Karen Rose - No te escondas

Здесь есть возможность читать онлайн «Karen Rose - No te escondas» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

No te escondas: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «No te escondas»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Una mujer se suicida una gélida noche en Chicago.
Sin embargo, cuando el detective Aidan Reagan entra en el apartamento de la víctima, todas las evidencias muestran que ha sido un homicidio y apuntan a una sola persona: la psiquiatra Tess Ciccotelli.
Tess no puede evitar que Aidan la juzgue culpable antes siquiera de escucharla. Pero ella no puede facilitarle la información que la exculparía. Alguien ha atrapado a Tess en una red de desconfianza, engaños y traiciones. Y el cerco sobre ella se estrecha cada vez más.

No te escondas — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «No te escondas», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

La mujer se puso de puntillas, pero aun así no alcanzaba a ver por encima del hombro de Aidan. Él le puso la mano en el hombro y la empujó hacia atrás con suavidad. Ella dio un respingo, pero cooperó.

– Señora, estamos esperando al forense. No hay nada que usted pueda hacer.

Ella retrocedió un paso en completo silencio.

– ¿Se ha arrojado por el balcón?

Aidan asintió.

– Lo siento, doctora. Tal vez usted pueda explicarnos… -Pero la frase quedó en el aire cuando la mujer se retiró el pelo de la cara; Aidan la reconoció al instante y una oleada de ira le hizo hervir la sangre-. Pero si es Ciccotelli. -Se trataba de Tess Ciccotelli. Valiente doctora; esa mujer no era más que una loquera. Eso en sí ya era malo, pero encima la señorita Ciccotelli se había ganado a pulso la pésima fama que tenía.

No era una simple loquera de esas que andan por ahí preguntándole a la gente si odia a su madre. Se trataba de una de esas «almas caritativas» que tiran alegremente por la borda semanas enteras de duro trabajo policial al subir al estrado y declarar con una tranquilidad pasmosa que un conocido asesino que ha «confesado» haber matado a tres niñas y a un policía no está en su sano juicio y, por tanto, no puede ser juzgado. Cuatro familias destrozadas no habían podido ver que se hiciera justicia porque una medicucha había dicho que el asesino estaba loco.

Pues claro que aquel hijo de puta estaba loco. Confesó que había asesinado brutalmente a tres niñas pequeñas, casi unos bebés. Había estrangulado con sus propias manos a un veterano policía cuando este trataba de detenerlo. El hecho de que estuviera loco no lo hacía menos culpable. Ahora el muy cabrón estaba tan tranquilo en un hospital psiquiátrico de Chicago pintando macetas en lugar de pudrirse en una celda de dos metros cuadrados hasta que le clavaran una aguja en el brazo. No era justo ni estaba bien. Pero eso era lo que había ocurrido y aquella mujer era quien lo había permitido.

Aidan había asistido al juicio junto con otros policías, y esperaba en vano que Ciccotelli cambiara de idea, que hiciera lo que debía hacer. Recordaba cómo los padres de las niñas lloraban en silencio, conscientes de que no se haría justicia; cómo la esposa del agente muerto escuchaba sentada en primera fila, rodeada y apoyada por una multitud de policías uniformados. Ciccotelli no pestañeó, mantuvo fija la mirada de sus fríos ojos castaños.

Una mirada como la que ahora le dirigía a él.

– ¿Y usted quién es? -le preguntó.

– Soy el detective Aidan Reagan. Este es mi compañero, el detective Todd Murphy.

La mujer aguzó la vista para examinar su rostro y él hizo todo lo que pudo para no desviar la mirada. Desde el asiento que había ocupado durante el juicio le había parecido elegante, sofisticada. Inaccesible. Aidan también aguzó la vista cuando ella se volvió hacia Murphy.

– Todd, por favor, pídele a tu compañero que se aparte. Por lo menos identificaré a la víctima.

Murphy la tomó suavemente por el brazo.

– Tess, no lo hagas. Está… Está destrozada.

Aidan se apartó y la invitó a pasar con un ademán exagerado.

– Si ella quiere verlo…

Murphy lanzó a su compañero una mirada de advertencia.

– Aidan.

– Tranquilo, Todd -susurró ella dando un paso hacia delante sin inmutarse. La mujer miró el cadáver durante más de un minuto y luego se volvió hacia ellos con el rostro perfectamente compuesto y la mirada igual de fría que antes.

– Se llamaba Cynthia Adams. No tiene parientes cercanos.

Extrajo una tarjeta de visita del bolsillo de su abrigo y se la tendió a Murphy sin el menor titubeo.

