John Saul - Ciega como la Furia

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John Saul is an American author. His horror and suspense novels appear regularly on the New York Times Best Seller List.

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Se obligó a mirar el sitio.

– ¡No! -Gritó esta palabra; después la volvió a gritar.- iDios santo, no! ¡Esto no está ocurriendo!

En el suelo, sin que se viera desde dónde, se estaba extendiendo una mancha. June se quedó paralizada, sin poder apartar los ojos de este sitio.

Sí, era sangre.

– ¡No! -Emitió una vez más esta palabra; luego recurriendo a toda su fuerza de voluntad, huyó del estudio.

Acostada en su cuna, Jennifer, olvidada por su madre, empezó a llorar, suavemente al principio, después más fuerte.

En la clínica, Josiah Carson y Cal Pendleton permanecían silenciosos en su consultorio, aguardando que el neuro-cirujano terminara su autopsia.

En el instante en que murió Billy Evans, Cal se había tomado la responsabilidad de su muerte.

– Yo lo moví. Debí haber esperado.

– Tuvo que moverlo -le contestó Josiah-. Llegó demasiado tarde, nada más. Si tan solo hubiera llegado antes a su lado… -Carson dejó que su voz se apagara permitiendo que las palabras penetraran en el hombre aturdido que tenía adelante, seguro de que Pendleton estaba recordando el pánico que lo había dominado el día anterior. Entonces, ya seguro de que Cal lo entendía, agregó en tono consolador:- Cuando usted llegó a su lado, el daño ya estaba hecho. En realidad no es culpa suya, Cal.

Antes de que Cal pudiera responder, sonó el teléfono. Al atender, Carson reconoció la voz de June Pendleton, supo que estaba llorando.

Algo había ocurrido.

Sollozaba, casi incoherente, pero Josiah comprendió que quería que ellos fueran inmediatamente a la casa.

– Cálmese, June -le dijo-. Cal está aquí mismo, conmigo. Estaremos allí lo antes posible. -Tras una pausa agregó:- June, ¿hay alguien lastimado?

Escuchó un momento, luego le indicó quedarse donde estaba. Mientras volvía a poner el auricular en la horquilla, Cal lo miró con fijeza.

– ¿Qué pasó? Josiah, ¿qué pasó?

– No estoy seguro -replicó Carson-. June quiere que vayamos a su casa enseguida. No hay nadie lastimado, pero algo ocurre. Venga.

Se puso de pie, pero Cal vaciló.

– ¿Y qué hay de…?

– ¿Billy? Ya está muerto, Cal. Nada podemos hacer por él. Vamos.

– ¿No explicó ella qué pasaba? -preguntó Pendleton mientras tomaba su chaqueta.

Sin hacer caso de la pregunta, Carson condujo a Cal fuera de la oficina.

Cuando salían de la clínica, Josiah Carson comprendió qué estaba ocurriendo. Todo estaba a punto de concluir. No sabía cómo, pero estaba seguro. June Pendleton había descubierto algo.

Algo que lo explicaría todo.

O lo empeoraría.

June acababa de colgar el teléfono y se preguntaba qué hacer luego, cuando de pronto empezó a sonar. "No viene", pensó. "Es Cal y no viene. Me dirá que está ocupado y que no puede venir. ¿Qué voy a hacer?"

Levantó el auricular.

– ¿Cal?

– ¿June? Habla Corinne Hatcher.

– Oh… -la voz de June titubeó-. Lo lamento. Recién estuve hablando con Cal. Pensé… pensé que tal vez me estaría llamando nuevamente.

– No la demoraré mucho. Oiga, quizás esto suene a locura, pero ¿ha visto usted hoy a Lisa Hartwick? Estoy con Tim y la estamos buscando. Ella y unos amigos suyos… bueno, parece una tontería, pero fueron a buscar fantasmas.

June no había oído nada, salvo que Corinne estaba con Tim Hartwick.

– Corinne ¿pueden venir aquí, usted y Tim?-preguntó, tratando de mantener un tono calmado, razonable-. Algo extraño ha sucedido.

La maestra guardó silencio un momento. Luego repitió:

– ¿Extraño? ¿A qué se refiere?

– Ni siquiera puedo empezar a describirlo -respondió June-. Vengan, por favor.

