Recordé haber leído algo sobre el fosfato de indio en los archivos de Camilletti.
– Eso es lo que se utiliza para hacer láseres.
– Trion ha acaparado el mercado de este producto. Eso lo dice todo. Necesitan fosfato de indio para el semiconductor del chip, que soporta velocidades de transferencia de datos mucho más altas que el arsénico de galio.
– Me he perdido -dije-. ¿Qué tiene eso de especial?
– El opto-chip tiene un modulador capaz de intercambiar señales a cien gigabytes por segundo.
Parpadeé. Era como si me hablaran en urdu. Judith observaba a Wyatt, embelesada. Me pregunté si ella comprendía algo de lo que estaba diciendo.
– Estamos hablando del puto Santo Grial, Adam. Déjeme que se lo explique en términos más sencillos. Una sola partícula de opto-chip, de una centésima parte del diámetro de un pelo humano, será capaz de manejar el sistema telefónico entero de una compañía, sus ordenadores, su comunicación por satélite y su tráfico televisivo, y todo a la vez. O si lo prefiere, véalo de este modo: con el chip óptico, podrá bajarse una película de dos horas en formato digital en una vigésima parte de segundo, ¿me entiende? Esto es un salto mayúsculo en la industria, en ordenadores y sistemas manuales y satélites y transmisiones de televisión por cable, lo que se le ocurra. El opto-chip hará posible que cosas como ésta -levantó su Wyatt Lucid- reciban imágenes de televisión de óptima calidad. Es tan inmensamente superior a cualquier tecnología existente… Es capaz de velocidades más altas y con menos voltaje, menos pérdida de señal, menos niveles térmicos… Es sorprendente. Es el gran descubrimiento.
– Excelente -dije en voz baja. Comenzaba a comprender la magnitud de lo que había hecho, y ahora me sentía como un traidor contra Trion, como el Benedict Arnold [16]de Goddard. Acababa de entregarle al detestable Wyatt la tecnología más valiosa y revolucionaria desde la televisión en color-. Me alegra haber sido útil.
– Quiero hasta la última especificación -dijo Wyatt-. Quiero el prototipo. Quiero las solicitudes de patente, las notas de laboratorio, todo lo que tengan.
– No sé cuánto más pueda conseguir -dije-. A menos que me meta en el quinto piso…
– Eso también, campeón, eso también. Lo he puesto en la silla del copiloto. Usted trabaja directamente para Goddard, es uno de sus lugartenientes principales, tiene acceso a casi cualquier cosa.
– No es así de simple, y usted lo sabe.
– Usted goza de una incomparable posición de confianza, Adam -intervino Judith-. Puede tener acceso a una amplia gama de proyectos.
Wyatt interrumpió:
– No quiero que se guarde nada.
– No me guardo…
– Ya, y los despidos lo tomaron por sorpresa, ¿no?
– Le dije que anunciarían algo importante. De verdad que no sabía nada más en ese momento.
– «En ese momento» -repitió Wyatt de manera desagradable-. Usted supo lo de los despidos antes que la CNN, gilipollas. ¿Dónde quedó nuestra inteligencia? ¿Acaso tengo que ver la CNBC para enterarme de los despidos en Trion cuando tengo a un espía en el puto despacho del presidente?
– Yo no…
– ¿Qué pasó con lo que puso en el despacho del director de servicios financieros? -Su rostro demasiado bronceado se había vuelto más oscuro que de costumbre, los ojos se le llenaron de sangre. El rocío de su saliva me llegaba a la cara.
– Tuve que quitarlo.
– ¿Quitarlo? -dijo, incrédulo-. ¿Por qué?
– Seguridad encontró el que puse en Recursos Humanos, y han comenzado a buscar en todas partes. Tengo que ser cuidadoso. Hubiera podido ponerlo todo en peligro.
– ¿Cuánto tiempo estuvo el aparato en el despacho del jefe de servicios financieros?
– Poco más de un día.
– Un día puede darnos toneladas de información.
