P.C. Cast - En El Lugar De La Diosa

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La única emoción que esperaba Shannon Parker de las vacaciones de verano era hacer unas cuantas compras. Sin embargo, recibió la llamada de un ánfora antigua y se vio transportada a Partholon, donde todos la trataron como a una diosa. Una diosa muy temperamental…
Sin saber cómo, Shannon había adoptado el papel de otra, se había convertido en la encarnación de la diosa Epona. Y, aunque eso tenía una ventaja (¿a qué mujer no le gustaban los lujos?), también conllevaba un matrimonio ritual con un centauro y la amenaza de muerte a su nuevo pueblo. Además, todo el mundo la odiaba, porque pensaban que era una simple doble de su diosa.
Shannon tenía que averiguar cómo podía volver a Oklahoma sin morir en el intento, sin contraer matrimonio con un centauro y sin volverse loca…

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– Sí, la luna llama -dijo él, en tono de nostalgia.

– Sí, bueno… -yo titubeé. ClanFintan me miraba con calidez, con bondad. Demonios, aquél no era momento para dejarse confundir por una cara bonita, o lo que fuera-. Bueno, me vi atraída hacia el mar. Y allí estaba el castillo, sobre el acantilado, irguiéndose ante el océano -él asintió-. Casi desde el principio, supe que ocurría algo malo, que la maldad estaba presente. No veía nada, pero lo sentía.

Él asintió de nuevo, para animarme a que continuara.

– Mientras intentaba encontrar el origen de mi premonición, miré hacia el bosque. De ahí provenía. Eran horribles -dije, con un estremecimiento-. Al principio pensé que el bosque estaba vivo, como si fuera una criatura de pesadilla. Se ondulaba, se elevaba. Entonces me di cuenta de que no era el bosque, sino esas cosas horribles que lo estaban atravesando. Tenían alas, pero parecían humanos.

– Fomorians -dijo ClanFintan, con incredulidad.

Antes de que pudiera preguntarle a qué se refería, Alanna me apretó el hombro a modo de advertencia. Yo la miré y vi que asentía para mostrar que estaba de acuerdo con la denominación que ClanFintan le había dado a aquellos seres abominables.

– Cuando entendí lo que estaba sucediendo, ellos invadieron el castillo. Mataron a todos los guardias y a todos sus habitantes -dije, y me tapé la cara con las manos-. Vi cómo mataban a mi padre.

– Lady Rhiannon -dijo ClanFintan, y su voz me devolvió al pasado-. ¿Podríais decirme cuántos eran?

– Muchísimos. Eran como una marea de insectos hambrientos. Devoraron a todo el mundo.

– Siento pediros esto, lady Rhiannon, pero necesito que me los describáis con detalle.

Yo carraspeé y tomé un sorbo de té antes de comenzar.

– Eran más altos que los hombres del castillo. Todos tenían alas muy grandes, negras, que les crecían de la espalda. No volaban, sino que usaban las alas para ayudarse a correr y a deslizarse. Se movían con mucha rapidez, mucho más rápidamente de lo que corre un hombre. Tenían los brazos y las piernas muy largos, y la piel de un color blanco como la leche. El pelo largo, y descolorido. Lo más horrible de todo era que parecían hombres. Si les quitas las alas y los vistes con ropa normal, podrían pasar por humanos.

– ¿Llevaban armas?

– Sólo los dientes y las garras. Antes de tomar el castillo por completo, se detuvieron a devorar vivos a los guardias -dije. Mi voz hueca no conseguía reflejar el horror que sentía por toda aquella crueldad.

– No lo creía hasta ahora -dijo ClanFintan, que comenzó a pasearse de un lado a otro pasándose los dedos entre el pelo-. Pensaba que las historias del pasado sobre los Fomorians eran sólo mitos, cuentos para asustar a los niños y que se portaran bien.

– No lo entiendo.

– Ya sabes esas historias -continuó explicando él, demasiado concentrado en sus pensamientos como para notar mi falta de conocimiento-. Las madres de Partholon siempre han contado a sus hijos cuentos sobre los demonios con alas que podían devorarlos, para que no se alejaran demasiado de casa.

– Ah, sí -fingí saber-. Pero no recuerdo toda la historia. ¿De dónde se supone que vienen?

– Vienen del otro lado de las Montañas Tier. Me parece que ninguna de las leyendas especificaba su origen.

– ¿Y qué les ocurrió?

– Los bardos cuentan que, hace mucho tiempo, las gentes de Partholon se alzaron contra ellos. Aunque ya por aquel entonces poseían una gran perversidad, eran pocos. Fueron vencidos, y los pocos que sobrevivieron fueron expulsados a las montañas de nuevo. Los habitantes de la zona construyeron entonces el Castillo de la Guardia, en un desfiladero, para protegerse de ellos -me contó, y después me miró con intensidad-. Sin embargo, siendo la Amada de Epona, pensaba que ya sabrías todo esto.

