– Buenas tardes -dijo Goddard-. Les presento a mi asistente, Adam Cassidy.
Hubo sonrisas educadas, y en ese momento reconocí una de las caras: era Nora Sommers. Mierda, ¿también estaba en el Guru? Llevaba un traje a rayas blancas y negras y se había puesto su maquillaje de combate. Me hizo señas, sonriendo como si yo fuera un amigo de infancia que no hubiera visto en mucho tiempo. Le devolví la sonrisa, saboreando el instante.
Audrey Bethune, la directora del programa, iba elegantemente vestida con un traje azul marino, una blusa blanca y un par de pendientes de oro. Su piel era oscura y llevaba el pelo recogido en un moño perfecto y laqueado. Yo había hecho una breve investigación sobre ella y sabía que venía de una familia de clase media alta. Su padre era médico, igual que su abuelo, y había pasado los veranos en el complejo familiar de Oak Bluffs, en Martha's Vineyard. Al sonreírme reveló un hueco entre los dientes delanteros. Pasó la mano por detrás de Jock para saludarme. La palma de su mano estaba fría y seca. Me impresionó pensar que esa tarde se jugaba su carrera.
El Guru -el nombre secreto del proyecto era TSUNAMI- era un asistente digital portátil superpotente: tecnología de primera línea, además de ser el único sistema de convergencia fabricado por Trion. Era un PDA, un comunicador y un teléfono móvil, todo en uno. Tenía la potencia de un ordenador portátil en una estructura de doscientos gramos. Tenía correo electrónico, mensajes instantáneos, hojas de cálculo, un buscador HTML de Internet y una magnífica pantalla TFT de matriz activa y a todo color.
Goddard se aclaró la voz.
– De manera que nos hemos topado con un pequeño problema -dijo Goddard.
– Es una forma de decirlo, Jock -dijo suavemente Audrey-. Ayer recibimos los resultados de la auditoría interna. Tenemos un componente defectuoso. La LCD está muerta.
– Ajá -dijo Goddard con una calma que yo sabía forzada-. La LCD. No funciona, ¿verdad? ¿Es eso?
Audrey movió la cabeza.
– Al parecer, el driver de la LCD es defectuoso.
– ¿Todos y cada uno de ellos?
– Así es.
– Un cuarto de millón de unidades tienen un driver de LCD que no funciona -dijo Goddard-. Ya veo. La fecha de envío es… ¿dentro de cuánto?… dentro de tres semanas. Mmm. Ahora bien, según recuerdo, y que alguien me corrija si me equivoco, vuestro plan era enviar estos artículos antes del final del trimestre, para así reforzar los ingresos del tercer trimestre y darnos a todos trece semanas del trimestre navideño para recoger unos ingresos muy necesarios -dijo Goddard y ella asintió-. Audrey, me parece haber acordado que el Guru era la gran apuesta de esta división. Y como todos sabemos, Trion pasa por un momento difícil en el mercado. Lo cual significa que hacer estos envíos a tiempo es todavía más crucial para la empresa.
Me percaté de que Goddard hablaba de forma demasiado deliberada; sabía que trataba de contener su inmensa irritación.
El jefe de marketing, el habilidoso Rick Durant, intervino en tono lastimero:
– Todo esto es muy embarazoso. Ya hemos lanzado una inmensa campaña de promoción, hemos puesto anuncios por todas partes. «El asistente digital para la próxima generación» -dijo, poniendo los ojos en blanco.
– Sí -refunfuñó Goddard-. Y parece que no se va a distribuir hasta la próxima generación. -Se dirigió al ingeniero jefe, Eddie Cabral, un tipo moreno y de cara redonda con un portátil pasado de moda-. ¿Es problema de la pantalla?
– Ojalá fuera así -replicó Cabral-. No, señor, tendremos que reformar el chip entero.
– ¿Es el fabricante de Malasia?
– Siempre nos ha ido bien con ellos -dijo Cabral-. La calidad y la duración siempre han sido bastante buenas. Pero éste es un ASIC muy complejo. Tiene que controlar nuestras propias pantallas LCD, pantallas patentadas por Trion. Simplemente, las galletas no están quedando como debieran…
– ¿Y si reemplazamos la LCD? -interrumpió Goddard.
