Rumores:
Sid Frizell filmando películas porno en LYNWOOD.
Inminente, quizás, el traslado de los chicanos a LYNWOOD.
Ese ALGO. Clic:
El vampiro at ó mico.
Película de sangre: incesto/ojos fisgando/ceguera.
El 459 de los Kafesjian: perros cegados.
El 187 de los Herrick: tres víctimas con las órbitas de los ojos destrozadas a tiros.
Sid Frizell, aspecto de ex presidiario.
No conectado con Dudley: Chick me había convencido.
Algo no encajaba: faltaba ALGO.
– Dudley y Mickey -dije.
– Quieres decir qué sé de los planes de Dudley, ¿no es eso?
Carraspeo por la onda corta: «Chinatown, Chinatown, Chavez Ravine.»
– Exacto.
– Bien, la palabra clave es «contención». Es la idea sagrada de Dudley y lo que se propone es levantar un imperio en el Southside, extendiéndose quizás hasta Lynwood, donde tiene todas esas propiedades. Sólo venderá droga a los negros, dirigirá la prostitución y la pornografía desde las sombras y llevará todas las máquinas tragaperras que Mickey ha abandonado, por lo visto. Su gran golpe se supone que ha de ser la aprobación del juego en el distrito, con Mickey de pantalla. Él se cargó a todos los tipos de Mickey menos a Touch y a mí, y luego consiguió que Mickey aceptara ser sociable con los federales. Ahora, Mick es un héroe, un tonto adorable, y Dud cree que puede comprar más propiedades en Lynwood y empezar a, como él dice, «contener» la economía ahí abajo, y luego colocar a Mickey para que dé la cara en la franquicia de juego en el distrito, todo limpio y legal.
– La Cámara del Estado no aprobará nunca el juego en el distrito.
– Bueno, supón que Dudley tiene otra opinión. Supón que cuenta con un político al que ha untado lo suficiente como para estar seguro de que la ley será aprobada.
Bob «Cámara de Gas» Gallaudet: defensor del juego en el distrito. El chivatazo de mi reunión con Duhamel.
Piel de gallina: las quemaduras del hielo seco empezaban a escocer otra vez.
– De modo que Dud descubrió que ibas a verte con Johnny. Breuning y Carlisle te noquearon y te drogaron, y Dud torturó a Johnny antes de que tú le hicieras picadillo. Le hicieron reconocer que Exley le utilizaba de señuelo y que tenía esas falsas cuentas bancarias y el dinero en billetes de sus operaciones guardados en una caja fuerte en su casa. Johnny dijo que había intentado varias veces retirarse del asunto porque sabía que los tipos de las máquinas terminarían cosidos a tiros, probablemente, y que las cosas no terminarían ahí, pero Exley había seguido enviándole a descubrir más cosas.
Zumbido en la radio: Tommy, circulando; Lucille, circulando.
Pete y Freddy, asombrados: jodeeer/hostia, hostia…
– ¿Por qué filmó la escena? ¿Por qué no se limitó a matarnos a los dos?
– Dijo que quería comprometerte y utilizarte. Dudley pensaba ofrecerte el trabajo de enlace y pagador con el LAPD. Dijo que podría utilizarte para acabar con Exley. Según él, debías de ser un abogado bastante bueno y pensaba que podrías enseñarle cosas sobre el mantenimiento de la propiedad.
Chick, emitiendo ondas mentales: reverenciar a Dudley o morir.
Pete, emitiendo ondas mentales: matar al italo y quedarse su dinero.
Freddy, emitiendo ondas mentales: a Hush-Hush le encantaría ESTO.
El vampiro at ó mico. INCESTO/VÍSCERAS.
– Chick, ¿qué sabes de Sid Frizell?
– Me parece que casi nada.
– ¿Ha cumplido alguna condena?
– En la prisión del condado, por hurtos menores. No es ningún tipo duro de penitenciaría, si es en eso en lo que piensas.
Freddy:
– Sid Frizell. Es un tipo alto y delgado de unos treinta y cinco. Tiene una especie de acento de Oklahoma.
– No me suena. ¿Se supone que debo conocerlo?
