Walter Mosley - El Caso Brown

Здесь есть возможность читать онлайн «Walter Mosley - El Caso Brown» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El Caso Brown: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El Caso Brown»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

John, un viejo amigo de Easy Rawlins, solicita la ayuda de éste. Brawly Brown, hijastro de John, ha desaparecido y todo hace pensar que el chico se ha visto atrapado en una situación más peligrosa de lo que supone. A Easy no le costará demasiado encontrar a Brawly y enterarse de que John tiene razón… Pero conseguir que Brawly vea las cosas de esa forma resultará mucho más complicado.

El Caso Brown — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El Caso Brown», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Sí, quizá tengas razón -dijo-. Pero aunque sea así, ¿cómo lo averiguaste?

– Vine aquí un día que tú no estabas, y hablé con Chapman y Mercury. Me lo dijeron porque yo se lo pregunté.

– Y se suponía que eran mis hombres.

– No me habrían contado nada si no se lo hubiese preguntado, John. Sabes que nos conocemos desde hace tiempo. El Ratón y yo les sacamos las castañas del fuego cuando robaron a aquella gente de los muelles.

– Vale -dijo John-. O sea, que Strong y el padre de Brawly venían por aquí. ¿Y qué?

– ¿Y si fue Brawly el que mató a Aldridge? ¿Y también a Strong? Vi de refilón al hombre que le disparó. Podría ser Brawly, no estoy seguro.

– ¿Cómo? ¿Qué estás diciendo?

– Si Brawly mató a esa gente, esto es mucho más grave que ir diciendo cuatro tonterías por ahí o echar una canita al aire. ¿Qué queréis que haga, si resulta que ha cometido dos crímenes?

John me miró entonces respirando hondo y despacio. Conté hasta seis exhalaciones hasta que me preguntó:

– ¿Cómo murió Strong?

– Una emboscada. Le pillaron como a un perro y le dispararon en la nuca.

A John no le gustó nada aquello.

– ¿Y no podrías dejarlo, simplemente?

– Ya estoy metido en este lío, John. La policía sabe que lo estoy. Y ellos también lo están.

– Ya sabía que no tenía que haberte llamado, Easy. Yo no quería, pero Alva necesitaba tener la sensación de que estaba haciendo algo. Le perdió durante muchos años, y ahora otra vez le estaba perdiendo. -John se mordió los labios y meneó la cabeza lentamente-. Ella me pidió que te llamara, ¿qué podía hacer yo?

– No lo sé.

– Averigua lo que sea, Easy. Averigua lo que pasó.

– ¿Y si ella pierde al chico?

– Todavía le quedaré yo -dijo.

El Ratón era mi mejor amigo desde niño, pero nunca respeté a ningún hombre como a John. Era taciturno, no tenía buen carácter, pero al final siempre se podía contar con que haría lo correcto.

– ¿Mercury y Chapman están por aquí? -le pregunté.

– Chapman sí -dijo John-. Mercury se ha ido.

La fiebre que había notado ocasionalmente aquellos días hizo su aparición en aquel momento. La mitad del rompecabezas empezó a encajar, y me pregunté, como siempre se hace retrospectivamente, cómo era posible que no me hubiera dado cuenta antes.

Chapman estaba aplicando una buena capa de yeso a una pared con tres vigas cuando John y yo llegamos junto a él.

– John -dijo Chapman-. El señor Rawlins.

Tenía una salpicadura de yeso en un lado de su ancha nariz, y más yeso en el pelo. Chapman llevaba el pelo estirado, peinado bien tirante hacia la nuca. Con la piel clara que tenía, sus gruesos rasgos y el pelo liso, los desconocidos tenían problemas para adivinar cuál era su verdadera raza.

John se desplazó y se puso de pie junto a la pared, al otro lado de Chapman. Éste se dio cuenta de que le habíamos cortado cualquier posible vía de escape.

– He sabido que Mercury se ha ido -dije yo.

– Sí -afirmó Chapman-. Sí, es cierto. Hace tiempo que quería trasladarse a Texas, y creo que ha tenido la sensación de que debía hacer algo al respecto.

– ¿Se ha ido de la ciudad?

– Eso es lo que me ha dicho.

– Pero es tu mejor amigo -dijo John-. Un buen amigo seguramente sabe dónde está su colega.

– ¿Has llamado a su casa? -añadí yo.

– Dijo que se iba a Texas, a buscar trabajo. Me pagó una copa y me dijo que se iba al día siguiente. ¿Por qué le voy a llamar, si se supone que se ha ido?

– Se supone -contesté yo-. ¿Eso significa que no le creíste?

– Pero ¿qué es esto? ¿Un interrogatorio policial o algo así?

– Yo estuve en casa de Mercury el otro día -dije.

– ¿Y qué?

– Pues nada, que tiene una casa muy bonita.

– ¿Y?

– ¿Dónde vives, Kenneth? -pregunté al antiguo ladrón.

