Ed se quedó pensativo mientras observaba a Alex regresar al coche de Daniel.
– Le preguntaría si tiene una hermana, pero eso sería de bastante mal gusto.
Daniel consiguió reprimir lo que habría sido una carcajada de sorpresa. Era uno de esos momentos que los ciudadanos de a pie no comprendían. Cuando las situaciones llegaban a ser tan duras, el humor negro era el único reducto que no creaba dependencia y resultaba indestructible.
– Ed.
– Ya lo sé. -Ed miró a Marianne-. Yo me encargo de la escena y tú te encargas de la hiena.
Esta vez Daniel no consiguió reprimir la carcajada, pero bajó la cabeza para que nadie lo viera. Cuando la levantó, de nuevo estaba serio.
– Yo me encargo de la señora Woolf.
Marianne estaba llorando.
– Marianne, ¿qué demonios estás haciendo aquí? A pesar de las lágrimas, Marianne le lanzó una mirada furibunda.
– Es Delia Anderson.
– ¿Cómo lo sabes?
– Porque todos los jueves desde hace cinco años coincidíamos en Angie's, el centro de estética -le espetó ella-. Nadie lleva el pelo como Delia.
– Aún tenemos que confirmar su identidad -repuso Daniel-. ¿Por qué estás aquí, Marianne?
– He recibido un mensaje de texto en el móvil.
– Te has estado comunicando con el asesino. -Daniel pronunció las palabras despacio con la esperanza de que, por obra de algún milagro, hicieran mella-. El asesino de la hermana de tu marido.
Ella lo miró con desdén.
– Eso no lo sé. Nunca ha dicho: «Id a ver a quién he matado».
– No; solo dice: «Id a ver a quién acaban de matar». -Daniel alzó los ojos en señal de exasperación-. Yo no veo ninguna diferencia, Marianne.
Ella levantó la barbilla.
– No, ya me imagino que no la ves.
– ¿Por qué hacéis esto Jim y tú? Por favor, ayúdame a comprenderlo.
Marianne suspiró.
– El padre de Jim dirigió el periódico durante años. Era su vida; un simpático periódico de una ciudad pequeña cuya mayor noticia eran los resultados de los partidos de fútbol americano de la escuela. Jim siempre soñó con convertirlo en algo más, pero su padre no le permitió intentarlo siquiera. Cuando él murió, Jim le tomó el relevo y lo renovó todo. Sé que a ti te parece una estupidez… -Volvió a alzar la barbilla-. Pero es el sueño de Jim. Ha recibido ofertas de periódicos importantes por esta noticia, y es algo que merece la pena que se sepa. Él está en la cárcel, y mientras no salga lo contaré yo.
A Daniel le entraron ganas de zarandearla.
– Pero estáis permitiendo que un asesino os utilice.
Ella arqueó las cejas.
– ¿Y tú no? No me digas que este caso y este asesino no han despertado más expectación porque los estás investigando tú. -Su voz se tornó grandilocuente; burlona-. El gran Daniel Vartanian, hijo de un juez y hermano de un asesino en serie. Pero Daniel se ha situado por encima de todo eso y se ha erigido en defensor de la verdad, de la justicia y de su América. -Ladeó la mandíbula-. Es suficiente para hacer saltar la lagrimita.
Daniel se la quedó mirando, anonadado.
– Y ¿qué hay de Lisa? ¿No crees que se merece algo más?
Marianne esbozó una sonrisa genuina.
– Lisa sería la primera en animarme a hacerlo, Daniel.
Él se la quedó mirando, desconcertado por completo.
– No te entiendo.
– No, ya me lo imagino. Supongo que por eso es bueno que tengamos una Constitución. -Extrajo la tarjeta de memoria de la cámara y miró al corpulento agente que la había estado siguiendo-. Tiny me acompañará y os haré copias de las fotos. Eso es lo que Jim me dijo que tenía que hacer si me pillaban.
– ¿Podrías al menos esperar a que notifiquemos la muerte a los Anderson antes de publicar nada?
Marianne asintió y abandonó momentáneamente su tono desdén.
– Sí. Hasta ahí estamos de acuerdo.
