Tilly: ojos de droga, dinero fresco.
Carpenter/Wenzel/Orchard: hice una ronda de direcciones de sur a noroeste. Nadie en casa: ronda por el sur, abro las ventanillas del coche. El aire fresco me aclaró la cabeza.
Dar a Junior por muerto o casi muerto. Descubrirle post-mortem como marica. Soplarle basura homosexual a Hush-Hush, vengar su basura sobre Glenda. Volver a su casa, dejar pruebas, sonsacar a las víctimas de sus extorsiones. Trabajar en el 459 Kafesjian… y relacionar a Junior con el fregado. Un interrogante: su expediente en el cajón de Exley.
Rondas mentales: Exley anuncia mi recompensa por lo de Kafesjian: jefe de la sección de Robos. Es una puñalada a Dudley Smith, el encargado del trabajo de las pieles (autor: su protegido, Johnny Duhamel). Johnny y Junior, ¿socios en el golpe? Mi instinto: improbable.
Reflejo instintivo: poner a Johnny en manos de Dud, desviar la puñalada de Exley, buscar el favor de Dud.
Al sur, piso el gas. Según la radio, Smith estaba ocupado en la calle Setenta y siete. Me acerqué allí; periodistas en el exterior y un capitán con una declaración rimbombante:
Desatender los 187 con víctimas negras, ¡jamás!
¡Atentos al próximo despliegue de celo policial!
En la puerta, varios centinelas impedían el paso a los periodistas: civiles verboten, fanatismo encubierto.
Enseñé la placa y entré. La sala de detenidos estaba abarrotada: sospechosos negros, dos grupos de policías haciendo girar las porras.
– Muchacho.
Smith en la puerta de la sala de guardia. Me acerqué; me dio un apretón de manos que me hizo crujir los huesos.
– Muchacho, ¿venías a verme a mí?
Disimulo:
– Buscaba a Breuning y Carlisle.
– ¡Aaah, estupendo! Esas dos monedas falsas deberían aparecer por aquí pero, mientras tanto, quédate un rato a charlar con el viejo Dudley.
Un par de sillas cerca. Las cogí.
– Muchacho, en mis treinta años y cuatro meses como policía, nunca he visto nada parecido a ese asunto de los federales. ¿Cuánto llevas tú en el departamento?
Veinte años y un mes.
– ¡Ah, estupendo! Con tu servicio en el frente incluido, por supuesto. Dime, muchacho, ¿hay diferencia entre matar orientales y hombres blancos?
– Nunca he matado a ningún blanco.
Dud guiñó un ojo: ¡Oh, muchacho!
– Yo, tampoco. Los siete hombres que me he cargado en el cumplimiento del deber apenas merecen el calificativo de humanos. Muchacho, este asunto de los federales es una jodida provocación, ¿no crees?
– Sí.
– Muy conciso. Y con esa misma concisión de abogado, ¿qué dirías tú que hay detrás?
– Política. Bob Gallaudet por los republicanos, Welles Noonan por los demócratas.
– Sí, extraños compañeros de cama. E irónico que el gobierno federal esté representado por un hombre sospechoso de compañero de viaje. Tengo entendido que ese tipo te escupió en la cara, muchacho.
– Tienes muy buenos ojos por ahí, Dud.
– Visión veinte-veinte, todos mis chicos. ¿Odias a Noonan, muchacho? ¿Me equivoco si digo -un guiño- que te considera negligente en el asunto del vuelo no programado de Sanderline Johnson?
Le devolví el guiño.
– Cree que yo le compré el billete.
Ja, ja, ja:
– Muchacho, no hagas reír a este pobre viejo. ¿Por casualidad fuiste educado católico?
– No. Luterano.
– ¡Aaah! Un protestante. La rama secundaria de la Cristiandad, Dios los bendiga. ¿Sigues siendo creyente?
– No, desde que mi pastor se afilió a la Liga Germano-Norteamericana.
– ¡Ahhh! Hitler, Dios le bendiga. Un poco revoltoso pero, con franqueza, le prefiero a los rojos. Muchacho, ¿en tu rama secundaria de la Cristiandad existe un equivalente a la confesión?
– No.
