Craig Russell - Cuento de muerte

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El hallazgo del cadáver de una joven con una nota entre sus dedos que dice "He estado bajo tierra y ya es hora de que vuelva a casa", enfrenta al jefe de la brigada de homicidios de Hamburgo, Jan Fabel, con los designios de una mente oscura y enferma. Cuatro días después, dos cuerpos más aparecen en medio de un bosque, con unas notras entre sus manos que dicen "Hansel" y "Gretel", escritas con la misma letra roja, pequeña y obsesiva. Es evidente que los crímenes hacen referencia a los cuentos folclóricos recopilados doscientos años atrás por los hermanos Grimm. Pero los asesinatos de este cruel asesino en serie no son ningún cuento de hadas…
Finalista del premio Golden Dagger, el más prestigioso del mundo en la categoría de novela criminal

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Pero resultó que en realidad Van Heiden estaba más desesperado por alguna noticia buena que enfadado. Fabel se recordó a sí mismo en el último escenario del crimen, casi rogándole a Holger Brauner que produjera alguna pista. Van Heiden no estaba solo en su oficina cuando Fabel llegó. También se encontraba allí el Innensenator Hugo Ganz, así como el Leitender Oberstaatsanwalt Heiner Goetz, el fiscal de Hamburgo. Goetz se puso de pie, le dirigió una cálida sonrisa a Fabel cuando éste entró y le estrechó la mano. Fabel había cruzado su espada con la de Goetz en numerosas ocasiones, en especial porque Goetz era un fiscal tenaz y metódico que se negaba a tomar atajos. A pesar de las ocasionales frustraciones que le había hecho sentir a Fabel, entre los dos habían conseguido unas cuantas condenas importantes y habían cultivado un fuerte respeto mutuo y algo que se acercaba a la amistad.

Ganz también estrechó la mano de Fabel, aunque de una manera significativamente menos cálida. «Vaya -pensó Fabel- la luna de miel ha terminado.» Supuso que la visita a Margarethe von Klostertadt había molestado a ¡os sentimientos aristocráticos de ésta y que Ganz había recibido una llamada. Tenía razón.

– Herr Hauptkommissar -intervino Ganz antes incluso de que Heiden pudiera hablar-. Entiendo que usted tomó la decisión de volver a entrevistar a Frau Von Klostertadt, ¿verdad?

Fabel no respondió, sino que miró con una expresión de interrogación a Van Heiden, quien guardó silencio.

– Estoy seguro de que usted puede comprender -continuó Ganz- que éste es un momento muy angustioso para la familia Von Klostertadt.

– También es un momento muy angustioso para las familias Schmidt y Ehlers. Pero me parece que usted no tiene ningún problema en que vuelva a entrevistarlos a ellos.

La cara rosada de Ganz se puso todavía más rosada.

– Escúcheme, Herr Fabel, ya le he explicado que soy amigo de la familia Von Klostertadt desde hace ya mucho tiempo…

Fabel lo interrumpió.

– Y yo tengo que decirle que eso no me interesa en absoluto. Si usted ha venido aquí en calidad de Innensenator de Hamburgo y desea discutir este caso objetivamente y a fondo, entonces estaré encantado en hacerlo. Pero si ha sido enviado aquí porque la aristocrática sensibilidad de Frau Von Klostertadt se ha visto alterada porque he tenido que hacerle algunas preguntas personales sobre su hija, entonces le sugiero que se retire de inmediato.

Ganz contempló a Fabel con algo cercano a la furia en sus ojos. Una furia impotente, porque no podía negar lo que Fabel acababa de decir. Se puso de pie, se volvió hacia Van Heiden y bramó:

– Esto es escandaloso. No voy a quedarme aquí para que uno de tus agentes subalternos venga a darme lecciones de protocolo.

– Herr Erster Hauptkommissar Fabel no es precisamente un oficial subalterno -fue lo único que dijo Van Heiden. Ganz agarró su maletín y salió corriendo del despacho.

– Por el amor de Dios, Fabel -dijo Van Heiden cuando Ganz ya se había marchado-. Podrías, por lo menos, tratar de facilitarme las cosas. No es conveniente para la Polizei de Hamburgo que te pelees con el Innensenator de la ciudad.

– Lo siento, Herr Kriminaldirektor, pero lo que dije era cierto. Ganz ha sido enviado aquí porque yo averigüé que Laura von Klostertadt abortó hace diez años, a instancias de, para ser honesto, la perra insensible de su madre. Había quedado embarazada de Leo Kranz, el fotógrafo. Pero antes de que se hiciera famoso, de modo que no aparecía en el radar social de Margarethe von Klostertadt.

– ¿Cree que es un dato relevante? -preguntó Heiner Goetz.