– Epona no trata con el mal -dije yo, y en cuanto las palabras salieron de mi boca, tuve la sensación intuitiva de que era cierto-. ¿Y por qué iba yo a preocuparme con leyendas que se usan para asustar a los niños? -pregunté, y miré a Alanna para pedirle ayuda-. Epona está demasiado ocupada para preocuparse de esas cosas.

Estaba completamente perdida. ¿Fomorians? ¿Partholon? ¿Las Montañas Tier?

– Quizá sea ése el motivo por el que la diosa os envió a presenciar el horror esta noche, mi señora -dijo Alanna con amabilidad, y me tomó de la mano-. ¿No es posible que Epona os estuviera previniendo de un mal para el que vos no estabais preparada? -preguntó, y miró a ClanFintan-. Quizá por eso la diosa decidiera esta unión. Epona sabía que su Amada no estaba preparada para enfrentarse a un mal así, y sabía que el Sumo Chamán estaría mejor informado sobre la leyenda, y más preparado para combatirla.

– Por supuesto. Gracias, Alanna -dije. Me había salvado el pellejo. Otra vez.

– Sí, eso tiene sentido -dijo ClanFintan. Gracias a Dios, estaba muy preocupado como para pensar demasiado. Y después de todo, caballo o no caballo, era un hombre. Y bueno, los hombres no pueden realizar muy bien varias tareas a la vez.

– Lo cual significa que Epona me estaba advirtiendo que este mal iba a llegar hasta aquí. Esas malditas cosas no se van a conformar con atacar el castillo de mi padre. Epona nos estaba diciendo que no estamos seguros.

– Sí, lady Rhiannon, esto es una advertencia muy poderosa sobre un peligro inminente. Con vuestro permiso, enviaré un aviso a los guerreros Fintan para que ayuden a la guardia a evacuar a la gente que vive entre el Castillo de MacCallan y este templo. Pueden venir aquí. Como sabéis, Epona quería que el templo fuera muy fácil de defender, y ellos estarán más seguros aquí. Supongo que habrá provisiones suficientes para atender un caso de emergencia.

Alanna asintió, y yo respiré con más facilidad.

– Bien. El Castillo de MacCallan está a dos días de distancia de aquí, a buena velocidad -dijo ClanFintan. Estaba paseándose de nuevo, completamente concentrado en sus cavilaciones-. Esperemos que los Fomorians se hayan detenido a disfrutar de su victoria y no comiencen inmediatamente su siguiente ataque. Eso nos daría tiempo para enviar refuerzos, reunir a los aldeanos y advertir a Partholon.

– Un momento…

– Perdonadme, lady Rhiannon. No quería hacerme cargo de vuestros deberes. Como vuestro marido, sólo deseo ayudaros a prepararlo todo para hacer frente a lo que os ha advertido Epona.

– Pero… ¿y mi padre?

– Lo siento, lady Rhiannon, pero ha muerto -dijo él, en tono suave.

– Ya lo sé. Recuerdo lo que he visto -respondí yo, y tuve que tomar otro sorbo de té-. Pero no lo vi morir de verdad -dije. ClanFintan y Alanna se miraron con preocupación-. ¿Y si todavía está vivo… y sufriendo? -tomé otro sorbo de té. No iba a volver a llorar.

– Lady Rhiannon… -la voz grave de ClanFintan era reconfortante-. Debéis entender que no ha podido sobrevivir.

– Sí… lo entiendo. Sé que debe de estar muerto. Pero… bueno, no puedo dejarlo a él, ni a los otros hombres, allí abandonados. Vosotros no visteis lo valientes que fueron.

– Por supuesto, lady Rhiannon. Eran guerreros muy valientes.

– Sí, y tenemos que enterrarlos.

Alanna me apretó el hombro de nuevo.

– Mi señora, no podéis ir al Castillo de MacCallan.

– Claro que puedo. Él ha dicho que sólo está a dos días de marcha, y… -en aquel momento, titubeé. Alanna sabía que yo sólo había estado allí en espíritu-. Bueno, he estado allí más veces.

Alanna y ClanFintan volvieron a mirarse con preocupación.

– Lady Rhiannon, no podéis correr semejante peligro -dijo él, y alzó una mano para detener mi protesta-. La gente buscará vuestra guía. Sois la Amada de Epona. Ahora, en especial, no debe ocurriros nada malo. En este momento, el mal se ha liberado sobre el mundo, y la gente buscará a Epona para conseguir estabilidad y guía.

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