– Una lástima, porque en este momento nuestras salas de interrogatorio están llenas de confesores y confesantes, y este magnífico rito está siendo utilizado para contrarrestar cualquier publicidad desfavorable que esa investigación federal pueda levantar contra el departamento. Al grano, muchacho: Dan Wilhite me ha hablado de la fijación potencialmente peligrosa del jefe Exley en la familia Kafesjian, contigo como agente provocador. Muchacho, ¿quieres confesar tu opinión de qué pretende ese hombre?
Esquivé la pregunta:
– No me cae mejor que a ti. Llegó a jefe de detectives pasando por encima de ti y a mí me habría encantado que ocuparas el puesto.
– Grandes sentimientos, compañero, que por supuesto comparto. Pero, ¿qué crees que está haciendo?
Le eché un cebo: el prólogo a mi chivatazo de Johnny.
– Creo que quizás esté sacrificando Narcóticos a los federales. Es una sección prácticamente autónoma y quizá Noonan está seguro de que la investigación federal tendrá el éxito suficiente para requerir un chivo expiatorio que proteja al resto del departamento y a Bob Gallaudet. Exley es dos cosas: inteligente y ambicioso. Siempre he pensado que se cansaría del trabajo policial e intentaría también la carrera política, y sabemos la amistad que le une a Bob. Creo que tal vez ha convencido a Parker de que deje caer a Narcóticos para salvar su propio futuro.
– Una interpretación brillante, compañero. ¿Y sobre el robo Kafesjian y tu papel como oficial escogido por Exley para la investigación?
Insistí en mi teoría:
– Tienes razón, soy un agente provocador. Cronológicamente: Sanderline Johnson salta, y ahora Noonan me odia. Ya hay rumores de la investigación federal en el Southside y, simultáneamente, se produce el robo en casa de los Kafesjian. Y, simultáneamente con eso, yo aprieto las tuercas a un político rojillo enamorado de Noonan. Bien, el robo no es nada: es el trabajo de un pervertido. Pero los Kafesjian son la escoria personificada y están en buenas relaciones con la sección más autónoma y vulnerable del LAPD. Al principio pensé que Exley estaba manejando a Dan Wilhite, pero ahora creo que me ha puesto ahí en medio para atraer los tiros. Estoy ahí fuera, al descubierto, sin llegar prácticamente a ninguna parte con un 459 sin importancia, obra de un pervertido. Exley sólo tiene a un… quiero decir, a dos hombres en el caso, y si de verdad quisiera resolver el caso, habría puesto a trabajar a media docena. Creo que me está manipulando.
Dudley, radiante:
– Soberbio, muchacho, qué inteligencia, qué labia de picapleitos. Y bien, ¿qué piensa del asunto el sargento George Stemmons, Jr.? Mi fuente dice que últimamente tiene un comportamiento bastante errático.
Espasmos. Sin pestañear:
– Cuando dices «tu fuente», hablas de Johnny Duhamel. Junior le dio clases en la Academia.
– Johnny es un buen chico y tu colega debería recortarse esas asquerosas patillas a la medida reglamentaria. ¿Sabías que he destinado a Johnny a la investigación del caso Hurwitz?
– Sí, lo he oído. ¿No está un poco verde para un asunto como ése?
– Es un magnífico agente joven y he oído que tú mismo pediste dirigir el caso.
– Robos está limpio, Dud. Me tengo que guardar de demasiados amigos que trabajan en Subdirección.
Más carcajadas. Más guiños:
– Muchacho, tu capacidad de percepción acaba de ganarte la amistad eterna de cierto irlandés llamado Dudley Liam Smith. Francamente, estoy sorprendido de que dos muchachos brillantes como nosotros no hayan pasado de simples conocidos en todos estos años.
DELATA A DUHAMEL.
HAZLO AHORA.
– Hablando de amistades, muchacho, tengo entendido que Bob Gallaudet y tú estáis muy unidos.
Ruidos en el pasillo: gruñidos/golpes sordos. Una voz:
– ¡Soy amigo de David Klein!
Lester. Las salas de interrogatorio.
Corrí hacia allí. La puerta número 3 estaba cerrándose. Me asomé a la mirilla: Lester, esposado, babeando dientes; Breuning y Carlisle, descargando porrazos fuera de horario.
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