José Santos - El séptimo sello

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El asesinato de un científico en la Antártida lleva a la Interpol a contactar con Tomás Noronha. Se inicia así una investigación de lo que más adelante se revelará como un enigma de más de mil años. Un secreto bíblico que arranca con una cifra que el criminal garabateó en una hoja que dejó junto al cadáver: el 666.
El misterio que rodea el número de La Bestia lanza a Noronha a una aventura que le llevará a enfrentarse al momento más temido por la humanidad: el Apocalipsis.
Desde Portugal a Siberia, desde la Antártida hasta Australia, El séptimo sello es un intenso relato que aborda las principales amenazas de la humanidad. Sobre la base de información científica actualizada, José Rodrigues dos Santos invita al lector una reflexión en torno al futuro de la humanidad y de nuestro planeta en esta emocionante novela.

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– ¿Cuál es el porcentaje?

– ¿En Safaniya? Algunos pozos ya han llegado al cincuenta por ciento de water cut.

– ¡Caramba!

– Safaniya está en manifiesto declive, amigo. Cruzó el pico alrededor de 1980, y los informes muestran que los problemas de agua y arena tienden a agravarse. -Guardó los folios en la carpeta-. Lo que estos informes dicen, en definitiva, es que los tres mayores supergigantes de Arabia Saudí -Safaniya, Abqaiq y Berri- ya han cruzado el pico y están en declive.

– Queda el más grande de todos.

– Sí, queda Ghawar.

Tomás fijó los ojos en la carpeta de cartulina.

– ¿Qué dicen los documentos sobre ese campo?

El geólogo localizó nuevos folios.

– Ghawar es tan grande que todo el depósito se ha dividido en áreas regionales, como Ain Dar, Shedgum, Uthmaniya, Hawiya, Haradh y otras. En consecuencia, la mayor parte de los informes se concentra en el análisis de diferentes aspectos de estos diversos pozos -observó pasando los papeles hasta que indicó un documento-. Este informe, por ejemplo, estudia la misteriosa inclinación del depósito, en particular en la zona de contacto entre el agua y el petróleo. -Se detuvo en un segundo documento-. Este aborda los problemas de inyección horizontal en la sección Árabe D. -Uno más-. Aquí la atención se vuelca en los intervalos de permeabilidad. -Otro-. Mira, éste tiene una simulación numérica que intenta compatibilizar la información sobre la presión de los pozos horizontales en diferentes tipos de heterogeneidades.

Cada vez más impaciente, Tomás observó los papeles.

– Este discurso me suena a chino.

– Sí, la jerga es eminentemente técnica.

– Traducido para niños, ¿qué dicen esos informes?

Filipe paró de ojear los documentos amontonados en un pliego.

– Tenemos aquí múltiples análisis de diferentes aspectos de las operaciones en Ghawar -dijo mirando a su amigo-. Fíjate: ninguno de estos informes presenta una visión de conjunto. Es la suma de todos ellos la que nos revela una imagen relativamente clara de lo que está pasando en este gran coloso.

– ¿Y qué imagen es ésa?

El geólogo consultó el reloj y, sorprendido por la hora, interrumpió bruscamente el diálogo.

– Casanova, ya se hace tarde -exclamó sobresaltado, de repente invadido por la prisa-.Tenemos que irnos.

– ¿Irnos? -Tomás estaba asombrado-. ¿Irnos adonde?

Alzó el brazo y llamó la atención del camarero. Cuando el australiano hizo ademán de acercarse, simuló una firma en el aire y el camarero entendió: era la señal para que trajese la cuenta, y a toda prisa.

– Tengo que ir a la habitación a hacer la maleta y después vamos a salir de la ciudad.

– ¿Adónde vamos?

– Lejos de aquí. Te advierto que ni se te ocurra que pasemos por tu hotel para recoger tus cosas.

– ¿Por qué?

– Es una medida de seguridad. Después de lo que ocurrió en Siberia y de que te siguieran hoy aquí, en Sídney, no podemos correr riesgos innecesarios, ¿no te parece? Tendrás que desaparecer conmigo sin dejar rastro; por eso vas a tener que abandonar todo en el hotel hasta tu regreso.

– Pero ¿adónde vamos?

– Vamos a encontrarnos con James.

– ¿Tu amigo de Oxford?

– Sí, está aquí.

Se hizo la luz en la mente de Tomás.

– Ah, bien. Ya estoy entendiendo para qué has venido a Australia. -Alzó una ceja, intrigado-. ¿Está aquí, en Sídney?

