Anne Rice - La Hora Del Angel

Здесь есть возможность читать онлайн «Anne Rice - La Hora Del Angel» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La Hora Del Angel: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La Hora Del Angel»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Con La hora del ángel, primer volumen de su nueva serie, Anne Rice retoma su narrativa más oscura para convertir a los ángeles en protagonistas.
Toby O’Dare, un famoso asesino a sueldo, es un hombre despiadado que recibe órdenes del Hombre Justo. Se mueve en un mundo de pesadilla hasta que aparece un forastero misterioso, un serafín, y le ofrece la oportunidad de salvar vidas en lugar de destruirlas.
Viaja atrás en el tiempo hasta la Inglaterra del siglo XIII, y en ese escenario primitivo, comienza su peligrosa búsqueda de la salvación: una odisea llena de lealtades y traiciones, de egoísmo y amor.

La Hora Del Angel — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La Hora Del Angel», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Es más, ¿cómo podríamos siquiera acercarnos a la judería y buscar refugio junto al Magister de la sinagoga, porque para los mil judíos de Norwich no había más que una sinagoga, con una «Lea» que no conocía ni el aspecto que tenía el Magister ni su nombre?

Me sumergí en una plegaria silenciosa al pensar en esas cosas. «¡Malaquías, tienes que guiarnos!», insistí. El peligro de una confianza excesiva era muy real.

El hecho de que Malaquías me hubiera traído aquí no significaba que me ahorrara esfuerzos y sufrimientos en mi misión. Pensé de nuevo en la idea que me había asaltado en la catedral sobre la mezcla del bien y el mal. Sólo el Señor sabe a ciencia cierta lo que es en realidad bueno y malo, y nosotros sólo debemos esforzarnos en seguir cada palabra suya que Él nos ha revelado como buena.

En resumen, eso quería decir que podía ocurrir cualquier cosa. Y el número de personas implicadas en nuestro plan me preocupaba más de lo que me permitía dejar ver a mis compañeros.

Era la hora del mediodía, bajo un cielo plomizo y en medio de una nevada, cuando nos acercamos a las puertas de la ciudad, y yo me vi acometido por una excitación muy parecida a la de antes de cobrarme una vida, sólo que en esta ocasión había un aspecto nuevo muy llamativo. El destino de muchas personas dependía de lo bien o lo mal que yo actuara, y eso nunca había sucedido antes.

Cuando maté a los enemigos de Alonso, había dado pruebas de una temeridad parecida a la que ahora mostraba Rosa. Y no lo había hecho por Alonso. Ahora me daba cuenta. Lo había hecho para vengarme del mismo Dios por haber permitido lo que les ocurrió a mi madre, mi hermano y mi hermana. Y la monstruosa arrogancia de aquella actitud se apoderó de mí y me privó de cualquier posibilidad de paz.

Por fin, mientras nuestro carro tirado por dos caballos rodaba hacia Norwich, ideamos el siguiente plan.

Rosa dormiría febril en brazos de su padre, con los ojos cerrados, porque había enfermado en el viaje, y yo, que no conocía a nadie en la judería, preguntaría a los soldados si podíamos o no llevar a Lea a su propia casa, o debíamos dirigirnos al Magister de la sinagoga de Meir, si los soldados sabían dónde podíamos encontrarlo.

Yo podía alegar con toda naturalidad mi total desconocimiento de aquella comunidad, y lo mismo Godwin, y todos sabíamos que nuestro plan se vería inmensamente facilitado si lord Nigel había llegado ya y se encontraba en el castillo esperando a su hermano.

Era posible que los guardias de la judería estuvieran preparados para una cosa así. Pero ninguno de nosotros lo estaba para lo que ocurrió en realidad.

El sol era un pálido resplandor detrás de los nubarrones grises cuando entramos en la calle donde estaba la casa de Meir, y todos nos sorprendimos al ver luz en las ventanas.

Sólo se nos ocurrió pensar que Meir y Fluria habían quedado en libertad, de modo que salté del carro y llamé de inmediato a la puerta.

Casi de inmediato aparecieron unos guardias de entre las sombras, y un hombre muy belicoso, lo bastante grande como para aplastarme entre sus manos, me gritó que no molestara a los habitantes de la casa.

– Pero si vengo como amigo -susurré, para no despertar a la hija enferma. La señalé con un gesto-. Es Lea, la hija de Meir y de Fluria. ¿No puedo llevarla a la casa de sus padres mientras se repone lo bastante para ir a ver a sus padres al castillo?

– Entrad, pues -dijo el guardián, y llamó bruscamente a la puerta golpeándola con el dorso de la mano derecha.

