– ¿Cómo es que eres tan lista, pequeñaja?
Rachel le sonrió, y Aidan se preguntó cuándo se había convertido en adulta.
– Cosa de los genes.
Jueves, 16 de marzo, 14.55 horas.
– ¿Por qué tardas tanto, Tess? -gritó Vito desde la cocina. -No consigo meter a Bella en la cesta. -Tess estaba sentada en el borde de la cama de Aidan; se sentía agotada. Miró las sábanas que Aidan y ella habían dejado destrozadas en las cuatro veces que habían… En ese momento podía permitirse ser sincera consigo misma. Habían mantenido relaciones sexuales más que satisfactorias. Tal vez cuando todo aquello terminara y ella dejara de representar una amenaza para los que la rodeaban pudieran volver a gozar juntos.
Pero mirándolo desde la perspectiva de ese momento, no parecía muy probable. Él la había rehuido como si fuera un peligro público. Claro que, a efectos prácticos, eso era exactamente lo que era, aunque las cosas siempre se veían más negras cuando uno había tenido un día de perros.
A Marge Hooper le había ido bastante peor. Estaba muerta. Había empezado a asimilarlo de camino a casa de Aidan. No podía decirse que fueran amigas; más bien eran conocidas. Pero ahora ella estaba muerta, y el mensaje había quedado muy claro. Ninguna persona que tratara con Tess estaba exenta.
– He tenido un día de mierda, Bella -explicó Tess a la gata, que estaba colocada en disposición de salir corriendo. La confesión de sus padres, la demanda de sus pacientes, los puntos que había tenido que dar a Rachel Reagan, ver a Aidan marcharse… y sobre todo ello se cernían las muertes de Marge, el señor Hughes y Harrison-. Ayer no creía que las cosas pudieran empeorar más, pero estaba equivocada. -Se levantó-. Así que deja de fastidiar y ven aquí para que pueda marcharme cuanto antes. -Intentó atrapar a la gata, pero solo consiguió que volviera a huir y trepara ágilmente hasta la repisa superior de la estantería que cubría por completo una pared del dormitorio de Aidan. El peso de los libros había combado todos los estantes.
Unas airadas voces masculinas captaron su atención y reparó en que Aidan y Vito estaban discutiendo en la cocina. Tess sacudió la cabeza con gesto cansino y decidió no hacerles caso. A fin de cuentas, ambos eran jóvenes y fuertes. Y ella tenía que atrapar a la gata. Se puso de puntillas para alcanzar el estante superior y buscar a tientas el collar de Bella, y justo en ese momento Aidan apareció en la puerta con semblante de enojo.
– ¿Qué coño estás haciendo?
– Intento atrapar a mi jodida gata -escupió-. Y de momento no estoy teniendo mucho éxito.
– Tess… Mierda.
Tess notó que el estante cedía y Aidan la agarró al mismo tiempo que ella aferraba el collar de Bella; luego todo pareció venirse abajo. Bella saltó, la estantería se despegó de la pared y cincuenta libros cayeron al suelo con gran estrépito. La gata se escabulló; había salido ilesa pero estaba asustada. Tess se quedó petrificada, con el collar en la mano y el corazón a cien por hora porque Aidan la rodeaba con el brazo a la altura del estómago, levantándola del suelo y apretándola contra su fuerte cuerpo.
– ¿Estás bien? -le preguntó con voz áfona y gutural.
– Estoy confusa, Aidan -dijo en tono quedo-. ¿Qué quieres de mí?
– Aún no lo sé. -Le dio la vuelta para abrazarla y le rodeó el rostro con una mano-. Lo que sí sé es que no quiero que te vayas. Por lo menos no así. Una cosa es que necesites volver con tus padres y otra que te marches por lo que te he dicho.
– No me has dicho nada; ese es el problema. -Sacudió la cabeza con desaliento-. Y esto no cambia las cosas. ¿Cómo está Rachel?
– Está a salvo en casa de mis padres. -Dio un triste resoplido-. Esa mocosa tenía razón. Me ha dicho que te había hecho daño, pero no era esa mi intención, te lo prometo. Pensaba que -se encogió de hombros-… entenderías cómo me sentía. No estoy cabreado contigo, Tess.
– Entonces, ¿con quién estás cabreado?
