En el dormitorio, Keith, tras darse una ducha rápida, se vistió.
Dana lo observaba, sentada al borde de la cama.
– Aquí nadie ha hecho ningún comentario -dijo-. He hablado un par de veces con Matthew. Hemos estado mirando las noticias y llevamos horas en internet, pero tu nombre no ha salido en ningún sitio. Mil fotos, pero de ti ni rastro. La iglesia cree que has tenido que salir por alguna urgencia, o sea que por ese lado no hay sospechas. Quizá tengamos suerte.
– ¿Qué noticias hay de Slone?
– No gran cosa. Han aplazado el partido de esta noche, y han dado la noticia como si se hubiera estrellado un avión de pasajeros.
– ¿Ninguna noticia de Missouri?
– Nada.
– Ya saldrá dentro de poco. No puedo imaginarme la conmoción que habrá cuando anuncien que han encontrado el cadáver de Nicole Yarber. La ciudad explotará.
– ¿Cuándo será?
– No lo sé. No tengo claro cuáles son los planes de Robbie.
– ¿Robbie? Lo dices como si fuerais amigos de toda la vida.
– Es que lo somos. Lo conocí ayer, pero hemos hecho un largo viaje juntos.
– Estoy orgullosa de ti, Keith. Has hecho una locura, pero también has sido muy valiente.
– Yo no me siento valiente. Ahora mismo no estoy seguro de cómo me siento; más que nada, en estado de shock. Creo que aún me dura el aturdimiento. Ha sido una aventura bastante excepcional, pero hemos perdido.
– Al menos lo has intentado.
Keith se puso un jersey y se metió la camiseta por dentro del pantalón.
– Lo que espero es que cojan a Boyette. ¿Y si encuentra otra víctima?
– Vamos, Keith, se está muriendo.
– Pero se ha dejado el bastón, Dana. ¿Cómo explicas eso? Yo llevo cinco días paseándome con él, como si fuera un año, y le costaba caminar sin bastón. ¿Por qué iba a dejarlo?
– Tal vez haya pensado que con bastón lo reconocerían antes.
Keith se apretó el cinturón y lo abrochó.
– Tenía una fijación contigo, Dana. Te ha nombrado varias veces, diciendo algo así como «esa mujer tan mona que tiene».
– A mí no me preocupa Travis Boyette. Tendría que ser muy tonto para volver a Topeka.
– Cosas más tontas ha hecho. Fíjate en cuántas veces lo han detenido.
– Tenemos que irnos. El partido es a las seis y media.
– Ya tengo ganas de verlo. Necesito alguna distracción. ¿Tenemos alguna botella de vino de misa por aquí?
– Creo que sí.
– Me alegro. Necesito beber algo. Vamos a ver un poco de fútbol, y luego nos pasamos el resto de la noche poniéndonos al día.
– Quiero que me lo cuentes todo.
La reunión la organizó el juez Elias Henry, que aunque carecía de autoridad para mover a la gente un viernes por la noche, tenía una capacidad de persuasión más que suficiente. Paul Koffee y Drew Kerber llegaron puntualmente a su despacho, a las ocho de la tarde. El siguiente en llegar fue Joe Radford. Los tres se sentaron juntos en un lado de la mesa de trabajo del juez. Robbie ya llevaba media hora en la sala, en compañía de Carlos, y el ambiente estaba cargado. No hubo saludos, apretones de manos ni cumplidos. Al cabo de un momento llegó el alcalde Rooney, que se sentó a solas, lejos de la mesa.
El juez Henry, con el traje negro, la camisa blanca y la corbata naranja de siempre, empezó hablando con solemnidad.
– Ya están todos aquí. El señor Flak tiene información.
Robbie estaba sentado enfrente de Kerber, Koffee y Radford, quietos y sumisos los tres como si esperasen una sentencia de muerte.
