P. Cast - Diosa Por Elección

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Por fin, Shannon Parker se había reconciliado con la vida en el mundo mítico de Partholon. Amaba a su marido centauro y se había acostumbrado a su conexión con la diosa Epona y los beneficios que conllevaban ambas cosas. Casi había olvidado su antigua vida en la Tierra… sobre todo, cuando descubrió que estaba embarazada…
Pero entonces una súbita explosión de poder la envió de vuelta a Oklahoma. Sin la magia, Shannon no podía regresar a Partholon, así que tendría que buscar ayuda. El problema era que esa ayuda tomó la forma de un hombre tan tentador como su marido. Y, durante el camino, Shannon descubriría que ser una diosa por error era mucho más fácil que ser una diosa por elección…

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– Mi niña…

Aquellas palabras cariñosas se convirtieron en un gemido cuando rodé hacia él y aparté las mantas para poder adaptar mi cuerpo al suyo.

Nuestras piernas estaban entrelazadas, y yo me deleité al sentir mi piel desnuda contra el calor y la aspereza de sus pantalones vaqueros. Pasé las manos por debajo de su camiseta mientras seguíamos besándonos, para poder explorar su espalda. Encontré con los dedos una cicatriz que le recorría casi toda la longitud de la espalda. Conscientemente, tiré de la energía de mi interior y dejé que pasara desde las yemas de mis dedos al cuerpo de Clint, para librarlo del dolor. Noté la calidez como un cosquilleo de sensaciones eróticas.

En respuesta, Clint se echó a temblar mientras me abrazaba y gemía en mi boca.

– ¿Hace que te sientas mejor? -le susurré.

– Oh, Diosa… -me dijo con la voz ronca- si tú supieras…

Le quité la camiseta y pasé la lengua por su pecho, hasta la dura expansión de su estómago, sin dejar de acariciar con las yemas de los dedos la cicatriz, y deteniéndome cada vez que percibía una zona de dolor.

Finalmente, tiré con los dientes del botón de la cintura de su pantalón, y lo miré a los ojos. Estaban llenos de pasión.

– Creo que llevas demasiada ropa -bromeé.

– Vivo para obedecerte -dijo Clint, y rápidamente, con una sonrisa, comenzó a quitarse el resto de las prendas.

– ¿Uno de mis fieles subalternos? -me reí, mientras me acurrucaba contra su cuerpo desnudo.

– Me llamo Sacrificio -murmuró mientras se inclinaba a besarme.

Yo respondí a su beso hasta que me sentí mareada, y después lo empujé hacia la almohada. Él me miró con confusión.

– Por favor, deja que te ame esta noche -le pedí.

– Oh, mi niña… -susurró, mientras me acariciaba la cara con ambas manos-. ¿Acaso no sabes que no puedo negarte nada?

Yo tuve que contener las lágrimas. En respuesta a sus palabras, moví la boca por su cuerpo.

Su respiración era profunda y entrecortada cuando tiró de mí hacia sus labios. Sin embargo, en vez de besarlo, me senté y, lentamente, me quité el jersey y me deslicé las braguitas por los muslos desnudos. Sus ojos ardían mientras observaba cómo me colocaba a horcajadas sobre él. Con delicadeza, tomó mis exuberantes pechos en las manos.

– Están muy sensibles en este momento -susurré.

Él me besó los pezones con suavidad.

– Yo nunca te haría daño.

– Lo sé, Clint, lo sé.

Entonces, me apoyé en sus anchos hombros y comencé a mecerme con un ritmo atemporal que él siguió con un entendimiento perfecto. A medida que se incrementaba, me di cuenta de que el aura de Clint comenzaba a brillar. Entonces, el plateado de mi aura también se hizo visible a mi alrededor. Mientras nos acercábamos al clímax, las dos auras se mezclaron y aumentaron, y los sentimientos que se habían apoderado de mí se intensificaron de repente, casi hasta un nivel doloroso.

Clint abrió los ojos, y nuestras miradas quedaron atrapadas la una en la otra. Me tomó por las caderas y se hundió con fuerza en mí, una y otra vez, y la noche explotó a nuestro alrededor, y dentro de nosotros.

Yo dormité a ratos, protegida entre sus brazos.

– Nunca me había pasado -dijo Clint, con una voz suave y emocionada.

Lo miré a los ojos.

– Lo que hiciste con los dedos… -continuó-. Conseguiste acabar con el dolor, pero más que eso, tú… -sacudió la cabeza maravillado-. Fue… -me acarició los labios con el dedo-. No hay palabras para describirlo.