En su voz había un matiz de pánico que hizo responder a Corinne:

– En seguida estaremos allí.

Sally Carstairs y Alison Adams cruzaron la calle y se encaminaron hacia la escuela, pensando tomar un atajo hasta la casa de Sally, del otro lado.

– No habríamos debido dejar a Lisa -estaba diciendo Sally-. Cuando lo sepa mamá, se enojará.

– No hay nada que pudiéramos haber hecho para evitarlo -replicó Alison-. Lisa es así… siempre hace lo que se le ocurre. Si tú también quieres hacerlo, perfecto, pero si no, ¡lástima!

– Creí que la estimabas.

Alison se encogió de hombros al responder:

– Creo que es buena persona. Solamente que está consentida.

Caminaron un momento en silencio; luego algo se le ocurrió a Alison.

– Pensé que eras su amiga.

– ¿De quién?

– De Michelle. Antes de que quedara lisiada, quiero decir.

– Lo era -respondió Sally, recordando cómo había sido Michelle apenas unas pocas semanas atrás-. Era gentil. Probablemente habría sido mi mejor amiga. Pero desde que se cayó ha permanecido más o menos sola.

– ¿Crees que está loca?

– Por supuesto que no -respondió Sally -. Solo que… bueno, ahora es diferente, nada más.

Repentinamente, Alison se detuvo. Su rostro se puso pálido.

– ¡Sally! -exclamó con voz ahogada -. ¡Mira!

Estaban cerca de los columpios, y Sally vio enseguida lo que señalaba Alison.

El cuerpo de Annie Whitmore yacía retorcido en tierra, con una pierna todavía enganchada en el asiento del columpio.

Las palabras de Jeff Benson resonaron fuertemente en los oídos de Sally.

¿A quién mataste hoy?

Retordó la semana anterior, cuando Michelle había estado jugando con Annie Whitmore,

¿A quién mataste hoy?

Recordó a Michelle que venía por el camino, desde el poblado.

¿A quién mataste hoy?

Tomando la mano de Alison, Sally Carstairs echó a correr cruzando el campo de juego… corriendo a casa, corriendo a contar a su madre lo que había sucedido.

CAPITULO 27

Lentamente caminaba Michelle por el sendero en lo alto del risco. Una lluvia ligera empezaba a caer, y el horizonte, vago contra el cielo gris acero, se esfumaba. Pero Michelle, escuchando los murmullos de Amanda, no pensaba en el día.

– Más lejos -decía Amanda-. Fue un poco más lejos.

Dieron algunos pasos más; luego Amanda se detuvo, con la frente arrugada, la expresión indecisa.

– No está bien. Todo está cambiado. -Después agregó:- Por allí.

Llevó a Michelle unos metros más al norte- y se detuvo cerca de una roca grande que se alzaba en precario equilibrio sobre la playa.

– Aquí -musitó Amanda-. Aquí mismo fue…

Desde arriba, Michelle contempló la playa. Se encontraban directamente encima del lugar donde, apenas un mes y medio atrás, ella había merendado con sus amigos. Al menos, habían sido sus amigos en esa época.

Ahora la playa se encontraba desierta; la marea estaba lejos y las rocas, alisadas por el fluir de las aguas durante siglos, yacían expuestas al amenazante atardecer.

– Mira -susurró Amanda.

Señalaba la lejana orilla de la playa, donde el mar, al retirarse, había dejado al descubierto los charcos de marea. Michelle pudo distinguir dos figuras, que la lluvia enturbiaba.

En seguida reconoció a una de ellas: Jeff Benson. Y la otra… ¿Quién era la otra? Pero de pronto supo que no importaba.

Jeff era el buscado.

Era a Jeff a quien Amanda quería.

¿A quién mataste hoy?

Las palabras de Jeff resonaron en sus oídos. Y Michelle supo que Amanda también las escuchaba.

– Vendrá por aquí -ronroneó Amanda-. Cuando entre la marea, vendrá por aquí. Y entonces…

Su voz se apagó, pero una sonrisa le arrugó la cara. Mantuvo una mano sobre el brazo de Michelle, pero extendió la otra y tocó la roca.

June estaba todavía sentada junto al teléfono cuando llegaron Cal y Josiah Carson. Los oyó entrar por la puerta principal, oyó que Cal la llamaba.

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