Anne Rice - La Hora Del Angel

Здесь есть возможность читать онлайн «Anne Rice - La Hora Del Angel» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La Hora Del Angel: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La Hora Del Angel»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Con La hora del ángel, primer volumen de su nueva serie, Anne Rice retoma su narrativa más oscura para convertir a los ángeles en protagonistas.
Toby O’Dare, un famoso asesino a sueldo, es un hombre despiadado que recibe órdenes del Hombre Justo. Se mueve en un mundo de pesadilla hasta que aparece un forastero misterioso, un serafín, y le ofrece la oportunidad de salvar vidas en lugar de destruirlas.
Viaja atrás en el tiempo hasta la Inglaterra del siglo XIII, y en ese escenario primitivo, comienza su peligrosa búsqueda de la salvación: una odisea llena de lealtades y traiciones, de egoísmo y amor.

La Hora Del Angel — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La Hora Del Angel», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

En los candelabros de las paredes ardían los velones, y era fascinador ver cómo los gruesos vidrios coloreados y emplomados en forma de rombo de los ventanales captaban el reflejo de las luces.

La abadesa, una mujer impresionante de cuya mera presencia emanaba un halo de autoridad, era sin duda buena amiga de Godwin, y se retiró tan pronto como anunciamos el motivo de nuestra visita.

En cuanto a Rosa, vestida con un hábito blanco superpuesto a una gruesa túnica que podía haber sido un camisón, era la imagen de su madre, a excepción de sus sorprendentes ojos azules.

Por un momento me asombré al ver fundidos en su rostro el color de la tez de la madre y la vibración del padre. Los ojos eran parecidos a los de Godwin hasta un punto desconcertante.

El cabello negro, espeso y rizado, caía suelto sobre sus hombros y su espalda.

A los catorce años era ya plenamente una mujer, tanto por sus formas como por el porte.

En su persona se habían reunido y fundido todas las cualidades de sus padres.

– Has venido a decirme que Lea ha muerto, ¿verdad? -dijo de inmediato a su padre, después de que él la besó en ambas mejillas y en la frente.

Él empezó a llorar. Se sentaron el uno junto a la otra, frente al fuego.

Ella sostuvo las manos de él entre las suyas, y asintió más de una vez como si hablara consigo misma sobre aquello. Y luego, dijo de nuevo en voz alta:

– Si te dijera que Lea se me ha aparecido en sueños, mentiría. Pero cuando me he despertado esta mañana, no sólo he sabido de cierto que ella había muerto, sino que mi madre me necesitaba. Ahora vienes con este monje y sé que no estarías aquí a estas horas si por alguna razón no se me necesitara con urgencia.

Godwin se apresuró a acercar un taburete para mí, y me pidió que le explicara el plan.

Con toda la brevedad posible, le expuse lo que había ocurrido y ella empezó a tragar saliva al darse cuenta del peligro en que se encontraban su madre y todos los judíos de la ciudad de Norwich, donde nunca había estado.

Me contó muy por encima que había estado en Londres cuando muchos judíos de Lincoln fueron juzgados y ejecutados por la muerte del pequeño san Hugo, un crimen totalmente inventado.

– ¿Crees que podrás representar el papel de tu hermana?

– ¡Quiero hacerlo! -exclamó-. Quiero presentarme delante de esas personas que se atreven a decir que mi madre dio muerte a su hija. Quiero reñirles por esas acusaciones insensatas. Puedo hacerlo. Puedo insistir en que yo soy Lea, porque en mi corazón soy Lea tanto como soy Rosa, y Rosa tanto como Lea. Y no será una mentira decir que estoy impaciente por marcharme de Norwich y volver con Rosa, mi propio yo, otra vez a París.

– No tienes que exagerar -dijo Godwin-. Recuerda que, por muy grande que sea la rabia y el disgusto con esos acusadores, has de hablar con la misma dulzura con que hablaba Lea, e insistir con tanta suavidad como la que Lea habría empleado.

Ella asintió.

– Mi rabia y mi indignación son para ti y para el hermano Tobías -dijo-. Podéis confiar en que sabré qué es lo que he de decir.

– Has de darte cuenta de que, si esto sale mal, estarás en peligro -dijo Godwin-, y nosotros también. ¿Qué clase de padre dejaría a su propia hija acercarse demasiado a un fuego voraz?

– Un padre que sabe que una hija tiene obligaciones para con su madre -respondió ella de inmediato-. ¿No ha perdido ella ya a mi hermana? ¿No ha perdido el amor de su padre? No tengo dudas, y creo que la admisión sincera de que somos dos gemelas será una gran ventaja, y sin ella el engaño sin duda no funcionaría.

