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P. Cast: Profecía De Sangre

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P. Cast Profecía De Sangre

Profecía De Sangre: краткое содержание, описание и аннотация

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Elphame es mitad humana mitad centauro, hija de Etain, esposa de Epona. Es prácticamente humana pero su apariencia evidencia la rareza de su origen, sus piernas de centauro, su condición de híbrido, la separan del mundo. Cuando emprende su viaje hacia el castillo de MacCallan lo hace dejándose llevar por una atracción que desde niña ha sentido por las leyendas del mundo antiguo. Cien años atrás, unas criaturas demoniacas y sangrientas llamadas Fomorians arrasaron aquel lugar. Una premonición de su hermano pequeño, que le acompaña en el viaje, le dice a Elphame que allí encontrará no solo su destino sino también un compañero para su vida. La profecía se cumple cuando Elphame conoce a un mitad hombre y mitad Fomorian llamado Lochlan.

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– Las criaturas estaban en el lugar que él nos indicó -dijo Cuchulainn, con la voz de un extraño-. No se dejaron capturar con facilidad, como hacen la mayoría de los criminales.

Tiró de la cuerda con crueldad y el hombre que estaba más cerca de él, que era gemelo del prisionero al que estaba atado, tropezó y cayó de rodillas. Los demás chocaron entre sí dolorosamente.

Lochlan dio un paso hacia ellos.

– Ya están vencidos. No tienes por qué torturarlos.

Cuchulainn se volvió hacia él lleno de furia.

– ¡Mataron a Brenna!

– Ellos no la mataron. Fui yo.

Todos los ojos se clavaron en la mujer. Tenía menos heridas que los demás, y sus alas estaban menos destrozadas que las de los otros. Irguió la espalda mientras hablaba, y se echó el pelo blanco hacia atrás. Observó con desprecio a los que estaban allí reunidos, y al mirar sus ojos del color del hielo, Elphame pensó que tenía una belleza terrible, como la de una llama pálida y peligrosa.

– No hables, Fallon -le dijo el hombre alto y rubio que estaba a su lado.

Ella hizo caso omiso, y miró a Lochlan a los ojos.

– Ha pasado ya el momento del silencio, ¿verdad, Lochlan?

– Fallon, ¿por qué…?

Elphame le tocó el brazo para interrumpir su respuesta, y Fallon hizo un gesto de desdén.

– Eso es, Lochlan. No hables si ella no te lo permite. Eres la marioneta de la diosa ungulada.

Elphame sintió una punzada de ira y respondió a la mujer en un tono glacial.

– Ten cuidado al referirte a mí. Soy La MacCallan, Jefa del Clan de los MacCallan, y tu destino está en mis manos.

La mujer alada soltó una carcajada cruel y falta de humor, y Elphame supo, sin duda alguna, que estaba mirando a los ojos de la locura.

– Mi madre humana, que murió hace mucho tiempo, se habría sentido contenta porque finalmente yo haya podido entender el significado de la ironía. Mi futuro no está en tus manos, Diosa, salvo que hasta hoy, eras tú la que iba a ser sacrificada para culminar ese futuro.

– ¡Ya basta, Fallon!

Lochlan tuvo que rugir para hacerse oír por encima de las voces furiosas del clan. Nadie entraba al castillo y amenazaba a su Jefa sin incurrir en su ira.

Elphame alzó la mano para imponer silencio. Se aproximó a Fallon, y Cuchulainn la siguió. Cuando se acercaron a la mujer alada, el hombre que estaba a su lado se movió. Elphame ignoró el sonido de las cadenas de Lochlan y la ira que irradiaba su hermano. Estaba completamente concentrada en Fallon.

– Explícate.

Fallon alzó la barbilla.

– Pregúntale a tu amante la verdadera razón por la que vino solo a Partholon, a buscarte. No era sólo porque hubiera soñado contigo desde tu nacimiento. Había más, mucho más. Pero tal vez ya conoces parte de esa historia.

– Tú misma has admitido que tienes las manos manchadas con la sangre de una mujer inocente, y ahora estás en mitad de mi castillo lanzando insinuaciones, verdades a medias, acertijos. ¡Explícate!

Fallon abrió mucho los ojos al notar el poder de la diosa, pero en vez de amedrentarse, su locura se avivó. Le lanzó una mirada fulminante a Lochlan.

– ¡Mira lo que han provocado tus mentiras! Es evidente que sabes que es una diosa, pero estabas tan obsesionado con ella que preferiste quedártela para ti solo. Al extraer su sangre, la maldición se ha desvanecido de tu cuerpo, pero ¿y nosotros? ¿Te importa tan poco tu gente que ni siquiera pensaste en ella?

– Has cometido un asesinato y te has entregado a la locura, Fallon. Tus palabras no significan nada -dijo Lochlan.