Godwin bajó del carro, y tomó luego a Rosa en sus brazos. Ella se reclinó en su hombro mientras él la sostenía colocando el brazo derecho por debajo de sus rodillas.

La puerta se abrió, y vi allí a un hombre flaco de cabellos ralos muy blancos y frente amplia. Llevaba puesto un pesado chal negro sobre su larga túnica. Las manos eran huesudas y blancas, y su mirada apagada parecía dirigirse hacia Godwin y la muchacha.

Godwin tragó saliva, y al instante se detuvo con su carga.

– Magister Elí -dijo en un susurro.

El anciano dio un paso atrás, volvió el rostro hacia el soldado, y finalmente nos hizo gesto de que entráramos en la casa.

– Puedes decir al conde que su hermano ha llegado -dijo el anciano al guardián, y luego cerró la puerta.

Comprendí en ese momento que el hombre era ciego.

Godwin depositó con cuidado en el suelo a Rosa. También ella estaba pálida por la conmoción que le había producido la presencia de su abuelo en este lugar.

Él parecía frío y distante; aspiró profundamente, como si saboreara el tenue perfume de ella. Luego volvió la cabeza a otra parte, con desdén.

– ¿He de creer que eres tu piadosa hermana? -preguntó-. ¿Crees que no sé lo que pretendes hacer? Oh, eres su doble exacto, lo recuerdo muy bien, ¿y no fueron tus malvadas cartas desde París lo que la indujo a ir con esos gentiles a la iglesia? Pero sé quién eres. Conozco tu olor. ¡Conozco tu voz!

Pensé que Rosa iba a echarse a llorar. Inclinó la cabeza. Noté que temblaba, aunque él no la había tocado. La idea de que había matado a su hermana debía de habérsele ocurrido en algún momento anterior, pero ahora la asaltó con toda su enorme fuerza.

– Lea -susurró-. Mi querida Lea. Me he quedado incompleta para el resto de mis días.

Otra figura salió de entre las sombras y se acercó a nosotros: un hombre joven y robusto, de cabello oscuro y cejas espesas, que también llevaba un grueso chal sobre los hombros para protegerse del frío de la casa. También él llevaba cosido el parche amarillo de los Diez Mandamientos.

Se detuvo, con la espalda vuelta hacia el fuego.

– Sí -dijo el desconocido-. Veo que eres su doble exacto. No podría haber distinguido entre las dos. Es posible que el plan funcione.

Godwin y yo lo saludamos, agradecidos por aquel comentario entusiasta.

El anciano volvió la cabeza hacia nosotros y se dirigió muy despacio al sillón colocado delante del fuego.

Por su parte, el hombre más joven miró a su alrededor y al anciano, y luego se acercó a él y le murmuró algo entre dientes.

El anciano hizo un ademán de desesperación.

El joven se volvió a nosotros.

– Sed rápidos y prudentes -dijo a Rosa y a Godwin. No parecía saber qué actitud tomar conmigo-. El carro que está ahí fuera, ¿es lo bastante grande para llevar a tu padre y a tu madre, y también a tu abuelo? Porque cuando hayáis llevado a cabo vuestra pequeña representación, tendréis que marcharos de aquí a toda prisa.

– Sí, es lo bastante grande -dijo Godwin-. Y estoy de acuerdo contigo en que la prisa es de la mayor importancia. Nos iremos tan pronto como veamos que nuestro plan ha funcionado.

– Haré que lo coloquen en la parte de atrás de la casa -dijo el hombre-. Hay un callejón que da a otra calle. -Me miró vacilante, y continuó-: Todos los libros de Meir están ya en Oxford -dijo-, y los restantes objetos de valor han sido llevados fuera de esta casa durante la noche. Hubo que sobornar a los guardias, desde luego, pero se hizo. Podréis partir de inmediato, después de representar vuestra pequeña farsa.

– Lo haremos -dije.

El hombre se despidió con una reverencia y salió por la puerta principal.

Godwin me dirigió una mirada angustiada, y luego señaló al anciano.

Rosa no perdió el tiempo.

– Sabes cuál es el motivo que me ha hecho venir hasta aquí, abuelo. He venido a colaborar en un engaño necesario para acabar con las acusaciones de que mi madre envenenó a mi hermana.

– No me hables -dijo el anciano, con la mirada fija al frente-. No estoy aquí con la intención de ayudar a una hija que entregó a su propia hija a los cristianos. -Se volvió como si pudiera ver el resplandor del fuego-. Ni he venido para proteger a niñas que han abandonado su fe para correr al lado de padres que se comportan como salteadores nocturnos.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La Hora Del Angel»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La Hora Del Angel» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «La Hora Del Angel»

Обсуждение, отзывы о книге «La Hora Del Angel» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x