Joseph Gelinek - Morir a los 27

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“John Winston, cantante y líder de The Walrus, aparece muerto con cuatro disparos en la suite de su hotel después de un concierto. La policía pronto descubre que Winston ha fallecido a una edad considerada maldita en el mundo de la música pop. Jimi Hendrix, Janis Joplin y Jim Morrison son algunos de los ilustres miembros del macabro club de los 27. A pesar de su imagen de apóstol de la paz, Winston tenía numerosos enemigos. Entre ellos, el irlandés Ronan O’Rahilly, “Mr. Download”, el más famoso pirata informático que mediante holografías, ha conseguido piratear el último bastión que les quedaba a los músicos: los conciertos en directo. Además, la investigación da un vuelco inesperado: Markk David Champman, el asesino de John Lennon que lleva recluido en prisión más de treinta años, asegura estar detrás de la muerte de Winston. Empresas discográficas sin escrúpulos seductoras groupies caza estrellas, fans enloquecidos… la novela muestra la cara más oscura del negocio del rock”.

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Amanda se dio cuenta de que el inspector se había quedado rumiando una idea que no se animaba a compartir con ella.

– Desembucha, darling -le dijo al fin-. No pienso dejarte salir de mi casa hasta que no me cuentes lo que estás pensando.

– Has dicho antes que Lennon se veía a sí mismo como el presidente del club de los pacifistas visionarios -dijo el inspector-. Pero ¿qué edad tenía cuando compuso Happiness is a warm gun?

– El Álbum Blanco -respondió Amanda- se editó en 1968, pero no hay manera de saber desde cuándo llevaba trabajando en este tema. Yesterday, por ejemplo, fue compuesta por McCartney en el 64, pero no apareció hasta el año siguiente.

– ¿Y en qué año nació Lennon? -En 1940 -dijo Amanda.

– Por tanto -concluyó Perdomo-, bien pudiera ser que Lennon estuviera invitando a sus fans a entrar en un club mucho más peligroso que el de la paz: el Club 27.

57 Soul Kitchen

Perdomo dedicó los siguientes minutos a bombardear a Amanda con preguntas acerca del backmasking y del uso que le habían dado a esta técnica tanto los Beatles como The Walrus. De este modo pudo saber que el cuarteto de Liverpool había sido pionero en este tipo de experimentos, y que la primera vez que Lennon había usado este recurso había sido en el álbum Revolver. «Otra vez un arma de fuego», pensó Perdomo, al oír el título del disco, aunque la periodista le aclaró que la palabra se refería más a la manera en que gira un disco en el plato (como el tambor de un revólver) que al arma en sí. Al final del informe, el inspector le relató a Amanda cómo la principal línea de investigación de la UDEV había dejado de ser la de Chapman para convertirse en la del pirata informático Alex O'Rahilly, y le habló también de las enormes dificultades que existían para acceder a él, al residir en esa isla inexpugnable en que había convertido su barco Revenge.

– Pasa allí las veinticuatro horas del día -le contó Perdomo-, trabajando en los últimos retoques de su holografía interactiva. Hemos conseguido la lista de tripulantes y hay al menos dos expertos en tecnología láser.

El inspector extrajo del bolsillo de la americana el papel en el que Villanueva le había apuntado los nombres y apellidos de los tripulantes y se lo tendió a Amanda. Ésta lo cogió de manera mecánica y le echó un vistazo superficial. Pero cuando sus ojos se posaron en el quinto nombre de la lista, su expresión indolente mudó a una de incredulidad primero y de júbilo después.

– ¡El cocinero! -dijo exaltada-. ¿Has visto el nombre del cocinero?

– No sé a quién te refieres -dijo el inspector-. Sólo sé que en el barco hay tripulantes de varias nacionalidades y que ninguno de ellos tiene antecedentes penales.

– El cocinero se llama Rami. ¡Rami! ¡Rami Khayat es el cocinero del Revenge!

– ¿Y quién demonios es Rami? -preguntó Perdomo totalmente confuso.

– ¿Recuerdas que te conté que tuve un restaurante en Cadaqués? -exclamó la reportera-. ¿El que perdí jugando al póquer a manos de un concejal de urbanismo?

– Sí, me acuerdo -afirmó el inspector-. ¡No me digas que ese cocinero del que me hablaste, al que tanto echabas de menos, es el mismo que ahora prepara los estofados que se come mister Download!

– ¡Tiene que ser él! -proclamó Amanda-. ¿Cuántos cocineros tunecinos llamados Rami Khayat puede haber en el mundo? ¡Con razón no sabía nada de él desde hace tiempo! ¡El bueno de Rami está ahora mismo ganándose la vida a bordo de un barco pirata! ¡Es increíble!

Perdomo sintió cómo su corazón se disparaba a ciento cincuenta pulsaciones por minuto. Aún no tenía claro cómo lograrían ponerse en contacto con el cocinero tunecino, ni si Amanda lograría convencer a su antiguo chef para que colaborase en la investigación. Pero había que intentarlo por todos los medios posibles, se dijo, ya que por el momento era la única manera de llegar hasta O'Rahilly. Y el irlandés -la huella de oreja no dejaba casi lugar a dudas- tenía que ser investigado.

