A Fabel le costó encontrar la carretera de vuelta a la ciudad; se equivocó varias veces por culpa del elaborado sistema unidireccional de Blankenese. Al final, el BMW accedió a Elbchaussee.
– Bueno, ¿qué te ha parecido? -le preguntó a Werner.
– Hay algo que no nos dice. Sospecho que Blüm salía con alguien y que Kessler intenta mantener a esa persona al margen de todo este asunto.
– Eso mismo creo yo. -Fabel se quedó callado un momento-. Werner, ¿cómo describirías a Hans Schreiber, el Erste Bürgermeister?
Werner se volvió hacia Fabel, desconcertado y con el ceño fruncido. Fabel siguió mirando al frente.
– No lo sé… Es un hombre alto, supongo. Viste ropa cara. Tiene el pelo rubio canoso. Es obvio que hace ejercicio… Es ancho de espaldas… ¿Por qué?
Ahora Fabel se volvió hacia Werner.
– Ahora descríbeme al hombre que tu testigo vio entrar en el edificio de Angelika Blüm.
Jueves, 19 de junio - Domingo, 22 de junio
Jueves, 19 de junio. 10:20 h
Rathaus de Hamburgo
El Kriminaldirektor Van Heiden reaccionó casi como Fabel había previsto. Casi, pero no exactamente igual. Van Heiden se quedó impactado cuando Fabel le reveló que el Erste Bürgermeister Schreiber era ahora sospechoso en una investigación tan destacada, y Fabel observó a su jefe desde el otro lado de la gran mesa que Van Heiden tenía en su despacho del cuarto piso. Van Heiden se quedó como paralizado en su sillón de piel, mirando fijamente la mesa, como si hubiera suspendido todo movimiento físico para desviar la energía a los procesos mentales que su cabeza realizaba a toda velocidad. Al final, y de improviso, Van Heiden alzó la vista con una expresión de resignación y le preguntó qué tenían que hacer, como si Fabel fuera el jefe de policía y Van Heiden, el subordinado.
– Concierte una reunión con él -había dicho Fabel-. Si fuera otra persona, lo detendría…, pero comprendo la necesidad de ser… digamos que diplomáticos en este caso.
– ¿Cuándo quieres que sea?
– Una persona ha situado a Schreiber en la escena del último crimen…, o al menos alguien que se le parece mucho… y tiene una… historia… con la víctima. No voy a esperar a que tenga un huequecito en su agenda. Tengo que hablar con él ya.
– Déjamelo a mí.
Van Heiden llamó al Rathaus y obviamente encontró cierta resistencia burocrática. La voz tranquila, comedida y fría con la que amenazó al pobre funcionario que atendía el teléfono transmitió una intimidación añadida. Le pasaron con Schreiber. La conversación había sido breve y directa. Schreiber había accedido a reunirse con ellos de inmediato en su despacho. Van Heiden se quedó mirando el teléfono después de colgar el auricular.
– Es como si estuviera esperando la llamada. Me ha dado la sensación de que ha sentido un gran alivio.
El Rathaus es el Ayuntamiento de Hamburgo, la sede del gobierno regional de Hamburgo y uno de los edificios más impresionantes de la ciudad. La entrada principal al Rathaus está situada justo debajo de la torre del reloj y la aguja que se alzan sobre la inmensa plaza del Rathaus, dominándola.
Cuando Fabel y Van Heiden entraron en el Ayuntamiento, el enorme vestíbulo principal, con sus columnatas y el techo abovedado, se abrió ante ellos. Había grupos de turistas, congregados alrededor de los expositores de cristal iluminados que rodean los grandes pilares.
El Kriminaldirektor iba a decir algo cuando un funcionario de uniforme se acercó a los dos policías.
– Me han pedido que los reciba y los acompañe a su reunión con el excelentísimo Erste Bürgermeister.
La Bürgermeistersaal, la sala que se utiliza para las recepciones oficiales y solemnes, está en la segunda planta del Rathaus, justo al lado de la torre principal. Las oficinas de trabajo del Erste Bürgermeister de Hamburgo, sin embargo, están en las plantas baja y primera, en el ala sudeste del edificio. El funcionario condujo a Fabel y Van Heiden a la Bürgermeisterzimmer del primer piso.