– No, la cosa… debió de funcionar mal -mentí-. No sé qué ha ocurrido.
Francamente, no sabía muy bien por qué escondía esa información. Pero el aparato revelaba que había sido Camilletti el soplón del Wall Street Journal, y no quería que Wyatt lo supiera todo acerca de los asuntos privados de Goddard. Tal vez era eso. No había reflexionado al respecto, a decir verdad.
– ¿Funcionar mal? No sé por qué, pero tengo mis dudas. Quiero que ese aparato esté sobre el escritorio de Arnie Meacham mañana mismo, antes del final de la tarde. Sus técnicos lo examinarán. Y créame, si trata de dañarlo o de alterarlo, se darán cuenta inmediatamente. O si no lo llegó a poner en el despacho del jefe de servicios financieros. Y si me doy cuenta de que me miente, dese por muerto.
– Adam -dijo Judith-, es esencial que seamos completamente abiertos y honestos entre nosotros. No nos oculte nada. Hay demasiadas cosas que pueden fallar, y usted no puede pensar en todas a la vez.
Negué con la cabeza.
– No lo tengo -dije-. He tenido que deshacerme de él.
– ¿Deshacerse de él? -dijo Wyatt.
– Me vi… me vi en dificultades, los guardias de Seguridad estaban buscando en los despachos, y pensé que sería mejor sacarlo y tirarlo en un contenedor que hay a un par de calles. No quería que la operación entera se estropeara por culpa de un simple aparato.
Wyatt me miró fijamente durante unos segundos.
– Nunca nos oculte nada, ¿comprende? Nunca. Ahora escúcheme. Fuentes muy fiables nos han dicho que la gente de Goddard ha programado una rueda de prensa en las oficinas de Trion para dentro de un par de semanas. Una rueda de prensa importante con noticias importantes. Los intercambios de correos electrónicos que me ha entregado sugieren que Trion está a punto de hacer público lo del chip óptico.
– Pero no lo anunciarán si no han conseguido todas las patentes, ¿correcto? -dije. Había investigado un poco por Internet-. Y supongo que sus subalternos tienen bajo control todas las solicitudes de Trion existentes en la Oficina de Patentes de Estados Unidos -le dije.
– ¿Qué, ha estado estudiando Derecho en su tiempo libre? -dijo Wyatt con una sonrisa leve-. Mire, gilipollas, uno solicita la patente a última hora para evitar revelaciones prematuras o violaciones de los derechos. Trion no hará la solicitud hasta poco antes de la rueda de prensa. Hasta ese momento, la propiedad intelectual se mantiene como secreto comercial. Lo cual quiere decir que hasta que se presente la solicitud, y eso puede ocurrir en cualquier momento de las próximas dos semanas, las especificaciones de diseño son un objetivo legítimo. El tiempo pasa. No quiero que duerma, no quiero que descanse ni un minuto hasta que haya conseguido cada maldito detalle del chip óptico, ¿está claro?
Asentí con resentimiento.
– Ahora, si nos disculpa, nos gustaría pedir nuestra cena.
Me levanté y fui al lavabo antes de irme. Al salir del reservado, me crucé con un tipo que me miró de pasada. Entré en pánico.
Me di media vuelta y volví a pasar por el reservado para salir al parking.
En ese momento no estuve del todo seguro, pero el tipo con el que me había cruzado se parecía mucho a Paul Camilletti.
Había gente en mi despacho.
Cuando llegué al trabajo a la mañana siguiente, los vi desde lejos -dos hombres, uno joven, el otro más viejo- y quedé paralizado.
Eran las siete y media de la mañana, y por alguna razón Jocelyn no estaba en su escritorio. En un segundo mi mente repasó un menú de posibilidades, cada una peor que la anterior: los de Seguridad habían encontrado algo en mi despacho. O me habían despedido y estaban limpiando mi escritorio. O iban a detenerme.
Me acerqué al despacho y traté de disimular el pánico. Como si fueran amigos que hubieran pasado de visita, dije en tono jovial:
Читать дальше