Alicia Bartlett - Días de amor y engaños

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Días de amor y engaños: краткое содержание, описание и аннотация

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Una historia magistral sobre las parejas, el amor y el engaño La convivencia en una pequeña comunidad de ingenieros españoles en el extranjero se desmorona tras desvelarse la relación que ha mantenido uno de ellos con la esposa de otro. En unos pocos días, todo el frágil entramado de complicidades, de pequeñas hipocresías y de deseos contenidos de los miembros de la colonia se vendrá abajo, y saldrá así a la superficie un mundo de sexo, engaños y sueños largamente incumplidos. Una historia magistralmente narrada que trata un tema de eterna actualidad: la de las relaciones de pareja y cómo evolucionan, se transfiguran y mueren… o dan lugar a otras.

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Henry jugó finalmente su partido de tenis con uno de los mecánicos. Pensó que el ejercicio físico y el fragor del juego servirían para tranquilizarlo, pero se equivocaba. En el vestuario, después de ducharse, mientras se secaba la piel bronceada por el potente sol de la obra, empezó a pensar de nuevo en la indiscreción de Susy. No sabía cómo reaccionar frente a ella. Si le afeaba su conducta, se arriesgaba a desencadenar un drama de duración imprevisible. Lo más cómodo era callar, pero le parecía tan grave lo que había sucedido que dejarlo pasar sin siquiera darle su opinión a Susy le hacía rebelarse contra sí mismo. Era ya terrible en sí que tuviera que estar planteándose semejantes diatribas en relación con alguien que estaba destinada a ser su compañera de por vida, su interlocutora más íntima. Difícilmente iba a encontrar nunca consuelo en su esposa. De hecho, era rara la ocasión en la que podía descargar en ella preocupaciones, pensamientos o vivencias profundas. ¡Siempre temía inquietarla, herirla de alguna manera. Aquel proceder suyo no era totalmente generoso y desinteresado, sino que tenía un sustrato egoísta: si Susy se ponía nerviosa, su estado podía degenerar en un cuadro neurótico en toda regla. Entonces lo llamaba al teléfono cada cinco minutos o pensaba que estaba ocultándole cosas horribles.

Al llegar a casa encontró a Susy en el jardín. Yacía sobre una tumbona, escuchando música por los auriculares mientras leía un libro. Le sonrió alegremente.

– Hola, querido. Mira, aunque parezca mentira, he conseguido hacer cinco cosas a la vez.

– ¿Cinco?

– Sí, fíjate: leo, escucho un disco, tomo el sol, estoy cocinando un asado en el horno y también descanso.

– Pues no sé cómo puedes descansar con tantas actividades.

– Porque soy una mujer práctica. Oye, ¿por qué no preparas unos aperitivos? Así, mientras me lo tomo, llegaré a seis cosas al mismo tiempo.

Henry entró en la cocina y mezcló vermut, ginebra y hielo picado en una coctelera. Luego sacó dos copas del armario y volvió junto a su mujer. Sirvió el combinado, se sentó y comenzó a beber en silencio.

– ¿Por qué estás tan callado?, ¿te ha ganado Ramón el partido o simplemente estás cansado?

– Ramón no ha podido venir. He jugado con Marcos, y he ganado. Aunque a Ramón me cuesta más ganarle.

– ¿Por qué no ha podido jugar?

Guardó un instante de silencio; luego la miró fijamente.

– Susy, le dijiste a Paula lo que habías visto en Nochebuena, ¿verdad?

– No. Bueno… quizá le comenté algo.

– ¿Quizá le comentaste algo? ¿Cómo se puede «comentar algo» tratándose de un tema como ése? ¿Te das cuenta de la responsabilidad que tenías en tus manos?

– ¡Claro que me doy cuenta!, por eso se lo dije. Ella es amiga mía.

– Oye, Paula no es una amiguita del colegio con quien estamos perfectamente compinchadas y a quien le contamos nuestros secretos. Es una mujer adulta cuyo matrimonio se viene abajo.

– ¡No me hables en ese tono! ¡No soy una estúpida! Sé quién es Paula, una mujer adulta a quien su marido se la está pegando en las mismas narices. Si tan en peligro está su matrimonio, Santiago podría haber sido más discreto.

– ¡Eso no es asunto tuyo! Además, deberías haber pensado que Paula es una mujer muy conflictiva, cualquiera puede advertirlo.

