y piensas en todas cada una de sus formas posibles, no dejas lugar para la sorpresa, por lo que el desastre permanece alejado. Este método ha demostrado ser efectivo muchas veces, y las muchas veces que no ha demostrado su eficacia yo lo achaco a mí mismo o a circunstancias atenuantes, por lo que en cualquier caso sigo creyendo en dicha teoría. La puse en práctica cuando iba de camino a Knight Street para encontrarme con el hombre que había matado a Amy Wilson.
Ya había anochecido, o, al menos, el crepúsculo de verano, con el cielo cristalino tan oscuro y tan profundo encima de los edificios bajos del condado hacía que uno ansiara ver la aparición de las primeras estrellas. El calor había perdido por fin su intensidad, y con todas las ventanas del Tempo bajadas, el aire me refrescaba agradablemente, secándome la camisa, secándome la cara, ayudándome a respirar de nuevo con facilidad. Apestaba, y tras el baño de vapor en el piso de Michelle, una costra de mugre parecía habérseme pegado a la piel. Pero la brisa me sentó bien, me alivió ligeramente el dolor de cabeza, me calmó el estómago y empezó a despejarme la mente.
Pasé delante de los cafés de ladrillo rojo, bordeando las aceras cubiertas de árboles en el ancho bulevar, el mismo bulevar por el que Michelle había conducido esa mañana antes de tener el accidente. Con una parte de la mente, controlaba las emisoras de radio, buscando información sobre Frank Beachum. Con la otra, imaginaba posibles situaciones de desastre esperando evitar la sorpresa.
No estará, me dije a mí mismo. Era lo más probable. Warren Russel, mi principal sospechoso, se habría mudado sin dejar ninguna dirección. O nadie me indicaría su paradero. O estaría , pero se negaría a hablar conmigo. O hablaría conmigo y, al oír la primera pregunta pertinente, sacaría un AK-47 de su cinturón y me cosería a balazos desde la frente hasta el ombligo, mientras yo me tambaleaba por la escalinata de entrada de su casa hasta morir en la calle. Entonces -y esto lo añadí por aquello de echar un poco más salsa al drama- escupiría encima de mi cadáver y haría un visaje de burla y de desprecio antes de alejarse dando un portazo.
O sería inocente. Era otra posibilidad. Me contaría lo que contó a la policía hace seis años y me quedaría claro como les había quedado claro a ellos que ese día se limitó a entrar con su vehículo en el aparcamiento de Pocum para comprar un refresco y punto.
¡Uff, sí!, pensé, acercándome al cruce con la autopista. Había contemplado todas las posibilidades. Las había considerado desde todos los ángulos. El desastre debería despertarse bastante temprano para llevarle la delantera al señor Steven Everett.
Llegué a Knight Street, una avenida larga y antigua junto a la autopista. De hecho, parecía el último vestigio desmoronado de un barrio que la autopista se había cargado. Parecía una calle en el extremo de un foso, y sus miserables casas de ladrillo rojo parecían lápidas mortuorias para una comunidad enterrada debajo del asfalto de la autopista. Las ventanas ennegrecidas por la muge y los gases de los tubos de escape miraban tristemente el ajetreo de los coches. Las caras asomadas por las ventanas miraban con ojos de miope, caras viejas, caras negras. inmóviles. La ropa limpia, tendida en las cuerdas dispuestas entre los edificios, también permanecía inmóvil, porque no hacía viento. Y abajo, alrededor de los patios sucios rebosantes de viejas latas de cerveza y de cristales rotos esparcidos por todas partes, vallas blancas de estacas yacían inclinadas como si estuvieran doblegadas inexorablemente hacia la tierra.
Aparqué el Tempo en la cuneta repleta de trastos viejos y salí del coche. Un par de chavales que se lanzaban un balón de uno a otro en la acera se giraron hacia mí al verme cruzar la calle. El número 4331 era como cualquier otro de los edificios circundantes: cinco pisos y ladrillo rojo ennegrecido por la suciedad Una pequeña escalinata astillada conducía a una puerta de madera con un panel de cristal roto.
Subí las escaleras y leí los nombres de los buzones. Mis nervios, el dolor de cabeza y el del estómago atacaron de nuevo cuando lo vi: Russel , escrito penosamente con tinta azul, medio tachado por un trazo de pintura marrón con la que alguien había pintarrajeado un graffitti en toda la serie.
No habrá respuesta, pensé, siguiendo con la idea de ahuyentar el desastre. Se trataría de otro Russel. 0 alguien habría olvidado cambiar el nombre al trasladarse. Casi deseaba que fuera así. Aquello acabaría con la tensión, con el suspense. Tendría una excusa para abandonar esa contrarreloj de mal agüero. Llamé al timbre y esperé.
Un momento después, oí la voz de una mujer encima de mi cabeza.
– ¿Quién anda ahí?
Tuve que retirarme un poco y bajar unos escalones de la escalinata antes de poder verla. Su rostro oscuro y sus mejillas fornidas me miraban desde la ventana del tercer piso, explorando la semioscuridad debajo de ella con ojos grandes y ligeramente protuberantes. Frunció el ceño al verme: un blanco abotonado de arriba abajo arrastrando los pies desventuradamente en pleno anochecer. El sonido del balón en la acera había cesado, y podía sentir la mirada atenta de los dos chavales.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Ensayo De Una Ejecución»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Ensayo De Una Ejecución» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Ensayo De Una Ejecución» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.