– No directamente. Pero sí podría sugerir que el asesino tenía un conocimiento cercano de la familia Von Klostertadt. Porque toda la historia de Rapunzel tiene que ver con embarazos y con ilegitimidad. Y me reservo el derecho de seguir todas las pistas y cualquiera de ellas.

– Comprendido, Herr Fabel -dijo Van Heiden melancólicamente-. Pero tal vez podrías tratar de distinguir entre los sospechosos y los políticos de alto rango de Hamburgo en lo que respecta a cómo te acercas a la gente. A propósito, ¿qué sabemos de este último asesinato? Todo este asunto se está convirtiendo rápidamente en la noticia número uno de Hamburgo.

Fabel resumió todo lo que se sabía hasta el momento, incluyendo la elección de la tumba que había hecho el asesino y las razones por las que Fabel suponía que era una cortina de humo deliberada.

– Creo que tienes razón en no ser demasiado agresivo con Fendrich -dijo Heiner Goetz-. He hablado con el Staatsanwaltschaft de Schleswig-Holstein. Nunca tuvieron nada contra Fendrich salvo la sospecha de un agente de policía. No quiero que esto termine con él persiguiéndonos por los tribunales por acoso policial.

Van Heiden se reclinó en la silla y apoyó las manos, con los dedos estirados y los brazos cruzados, sobre la amplia superficie de madera de cerezo de su escritorio. Era una postura intensa, como si estuviera a punto de realizar una acción física muy dinámica. Miró a Fabel, pero era como si estuviera en otro momento y lugar.

– Cuando era pequeño, me encantaban los cuentos de los hermanos Grimm. El pájaro que habla, el árbol que canta, esa clase de cosas. Creo que lo que más me atraía era que siempre parecían mucho más oscuros que los cuentos de hadas habituales. Más violentos. Por eso a los niños les gustaban. -Van Heiden se inclinó hacia delante-. Tienes que encontrarlo, Fabel. Y pronto. Al ritmo que está matando este maníaco, no podemos darnos el lujo de tardar varias semanas o meses en arrestarlo. Esto está creciendo demasiado rápido.

Fabel negó con la cabeza.

– No… No está creciendo, Herr Kriminaldirektor. No hay frenesí aquí. Todos estos asesinatos han sido planeados en detalle, posiblemente con años de anticipación. Él trabaja con un calendario preestablecido.

Fabel dejó de hablar, pero su tono daba a entender que no había dicho todo lo que tenía que decir. Van Heiden lo captó.

– De acuerdo, Fabel, suéltalo.

– Es sólo una sensación que tengo. Otra razón por la que debemos atraparlo pronto. Creo que lo que hemos visto hasta ahora es sólo el preludio. Tengo la sensación de que está preparando algo realmente grande. Un final. Algo espectacular.

Una vez de regreso en su oficina, Fabel volvió a coger el bloc de dibujo. Dio la vuelta a la página en la que había resumido el estado de la investigación hasta la fecha y empezó una nueva. El papel en blanco lo miró invitándolo a volcar en él un nuevo proceso de deducción. En la parte superior apuntó los nombres de cada uno de los cuentos de hadas que el asesino había imitado hasta el momento. Debajo, escribió palabras que él relacionaba con cada cuento. Como había previsto, cuanto más se acercaba al homicidio más reciente, el de Caperucita Roja, más cosas escribía: temas, nombres, relaciones. Abuela. Madrastra. Madre. Bruja. Lobo. Todavía estaba avanzando por los cuentos cuando sonó el teléfono de su escritorio.

– Hola, chef. Soy Maria. ¿Podrías venir a verme al Instituí für Rechtsmedizin? La Wasserschutzpolizei acaba de sacar un cuerpo del Elba. Ah, chef, yo que tú cancelaría cualquier cita para almorzar.

Cualquiera que muera en Hamburgo sin cita previa va a parar al depósito de cadáveres del Institut für Rechtsmedizin. Todas las muertes repentinas sin certificado de defunción por parte de un médico se recogen en ese edificio. Un cuerpo al que se le ha agregado un peso y arrojado al Elba es un candidato principal para obtener alojamiento.

Tan pronto Fabel entró en el depósito, sintió la acostumbrada carga de repugnancia y temor. Aquel olor. No sólo el olor de la muerte, sino del desinfectante, del limpiador de suelos; un cóctel nauseabundo que nunca era abrumador pero que siempre estaba presente. Un asistente hizo pasar a Fabel y Maria y al Kommissar de la lancha patrulla de la Wasserschutzpolizei que había encontrado el cuerpo al frío depósito, revestido de gabinetes de acero. Fabel notó con inquietud que el policía portuario daba la decidida impresión de no querer avanzar cuando se acercaron al sitio en el que el asistente se detuvo y apoyó las manos sobre el tirador del gabinete correspondiente. Aquel policía, desde luego, ya había visto el cuerpo cuando lo sacaron del río y estaba claro que no le hacía ninguna gracia tener que volver a mirarlo de frente.

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