Sin embargo, Elphame había estado observando a su amante mientras Fallon hablaba, y había visto una sombra de culpabilidad en sus ojos antes de que él controlara su expresión.

– Por una vez, estoy de acuerdo con esta criatura. Esas palabras no significan nada. La mujer mató a Brenna, y la mujer debe morir -dijo Cuchulainn, con tal falta de emoción, que a Elphame se le partió el corazón.

– ¡No! -gritó el hombre que estaba a su lado-. Lo que hizo Fallon fue sólo para salvar a nuestra gente. Lochlan abandonó la responsabilidad que le correspondía como nuestro líder. Nos traicionó al negarse a sacrificar a la diosa ungulada, y Fallon no tuvo otro remedio.

Cuchulainn emitió un rugido de furia que fue respondido por el de su clan, y varios de los hombres desenvainaron las espadas y dieron un paso adelante.

– ¡Silencio! -gritó Elphame, y su voz hizo que a los presentes se les pusiera el vello de punta, porque sintieron las corrientes de poder que despertaba.

La risa sarcástica de Fallon llenó el ambiente de odio.

– Me equivoqué en cuanto a ti, Diosa. Pese a todo tu poder, no lo sabías. No sabías que Lochlan te buscaba para completar la Profecía. Te creíste sus palabras de amor edulcoradas.

Lochlan tiró de las cadenas que lo sujetaban.

– ¡No sabes lo que dices!

– ¡Sé que la mujer humana murió por tu culpa! Si hubieras cumplido con los dictados de la Profecía, yo no habría tenido que matarla para sacar a tu amante de su fortaleza -dijo, y volvió a reírse. Entonces, la expresión enloquecida se le borró del rostro y empezó a llorar-. Pero no me esperaba tu traición definitiva -dijo, y se acarició con una mano larga y esbelta el ala rasgada, como si no le perteneciera-. Oh, Keir, mira lo que nos ha hecho.

Entonces estalló en sollozos, y el hombre la tomó entre sus brazos.

Elphame se volvió hacia Lochlan y lo miró fijamente.

– Háblame de la Profecía.

Lochlan respiró profundamente. Aunque siguiera encadenado, estaba erguido y tenía un porte orgulloso, más de dios que de prisionero. Cuando habló, su voz profunda y grave se extendió por todo el castillo e hipnotizó a todo su clan, aunque sólo miraba a Elphame.

– Ya sabes que mi madre era Morrigan, la hermana menor de El MacCallan. Como muchas de las mujeres de este clan, mi madre estaba marcada por Epona. Ella me transmitió su fe, y me hizo partícipe de una Profecía, que según me juró, le había revelado la misma diosa en sueños. La Profecía predecía que nuestra gente se salvaría a través de la sangre de una diosa moribunda. Mi madre dijo que Epona le había prometido que sería yo quien haría cumplir la Profecía. Su fe no vaciló nunca, ni siquiera en su lecho de muerte. Murió creyendo que algún día yo encontraría la manera de que la promesa de Epona se cumpliera. Cuando comencé a soñar con una niña tocada por la mano de la diosa, nacida de una humana y un centauro, supe que sus plegarias tenían respuesta.

Lochlan sonrió, y por un instante pareció que todos los demás desaparecían, y ellos dos se quedaban solos.

– Creo que empecé a amarte cuando eras una niña, y después me enamoré de ti cuando te convertiste en una joven tan bella. Pero en realidad, cuando te vi hablándole a tu gente ante las puertas derruidas del Castillo de MacCallan fue cuando me di cuenta de que sacrificaría cualquier cosa por ti, por tu seguridad, aunque estuviera condenando a los míos al destierro y a la locura.

– Fuiste tú -dijo de repente Brighid-. Tú salvaste a Elphame la noche de su accidente.

– Sí -dijo Elphame, sin apartar la vista de Lochlan-. El jabalí me habría matado de no ser porque Lochlan lo mató primero.

– No lo entiendo -dijo Brighid, entre las exclamaciones de asombro de los demás-. ¿Qué propósito tiene la Profecía? Si no sois enemigos ni tenéis el propósito de recuperar el pasado de vuestros padres y comenzar una nueva guerra, ¿por qué no habéis venido a Partholon pacíficamente? ¿Por qué pensabais que teníais que sacrificar la vida de Elphame?

– Se están volviendo locos -dijo Elphame-. La oscuridad de su sangre los llama -explicó, y señaló con tristeza a Fallon, que seguía aferrada a su compañero-. Y finalmente, la locura vence. Y hay niños que llevan la sangre de sus antepasados humanos, sangre que comparten con muchos de nosotros. Para ellos es peor, puesto que no tienen madres humanas que fortalezcan su condición humana.

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