Nos dejó entonces, diciendo que iba a prepararse para el viaje.

Godwin y yo conseguimos un coche que nos había de llevar a Dieppe, desde donde navegaríamos hasta Inglaterra cruzando de nuevo el traicionero Canal, esta vez en un barco alquilado.

Cuando salimos de París apenas había amanecido, y yo estaba lleno de dudas, tal vez porque veía a Rosa demasiado furiosa y confiada, y a Godwin demasiado inocente, incluso en la forma en que repartió el dinero de su hermano entre los criados al despedirse.

Ningún bien material significaba nada para Godwin. Ardía en deseos de soportar cualquier cosa a que lo forzaran la naturaleza, o el Señor, o las circunstancias. Y algo me hizo pensar que ese saludable deseo de sobrevivir que se encuentra en nuestro interior podría serle un poco más útil que su candorosa manera de aceptar lo que el hado pudiera depararle.

Estaba absolutamente comprometido con el engaño que planteábamos llevar a cabo. Pero en último término aquello le resultaba innatural.

Había sido él mismo en todos sus libertinajes, me dijo cuando su hija dormía aparte de nosotros, y en su conversión y su compromiso con Dios tampoco había habido otra cosa que su propio yo.

– No sé fingir -dijo-, y me temo que no conseguiré hacerlo bien.

Pero yo pensé para mí, más de una vez, que no sentía suficiente miedo. Casi parecía que, en su inveterada bondad se hubiera convertido en un simplón, un buenazo inocente, como a veces ocurre, creo, a quienes se entregan por completo a Dios. Una y otra vez repetía que confiaba en que Dios acabara por arreglarlo todo.

Es imposible relatar aquí todas las otras cosas de que hablamos durante el largo viaje hasta la costa; o las continuas conversaciones que tuvimos mientras el barco afrontaba las aguas embravecidas del Canal, y mientras nuestro carro recién alquilado avanzaba por los caminos helados y embarrados que conducen a Norwich desde Londres.

Lo más importante para mí es señalar que llegué a conocer a Rosa y a Godwin mejor de lo que había conocido a Fluria, y por muy tentado que estuve de asaetear a Godwin a preguntas sobre Tomás de Aquino y Alberto Magno (a quien ya llamaban por ese honroso sobrenombre), hablamos más de la vida de Godwin con los dominicos, de su entusiasmo por los estudiantes brillantes, y de su dedicación al estudio en hebreo de Maimónides y Rashi.

– No soy un gran experto en lo que se refiere a la escritura -dijo-, excepto tal vez en mis cartas informales a Fluria, pero espero que lo que soy y lo que hago sobrevivirán en las mentes de mis estudiantes.

En cuanto a Rosa, había sentido remordimientos por la vida de que gozaba entre los gentiles, y en no pequeña parte la causa había sido el placer vivísimo que había sentido al ver las representaciones navideñas delante de la catedral, hasta que sintió que Lea, a tantas leguas de distancia de ella, sufría atroces dolores.

Una vez me dijo, mientras Godwin dormía en el carro delante de nosotros:

– Siempre tendré presente que no abandoné la fe de mis antepasados por miedo ni porque ninguna persona malvada me incitara a hacerlo, sino debido a mi padre y al entusiasmo que vi en él. Sin duda adora al mismo Señor del Universo al que adoro yo. ¿Y cómo puede ser errónea una fe que lo ha hecho tan sencillo y tan feliz? Creo que sus ojos y sus gestos hicieron más para convertirme que nada de lo que me dijo. Y siempre encuentro en él un ejemplo brillante de lo que yo misma querría ser. Pero el pasado pesa mucho en mí.

»No puedo soportar pensar en el pasado, y ahora que mi madre ha perdido a Lea, sólo puedo rezar de todo corazón para que, como aún es joven, tenga muchos hijos con Meir; y por esa razón, por su vida los dos juntos, hago este viaje y me he decidido, quizá con demasiada facilidad, a hacer lo que es necesario hacer.

Parecía consciente de pronto de mil dificultades que antes ni siquiera se le habían ocurrido.

Lo primero y principal, ¿dónde nos alojaríamos al llegar a Norwich? ¿Iríamos de inmediato al castillo, y cómo representaría ella el papel de Lea ante el sheriff, cuando ni siquiera sabía si Lea había conocido a aquel hombre en persona?

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La Hora Del Angel»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La Hora Del Angel» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «La Hora Del Angel»

Обсуждение, отзывы о книге «La Hora Del Angel» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x