– ¿Hay algo más que ver aquí? -preguntó Matthew-. La verdad es que encontramos la llave de la taquilla por pura casualidad. Difícilmente volverá a tocarnos la lotería.
– Yo no estoy tan segura. Hay algo que me preocupa. Y no me refiero a todos los cabos sueltos del caso. -Se puso en pie y colocó la bolsa entre los brazos-. Voy a echar un vistazo rápido a todo esto, a ver si encuentro algo que pueda darle la vuelta al caso. También estuve en la biblioteca y me he traído un ejemplar de los Cuentos y Leyendas, por si la historia que hay detrás del poema puede explicar algo. No tardaré mucho, pero sería estupendo que mandaras a mis chicos a otra excursión en cuanto aparezcan; si aparecen.
* * *
Dos horas más tarde, Þóra salió del despacho de Jónas. Estaba un poco desalentada, ya que no había avanzado mucho. Había leído hasta el final cada referencia de la carpeta, donde había innumerables declaraciones de testigos, algunos resúmenes sobre la investigación del escenario, dos informes de autopsia y los resultados de los análisis de sangre y otros fluidos corporales. Los resultados de las pruebas de ADN sobre el semen hallado en los órganos sexuales de Birna no estaban incluidos en la carpeta, pero la solicitud de dichos análisis sí se encontraba entre las diligencias. También estaban los resultados del análisis del grupo sanguíneo del que había dejado el semen, que indicaban que se trataba de semen de dos hombres distintos. A Þóra no le quedó claro si este hallazgo había sido pura casualidad o si alguien había solicitado los análisis impulsado por alguna sospecha concreta. Estuvo pensando en si sería habitual que una mujer tuviese relaciones sexuales con dos hombres diferentes el mismo día sin que se dedicara al oficio. Hubo un detalle que no comprendió con exactitud. Se trataba de una explicación que señalaba que, además del semen, se había encontrado otra sustancia biológica en los órganos sexuales de Birna; se le daba el nombre de A. Barbadensis Mili, A. vulgaris Lam. Þóra lo anotó con la esperanza de que Matthew lo conociera, aunque lo dudaba. Seguramente se trataba de algo que Birna había utilizado por su cuenta, aunque Þóra no sabía con qué finalidad.
Le hizo una seña a Matthew, dirigiéndose hacia él, que se encontraba tranquilamente en el bar bebiendo una cerveza. Dejó la carpeta sobre la mesa y se sentó.
– ¿Sigue habiendo sólo tres niños?
– No está del todo claro -dijo Matthew-. Tus dos hijos tenían la cara verde cuando volvieron de su paseo a la playa. La chica embarazada era la única con buen aspecto. Los invité a tomar un refresco en el bar y se lo llevaron a la habitación, tenían intención de ver una película.
– Me refería a si el grupo no ha aumentado todavía -bromeó Þóra, que hizo una señal al camarero para pedirle un refresco.
– Aún no eres abuela, así que disfruta de la vida -dijo Matthew, haciendo chocar su vaso de cerveza con el refresco de Þóra-. ¿Has encontrado algo interesante? -preguntó, inclinando un poco el vaso hacia la carpeta antes de beber un trago.
– No, en realidad, no. Hay varias cosas que confirman lo que hemos oído o encontrado nosotros. A los dos cadáveres les clavaron agujas o alfileres en las plantas de los pies, a Eiríkur le ataron un zorro y según la autopsia que le hicieron al animal, éste llevaba ya muerto algún tiempo de un tiro de rifle. Desgraciadamente, no aparece ninguna explicación de por qué el zorro estaba atado al pecho de Eiríkur.
– ¿Has sabido algo de nuestra preciosa Bella? -preguntó Matthew-. ¿No iba a encargarse ella de averiguártelo?
– Maldita sea, se me había olvidado -dijo Þóra. Sacó su teléfono y marcó el número del bufete.
– Diga -se oyó decir a Bella al otro extremo de la línea. Nada de Bufete Centro, buenos días ni ninguna otra cosa que indicara que quien había llamado estaba en comunicación con un respetable bufete de abogados y no con una casa particular.
