– Oye, he hablado con el señor Hughes. Dice que el sheriff ha encontrado a un testigo que vio a Glenda rondando la casa de Hollywood Hills la noche que se calcula que murió Miciak. La policía local cree que está complicada y la busca como sospechosa. Parece que la chica se ha largado de la ciudad, pero…
– Tú quédate en el motel.
Colgué y marqué el número directo de Chino.
– Despacho de la ayudante del alcaide.
– ¿Está Clavell? Soy el teniente Klein, del LAPD.
– ¡Ah, sí, señor! El señor Clavell me dejó una lista de nombres para que se la lea.
– Dígame primero todos los internos que han salido en libertad.
– ¿Las direcciones actuales, también?
– Primero, los nombres. Quiero ver si hay alguno que me suene.
– Sí, señor.
Con voz lenta, precisa:
– Altair, Craig V.; Allegretto, Vincent W.; Anderson, Samuel; Bassett, William A.; Beltrem, Ronald D.; Bochner, Kurt; Bonestell, Chester W.; Bordenson, Walter S.; Bosnitch, Vance B.; Bullock, Wylie D…
Ting/clic: allí había ALGO. El ALGO que faltaba.
Wylie Bullock.
El cámara del Vampiro.
El hombre de las ideas, exigiendo más sangre y vísceras a Sid Frizell.
– Burdstall, John C; Cantrell, Martin…
– Volvamos a Wylie Bullock. Deme la fecha de salida y su última dirección conocida.
– Hum… Salió en libertad condicional el 9 de noviembre de 1957 y la dirección que dejó es: Cámping de remolques de Larkview, Arroyo y Brand, en Glendale.
Freddy en el pasillo, bostezando.
– ¿Quiere el resto de los nombres, señor?
Colgué el auricular.
– Cuando estuviste en Chino, ¿tenías a un tal Wylie Bullock en tu clase?
– Sí, eso es. Ése era el tipo que andaba siempre con Richie Herrick.
Adrenalina. Zuuum. Chick:
– Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo…
Ejecución aplazada: la suerte de los tontos.
Registro de Identificación/archivos de Tráfico:
Bullock, Wylie Davis. EN. 16/7/25. Castaño/pardos, 1,75, 74 kilos. Detenido en 3/56, cargos por pornografía; de tres a cinco años en Chino.
Ocupación: fotógrafo-cámara. Vehículo: Packard Clipper del 54, blanco y salmón, Cal. GHX 671.
Autovías hacia Glendale; mi coche destartalado eructaba humo. Wylie/Madge/Dudley: CONTADME COSAS.
Salida de Arroyo, al sur hasta Brand: el Cámping de remolques de Larkview.
Aparcamientos, y ningún Packard de dos colores a la vista. A la entrada, un plano: «W. Bullock», tres filas adelante, seis remolques más allá.
Jardines de piedras, remolques levantados con gatos, amas de casa blancas pobres tomando el sol. Mi ALGO que faltaba:
Frizell-Bullock, confabulados. Wylie, insistente: ¡Incesto! ¡Sácale los ojos al vampiro!
Tercera fila, sexto remolque: un Airstream cromado. Mi 45, desenfundada con disimulo. Llamada con los nudillos.
Ninguna respuesta (ninguna sorpresa: ningún Packard). Empujé la puerta. Cerrada. Demasiados curiosos para forzar la entrada.
El plató. En marcha.
Desandando el camino por las autovías: mi cafetera jadeaba y silbaba. Griffith Park, el plató. Ni rastro del coche de Bullock.
Mickey junto a la nave espacial, tocado con un casquete judío.
– Los federales y el LAPD han estado buscándote por aquí. Y la policía local de Malibú también ha estado aquí tras los pasos de mi ex estrella, Glenda Bledsoe, con la que tengo entendido que andas jugando a romances. Me rompes el corazón, ladrón.
Nadie del equipo, sólo Mickey.
– ¿Dónde está todo el mundo?
– Un hatajo de estúpidos. El ataque del vampiro at ó mico es, en la jerga del cine, un bombón. Glenda puede parecer un poco musculosa en las escenas finales, ya que Rock Rockwell la sustituyó en las tomas largas, pero, salvo eso, considero mi película un hito del arte cinematográfico.