– No, señor -dijo Cabral-. Eso es imposible a menos que reformemos toda la estructura, lo cual tomaría fácilmente seis meses.
Algo me sacudió. Las palabras clave me saltaron a la cara. ASIC. LCD patentada por Trion…
– Así son los ASIC -dijo Goddard-. Siempre hay galletas que salen quemadas. ¿Cuál es el índice de rendimiento, cuarenta, cincuenta por ciento?
Cabral estaba abatido.
– Cero. Hay un error en el ensamblaje.
Goddard apretó los dientes. Parecía a punto de estallar.
– ¿Cuánto tardará reformar el ASIC?
Cabral dudó un instante.
– Tres meses. Con suerte.
– Con suerte -repitió Goddard-. Sí, con suerte. -Su voz se levantaba progresivamente-. Tres meses, y el envío se hará en diciembre. Eso no es bueno, ¿o sí?
– No, señor -dijo Cabral.
Le di un golpecito en el brazo a Goddard, pero él no me hizo caso.
– ¿Y México no puede fabricarlos más rápido?
La jefa de producción, una mujer llamada Kathy Gornick, dijo:
– Tal vez una o dos semanas más rápido, pero eso no sería de ninguna ayuda. Además, la calidad no sería estándar, y eso en el mejor de los casos.
– Joder, esto es un verdadero caos -dijo Goddard. Nunca antes lo había oído decir malas palabras.
Cogí una tabla de especificaciones del producto y le di un nuevo golpecito en el brazo a Goddard.
– ¿Me disculpa un instante? -dije.
Salí corriendo de la habitación, pasé a la sala de espera y abrí el móvil.
Noah Mordden no estaba en su escritorio, así que lo llamé al móvil. Contestó al primer timbrazo.
– ¿Qué?
– Soy yo, Adam.
– ¿Acaso no he cogido la llamada?
– ¿Te acuerdas de esa muñeca espantosa que tienes en tu despacho? ¿La que dice «Que te jodan, Goddard»?
– Quiéreme, Lucille. No, no te la regalo. Cómprate una.
– ¿No tiene una pantalla LCD en el estómago?
– ¿Qué estás tramando, Cassidy?
– Necesito hacerte unas preguntas sobre el driver de la LCD. El ASIC.
Minutos después, cuando regresé a la sala de conferencias, ingeniero jefe y el jefe de marketing estaban enzarzados en un acalorado debate acerca de si se podría meter otra pantalla LCD en la pequeña caja del Guru. Me senté en silencio y esperé a que hubiera una pausa en la discusión. Finalmente llegó mi oportunidad.
– Disculpad -dije, pero nadie me hizo caso.
– Ve usted -dijo Cabral-, ésta es precisamente la razón por la cual debemos posponer el lanzamiento.
– Pues no nos lo podemos permitir -repuso Goddard.
Me aclaré la garganta.
– Discúlpenme un segundo.
– Adam -dijo Goddard.
– Sé que esto va a parecer cosa de locos -dije-, pero ¿recuerdan esa muñeca llamada Quiéreme, Lucille?
– ¿Qué es esto? -gruñó Rick Durant-, ¿un paseo por el Bosque de las Cagadas? No me lo recuerdes. Enviamos medio millón de esas horribles muñecas y nos las devolvieron todas.
– Correcto -dije-. Y es por eso que tenemos trescientos mil ASIC, fabricados a medida para la LCD patentada por Trion, y todos guardados en un depósito de Van Nuys.
Alguna que otra risita, algunas francas carcajadas. Uno de los ingenieros le dijo a otro, en voz lo bastante alta como para que todos lo oyeran:
– ¿Sabe qué es un conector?
Otra persona dijo:
– Es para morirse de la risa.
Nora me miró con una mueca de vergüenza ajena y falsa solidaridad, y se encogió de hombros.
Eddie Cabral dijo:
– Ojalá fuera así de fácil, eh, Adam. Pero los ASIC no son intercambiables. Las clavijas tienen que ser compatibles.
Asentí.
– El ASIC de Lucille tiene una clavija SOLC-68. ¿No es la misma que tiene el Guru?
Goddard me miraba fijamente.
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