– Pensaba que tal vez le habías dado clase en Chino.
– Me parece que no. Quiero decir, yo soy un especialista en escuchas, de modo que me fijo en cómo habla la gente. Lo siento, pero no había ningún acento okie en la clase.
FALTABA ALGO.
Descolgué el auricular y hablé con una telefonista. Me puso con Chino.
Contestó un asistente del alcaide. Adelante, díselo:
Prepáreme una lista de los internos que coincidieron con Richie Herrick en Chino. ¿Si me la envía por un mensajero? No, volveré a llamarle para que me informe de palabra.
2.00 de la madrugada: la custodia, muy cerca. Chisporroteo en la radio, pop/pop: Pete, haciendo chasquear los nudillos. Chick, atontado por el alcohol, con el pelo chamuscado. Culpa mía.
Olores: comida rancia, humo. Un vistazo por la ventana: cubos de basura rebosantes. Mi propiedad: nueve de los grandes al año, beneficios limpios.
Pienso: chivatazos, golpes.
Intentos desesperados, últimos recursos.
Welles Noonan, un rival de Gallaudet.
Intentar cambios: Glenda por Bob G. y Dudley.
El teléfono del dormitorio; manos temblorosas en el dial. MA 4-0218. Noonan.
– Oficina del Fiscal Federal, agente especial Shipstad.
– Soy Klein.
– Klein, esta llamada no ha existido -en voz baja, furtiva.
– Noonan ha recibido una película. Entrega especial. Eres tú haciendo pedazos a otro tipo y yo sé que es una trampa, pero a él no le importa. Una nota dice que enviarán copias a la prensa si testificas para nosotros y Noonan dice que tu pacto de inmunidad queda cancelado. Ha emitido una orden federal de detención contra ti y esta llamada no ha existido.
CLIC…
Sillas/cajones/mesas…, lo arrojé todo por el suelo y le di patadas y lo destrocé. Me enredé en las cortinas, sin fuerzas en los brazos; me sentía mareado de agotamiento.
Graznidos en la radio.
«Madge deja la casa. El coche escucha la sigue.» «Lucille, entrando en Chavez Ravine. Conduce erráticamente, pasa rozando los árboles…»
Faros cruzándose, caminos de tierra. Chavez Ravine.
Oscuro, sin farolas. Las únicas luces, policiales. Focos sobre el techo de los coches patrulla, faros, linternas. Agentes de la vigilancia, en vehículos o a pie.
Un parachoques abollado, incrustado en un árbol: el Ford de Lucille, abandonado.
Órdenes de busca y captura contra mí…
Aparqué el coche y ascendí corriendo por el camino de acceso. Abajo, luces de linterna en zigzag: una búsqueda chabola por chabola.
– Muchacho…
Oscuridad. Sólo la voz. Apunté hacia ella, casi apreté el gatillo.
– Muchacho, escucha antes de actuar precipitadamente.
– Le has enviado la película a Noonan.
– No. Ha sido Bob Gallaudet. Le conté que tenías escondido a Chick Vecchio y Bob pensó que Chick se portaría como un cobarde y nos delataría. Muchacho, ha sido Bob quien te ha entregado a Noonan. Amenazó con hacer pública otra copia de la película si aparecías como testigo federal, dando por sentado que tu testimonio nos condenaría a él y a este viejo irlandés que te tiene tanto afecto, a pesar de todo. Noonan se puso como una furia, por supuesto, y Bob dio marcha atrás prudentemente y planteó una alternativa más juiciosa: dijo que la amenaza de la película seguía en pie, pero que no presentaría la candidatura a Fiscal General si Noonan prometía no mencionar su nombre en el juicio. Noonan, que es un tipo inteligente, aceptó.
– ¿Gallaudet le habló de ti a Noonan?
– No, Alá sea bendito. Consiguió dominar el pánico y sólo se habló vagamente de complejas conspiraciones criminales. Estoy seguro de que Noonan me considera un simple policía entrado en años, con buena labia y fama de estricto.
Abajo, unos gritos. Unos faros despistados iluminaron a Dudley sonriente y bonachón.
– ¿Quién le dio a Bob la copia de la película?
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