Gregg Hurwitz - Comisión ejecutora

Здесь есть возможность читать онлайн «Gregg Hurwitz - Comisión ejecutora» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Comisión ejecutora: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Comisión ejecutora»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Tim Rackley, un agente federal norteamericano, ve que su vida queda destrozada cuando asesinan a su hija. La polícia cuenta con numerosas pruebas contra el asesino, un hombre con problemas mentales y antecedentes penales llamado Kindell. Sin embargo, éste acaba librándose de la condena por un tecnicismo legal y queda en libertad. Rackley está convencido de que Kindell no actuó en solitario y en su desespero por encauzar su dolor, por entrar en la Comisión.

Comisión ejecutora — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Comisión ejecutora», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Tim condujo el coche por la sinuosa carretera flanqueada de precipicios que llevaba al restaurante y se lo cedió a un aparcacoches. Kose, como siempre, lo sentó a la mejor mesa nada más entrar, una plataforma cubierta en el ápice suroriental del restaurante, allí donde confluía una pared de vidrio con otra, lo que ofrecía una vista panorámica de los brillantes edificios cuajados de carteles y envueltos de contaminación situados a sus pies, una vista de Los Ángeles que aborrecían los Masterson. La amplia extensión que representaba las aspiraciones de la clase media de obtener dinero fácil y fama a cualquier precio, una asfaltópolis que levantaba niños prodigio de la altura de edificios y premiaba la avaricia y la crueldad, una ciudad en la que violadores y pederastas podían saciar sus apetitos en compañía de los de su estofa.

Tim jugueteaba con la pajita del vaso de agua mientras esperaba a Oso y ensayaba todas las idioteces que iba a decir con la esperanza de encontrar una manera más adecuada de plantearlas. A su izquierda, una pareja se cogía de la mano por encima de la mesa, sin darle mayor importancia, como si su afecto espontáneo fuera algo que se daba por sentado, algo que estaba por todas partes, como la frustración, la contaminación, los aspirantes a actor. Acusó la intensa necesidad de estar con su mujer. Reorganizó sus pensamientos para decidir qué recibimiento debía dispensar a Oso, el mensajero. Una bandera blanca, quizá.

Este apareció por fin, una silueta de grandes dimensiones con pantalones grises de poliéster y una chaqueta que no acababa de hacer juego, y sorteó uno de los biombos corredizos de papel blanco que franqueaban la entrada desde el patio interior. Tim se puso en pie y se dieron un abrazo. Oso lo retuvo un instante más de lo apropiado antes de sentarse a su silla.

Tim asintió en dirección a la chaqueta arrugada que se acababa de quitar Oso.

– Más vale que vuelvas a ponértela enseguida. El entierro es a las siete.

– Qué gracioso.

– ¿Tienes que declarar en algún juicio?

– Sí. Tannino se enteró de que el año pasado aposté contra Italia en la copa del mundo de fútbol, así que me lo ha endilgado. Aún me faltan dos días para poder vestirme como me dé la gana. -Dio la impresión de que a Oso se le desencajaba el rostro para adoptar una expresión de hastío-. No se me ocurre ninguna forma adecuada de decirlo, así que lo voy a soltar sin más. -Hizo una pausa-. Mira, si no dejas el numerito del tipo duro y callado, Dray va a llegar a la conclusión de que está mejor sin ti.

– ¿Y eso qué significa?

– Mientras estabas desaparecido en acción, Dray ha ido ordenando las pertenencias de Ginny, ha salido de vez en cuando, ha visto a sus amigos. Está apechugando con todo sola. ¿Seguro que quieres que sea así?

– Claro que no quiero que renga que apechugar sola, pero no sé cómo podemos afrontarlo juntos.

– No me da la impresión de que te partas el espinazo en el intento. -Oso cogió la servilleta doblada en forma de sombrerito de papel y volvió a dejarla-. ¿Estás liado con alguien?

Tim se esforzó por mantenerse impasible.

– Oso, me hago cargo de que intentas ayudarme, pero la verdad es que esto no…

– ¿Qué?, ¿Que no es asunto mío? Voy a decirte lo que es asunto mío. No tienes por qué dejar en ridículo a tu mujer. Tienes derecho a ponerte en ridículo cuanto te venga en gana, pero Dray ya ha sufrido bastante. No le hagas tener que soportar nada más.

– Oso, no tengo ningún lío.

– Hablo con Dray todos los días. Y cada vez que sale tu nombre a colación, me da mala espina, como si no estuviera muy segura de lo que te traes entre manos. Además, si no te hubieras largado de su lado en plan Houdini, dudo que hubiera necesitado… -Se interrumpió. Cogió la servilleta de la mesa y se la puso sobre el regazo con la mirada gacha y arrepentida.

– ¿Hubiera necesitado…?

Oso dejó de mover las manos.

– A Mac. Dray ha pasado noches terribles. Mac ha dormido allí más de una vez. No en ese plan, sólo en el sofá, para asegurarse de que ella estuviera bien.

