Andrew Klavan - Ensayo De Una Ejecución
Здесь есть возможность читать онлайн «Andrew Klavan - Ensayo De Una Ejecución» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Ensayo De Una Ejecución
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:5 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 100
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Ensayo De Una Ejecución: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Ensayo De Una Ejecución»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Ensayo De Una Ejecución — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Ensayo De Una Ejecución», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
– Venga, hombre. Conoces el sistema de apelaciones. Su primer abogado debía de ser un abogado de oficio de lo mas novato, y si no protestó sobre algo durante el juicio, los sustitutos no pueden utilizarlo después para la apelación. Ni siquiera se pueden argumentar pruebas de inocencia.
– Eve…
– Alan, por todos los santos, van a matar a ese tipo.
– Ev.
– Te estoy diciendo…
– Oh, oh, señor Everett replicó ladeando su enorme cabeza hacia mí.
– De acuerdo, de acuerdo acepté, levantando las manos-. Tengo una corazonada.
– Ya -Alan se sentó de nuevo.
Le apunté con el cigarrillo.
– Pero tú conoces mis corazonadas, Alan. Se basan en…
– Un intento desesperado de cubrir la vileza de tu comportamiento personal con una muestra de habilidad profesional.
– Exacto. Y esto es un bombazo. Hay algo en este caso que apesta.
– Ese soy yo. Me he comido uno de esos bocadillos de ternera para almorzar.
– ¡Maldita sea! -Avancé un paso en dirección a la papelera. Me incliné y aplasté el cigarrillo contra el borde-. ¡Maldita sea! ¡Maldita sea! -repetí.
Había una silla al otro lado de su mesa. Me acerqué y me hundí en ella. Me eché hacia delante y me llevé las manos a la cara. Al cabo de unos minutos, supongo que Alan se apiadó de mí. Le oí moverse en la silla con un gemido sordo.
– De acuerdo -aceptó-. Deja que entienda lo que está pasando. Si consigues que esta ejecución rutinaria se convierta en una gran historia de luchemos-por-la-justicia, quizás, y quiero decir quizás , amigo mío, quizá pueda defenderte cuando Bob intente despedirte.
Asentí incluso antes de levantar la cabeza.
– Si -afirmé- Supongo que esa es la idea.
Me miró con ojos que, para Alan, expresaban compasión.
– De todos modos perderás a tu mujer y a tu hijo, lo sabes. Se acabará enterando.
– Lo sé, lo sé.
– Y serás como una mierda callejera ahí fuera -declaró, inclinando la cabeza en dirección a la sala de redacción-. Les encanta Bob, tío. Andarían sobre fuego por él. Te pisotearán hasta reducirte a cenizas.
– Lo sé. Créeme.
Alan se encogió de hombros.
– Pero ¡qué diablos! Yo no soy tu padre. No creo que sea tu padre. ¿Soy tu padre?
– No, que yo sepa.
– Bien. Porque ningún hijo mío utilizará este periódico por sus propios y asquerosos motivos personales.
– No, no, jugaré limpio.
Alan dio un bufido de enojo.
– No pretendas presumir de integridad conmigo, joven.
– Perdona.
– ¿Quién sabe? -preguntó, levantando las manos con ademán filosófico. En todo caso criminal siempre hay algún error. Podrías convertirlo en una especie de cruzada periodística o alzo así. Luego, cuando Bob entre aquí y me pida que te traslade al lavabo, por ejemplo, podré decir: «Pero Bob, mira esa magnífica historia sobre Beachum que Steve sacó prácticamente de la nada». Le importará un comino, pero yo podré decirlo.
– Creo sinceramente que puede haber algo detrás de todo esto -repliqué con tanta convicción como pude.
Alan lanzó una risita ahogada. Evité que nuestras miradas se cruzaran. Todavía estaba encorvado, los hombros tocando los muslos.
– Bueno, ¿qué debo hacer?
Se encogió de hombros una vez más.
– No tengo ni idea. Pero haz que suene bien, camarada. Te apoyaré sólo si suena bien.
– Si, pero ¿qué pasa si realmente encuentro algo?
Se apoyó contra el respaldo de la silla.
– ¿Quieres decir alguna prueba? ¿Hoy? Quedan nueve horas antes de que lo revienten.
– Sí, sí, pero ¿qué ocurre si la encuentro? No es algo que pueda dejar para mañana.
Alan hizo una mueca mientras pensaba.
– No lo sé. Supongo que deberías consultarlo con el señor Lowenstein.
