– Exacto. Y ahora tenemos a Caperucita Roja.
Fabel examinó el rostro de la mujer muerta. Estaba muy maquillado, lo que le daba un aspecto antinatural que chocaba con el traje tradicional. Se volvió a Brauner, el jefe del equipo forense. Su tono era casi suplicante.
– Holger, cualquier cosa. Por favor. Dame algo que me permita aproximarme a este tipo. -Suspiró-. Anna, voy a regresar al Präsidium. Ven a mi despacho tan pronto termines de procesar todo esto.
– De acuerdo, chef.
Fabel se dirigió hacia la salida, sobre Cordesallee. Los pájaros ya estaban cantando a pleno pulmón. Recordó haber leído en alguna parte que en el Friedhof Ohlsdorf había una cantidad asombrosa de aves muy raras, así como colonias de murciélagos que anidaban en los mausoleos. De hecho, el Friedhof era una zona natural protegida. Tanta vida en un lugar diseñado para recibir a los muertos. La idea se vio interrumpida por el grito de Anna a sus espaldas.
– ¡Chef! chef… Ven a ver esto… -Le hizo un vigoroso gesto a Fabel de que se acercara. El regresó al cuerpo casi corriendo. Lo habían desplazado de donde se encontraba para colocarlo sobre una camilla para cadáveres. El ángel femenino seguía mirando y señalando hacia abajo, pero ya no a la mujer asesinada con un Tracht tradicional del norte de Alemania. En su lugar, el dedo extendido del ángel apuntaba a una losa de mármol blanco que tenía un nombre grabado:
Emelia Fendrich. 1930 – 2003.
Viernes, 23 de abril. 10:15 h
Hamburg Hafen, Hamburgo
Maria, Werner, Henk Hermann y los dos oficiales trasladados del SoKo, el departamento de delitos sexuales, llegaron al puesto Schnell-Imbiss de Dirk Stellamann, en el muelle, unos diez minutos después de Fabel y Anna. El cielo se había nublado y el aire parecía denso, pesado, con una tensión que sólo podía aliviarse con el estallido de una tormenta. Detrás y a los lados de la inmaculada caseta y su puñado de mesas cubiertas con sombrillas, se cernía un bosque de grúas de astilleros contra un cielo gris metalizado. Dirk, ex miembro de la SchuPo de Hamburgo, era frisón como Fabel, y los dos charlaron brevemente en su lengua natal antes de que Fabel pidiera café para su equipo.
Se acomodaron en torno a un par de las mesas altas y mencionaron como de pasada el aspecto poco prometedor del cielo y la probabilidad de que pudieran terminar el café antes de que empezara la tormenta. Luego Fabel fue directo al grano.
– ¿Qué significa esto? Aparece otra víctima, asesinada de la misma manera, pero la encontramos sobre la tumba de la madre de uno de nuestros sospechosos, aunque como sospechoso no es muy firme. Me gustaría oír vuestras opiniones al respecto.
– Bueno -dijo Anna-. Al menos me ahorró el trabajo de llamar a la oficina de registros para verificar si la madre de Fendrich estaba realmente muerta. Las autoridades del Friedhof confirmaron que Emelia Fendrich sí fue enterrada hace seis meses y la dirección que tenían es la del domicilio de su hijo, en Rahlstedt.
Henk hizo un gesto de asentimiento. Rahlstedt estaba cerca del Friedhof, en el límite de Ohlsdorf.
– Entonces ¿qué hacemos? -preguntó-. ¿Traemos a Fendrich para interrogarlo sobre este último asesinato?
– ¿Con qué argumento? -Anna hizo una mueca cuando bebió un sorbo demasiado caliente de café-. ¿Que su madre realmente está muerta y que por lo tanto no nos mintió?
Henk restó importancia al sarcasmo de Anna encogiéndose de hombros.
– Bueno, supongo que podría ser una coincidencia. Pero haz tú misma las cuentas: doscientas ochenta mil tumbas posibles en las que dejar el cuerpo, y éste aterriza justo sobre una ocupada por la madre de uno de los tres sospechosos. Y sabemos que este tipo se comunica con nosotros a través de cada elemento que deja en estos escenarios.
– Como mínimo, tendremos que hablar con Fendrich -dijo Maria-. Necesitamos verificar su paradero una vez que confirmemos la hora exacta de la muerte.
– Holger Brauner consiguió sonsacarle una hora aproximada a nuestro estimado patólogo, Herr Doktor Möller, cuando éste llegó al escenario -dijo Fabel-. Entre las ocho y las doce de la noche. Y es cierto: necesitamos saber dónde se encontraba Fendrich en ese lapso. Pero tenemos que ser extremadamente diplomáticos cuando lo encaremos. No quiero que empiece a gritar nada sobre acoso policial.