– Hemos salido de Slone hacia las cinco de la mañana -empezó a explicar-, y hemos ido al condado de Newton, Missouri. Nos acompañaba Travis Boyette. El viaje ha durado casi seis horas. Con las indicaciones de Boyette, hemos llegado a una zona apartada del condado, primero por carreteras secundarias y luego por caminos de tierra, hasta un sitio que los de allí llaman Roop's Mountain; un sitio aislado, apartado y lleno de maleza. A ratos Boyette no se acordaba muy bien, pero al final nos ha llevado a donde dice que enterró a Nicole Yarber. -Hizo una señal con la cabeza a Carlos, que apretó una tecla de su ordenador portátil. Al fondo de la sala, en una pizarra, apareció una foto del claro lleno de hierbas. Robbie siguió hablando-. Hemos encontrado el punto exacto, y hemos empezado a cavar. -En la siguiente foto salían Aaron Rey y Fred Pryor con unas palas-. Cuando Boyette estuvo en Slone, en otoño de 1998, trabajó para una empresa de Fort Smith que se llamaba R. S. McGuire and Sons. En la parte trasera de su camioneta llevaba una caja grande de metal que había servido para guardar herramientas hidráulicas. Fue lo que usó para enterrarla. -Siguiente foto: la tapa de la caja de herramientas naranja-. El suelo no era duro. En diez o quince minutos encontramos esto. -Siguiente foto: la mitad superior de la caja de herramientas, con la inscripción r. s. mcguire and sons-. Como ven, la caja se abría por arriba y tenía un pestillo lateral. En el pestillo había un candado de esos de combinación, que Boyette decía haber comprado en una ferretería de Springdale, Arkansas. Como se acordaba de la combinación, la abrió. -Siguiente foto: Boyette de rodillas al lado de la tumba, manipulando el candado. La cara de Koffee se puso muy pálida. Kerber tenía la frente sudada-. Al abrir la caja, encontramos esto. -Siguiente foto: el esqueleto-. Antes de abrirla, Boyette nos dijo que tenía que haber ropa doblada al lado de la cabeza. -Siguiente foto: la ropa junto al cráneo-. También nos dijo que dentro de la ropa encontraríamos el carnet de conducir y una tarjeta de crédito de Nicole, y tenía razón. -Siguiente foto: un primer plano de la MasterCard, donde se leía el nombre sin dificultades, a pesar de las manchas-. Boyette nos dijo que la mató estrangulándola con su propio cinturón, de cuero negro y con la hebilla plateada. -Siguiente foto: una tira de cuero negro parcialmente descompuesta, pero con una hebilla plateada-. Les he preparado un juego completo de las fotos, para que se las lleven a casa y las miren esta noche. En ese momento hemos llamado al sheriff del condado de Newton y hemos dejado el sitio en sus manos. -Siguiente foto: el sheriff y tres de sus ayudantes boquiabiertos ante los restos óseos-. El lugar se ha convertido enseguida en un hormiguero de policías e investigadores, y han tomado la decisión de dejar los restos en la caja y llevarla al laboratorio de criminología de Joplin, que es donde está ahora. Yo he dado a las autoridades una copia de las radiografías dentales de Nicole, una copia del mismo juego que entregaron ustedes sin darse cuenta cuando hacían truquitos con las pruebas, antes del juicio. He hablado con el laboratorio, y el caso tiene prioridad. Prevén acabar la identificación preliminar esta noche. Esperamos que nos llamen en cualquier momento. Examinarán todo el contenido de la caja de herramientas, y con algo de suerte encontrarán pruebas para los tests de ADN. No es muy probable, pero el ADN no es crucial. Está bastante claro a quién enterraron en la caja, y no hay dudas sobre la identidad del asesino. Boyette tiene un tumor mortal en el cerebro (es una de las razones de que diera la cara), y sufre ataques muy fuertes. Cuando estábamos allá se ha desmayado, y se lo han llevado a un hospital de Joplin. Se las ha arreglado para largarse del hospital sin llamar la atención, y ahora mismo nadie sabe dónde está. Se le considera sospechoso, aunque en el momento de desaparecer no estaba bajo arresto.
Durante su relato, Robbie miró fijamente a Koffee y Kerber, pero ellos eran incapaces de sostener su mirada. Koffee se pellizcaba el puente de la nariz, mientras Kerber se arrancaba pieles de las uñas. En el centro de la mesa había tres carpetas negras idénticas. Robbie las empujó con suavidad: una para Koffee, otra para Kerber y una tercera para Radford. Después siguió hablando.
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