Atlanta, viernes, 2 de febrero, 8.50 horas.
– Así, ¿qué tiene que ver esta mujer con toda la historia? -preguntó Chase.
Ed seguía en el escenario del crimen, Talia estaba interrogando a las víctimas de la violación, y Hatton y Koenig se encontraban todavía en Peachtree-Pine, buscando a Crighton. Luke estaba sentado junto a Daniel ante la mesa de reuniones, absorto en lo que mostraba la pantalla de su ordenador.
– Antes trabajaba en el Banco Davis, de Dutton -anunció Luke-. Lo pone en la página web de su inmobiliaria. Recomienda la entidad a los posibles compradores de una vivienda.
– Eso no me parece motivo suficiente para matarla -dijo Chase poco convencido-. ¿Qué habéis descubierto sobre la familia de Jared O'Brien?
– Solo lo que he podido encontrar en internet -respondía Luke-. Pero seguro que te gustará. Los O'Brien eran los propietarios de la fábrica de papel de Dutton. Larry O'Brien tenía dos hijos. Jared era el mayor y estudió en la academia Bryson. Tenía la misma edad que Simon. Por lo que he leído en los anuarios, Jared tenía bastante éxito con las chicas. Lo nombraron el rey de la fiesta de antiguos alumnos y también fue el rey de su fiesta de graduación. -Luke les entregó una copia de la foto de Jared que aparecía en el anuario-. Era un tipo muy atractivo. El hermano menor de Jared se llama Mack; es nueve años más joven que él.
Hizo una pausa y arqueó las cejas.
Daniel ahogó un grito.
– De modo que fue a clase con Janet y las demás.
– Al principio sí -explicó Luke-. Pero si miráis los anuarios, veréis que Mack asistió a la escuela pública en algún momento entre los primeros y los últimos años de sus estudios. Era demasiado joven para aparecer en ninguna de las listas de compañeros de Simon y no asistió a la academia Bryson durante los años de los que buscamos información sobre las mujeres asesinadas. Larry O'Brien, el padre, murió de un ataque al corazón un año después de que dieran por muerto a Simon la primera vez. Jared era el hijo mayor, así que se puso al frente del negocio. No se ha publicado mucha información al respecto, pero parece ser que mucha gente se quedó sin trabajo; no da la impresión de que Jared fuera un as de los negocios.
– Kate dijo que era un borracho -recordó Daniel-. Sé que tenía antecedentes; le he pedido a Leigh que buscara su ficha. Lo detuvieron dos veces por conducir bajo los efectos del alcohol en Georgia.
– Jared desapareció el año en que Mack empezaba los estudios secundarios -explicó Luke-. La fábrica de papel se fue al garete porque Jared malgastó todo el dinero, y ¿sabéis quién la compró?
Chase suspiró.
– ¿Quién?
– Rob Davis.
Daniel se quedó boquiabierto.
– No puede ser.
– Sí -repuso Luke-. La viuda del padre, Li la O'Bri en, se declaró en quiebra unos meses después.
– Y Mack pasó a estudiar en la escuela pública. -Daniel arqueó las cejas-. Las fechas cuadran. Los O'Brien no debieron de obtener mucho con la venta si Mack tuvo que cambiar de escuela.
– La fábrica es una propiedad privada, así que no puede consultarse la cifra -dijo Luke-. Pero yo diría que tu observación es acertada.
– Ya tenemos un posible motivo de venganza contra los Davis -apuntó Chase-. Pero ¿y el resto? ¿Cómo es posible que Mack supiera lo de la cuadrilla? En esa época él tenía nueve años. Y ¿qué hay de Jared? Desapareció, pero nadie ha encontrado su cadáver. Hasta donde sabemos, también él podría haber vuelto y haber iniciado todo esto.
– Cabría esa posibilidad de no ser porque también encaja la siguiente pieza del puzle. -Luke hizo una pausa enfática-. A Mack lo detuvieron por asalto con violencia y robo durante el último año de escuela. Ya tenía dieciocho años, así que lo juzgaron como a un adulto y acabó ingresando en prisión. Cumplió cuatro años de los doce a que lo condenaron y entonces obtuvo la libertad condicional. Justo hace un mes.
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