Petros Márkaris - Noticias de la noche

Здесь есть возможность читать онлайн «Petros Márkaris - Noticias de la noche» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Noticias de la noche: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Noticias de la noche»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Atenas, años noventa, la presión de los emigrantes, clandestinos o no, de los antiguos países del Este, el dinero fácil, los empresarios del pelotazo, la corrupción policial, el todo vale de algunos medios de comunicación, también la conciencia de una democracia reconquistada después de una dictadura, son el telón de fondo de una historia que se inicia con la muerte a cuchilladas de una pareja de albaneses y continúa con el asesinato de dos reporteras de una popular cadena de televisión.

Noticias de la noche — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Noticias de la noche», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Adrianí tenía razón: debí dejarlo todo y marcharme a pasar las Navidades con mi hija. A las doce del mediodía ya no pude más, subí al Mirafiori y me puse a recorrer las calles. Sin darme cuenta, me encontré en Rafina. Salí del coche para dar un paseo por la playa. La brisa marina me despejó, y vi la situación aún más negra. Hasta la misma Duru será declarada inocente si el testimonio de su ayudante no convence al tribunal. Están bien organizados, no les costará nada presentar a cinco albaneses que jurarán ser los padres de los niños de Los Zorritos. Hasta podrían traer a los auténticos padres de Albania. Cuanto más meditaba el asunto, más me deprimía. Entré en un viejo café para matar el rato. El ruido, las exclamaciones de los jugadores de cartas, el sonido de los dados del chaquete me animaron, y al final me relajé. Volví a casa alrededor de las cuatro y desde entonces me he dedicado a hojear diccionarios.

Dudo entre encender la tele o ir al cine cuando de pronto suena el teléfono. Al levantar el auricular, se oye la voz de Zisis.

– ¿Qué tal llevas la soledad? -pregunta.

– Estupendamente. Esto sí que es vida.

Se echa a reír.

– Al principio siempre es así. Uno trata de convencerse de que está mejor solo. Nadie te molesta, no tienes que dar explicaciones. Pero pronto te ahoga la soledad y lo ves todo negro. Pregúntame a mí, que soy un experto.

No contesto porque me niego a admitir que tiene razón.

– Ayer hice cabrito al horno, pero no pude con él. ¿Vienes a echarme una mano?

Me pilla desprevenido y no sé qué responder. Vale, hay cierta relación, de vez en cuando nos echamos una mano pero de aquí a compartir mesa… Estoy a punto de negarme cuando de pronto pienso en lo mucho que le debe de haber costado dar este paso, en lo difícil que le debe de resultar invitar a comer a un poli, por muy bien que le caiga.

– Vale, iré -contesto.

– ¿Cuándo llegarás?

– Dentro de una hora, como mucho.

– Tengo una sorpresa para ti. Una especie de regalo -añade justo antes de colgar.

Las calles están vacías y llego un cuarto de hora antes de lo previsto. Me está esperando en la puerta. Antes de que yo me apee, él se sienta a mi lado.

– ¿Adónde vamos? -pregunto, riéndome-. ¿Al horno a recoger el cabrito?

– Es una sorpresa.

– ¿De qué se trata?

– Vamos a encontrarnos con alguien, pero antes debes prometerme que lo dejarás marchar en cuanto terminéis la conversación. Le he dado mi palabra de que no te meterás con él mientras esté yo presente.

Lo miro estupefacto.

– ¿Quién es? ¿Sovatsís?

Suelta una carcajada.

– ¿Sovatsís? ¿Como se te ha ocurrido? No, no es él.

– ¿Cómo sabes que cumpliré mi promesa? -pregunto.

– Lo sé -responde sin dudarlo.

– ¿Adónde vamos?

– Al campo del AEK. Sube por Dekelías y tuerce en Attalías.

El recorrido es corto y lo hacemos en silencio. Al llegar al campo, que está cerrado, me indica que pare.

– Espera, no tardaré. -Baja del Mirafiori y se adentra en el bosquecillo.

Intento imaginar de quién se trata, pero mis ideas se han agotado. Poco después veo que se acerca con un tipo. Aunque no lo distingo bien en la oscuridad, desde lejos me resulta conocido. Al acercarse, reconozco a Kolákoglu.

Abren las puertas y entran en el coche. Zisis a mi lado, Kolákoglu en el asiento trasero. No lleva abrigo y se frota las manos para calentarse. Viste la misma ropa que cuando subió al terrado del hotel con una pistola en la sien. Me mira temeroso y con recelo.

– Está bien, Petros. No tengas miedo -dice Zisis para calmarlo-. El señor Jaritos me ha dado su palabra. Habláis y luego te vas.

– ¿Por qué te escondes? -pregunto.