– ¿Mac? -Tim separó los palillos con un chasquido y limpió las minúsculas astillas frotándolos uno contra otro bien fuerte-. ¿Por qué no te llamó a ti?

– Porque, ante todo y sobre todo, soy tu compañero. Mac es de los suyos. Y no deberías preguntarme eso, joder. La pregunta que tendrías que hacerme es por qué no te llamó a ti.

– ¿Qué le dijiste?

– ¿Qué crees que le dije? Que se estaba portando como una idiota, que tendría que tragarse el orgullo y llamarte, igual que tú tendrías que tragarte el orgullo y llamarla. -Oso hizo caso omiso de las miradas que les lanzaban de soslayo desde las mesas cercanas. Meneó la cabeza, asqueado-. Sois un par de personas tercas y rencorosas que acabarán palmando solas.

Tim siguió frotando un palillo con otro, cada vez más fuerte.

– Llegamos a la conclusión de que nos convenía separarnos una temporada. Lo único que hacíamos era ponernos las cosas más difíciles el uno al otro.

– ¿De verdad llevas cinco días sin verla?

De pronto, Tim notó que le subía el calor a las mejillas. Tomó un sorbo de agua y a punto estuvo de tragarse la rodaja de limón.

– Eso no significa que no la quiera.

Llegó el camarero y Oso pidió apresuradamente para ambos sin mirar el menú: gambas especiadas hervidas en sake, tartaletas de cangrejo y mejillones a las siete especias. Había estado yendo más de una vez cada varios meses, eso saltaba a vista. Probablemente acompañado de alguna de sus citas.

Cuando se fue el camarero, Oso lanza Tim una mirada de disculpa.

– Mira, lo único que digo es que deberías llamarla. Os necesitáis el uno al otro. Y ella te necesita. Esa casa ha pasado de estar llena a quedarse vacía en un abrir y cerrar de ojos. La verdad es que no se le puede reprochar que quiera tener a alguien tuerca después de todo lo que ha ocurrido, aunque sea a Mac durmiendo en el sofá. Y, ya que estamos, ¿cuándo vas a reincorporarte al trabajo?

Tim levantó la mirada, sorprendido.

– No voy a reincorporarme, Oso. Ya lo sabes.

– Tannino se pregunta por qué tiene tantos problemas para ponerse en contacto contigo. Esta semana me ha llamado dos veces a su despacho para dejar claro que no ha aceptado tu dimisión.

– No le queda otro remedio.

– ¿Qué estás haciendo, Rack? ¿Qué te traes entre manos?

– Nada. Sólo me estoy ocupando de ciertos asuntos por mi cuenta durante una temporada.

Por primera vez desde que alcanzaba a recordar, no reconoció la expresión en la mirada de Oso.

– Déjame que añada algo a la lista de cosas que son asunto mío. No tienes derecho a ponerme en ridículo. No en tanto que soy tu compañero. Y no puedes poner en ridículo al Servicio Judicial. -Oso se retrepó en la silla y se cruzó de brazos-. Ya sé que tramas algo. No sé qué, pero lo descubriré si me empeño.

– Estás dándole más importancia de la que tiene. No ocurre nada.

– Me dijiste que no tenías teléfono. -La voz de Oso sonó firme, enérgica-. ¿Qué era ese bulto que he notado en tu bolsillo cuando me has abrazado? No ha pasado tanto tiempo.

Tim había cogido por instinto los móviles para no dejarlos en el coche cuando se lo aparcaban. Un descuido imperdonable.

– Lo he cogido esta mañana. Tres, dos, tres, cuatro, siete, uno, uno, dos, uno, tres. No des a nadie el número.

– ¿A qué viene andarse con tanto misterio?

– El revuelo por lo del tiroteo aún colea, los medios me persiguen, de modo que prefiero mantenerme una temporada en la clandestinidad.

– ¿De veras? Yo no he oído nada últimamente. Todo el mundo está centrado en el asesinato de Lañe. ¿Te imaginas al tipo que consiguió hacer algo semejante? No encuentran la menor pista. Tiene que haber sido un profesional con los nervios de acero. -Meneó la cabeza-. Ventilación craneal. Siempre se las arreglan para inventar algún truco nuevo.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Comisión ejecutora»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Comisión ejecutora» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Gregg Hurwitz - The Rains
Gregg Hurwitz
Gregg Hurwitz - The Survivor
Gregg Hurwitz
Gregg Hurwitz - We Know
Gregg Hurwitz
Gregg Hurwitz - The Tower
Gregg Hurwitz
Gregg Hurwitz - The Crime Writer
Gregg Hurwitz
Gregg Hurwitz - Minutes to Burn
Gregg Hurwitz
Gregg Hurwitz - Do No Harm
Gregg Hurwitz
Gregg Hurwitz - Troubleshooter
Gregg Hurwitz
Gregg Hurwitz - The Program
Gregg Hurwitz
Gregg Hurwitz - The Kill Clause
Gregg Hurwitz
Gregg Hurwitz - Prodigal Son
Gregg Hurwitz
Отзывы о книге «Comisión ejecutora»

Обсуждение, отзывы о книге «Comisión ejecutora» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x