– ¿Tú crees?
– ¿Por qué no? Es amigo del gobernador. Si llama a su oficina y dice que es importante, el gobernador le hará caso, no me cabe la menor duda.
– De acuerdo. El único problema es que el señor Lowenstein me detesta.
Alan soltó un fuerte eructo. Su cuerpo dio un empuje para arriba y se le hincharon las mejillas.
– Todo el mundo te detesta, Eyerett continuó-. Incluso yo te detesto y soy tu amigo. Pero te diré algo: si acudes al señor Lowinstein más te vale que la historia sea genial. Y más sólida que una roca; si no, no sólo no llamará al gobernador sino que se comerá tu corazón y arrojará tu cuerpo a los perros. No es necesario que te acuestes con su mujer, te despedirá directamente.
Respiré profundamente y me levanté apoyándome en las rodillas.
– De acuerdo, gracias -respondí.
– ¡Ey! No me des las gracias. Pienso que eres un canalla. Bob quiere a esa mujer y, nos caiga como nos caiga, no merece esto. Y Barbara dejó su trabajo y su jodida casa y todo lo que tenía para que pudieras venir aquí y convertirte en un hombre de bien después de haberte tirado a la hija del propietario en Nueva York. Ella tampoco merece esto. ¿Y qué pasa conmigo? Soy una persona magnífica ¿y ahora vas a utilizar mi periódico para salvar lo que queda de tu existencia miserable y servil? Déjame decirte algo: he perdido el poco respeto hacia ti que me pudiera quedar. Así que… Estuvo bastante bien, ¿eh?
Me eché a reír.
– Jodete espeté.
– Bastardo afortunado.
Alan se puso a silbar cuando entré de nuevo en la sala de redacción.
3
No miré a Bob, sino que me fui derecho a la sala de suministros. Ni siquiera miré de reojo al despacho de redacción. Lo último que deseaba era toparme con el marido agraviado. Entre otras cosas, ya eran las tres menos diez, y tenía que ponerme en camino al cabo de diez minutos si quería llegar a tiempo a la prisión. Luther Plunkitt se había tomado molestias para complacernos con la entrevista, pero si llegaba tarde, tal como estaban las cosas, me negaría la entrada.
El plan era coger unos cuantos cuadernos de notas y salir de allí tan deprisa como pudiera. Atravesé la sala, bordeando la pared. Mark Donaldson, otro mercenario cazanoticias, alejó la vista del periódico al verme pasar y empezó a hacerme señas para que me detuviera y contarme no sé qué rumores sobre Michelle. Hice una mueca nerviosa y seguí mi camino. Podía ver a Donaldson mirándome, mojándose los labios, preguntándose qué ocurría. Imaginé que no pasaría mucho tiempo antes de que se enterara, antes de que todo el mundo se enterara.
Unos segundos más tarde, empujé la puerta de la sala de suministros y entré. La sala no era mucho más grande que un aseo. Un espacio estrecho con estanterías metálicas a cada lado. Llegaban al techo y estaban repletas de cuadernos y cajas de bolígrafos, cintas para las impresoras, papel y demás. No creía que me dejaran entrar con una grabadora en la casa de la muerte, así que quería llevar suficientes cuadernos para todo el día. Cogí dos de una hilera y me los guardé en el bolsillo trasero. También tomé un par de Bics de una caja y los pincé en el bolsillo de la camisa.
Fue entonces cuando me di la vuelta y me encontré cara a cara con Bob Findley.
Oh, oh , pensé.
Había entrado en la pequeña habitación silenciosamente. Estaba de pie en el umbral de la puerta. Su rostro rosado permanecía rígido y sin expresión y yo estaba muerto en sus ojos, podía verlo. Tenía la mano apoyada en el picaporte de la puerta de suministros. Entró y la cerró. Había aproximadamente un metro entre nosotros y no quedaba espacio para pasar por ningún lado.
De hecho, durante un par de segundos, temí que Bob se abalanzara sobre mí. Habría sido una escena divertida: dos adultos educados, con estudios universitarios, luchando a brazo partido en la sala de suministros mientras caían los bolígrafos de las estanterías y los papeles volaban. Sin embargo, rápidamente pude darme cuenta de que no se trataba de eso. Bob era un hombre civilizado, moderno y atento. No iba a aporrearme. No cuando podía torturarme lentamente hasta la muerte.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Ensayo De Una Ejecución»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Ensayo De Una Ejecución» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Ensayo De Una Ejecución» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.