– Porque tengo miedo de caer en vuestras manos y que volváis a meterme en la cárcel, esta vez por asesinato.

– ¿Y eso por qué? ¿Acaso mataste a Karayorgui?

Ríe a pesar del miedo.

– ¿Tengo pinta de asesino?

– Esto no significa nada. La mayoría de los asesinos no tienen pinta de criminales. Lo que importa es que la amenazaste después del juicio. Dijiste que pagaría por lo que te hizo.

– No me refería a la muerte.

– A qué, pues.

Calla. No está seguro de hacer bien en hablar y vacila.

– Vamos, acaba ya con esto -lo alienta Zisis-. Por eso estás aquí.

– Karayorgui tenía un hijo ilegítimo -suelta Kolákoglu.

No sé qué imaginaba cuando Zisis bajó del coche, pero jamás se me habría ocurrido algo así. Intento pensar rápidamente en los nuevos caminos que abre esta información.

– ¿Estás seguro? -pregunto.

– Completamente.

– ¿Cómo lo descubriste?

– Antes de abrir mi propia gestoría, trabajaba como contable en la Caja de Marina. Un día, creo que en abril del setenta y cuatro, vino una mujer a pagar atrasos. La acompañaba Karayorgui con una barriga enorme. No creo que le faltara mucho para dar a luz.

La mujer era sin duda Antonakaki, su hermana. Había ido a pagar las cuotas de su marido, que es marinero, y Karayorgui la acompañaba.

– Continúa.

– Cuando después de muchos años me abordó como periodista ella no me reconoció, pero yo a ella sí. Si exceptuamos la barriga, no había cambiado en absoluto. «¿Cómo está tu hijo?», pregunté en un momento dado. Me miró estupefacta. «Te equivocas. Yo no tengo hijos», respondió. Entonces le dije que la había visto embarazada en la Caja de Marina, pero ella insistió en que no tenía hijos.

– ¿Estás seguro de que era ella?

– Segurísimo.

– A lo mejor su hijo había muerto.

– Me lo habría dicho, no habría respondido que no tenía hijos. A eso me refería cuando la amenacé. Conocía su secreto y pensaba sacarlo a la luz. Pedí a mi abogado que investigara el asunto. Lo primero que hice al salir de la cárcel fue indagar yo también. Quería desenmascararla para vengarme. Sin embargo no encontré ni rastro del niño, como si se lo hubiera tragado la tierra.

– Cuando la mataron, lo dejé correr. -Calla por un momento y me mira. Después añade con rabia-: ¿Comprendes cómo me sentía? Ella se deshizo de su hijo, pasándolo a unos padres adoptivos, y a mí me mandaba a la cárcel porque quería a los niños y los acariciaba.

De golpe me asalta la imagen de las cartas encontradas en el escritorio de Karayorgui. El desconocido «N» no era Nena Delópulos, sino el padre del niño. Quería ver a su hijo, y ella lo mantenía oculto.

– Lo único que quiero es hacer mi vida y que me dejen en paz -dice la voz de Kolákoglu.

– No es preciso que te escondas. Vete a casa. Nadie te busca y nadie te hará daño. Si te agobian los periodistas, dales con la puerta en las narices, aunque no creo que te molesten más. -Él ya no es noticia, como dijo Robespierre.

Me mira con recelo. No se atreve a creérselo.

– ¿Ves? -Zisis ríe, feliz-. Ya te dije que si contabas a Jaritos lo que sabes todo se arreglaría. Venga, a casa.

– Gracias -dice Kolákoglu a Zisis, y le aprieta el brazo. A mí no me dice nada. A lo mejor teme que, si vuelve a hablarme, cambie de opinión y lo detenga. Abre la puerta y baja del coche, pero no se dirige al bosquecillo. Se encamina a la avenida Dekelías, donde hay una parada de autobús.

– ¿Cómo lo encontraste? -pregunto a Zisis.

Estamos sentados a la mesa de su casa, comiendo cabrito al limón y bebiendo retsina.

Se ríe.

– Me sorprendiste cuando lo dejaste marchar de aquel hotel.

– El riesgo era grande, y no valía la pena.

– No creo que lo hicieras sólo por el riesgo. En el fondo, creías que era inocente.

No era una simple creencia, sino una certidumbre.

– En cualquier caso, yo conozco a mucha gente del barrio donde lo encontrasteis. Todos saben que también a mí me persiguió la pasma durante muchos años. Eso facilitó las cosas, porque me creían cuando decía que quería ayudar a Kolákoglu. Quien supiera algo, seguro que me lo contaría. Al final descubrí que se escondía en casa de una prima lejana, entre Petrúpolis y Nea Llosia.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Noticias de la noche»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Noticias de la noche» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Noticias de la noche»

Обсуждение, отзывы о книге «Noticias de la noche» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x