– Con la situación en sí. Conmigo mismo. Se suponía que tenía que asegurarme de que a mi hermana no le pasara nada malo, y no lo he hecho. Pero no estoy cabreado contigo. Nada de todo esto es culpa tuya.
– ¿No me lo dices sólo para que me quede a hacerte comiditas?
Él esbozó una sonrisa ladeada.
– Ahora que lo dices, se han terminado los cannoli. -La besó suavemente y sus labios se fundieron-. Quédate conmigo, Tess.
– Lo haré, si me haces un favor.
Él miró la cama.
– No puedo, Murphy está al caer.
Los labios de Tess se curvaron.
– No me refería a eso. Aidan, soy psiquiatra, no adivina. Ves la diferencia, ¿verdad?
Él le acarició la boca con los pulgares.
– Estaba pensando en la cama, lo siento.
Ella soltó una risita.
– Eres de ideas fijas. -Luego se puso seria y enarcó las cejas-. No sé cómo te sientes si no me lo cuentas, Aidan. Mi trabajo consiste en que las personas se abran a mí para que pueda deducir qué pasa por sus mentes. Pero tú no hablas.
– Si no paro de hacerlo…
– De las cosas que de verdad importan, no. Yo te he contado todo sobre mí pero tú me das largas.
– ¿Quieres que hablemos… ahora?
– No, ahora no, pero sí más tarde. ¿Por qué has venido?
– He quedado aquí con Murphy. Vamos a registrar la vivienda de uno de los gilipollas que agredieron a Rachel. Luego tengo que ir a la otra punta de la ciudad a hablar con un testigo. -Le estampó un beso-. Volveré a tiempo de acompañarte al tanatorio.
Tess aferró la pechera de su camisa y lo retuvo cuando él trató de apartarse.
– Tú también andas conmigo, Aidan -dijo con vehemencia.
– Ya lo sé. Iré con cuidado.
– He tratado de figurarme quién puede odiarme tanto, pero no se me ocurre.
– Ya lo sé, Tess.
– He pensado que tal vez quienquiera que sea acuda al tanatorio esta tarde. -Sus dedos se crisparon-. Si yo voy, todos los que se encuentren allí se convertirán en un posible objetivo. Si voy de compras, los dependientes son también un posible objetivo. Tú también lo eres. Y tu familia. Y la mía. -Cerró los ojos-. Estoy empezando a volverme loca.
– Eso es lo que quieren -masculló él-. Pero no vamos a permitir que se salgan con la suya. -Volvió a besarla, esta vez despacio y en serio, hasta que ambos quedaron jadeantes-. Ahora tengo que marcharme. Acompáñame afuera y cierra la puerta.
Ella lo acompañó hasta la entrada y lo despidió con la mano al verlo entrar en el coche de Murphy; aún le palpitaba todo. Cerró la puerta y se encontró con que Vito la estaba mirando enfadado.
– No lo hagas -le advirtió-. No se te ocurra hacerlo.
Él la siguió hasta la cocina.
– Debe de haberte contado maravillas ahí dentro -le espetó Vito en tono sarcástico, y Tess estampó el collar de la gata en la encimera.
– ¿Cuál es tu problema, Vito? Habla.
– Muy bien. Solo hace tres días que lo conoces.
Ella empezó a pelar tomates con gestos exagerados.
– Cuatro, pero ya te he entendido. Soy una puta que se acuesta con un tío a la primera de cambio. Ya que lo piensas podrías decirlo.
– Muy bien. Te has acostado con él a la primera de cambio.
Tess blandió el cuchillo en las narices de su hermano.
– Tú eres el primero que se acuesta con chicas a las que acaba de conocer. No me digas que no.
Vito le lanzó una mirada feroz.
– Últimamente no.
– ¡Pues hazlo! ¡A lo mejor estarías de mejor humor! -Dejó el cuchillo y trató de calmarse-. Vito, lo que yo haga no es asunto tuyo pero te quiero y tu opinión me importa, así que voy a contártelo. En toda mi vida he salido con cuatro tíos. Cuatro. Y a todos los he hecho esperar siglos, excepto a Aidan. Y no lo he hecho por él, lo he hecho por mí, porque lo necesitaba. En estos momentos, él es la persona a quien necesito, así que trátalo bien. Hazlo por mí.
Читать дальше