– ¿Dónde está Wylie Bullock?
– ¿Por qué habría de saberlo? ¿Por qué habría de importarme?
– ¿Y Sid Frizell?
– Pagado, despedido y, por lo que a mí respecta, a bordo del barco nocturno a Ninguna Parte.
El casquete, la insignia con la bandera en la solapa: Mickey, el héroe.
– Pareces contento.
– Tengo una película terminada y he hecho amigos entre los agentes federales. Y no me acuses de soplón, porque cierto fiscal federal me dijo que tú también tenías esa tendencia.
La encantadora locuacidad de Dudley.
– Te echaré de menos, Mickey.
– Corre, Dave. El dolor que has causado exige su justo castigo. Lárgate a las Galápagos y dedícate a mirar cómo las tortugas joden bajo el sol.
Cahuenga Pass: vuelta entre humos sofocantes. Lankershim y Croft: el motel Skyliner.
Forma de herradura: bungalows baratos con vista a la piscina. Pete, apostado junto al bordillo; dormitando con el respaldo del asiento hacia atrás.
Aparqué detrás de él. Dinero para soltar lenguas en el portaequipajes. Llené de billetes los bolsillos.
Rodeé la piscina. Bungalow 104. Llamé a la puerta. Madge abrió enseguida.
Ojerosa. El abundante maquillaje empeoraba las cosas aún más.
– Usted es ese policía. Cuando entraron en nuestra casa…, usted vino a…
«En plena llorera»: ojos húmedos, huellas de lágrimas.
– Lamento lo de su hija.
– Fue una muerte piadosa para los dos. ¿Ha venido a detenerme?
– No. ¿Por qué había de…?
– Si no lo sabe, yo no pienso decírselo.
– Sólo quería hablar con usted.
– Y por eso se ha llenado los bolsillos de dinero.
Billetes de cien asomando de ellos.
– He imaginado que no estarían de más.
– ¿Le ha enviado Dan Wilhite?
– Wilhite está muerto. Se suicidó.
– Pobre Dan. -Un breve suspiro.
– Señora Kafesjian…
– Pase. Contestaré a sus preguntas si promete no desacreditar a los chicos.
– ¿A los chicos de quién?
– A los nuestros. A los de quien sea. ¿Qué es lo que sabe, exacta…?
Hice que se sentara.
– Hábleme de su familia y los Herrick.
– ¿Qué quiere saber?
– Cuéntemelo todo.
1932. Scranton, Pennsylvania.
J.C. Kafesjian y Phillip Herrick trabajan en Balustrol Chemicals. J.C. es operario; Phillip, analista de disolventes. J.C. es tosco, Phil es culto; son amigos, nadie sabe por qué.
1932. Los amigos se trasladan juntos a Los Angeles. Cortejan a sendas mujeres y se casan con ellas: J.C, con Madge Clarkson; Phil, con Joan Renfrew.
Pasan cinco años: los hombres trabajan en aburridos empleos en fábricas de productos químicos. Nacen cinco hijos: Tommy y Lucille Kafesjian; Richard, Laura y Christine Herrick.
J.C. y Phil son pobres y están aburridos y frustrados. Sus conocimientos de química les inspiran un plan: licor de destilación casera.
Lo hacen… y tienen éxito.
La depresión continúa; los pobres necesitan alcohol barato. J.C. y Phil se lo venden a buen precio; los obreros de los campos de trabajo son su principal clientela. El negocio es lucrativo y engordan sus cuentas.
J.C. y Phil, amigos y socios.
J.C. y Phil, poniéndose los cuernos mutuamente.
Ninguno de los dos lo sabe:
Dos líos más antiguos que sus matrimonios. Amantes: J.C. y Joan, Phillip y Madge. El adulterio continúa. Nacen cinco hijos; su paternidad, poco clara.
J.C. abre una tienda de lavado en seco; Phil invierte en una fábrica de productos químicos. Juntos, prosiguen el negocio del licor casero.
J.C. presiona a Phil para que reduzca costes: disolventes alcohólicos de inferior calidad significarían más beneficios.
Phil está de acuerdo.
Venden una partida de matarratas a unos obreros y una decena de ellos queda ciega para siempre.
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