– Habíame de ese cocinero -dijo el inspector, mientras marcaba el número de teléfono de Villanueva, a quien quería solicitarle que le confirmara la identidad del sujeto-. Si tiene tanto talento como me has dicho, ¿cómo es posible que esté trabajando para un delincuente?

– ¿A quién estás llamando? -preguntó Amanda antes de responder.

Si había algo que sacaba de sus casillas a la periodista era tener que mantener una conversación con una persona que hablaba al tiempo con otra por teléfono. Perdomo le hizo un gesto con la mano para que bajara la voz.

– ¿Villanueva? -dijo-. Podríamos estar ante un inesperado golpe de suerte, Amanda afirma conocer a uno de los tripulantes del barco de O'Rahilly. El quinto de la lista, el cocinero. Ponte en contacto con la Policía Judicial de Copenhague y con la de Estocolmo y pídeles que te confirmen el nombre y el apellido del chef. ¿Con quién tienes que hablar? En Dinamarca tengo un contacto. Intenta que te pasen con el inspector Bent Nielsen, se portó muy bien cuando hicimos las gestiones para liberar a los activistas de Greenpeace que irrumpieron en el banquete de la reina Margarita. Si consigues que los daneses o los suecos nos faciliten el teléfono móvil del tal Rami, el próximo año de tu gimnasio Pilates corre de mi bolsillo.

En cuanto Perdomo se despidió del subinspector, Amanda empezó a suministrarle toda la información que recordaba acerca del tunecino.

– Rami tiene antecedentes penales -le aclaró-, por eso no le resulta fácil que le contraten en un restaurante de dos o tres estrellas Michelin, que es donde debería estar. En los locales de segunda, que son los que podrían hacer la vista gorda, no le pagarían lo que se merece, y por eso ha debido de coger este trabajo. Si no recuerdo mal, este año cumple sesenta y ya no está para que le suelten cuatro cuartos a fin de mes.

Las cejas de Perdomo se habían enarcado notablemente, nada más oír que el cocinero había tenido problemas con la justicia.

– ¿Qué clase de antecedentes tiene tu chef? -preguntó el inspector.

La periodista bajó la cabeza, como si se avergonzara de lo que iba a decir.

– Mató a su novia -reveló-, una francesa con la que estuvo viviendo cuando residía en Yerba.

– Estupendo, Amanda. Ayer, una ex amante psicópata que me ataca con un spray antidisturbios; hoy, un cocinero asesino. ¿Qué va a ser lo siguiente, que estás a sueldo de la mafia rusa?

– Tengo una vida muy complicada, Perdomo -se justificó la reportera-. Pero yo soy así, seductora y peligrosa, como una Angelina Jolie de noventa kilos.

– Dame más detalles del crimen -dijo Perdomo-. Tu cocinero mató a una mujer. ¿Cómo? ¿Y por qué motivo?

– Homicidio involuntario. Dejó una setas venenosas en la cocina, sin advertir a la chica de que lo eran, y ella murió intoxicada. Estuvo un montón de años en la cárcel.

– ¿Y crees que…?

– ¿Quería cargársela? -interrumpió la mujer-. Imposible. Cuando yo le conocí, aún llevaba la foto de su adorada Marguerite en la cartera. Es un episodio que le ha marcado de por vida. ¡Fue un accidente! ¡Su novia no tenía que haber vuelto hasta el fin de semana siguiente, pero se peleó con sus padres y adelantó la vuelta!

Perdomo se alejó unos pasos de Amanda, como si desconfiara de ella, y empezó a juguetear mecánicamente con las fichas de póquer que ésta había dejado sobre la mesa. Por fin preguntó:

– Cuando tú y tu marido contratasteis al tal Rami para el restaurante, ¿estabais al tanto de su condena por homicidio?

– No es algo que Rami vaya pregonando a los cuatro vientos, ¿sabes? -dijo la periodista, dolida-. El único requisito que le exigimos fue que cocinara bien, ¡y el cabronazo nos hizo una exhibición de prueba que todavía me relamo al acordarme de ella! Lo cierto es que hay otro chef tunecino en Europa tan bueno como él, pero se ha vendido a la cocina italiana. Me refiero a Hassen, que prepara los mejores espaguetis a la carbonara de toda Roma. Rami, en cambio, sigue fiel a los platos que le cocinaba su abuela cuando era pequeño. Es comida especiada, muy sabrosa, algo fuerte, pero al mismo tiempo deliciosamente sutil. Su leblebi no tiene rival en toda la cuenca del Mediterráneo y sus huevos revueltos con bottarga y salsa de tomate a la pimienta son una obra maestra. Pero ¿sabes qué es lo mejor de Rami? -añadió-. Su carácter. Sosegado y al mismo tiempo luminoso, como la isla que le vio nacer. ¿Has estado en Yerba?

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