Cuando entraron en el despacho de paneles de roble, Schreiber se puso de pie. Fabel se fijó en el corte del traje que llevaba. De nuevo era de confección italiana cara y se asentaba a la perfección sobre los hombros fuertes del Erste Bürgermeister. Sin embargo, Fabel percibió que también soportaba algo que se asentaba con menos facilidad que el Armani: había cierta torpeza en sus movimientos. Schreiber le dio las gracias a su asistente y les pidió a los dos policías que se sentaran. Fabel sacó su libreta y la abrió.
– ¿Dice que se trata de algo relacionado con la muerte de Angelika? -preguntó Schreiber.
Fabel se quedó callado el par de segundos que exigía el protocolo, por si Van Heiden quería tomar la iniciativa. Al ver que permanecía en silencio, Fabel habló.
– Usted expresó una preocupación considerable por estos asesinatos, Herr Erster Bürgemeister…
– Naturalmente…
– Y también dejó claro que quería que la investigación tuviera una conclusión tan rápida y exitosa como fuera posible…
– Por supuesto…
Fabel decidió poner las cartas sobre la mesa.
– Entonces, ¿podría explicarme por qué faltó a su deber de informarnos de que visitó a Angelika Blüm la noche en que fue asesinada?
Schreiber se quedó mirando a Fabel, pero no había ni hostilidad, ni resistencia en sus ojos, ni tampoco era una mirada defensiva. Tras unos segundos, Schreiber soltó un suspiro.
– Porque no quería verme implicado en todo esto. El escándalo. Como puede imaginarse, la prensa se daría un buen festín… -Schreiber miró en dirección a Van Heiden, como si le fuera a agradecer el comentario. Van Heiden no dio muestras de ello.
– Herr Doktor Schreiber, es usted abogado, así que sabe cuáles son sus derechos según los artículos pertinentes de la Grundgesetz, y que las respuestas que dé a nuestras preguntas a partir de este momento pueden ser utilizadas como prueba.
Schreiber dejó caer sus anchos hombros.
– Sí, lo sé.
Fabel se inclinó hacia delante, descansando los codos sobre los apoyabrazos con forma de garra de león de la silla de roble.
– Y supongo que sabe que a mí, que a nosotros, nos importa un pimiento que le inquiete la repercusión que este asunto pueda tener en los medios de comunicación. Nos ha ocultado información sobre una serie de asesinatos. Unos asesinatos, tengo que señalar, de los que se está convirtiendo rápidamente en el sospechoso principal. Alguien está despedazando a mujeres, y no hablo metafóricamente, ¿ya usted le preocupa su imagen?
– Creo que el Bürgermeister ya te ha entendido, Fabel -dijo Van Heiden, tranquilamente y sin enfadarse.
– Si las respuestas que me da no me satisfacen, Herr Doktor Schreiber -continuó Fabel-, voy a detenerlo aquí y ahora. Y créame, lo sacaré del Rathaus esposado. Así que me parece que debería ser un poco más franco de lo que ha sido hasta el momento. -Fabel se recostó en su silla-. ¿Mató a Angelika Blüm?
– Dios santo…, no.
– Entonces, ¿qué hacía en su piso la noche que la asesinaron?
– Angelika era una vieja amiga. Nos veíamos de vez en cuando.
El semblante de Fabel se endureció.
– Creía que me había expresado con claridad, Herr Schreiber. Podemos hablar aquí o en el Prásidium. Y a menos que empiece a ser totalmente sincero con nosotros (y me refiero a que lo sea con todo), lo haremos en nuestro terreno, no en el suyo. Comencemos con la verdadera naturaleza de su relación con Frau Blüm. ¿Cuánto tiempo hacía que tenían una aventura?
Schreiber parecía vacío. Había buscado algo con lo que poder preservar al menos parte de su intimidad, y Fabel acababa de arrebatárselo.
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