– Y nuestras auras se unieron. ¿Te ocurrió eso con Rhiannon?

– No. Nada de esto me sucedió con Rhiannon. Sólo contigo, Shannon. Sólo contigo. Las cosas que me hizo ella… Me tenía atrapado con un poder antinatural, perverso. Era oscuro y malvado. Me odiaba a mí mismo por desearla.

– Shhh -susurré, posándole un dedo contra los labios-. Ya ha terminado. Esa parte de tu vida ha acabado.

Sentí que su erección latía. Deslicé la mano entre nuestros cuerpos y lo acaricié, disfrutando de la sensación que mé producía la piel suave sobre la dureza.

Entonces, lo noté. La ligera hendidura de tejido cicatrizado que tenía por toda la longitud de su miembro. Me quedé helada al darme cuenta de lo que significaba aquella cicatriz. Vi de nuevo la escena del parque de Chicago, el brillo de la hoja del puñal y las gotas rojas que manchaban el blanco de la nieve.

Abrí los ojos con espanto, y vi que Clint los tenía cerrados, y que en su rostro había placer y paz. Tenía una sonrisa suave en los labios, y emitió un gemido casi inaudible.

«Cúralo, Amada».

Con la voz de Epona en la mente, yo seguí acariciándolo, haciendo que la salud, la curación y la luz pasaran hacia él, y eliminando la perversidad y los placeres retorcidos, y la oscuridad con la que Rhiannon lo había marcado. Y en la curación de Clint, yo hallé mi propia alegría. De nuevo lo tomé dentro de mi cuerpo, y en aquella ocasión con una gentileza profunda, y un entendimiento completo. No me guardé nada, y mientras hacíamos el amor, sentí la presencia de Epona, como si estuviera santificando nuestra unión. A través de los párpados cerrados, vi el brillo mágico de nuestras auras mientras se unían y llenaban la cabaña de luz y belleza, y el calor del amor de la diosa.

Mucho más tarde, él me tomó la cara entre las manos.

– Te quiero -me dijo.

Yo cerré los ojos y apoyé la cabeza en su hombro.

– Yo también te quiero, Clint.

Sabía que era la verdad. Los amaba a los dos, a ClanFintan y a Clint. Eran dos piezas de un todo. Y me rompía el corazón pensar en que tenía que dejar a Clint, tanto como me dolía el alma al pensar en separarme de ClanFintan para siempre.

«Oh, ayúdanos, Epona».

«Duerme, Amada».

La voz etérea resonó por mi mente, y yo me sentí rodeada de un cansancio líquido. En los primeros momentos del sueño, noté que Clint había comenzado a acariciarme del mismo modo que lo hacía ClanFintan. Recorrió mi cuerpo desde la parte trasera de la rodilla, hacia el muslo, hasta la espalda, y después hacia la pierna nuevamente. Mi último pensamiento consciente fue que ya no me sorprendían todas aquellas similitudes.

Capítulo 3

Me desperté lentamente, y en aquellos primeros momentos de lucidez sentí los brazos que me protegían y me mantenían acurrucada contra el calor duro de un cuerpo masculino.

Entonces, lo recordé. Oooh, Clint…

Estoy segura de que me ruboricé, pero, azorada o no, la naturaleza no podía esperar, así que me salí de su abrazo silenciosamente, encontré el jersey, que estaba debajo de la cama, y me dirigí hacia el baño.

Me miré al espejo. Estaba desarreglada, y francamente, tenía aspecto de haber hecho el amor varias veces durante la última noche. ¿Y qué más, aparte de lo evidente? Había tocado algo en lo más profundo del alma de Clint, algo que gritaba dolorosamente en su necesidad de ser sanado. La mezcla de nuestras auras había sido algo asombroso. ¿Por qué nos había ocurrido a nosotros, y no con Rhiannon, y tampoco, tal y como me susurró la mente, con ClanFintan?

La diosa me había indicado que amara a Clint. Era una idea muy sobrecogedora. Epona me había usado como bálsamo en aquel mundo. Acababa de hacer el amor con un hombre increíblemente atractivo del que me había enamorado porque era, básicamente, un clon de mi marido. Y, sin embargo, no me sentía culpable. Clint me necesitaba, y Epona me había permitido arreglar lo que Rhiannon había roto. No iba a lamentarlo, ni a dudar de ello.

Después de terminar en el baño, regresé a la cama. Clint tenía un aspecto joven y sexy, y entre el tornado de colchas y edredones, se le veía una cantidad de músculos pectorales casi obscena.

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