James Ellroy - Jazz blanco

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Para el teniente David Klein, muertes, palizas y extorsiones sólo son gajes del oficio. Hasta que en otoño de 1958 los federales abren una investigación sobre la corrupción policial y el mismo Klein se convierte en el cetnro de todas las pesquisas y acusaciones. Sin embargo, aunque él haya contribuido a crear ese mundo monstruoso, poblado por la codicia y la ambición, está dispuesto a salir vivo de él a cualquier precio.

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¿ Ha intimado con ella?

¿ Es ella quien ha robado en las casas de invitados de Hughes?

S í , s í , no. Sonrisa presuntuosa de uno de los polic í as.

¿ Discuti ó alguna vez con Harold John Miciak?

S í . Mierda de tipo, odiaba a la polic í a.

Complicidad instant á nea, un comentario ir ó nico: ¿ No le parece que el se ñ or Hughes podr í a querer joderle por haberse quedado con su dinero y, adem á s, con su chica?

D á ndose prisa conmigo, Sid Riegle y los seis hombres de A.L: comprobaciones de antecedentes/entrevistas/papeleo. Meg, ocupada en la b ú squeda de un t í tulo de propiedad: Spindrift, 4980. «¿ Por qu é encontrarnos all í ? » Mi propia hermana hurgando en registros, siguiendo la pista del dinero: la fortuna de Phillip Herrick, muy turbia…

Kafesjian/Herrick. Mam á a Richie: « Larga historia de locura en nuestras dos familias. »

¿ Richie, asesino? No.

¿ Tommy, asesino? Dudoso.

Lo cual llevaba a: don Tercer Individuo, loco.

Insistentes rumores en la brigada: los hombres de Narc ó ticos, al borde del p á nico. Apartamentos del servicio en masa, revelaci ó n de las gratificaciones de Kafesjian. Los rumores pon í an a Dan Wilhite suplic á ndole a Exley: « Di algo, haz algo. »

Exley, sin comprometerse; rumores federales: diecinueve citaciones a otros tantos miembros de Narc ó ticos.

Mis citaciones, retenidas (v í a extorsi ó n de la custodia federal). El testigo clave, Dave Klein, abierto a compromisos si la filmaci ó n llegaba al escritorio de Noonan. Digamos que el « si » era un pensamiento ilusorio; segu í a convencido de que la pel í cula aparecer í a all í . El tiempo se agotaba.

Corriendo, pensando:

ELLOS tomaron la pel í cula; el hombre clave del asunto, Chick Vecchio. Hacerle cantar: ELLOS me forzaron a hacer de protagonista.

Acusaciones por conspiraci ó n, posiblemente pendientes; « tal vez » un testigo corrupto no ofrece garant í as.

Tal vez puras fantas í as.

Corriendo, observando:

La casa de LOS TIPOS. Vigilancia nocturna; agentes aparcados tres puertas m á s abajo. Lleno absoluto: federales delante de la casa, federales detr á s. Dentro, bronca familiar: la banda sonora de mi nostalgia. Los Dos Tonys: salpicaduras de gomina con los disparos a quemarropa a la cabeza. «¡ No, mis hijos! » , el sollozo de una de mis v í ctimas. Un violador de doble vida: la perdigonada le arranc ó la cara a ese negro.

Vestidos de seda para Meg, regalos de penitencia. Ahora, Meg con Jack Woods (su mat ó n particular). Meg, con diez grandes en el bolsillo: Jack, pendiente de cobro; Junior, por otra parte, muerto. Un pensamiento perdido: Abe Voldrich, eliminado; se observ ó un coche. El coche de Jack: misma marca, mismo modelo.

M ú sica para acompa ñ ar la vigilancia: la primera noche, por la radio del coche, un poco de bop; la segunda, Champ Dineen puro.

Suave: Richie y Lucille, tal vez amantes. Suave: Glenda, volvi é ndose hacia m í tras un resbal ó n, tanto valor…

Champ Dineen: la radio del coche, con el volumen muy bajo. El eco de la m ú sica en la ventana de Lucille: la misma emisora.

Lucille en la ventana, sin maquillaje, nuevo peinado. Las fotos del dormitorio de Richie, a tama ñ o natural.

Un camis ó n puesto, casi recatado.

Federales en la calle; la familia, cerca.

Un estribillo constante, imposible de acallar: Johnny suplicando…

Dos d í as consumidos, dos m á s por delante antes de la custodia. Dos ú ltimas noches con Glenda.

Quiz á no salgamos de é sta - dijo ella.

T ú , s í - respond í .

Est á s cansado - insisti ó ella - . T ú quieres confesar.

IV LA JUNGLA DEL DINERO

35 Bien la autorización judicial parece en orden pero qué es ese - фото 9
***
35 Bien la autorización judicial parece en orden pero qué es ese sello - фото 10

35

– Bien, la autorización judicial parece en orden, pero, ¿qué es ese sello al pie?

– Es una estampilla de Correos. El fiscal de aquí envió los papeles a un juez del Este.

– ¿Por alguna razón en especial?

Para esquivar a los juristas amigos de Exley. Abre la caja fuerte, tipejo entrometido.

– No; sencillamente, el señor Noonan sabía que el juez federal de este distrito estaba demasiado ocupado para atender peticiones de registro.

– Entiendo. Bien, supongo…

Le corté al instante:

– El documento es válido, así que vamos de una vez.

– No es preciso ser tan brusco. Por aquí, caballeros.

Ventanillas de caja, cabina del vigilante, entrada a la caja fuerte. La puerta, abierta: una Pinkerton en formación de revista. Henstell:

– Antes de entrar, quiero que repasemos las instrucciones del señor Noonan.

– Le escucho.

– Uno, puede quedarse todo el dinero que encontremos. Dos, solamente puede inspeccionar los papeles personales que encuentre, y hacerlo en una dependencia del banco. Una vez los haya estudiado, me los entregará para marcarlos y tomar nota de ellos como pruebas federales. Tres, me entregará inmediatamente cualquier artículo de contrabando que pueda encontrar, como narcóticos o armas de fuego, para identificarlo como prueba.

«Armas de fuego»: escalofrío helado.

– De acuerdo.

– Muy bien, entonces. Señor Welborn, usted primero.

A paso ligero, detrás de Welborn. Pasillos de metal gris; cajas de depósito de seguridad apiladas de suelo a techo. Giro a la izquierda, giro a la izquierda, alto.

Welborn, con las llaves oscilando en sus dedos:

– 5290 y 5291. Detrás de esa esquina encontrarán una salita para examinar el contenido.

– Ahora, nos dejará usted a solas al agente Henstell y a mí.

– Como desee.

Dos cajas, altas hasta las rodillas; cuatro cerraduras. Hormigueo al introducir mis llaves.

Welborn: las llaves maestras. Chasquidos simultáneos.

En las mangas de mi chaqueta, sendos pañuelos.

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