– Exacto, crea conflictos como pueda crearlos un perro malcriado, ¿no? Las esposas no deben dar problemas, lo único que tienen que hacer es portarse bien y esperar en casa a su maridito. Como yo, ¿verdad, Henry?

– Ningún perro es tan neurasténico como tú.

En condiciones normales, Susy se hubiera echado a llorar frente a una réplica semejante; pero no se encontraba en condiciones normales. Por primera vez se sentía entera, segura, firme, con ganas de administrar aquella bronca a su favor.

– En eso llevas razón. No soy un perro. Yo también soy una mujer adulta capaz de hacer cosas que un perro no haría jamás.

– ¿Me estás amenazando?

– En absoluto. No debes sentirte amenazado por las cosas que yo haga. No eres mi dueño.

– ¡Basta, Susy, estamos desbarrando! Esta discusión no lleva a ninguna parte.

– Te recuerdo que la empezaste tú, y me alegro, porque mientras hablábamos me he dado cuenta de muchas cosas.

Se levantó y desapareció por la puerta de la terraza. Henry se quedó con la sensación culpable de haber sido demasiado brusco. Ella volvió tras unos minutos; se había cambiado de ropa.

– Me voy.

– ¿Adónde?

– A dar una vuelta por ahí. Quiero despejarme un poco, estoy nerviosa.

– Susy, yo… te pido disculpas si te he ofendido.

– ¡Bah, no te preocupes, da igual!

– No da igual. Te digo que lo siento.

– De acuerdo, yo también lo siento. Luego nos vemos, adiós.

– ¿Quieres que te acompañe?

– No, gracias. Necesito un poco de silencio.

Henry se quedó sorprendido por la actitud de su esposa. ¿Qué estaba sucediendo? ¿Por qué de pronto no reaccionaba con su emotividad característica? Si todo aquel asunto tan desagradable servía al menos para que ella evolucionara hacia su madurez, lo daba incluso por bienvenido. Aun así, había sido demasiado duro con ella. Conociéndola, debería haber sabido que era inútil ponerse como una fiera. Claro que, por muchas vueltas que le diera, seguía pensando que su indiscreción precipitaría acontecimientos que podrían haberse evitado.

Se dieron un abrazo largo, apretado. Victoria le sonrió después, débilmente. La encontró demacrada y con gesto de preocupación.

– La suerte está echada -le dijo cogiéndole la barbilla y mirándola a los ojos-. ¿No estás arrepentida de fugarte con un tipo como yo?

– Quiero estar contigo siempre.

– Es un deseo muy fácil de complacer, porque no pienso dejarte ni un momento.

– Creí que no iba a atreverme a hablar con Ramón, y ya ves, lo hice, con toda facilidad. Tuvo una reacción muy violenta.

– Nadie sabe cómo va a reaccionar frente a una noticia así.

– Pero él es un hombre tranquilo.

– Se le pasará.

– No, no se le pasará; es como si lo hubiera apuñalado por la espalda.

– Te has limitado a decirle la verdad, y la verdad es que ya no lo quieres. Eso es algo que no puede permanecer oculto. Se supone que el motivo por el que maridos y mujeres permanecen juntos es el amor.

– Pero existe la lealtad.

– Mentir no es leal.

– Prefiero pensar que había que hacerlo y ya está hecho. ¿Qué pasó con Paula?

– Nada que no estuviera en el guión. Seguirá haciendo lo que ha hecho hasta ahora: beber y torturarse. Sólo que le faltará su espectador principal.

– ¿No temes que decida hacer algo más… extremo?

– ¿Matarse?, ¡ni hablar! Encontrará alguien más frente a quien representar sus espectáculos destructivos. Es una mujer con un gran poder de seducción. En cualquier caso, lo que haga ya no me incumbe.

– ¡Todo es tan difícil!

– No, no es difícil. Di que es doloroso, o desagradable o traumático, pero no difícil. Desde que nos conocimos hemos avanzado siempre en línea recta, y así seguiremos hasta el final. Sólo hay que tener un poco de valor ahora; después, todo irá sobre ruedas.

– Hablar contigo siempre me da ánimos, pero luego, cuando me quedo sola…

– Todo saldrá bien. Además, no puede ser de otra manera, porque, ¿no te das cuenta? ¡Dios está con nosotros!

Victoria estalló en una carcajada. El sonrió, aliviado de verla contenta al menos un instante.

– ¡Bueno, menos mal que ríes un poco! No podemos vivir esto como si fuera una tragedia absoluta. Sobre todo porque todas las tragedias acaban mal.

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