– Llámame si tenéis alguna pregunta -se brindó-. Responderé a todo lo que pueda.

Y, sin más, se volvió y se dirigió a un Mercedes de color plata aparcado detrás del sencillo Ford de Murphy. Aidan se subía por las paredes.

– ¿Eso es todo?

– Aidan -le advirtió Murphy-. No es el momento.

– ¿Pues cuándo, sino ahora? -Controló su tono de voz, consciente de la multitud que se había instalado allí cerca-. Se presenta aquí, identifica a la víctima y se queda más fresca que una lechuga. Y luego se marcha tan campante. ¿Por qué se ha tirado por el balcón, «doctora»? Usted debería saberlo, ¿no le parece? -«Y debería preocuparle, joder», pensó furioso. «Debería preocuparse por algo.»- ¿Qué clase de doctora es? -masculló para terminar. Y observó que ella se detenía, con las manos hundidas en los bolsillos.

De uno de ellos extrajo un guante y se lo puso sin dejar de darles la espalda.

– Si me necesitas, llámame, Todd -fue todo cuanto dijo antes de alejarse.

Murphy se mordió la parte interior de las mejillas; estaba que echaba chispas.

– Te he dicho que ahora no, Aidan.

Aidan se dio media vuelta, despreciando a Ciccotelli.

– ¿Y qué más da? Total, le importa un carajo.

– No sabes lo que dices, no la conoces.

Aidan volvió la cabeza. Murphy observaba a Ciccotelli cruzar la calle con una expresión ceñuda nada propia de él.

– ¿Y tú sí? -No se lo esperaba; el venerable Todd Murphy había sucumbido a los esculturales encantos de una tiparraca como Ciccotelli. «No seré yo quien caiga en sus garras.»

Murphy exhaló un suspiro de enojo que se transformó en vaho y formó una barrera que se interpuso entre ambos un instante. Luego tanto la barrera como la expresión ceñuda se desvanecieron y Murphy se quedó mirando a Ciccotelli con tal tristeza que a Aidan le dio en qué pensar.

– Pues sí, mira por dónde. Ve a hablar con los chicos, Aidan. Yo iré enseguida.

Aidan se encogió de hombros y dejó de hacer cábalas. Que se las entendiera Murphy con el carámbano; él tenía cosas mejores que hacer, como por ejemplo ocuparse del escenario del crimen para que el forense recogiera los restos de Cynthia Adams y todos pudieran marcharse a sus casas. Tomaría declaración a los adolescentes, registraría el piso en busca de algún documento de identificación y se largaría de allí cuanto antes.

«Un minuto más, aguanta un minuto más.» Tess Ciccotelli se repetía las palabras a modo de mantra para conservar la calma hasta que estuviera a solas. Cynthia había muerto. Santo Dios. Yacía en plena calle, abierta en canal…

«No pienses en ella. No pienses en ella muerta y reventada. Limítate a salir corriendo, muy rápido. Aguanta un minuto más; luego podrás desmoronarte, Tess, pero no antes.»

Trató de introducir a tientas la llave en la cerradura del coche, consciente de que Todd Murphy y su compañero la observaban desde la retaguardia. Todd y su airado compañero, quienquiera que fuera. Había dicho que se llamaba Aidan Reagan, recordó; por fin logró hacer coincidir la llave con la cerradura y abrir la puerta. Se concentró en la imagen de los fríos ojos azules del hombre. Estaba enfadadísimo, hecho una furia. «Aguanta un…»

– ¿Tess?

«Mierda.» Del respingo que dio las llaves cayeron al suelo y fueron a parar debajo del coche. Respiró hondo. Murphy estaba muy cerca.

– Estoy bien, Todd. Ve a hacer tu trabajo.

– Ya lo hago. Tess, estás temblando.

– Todd, por favor. -Su voz sonó entrecortada. Era humillante-. Tengo que alejarme de aquí.

Él la asió por el brazo y la ayudó a acomodarse en el asiento del conductor.

– No deberías conducir, Tess. Deja que alguien te acompañe a casa.

– Nadie puede -respondió ella como en una nube-. Por eso he tardado tanto en venir. He llamado a mis compañeros, a mis amigos. Nunca voy sola a casa de un paciente; no está bien, no es ético. -Se estaba yendo por las ramas, pero no era capaz de controlarse-. No he encontrado a nadie en casa, así que he venido de todos modos. -Cerró los ojos y volvió a abrirlos enseguida porque solo veía la imagen de Cynthia… muerta-. Pero he llegado tarde.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «No te escondas»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «No te escondas» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «No te escondas»

Обсуждение, отзывы о книге «No te escondas» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x