– Hola, Bella, soy Þóra. ¿Has descubierto algo sobre el asunto de los zorros y los caballos? -Þóra no se atrevió a reñirle de nuevo por su forma de responder al teléfono.
– ¿Qué? -se oyó decir a una voz zafia y torpe-. Ah, ya, eso. -Guardó silencio un momento y Þóra tuvo la sensación de que se oía un ruido como si inhalara e inmediatamente después soltara el aire con rapidez.
– Bella, ¿estás fumando en la oficina? -preguntó Þóra, enfadada-. Ya sabes que está prohibido.
– No -respondió Bella-. ¿Estás loca? -Þóra creyó estar oyendo con toda seguridad el chisporroteo de un cigarrillo al arder. ¿A lo mejor aquella chica había empezado a fumar en pipa? Antes de que pudiera preguntárselo, Bella continuó-: Los caballistas con los que contacté nunca habían oído mencionar ninguna relación. Pero también hablé con un cazador de zorros que conozco y de ese tío pude sacar algo más.
Þóra olvidó completamente el tabaco.
– ¿Qué te ha dicho? -preguntó interesadísima. ¿A lo mejor aquella secretaria servía finalmente para algo?
– Bueno -dijo Bella-. Dijo que los caballos se ponían rabiosos de miedo si percibían el olor a zorro muerto. Y que se dedicaban a darle coces a la carroña.
– ¿Eso es algo que sólo saben los cazadores de zorros? -preguntó Þóra en suspense-. ¿Ningún caballista suele saberlo, o crees que los caballistas con los que hablaste eran particularmente ignorantes?
– ¿Ignorantes sobre los zorros? -preguntó Bella burlona-. No tengo ni idea. Yo diría que, en general, no lo saben. ¿Cuándo se encuentra uno con un zorro?
– Gracias, Bella -dijo Þóra, seguramente por primera vez con total sinceridad-. Puedes tomarte el resto del día libre. -Aquello no era una generosidad exagerada, ya que la ausencia de la secretaria no alteraría en lo más mínimo la actividad del bufete. Colgó y le contó a Matthew la conversación telefónica.
– Así que el asesino ató el zorro a Eiríkur para excitar al caballo, seguro de que el pobre hombre no sólo resultaría herido, sino muerto. -Matthew frunció el ceño-. Qué frialdad.
– En general, los caballistas no saben lo furiosos que se ponen los caballos con las carroñas de zorro -dijo Þóra, pensativa-. Lo saben sobre todo los cazadores de zorros. -Pensó un momento y luego añadió-: ¿No será Bergur cazador de zorros? Tiene nidos de eider. -Miró a Matthew a los ojos-. Había una caja de cartuchos de fusil en la salita de la caballeriza.
Matthew la miró a ella también a los ojos, fijamente.
– A lo mejor rer tenía que ser ber o, más exactamente, bergur, pero Eiríkur empezó a recibir coces y no pudo seguir. -Matthew sacó su móvil y recuperó la fotografía que había tomado de las letras grabadas en la pared. Estuvo un ratito ampliando la foto y situando las letras en mitad de la pantalla-. Vaya -dijo después de mirar con todo detenimiento la fotografía, pasándole el teléfono a Þóra-. El trazo descendente de la primera erre no es tan recto como el de la segunda.
* * *
Þóra colgó el teléfono y se volvió hacia Matthew.
– Me parece que a Þórólfur no le ha disgustado la noticia -dijo-. Aparentaba estar perfectamente tranquilo pero noté que se alegró cuando se lo conté. Puedo predecir que Bergur recibirá una visita de la policía dentro de poco.
– Bueno, o su mujer -apostilló Matthew-. Nunca se sabe.
– Sí, claro -asintió Þóra-. Pero algo sí que se sabe. Leí el informe de la autopsia, y está bastante claro que Birna fue violada brutalmente. En eso no encajan las mujeres, excepto como cómplices, quizá. Podría ser que Rósa participara en el asesinato, pero no en compañía de su marido. Dudo mucho que hayan sido capaces de ponerse de acuerdo en la hora, y no creo que fueran capaces de meterse juntos en semejante lío. -En ese momento, Sóldís apareció dirigiéndose hacia ellos.
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