– En la Ciento Dieciséis. En LaMarr Towers.

– Eso es una urbanización -repuse yo, con fingida sorpresa.

– Bueno, ¿y qué?

– ¿Cómo es posible que tú fueras a parar a una urbanización, y Mercury consiguiese una casa en la parte más bonita del barrio?

– Heredó algo de dinero de un tío que se le murió en Arkansas.

– ¿Conocías a su tío? -preguntó John.

– Sí. Fui con él al funeral.

– ¿Y era rico? -le pregunté.

– Lo suficiente para dejarle a Mercury diez mil dólares, supongo.

– ¿Y se compró la casa a tocateja? -pregunté.

– Eso me dijo -respondió Chapman. Ya veía que una antigua sospecha acababa de tomar cuerpo de nuevo en su mente.

– Me han dicho que han puesto más patrullas de la policía porque hay robos en las obras -dije.

– ¿Y qué?

– A lo mejor vosotros dos no os habéis vuelto tan buenos como decíais.

– Escúcheme, Easy Rawlins -me amonestó Chapman-. Yo dejé mis herramientas de robo cuando usted y el señor Alexander nos quitaron de encima a aquellos tíos. Incluso cogí los quinientos que me dio y los doné a la iglesia de mi madre. Ya le he dicho de dónde dijo Mercury que había sacado su dinero. Y eso es todo lo que sé.

– Cuando fui a su casa, le pregunté por ti y por Henry Strong y por Aldridge Brown -le dije.

– ¿Qué le preguntó?

– ¿No solías ir tú con Brawly y con ellos?

– Sí, tomamos una copa un par de veces, pero era Mercury el que más iba con ellos. ¿Por qué? ¿Qué más le dijo?

– Que erais los tres como uña y carne -dije-. Que venían a buscarte después del trabajo y que salíais juntos.

– No, él sí, pero yo no. No. A mí no me gusta Aldridge, porque es un chulo. Y Strong parece siempre que guarde algún secreto. No me gustan los hombres así. Y por eso nunca voy con usted tampoco, Easy.

– ¿Y eso?

– Nadie sabe qué es lo que está pensando -dijo Chapman-. Aquel día que fuimos a ver a la gente del sindicato, no sabíamos que iba a traer al Ratón también. Y entonces, cuando les hicieron pagar… No me quejo de la ayuda que nos prestaron, pero entonces supe que usted era demasiado para mí.

– ¿Y tenías la misma sensación con Strong? -le pregunté.

– Eso es.

– ¿Por qué?

– Tenía una forma especial de hacerte hablar de las cosas. A Merc y a mí no nos gusta presumir de los viejos tiempos, pero la primera noche que vimos a Strong, Mercury empezó a contar que cuando éramos niños entrábamos en las tiendas de golosinas. Strong empezó a sonsacarle. En cuanto vi eso, siempre estaba demasiado ocupado para ir de copas.

Eché una mirada al trabajo de yesería de Chapman. Era excelente. Usaba un movimiento circular de la llana para que cada aplicación quedase tersa y pulida. Los remolinos eran de idéntico tamaño y profundidad. Cuando llegase el momento de alisar la pared, quedaría perfecta.

– Blesta me dijo que Merc y tú salíais y jugabais al billar después del trabajo unas cuantas veces a la semana -dije.

– Sí, lo hacíamos -dijo Chapman-. Lo hacíamos, pero desde hace meses ya no.

– ¿Y adónde crees que habrá ido él últimamente? -le pregunté.

– A darle una alegría al pajarito -dijo Chapman, y me miró a la cara.

– ¿Con quién?

– Nunca decía ni una palabra de eso -replicó Chapman-. Simplemente, supe por la forma que tenía de comportarse que se estaba viendo con una chica.

Chapman me miró a los ojos por segunda vez, y luego bajó la vista.

– ¿Es todo lo que necesitas, Easy? -me preguntó John.

– Sí.

– Entonces, yo sí que tengo una pregunta -le dijo el camarero a Kenneth Chapman-. ¿Por qué no me decíais nada cuando el padre de Brawly venía por aquí?

– Brawly es un hombre, John -contestó Chapman-. No puedes estar trabajando con él y luego tratarle como a un niño.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El Caso Brown»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El Caso Brown» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Walter Mosley - Fortunate Son
Walter Mosley
Walter Mosley - Cinnamon Kiss
Walter Mosley
Walter Mosley - Fear of the Dark
Walter Mosley
Walter Mosley - Bad Boy Brawly Brown
Walter Mosley
Walter Mosley - A Little Yellow Dog
Walter Mosley
Walter Mosley - Devil in a Blue Dress
Walter Mosley
libcat.ru: книга без обложки
Mosley Walter
Walter Mosley - Fear Itself
Walter Mosley
Walter Mosley - The Long Fall
Walter Mosley
Отзывы о книге «El Caso Brown»

Обсуждение, отзывы о книге «El Caso Brown» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x