– No.

– Entonces, ¿dónde está?

– Ya lo verás.

Capítulo 31

La cuenta llegó en una pequeña bandeja de plata. Tomás insistió en pagar; al fin y al cabo, la Interpol acabaría cubriendo ese gasto. Se levantaron los dos, salieron del Avery's Bar y se dirigieron a la zona de los ascensores, en el lujoso vestíbulo del hotel.

– Aún no has respondido a mi pregunta -insistió Tomás.

– Ya te he dicho que sabrás adónde vamos en el momento oportuno.

– No es eso, idiota.

– Entonces, ¿cuál es la pregunta?

– Estábamos hablando de los campos gigantes de Arabia Saudita -recordó, e hizo una señal en dirección a la carpeta de cartulina que su amigo llevaba en la mano-. Has dicho que los depósitos supergigantes ya han cruzado el pico de producción, pero aún no me has contado lo que revelan esos informes sobre el mayor de todos.

– Ah -comprendió Filipe-. ¿Ghawar?

– Sí. ¿Qué pasa en ese campo?

Llegaron frente a los ascensores y entraron en uno que ya tenía las puertas abiertas. El geólogo pulsó el botón del quinto piso y las puertas se cerraron para el breve viaje.

– Como ya te he dicho, Ghawar comenzó a producir en 1951 y, durante una década, el petróleo fluyó libremente de su depósito sin que hicieran falta métodos especiales de extracción. Al final de la década, sin embargo, los depósitos comenzaron a registrar cierta caída de presión. Para responder al problema, la Aramco inició un programa de inyección de gas en el sector de Shedgum. A principio de los años sesenta, y frente al agravamiento de la caída de presión, se lanzó un nuevo programa, esta vez inyectando agua en las paredes del reservorio. La situación finalmente se controló, pero sólo por algunos años. En los años setenta, apareció agua en el petróleo que salía de los pozos de Ghawar.

– ¿En serio?

Filipe inclinó la cabeza, como si la sorpresa de su amigo fuese desorbitada.

– Casan ova -dijo-. Ghawar estuvo veinte años produciendo petróleo seco. Eso es muy bueno.

– Ah, está bien. Creí que la aparición de agua era grave.

– La aparición de agua es grave.

Tomás pareció desconcertado, sin saber qué pensar.

– Disculpa, pensé que habías dicho que no había problema.

Un sonido discreto señaló la llegada del ascensor al quinto piso. Las puertas se reabrieron y ambos salieron al pasillo.

– La aparición de agua en la extracción siempre es algo grave -dijo Filipe sin perder el hilo-. Eso no impide que el hecho de que un campo esté veinte años sin extraer agua sea bueno. Ha sido excelente, sin duda. El problema es que las cosas buenas no duran para siempre, ¿no?

– Entiendo.

– La producción de Ghawar a lo largo de esa década se disparó, y pasó de un millón y medio de barriles diarios en 1970 a cinco millones setecientos mil diarios en 1981. A partir de ese momento, el consumo mundial se redujo y, en respuesta, la Aramco disminuyó deliberadamente la producción en este campo supergigante. El sector de Haradh, por ejemplo, paró por completo, en un esfuerzo por darles un descanso a los reservorios.

– Quieres decir ahorro.

– Descanso -insistió el geólogo-. ¿Sabes?, cuanto más petróleo produce un campo, más baja la presión de sus depósitos. Un modo de combatir el problema es parar la producción, lo que permite aumentar la presión de forma natural. Fue lo que hicieron los saudíes a partir de 1982. Comenzaron a dejar descansar los campos petrolíferos, intentando recuperar la presión perdida.

– ¿Y lo lograron?

– Un poco, sí. La presión ha aumentado y los problemas con el agua han disminuido ligeramente, pero no es nada decisivo. -Acarició la carpeta de cartulina que tenía en la mano-. Estos informes revelan que los problemas con el agua volverán en breve y de manera inevitable.

– ¿Te estás refiriendo al tenor del agua?

Sí, al water cut.

– ¿Y cómo ha evolucionado el problema?

Se detuvieron frente a una puerta y una tarjeta magnética se materializó entre los dedos de Filipe. La introdujo en la ranura y la puerta de la habitación hizo clic.

– Como ya te he dicho, el agua apareció en Ghawar en los años setenta -indicó entrando en la habitación-. Desde entonces, su porcentaje con respecto al petróleo no ha parado de aumentar… y a una velocidad alarmante.

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