– Yo me ocuparé de ello -dijo Anna. Todos la miraron fijamente-. ¿Qué? Puedo ser diplomática.
– De acuerdo -dijo Fabel, añadiendo una deliberada carga de duda en su tono-. Pero no te pases.
– ¿Por qué no? -preguntó Henk-. Fendrich tiene que estar en el primer lugar de la lista ahora. Quiero decir, si el cuerpo apareció sobre la tumba de su madre…
– No necesariamente -dijo Anna-. La desaparición de Paula Ehlers salió publicada en todas partes. No es ningún secreto que a Fendrich lo entrevistó la policía. Tenemos que recordar que es muy probable que este asesino haya secuestrado y matado a Paula. De modo que habrá estado al tanto de los acontecimientos que se produjeron después del secuestro. De todas maneras, puedo aseguraros ahora mismo que Fendrich no tendrá ninguna coartada.
– ¿Por qué? -preguntó Fabel.
– Porque no sabe que le hace falta. Y porque es un tipo solitario.
Fabel sorbió su café y miró al cielo. La lámina color gris acero estaba manchada de nubes más oscuras. Sintió que la presión del aire se manifestaba bajo la forma de un desagradable dolor en sus sienes, lo que siempre le pasaba antes de una tormenta.
– Tú crees que Fendrich no es responsable de esto, ¿verdad, Anna?
– No me parece que su relación con Paula Ehlers fuera del todo limpia, pero no. El no es el que buscamos.
Fabel se masajeó la frente con el pulgar y el índice.
– Creo que tienes razón. Creo que nos están desviando adrede. Todo lo que este tipo hace está conectado. Cada asesinato relaciona un cuento de hadas con otro. Está bailando con nosotros. Pero él es quien marca el paso. Hay orden en lo que hace. Es tan organizado como creativo, y lo tiene todo planeado desde hace mucho tiempo. Tengo la sensación de que estamos acercándonos al final. Comenzó con Paula Ehlers, de quien no nos proporcionó ningún dato, sino que usó la identidad de la chica para el segundo asesinato, tres años más tarde. Luego, con Martha Schmidt, la chica de Blankenese, lo único que nos dio fue una identidad falsa. No fue hasta el asesinato de Laura von Klostertadt cuando nos dimos cuenta de que había ubicado a Martha Schmidt «debajo» de Laura. Y ha seguido así, siempre dándonos un poco más. Quiere que adivinemos lo que hará a continuación, pero necesita tiempo para hacerlo. Por eso está tratando de que nos fijemos en Fendrich.
– ¿Y si te equivocas, chef? -Werner apoyó los codos sobre la mesa del Schnell-Imbiss-. ¿Y si resulta que Fendrich sí es nuestro hombre y quiere que lo paremos? ¿Y si nos está diciendo que él es el asesino?
– Entonces Anna averiguará la verdad cuando ella y Hermann lo interroguen.
– Preferiría ir sola, chef -dijo Anna. Henk Hermann no pareció ni sorprendido ni enfadado.
– No, Anna -dijo Fabel-. Fendrich sigue siendo un sospechoso y tú no vas a entrar sola a su casa.
– No te preocupes, Frau Wolff-dijo Henk-. No abriré la boca durante la entrevista.
– Mientras tanto -continuó Fabel-, necesitamos analizar los mensajes que este tipo está enviándonos. -El cielo relampagueó detrás de la nube, en algún lugar hacia el norte. Pasaron varios segundos hasta que los primeros ecos duros y estruendosos del trueno llegaron hasta ellos-. Creo que deberíamos volver al Präsidium.
Lo primero con que Fabel se encontró a su regreso al Präsidium era la orden de que se presentara en el despacho del Kriminaldirektor Horst van Heiden. No le sorprendió. Los medios ya estaban publicando titulares o presentando noticias principales sobre «el asesino de los cuentos de hadas», y Fabel sabía que los periodistas y los fotógrafos ya habían empezado a sortear el Presseabteilung y estaban acosando a Van Heiden directamente. Un equipo de televisión llegó a interceptar al Kriminaldirektor cuando éste estaba volviendo a su casa desde el Präsidium, algo impensable incluso diez años antes. El «modelo anglosajón» parecía estar adquiriendo una fuerza cada vez mayor en Alemania, apartándola de su tradición de cortesía y respeto. Y, como siempre, los medios representaban la vanguardia de los cambios. Van Heiden estaba furioso y necesitaba echar la culpa a alguien. Cuando entró en el despacho del Kriminaldirektor, Fabel se preparó para lo peor.
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