Loren Eiseley, El país de la noche,
«Las avispas marrones»
Cuentan los indios de la tribu cree que, cuando los animales y los humanos compartían el mismo lenguaje, Conejo quería ir a la luna. Pidió a las aves más fuertes que lo llevaran, pero Águila estaba ocupada y Halcón no podía volar tan alto. Grulla se ofreció a ayudarle. Le dijo a Conejo que se agarrara a sus patas, y entonces partió hacia la luna. La travesía era larga y Conejo era pesado, tanto que hizo que se estiraran las patas de Grulla, y la sangre de esta le cubrió las patas. Pero Grulla alcanzó la luna, con Conejo agarrado a ella. Conejo, que aún tenía las patas ensangrentadas, dio unos golpecitos de agradecimiento a Grulla. Por eso Grulla tiene las patas largas y la cabeza roja como la sangre.
También por aquel entonces Colibrí y Grulla cortejaban a una mujer cherokee. Ella quería casarse con Colibrí, debido a su gran belleza, pero Grulla propuso una carrera alrededor del mundo. La mujer accedió, pues conocía la velocidad de Colibrí. No recordaba que Grulla podía volar de noche. Y, al contrario que Colibrí, Grulla jamás se cansaba. Volaba en línea recta, mientras que Colibrí lo hacía en todas direcciones. Grulla ganó la carrera con facilidad, pero la mujer siguió rechazándola.
Todos los seres humanos reverenciaban a Grulla, la gran oradora. Cuando las grullas se reunían, su conversación se oía a kilómetros de distancia. Los aztecas se llamaban a sí mismos el Pueblo Grulla. Uno de los clanes anishinaabe se llamaba los Grullas -Ajijak o Businassee-, los Creadores del Eco. Los Grullas eran líderes, sus voces reunían a la gente. Los indios cuervo y los cheyenne tallaban huesos de pata de grulla para hacer flautas con las que imitaban al creador del eco.
También el término latino grus reproducía ese grito. En África, la grulla coronada reinaba sobre el lenguaje y el pensamiento. El griego Palamedes inventó las letras del alfabeto observando a las ruidosas grullas en vuelo. En persa, kurti, en árabe, ghurnuq: aves que despiertan antes que el resto de la creación para rezar sus plegarias al amanecer. Las xian-he chinas, las aves del cielo, llevaban mensajes sobre sus lomos entre los mundos celestes.
En los petroglifos sudoccidentales hay grullas que danzan. El viejo Hombre Grulla enseñó a Tewa a danzar. Los aborígenes australianos hablan de una mujer hermosa y altiva, la perfecta danzarina, a quien un brujo convirtió en grulla.
Apolo iba y venía en forma de grulla, cuando visitaba el mundo. El poeta Íbico, del siglo VI a.C., a quien habían golpeado hasta dejarlo sin sentido y dado por muerto, llamó a una bandada de grullas que pasaban, y las aves siguieron al atacante hasta un teatro y se cernieron sobre él hasta que confesó ante la asombrada multitud.
En las Metamorfosis de Ovidio, Hera y Artemisa convierten a Gerania en grulla para castigar a la reina pigmea por su vanidad. El héroe irlandés Finn cayó por un precipicio y fue recogido en el aire por su abuela, que se había transformado en grulla. Si las grullas volaban en círculo sobre los esclavos norteamericanos, alguien iba a morir. El Primer Guerrero que luchó para crear el antiguo Japón adoptó al morir la forma de una grulla y se alejó volando.
Tecumseh trató de unir a las naciones dispersas bajo el estandarte del Poder de la Grulla, pero el emblema de los hopi que representaba el pie de la grulla se convirtió en el símbolo de la paz mundial. El pie de la grulla (pied de grue) llegó a convertirse en la marca de descendencia ramificada del geneálogo, el pedigrí.
A fin de conseguir que un deseo se realice, los japoneses deben hacer un millar de grullas de papel. Sadako Sasaki, de doce años, afectada por la «enfermedad de la bomba atómica», llegó a confeccionar 664. Cada año, niños de todo el mundo le envían millares.
Las grullas ayudan a llevar a un alma al paraíso. Imágenes de grullas se alinean en las ventanas de las casas en duelo, y joyas en forma de grulla adornan al difunto. Las grullas son almas que una vez fueron humanos y podrían volver a serlo, dentro de muchas vidas. O los humanos son almas que una vez fueron grullas y volverán a serlo, cuando la bandada se haya reunido.
Hay algo en la grulla atrapado a medio camino, en el centro entre el ahora y el cuando. Un poeta vietnamita del siglo XIV imagina a las aves siempre a medio camino por el aire:
Las nubes se deslizan mientras pasan los días;
los cipreses son verdes al lado del altar,
el corazón, un estanque helado bajo la luz lunar.
La lluvia nocturna hace llorar a las flores.
Bajo la pagoda, un sendero en la hierba.
Entre los pinos, las grullas recuerdan
la música y las canciones de años pasados.
En la inmensidad del cielo y el mar,
¿cómo revivir el sueño ante la lámpara de esa noche?
Cuando los animales y las personas hablaban el mismo lenguaje, los gritos de las grullas decían exactamente lo que querían decir. Ahora vivimos en ecos confusos. Dice Jeremías que la tórtola, la golondrina y la grulla siempre llegan a su debido momento. Solo los seres humanos no recuerdan la orden del Señor.
* * *
En cuanto Karin le llamó a la habitación de su hotel, supo que algo iba mal. Su voz no casaba con la foto de sus libros. Su tono campechano reflejaba compasión, pero sus palabras eran las de un genuino profesional de la medicina. En persona, parecía uno de esos expertos calvos y desenvueltos que, en otoño, se sientan en los columpios de los porches de Nueva Inglaterra y responden a las preguntas de programas televisivos para enseñar deleitando con voces irritantemente suaves y llenas de seguridad. El hombre que vino a Nebraska no era el autor de aquellos libros brillantes y minuciosos. Cuando ella trató de plantearle la historia de Mark, Gerald Weber no cumplió con lo que él mismo afirmaba que era la esencia de toda buena práctica médica. No la escuchó. Ella se sintió como si estuviera hablando con su ex jefe, con Robert Karsh o incluso con su propio padre.
Cuatro días después, el experto nacional desapareció. No había hecho más que realizar unas pocas pruebas y grabar conversaciones en una cinta, recogiendo material para sus propios fines. Incapaz de tratar el problema por sí mismo, no prescribió nada más que un vago programa de terapia cognitiva conductual. Voló hasta la ciudad, jugó con las esperanzas de todos, incluso explotó la amistad de Mark. Y luego emprendió el vuelo de regreso, tras sugerir que todos los involucrados debían aprender a vivir con el síndrome. Ella había confiado en él, y él no le había dado más que filosofía.
Sin embargo, fiel a sí misma, ni una sola vez se había enfrentado a Weber. Hasta el momento en que este les volvió la espalda, ella halagó las credenciales de aquel hombre, con el convencimiento de que, si era lo bastante cortés, el especialista de cabello gris, barbudo y de habla educada derrotaría al Capgras y salvaría a su hermano y a ella. Daniel le había planteado su deseo de reunirse con el doctor, pero ella le había dado largas. Daniel nunca le preguntó por qué, pero no tenía necesidad de hacerlo. Una semana después de que Weber se hubiera marchado, Karin se dio cuenta de lo evidente: se había estado acicalando para aquel viejo. Cualquier cosa, a fin de conseguir su ayuda.
Tres semanas después de que el neurocientífico les abandonara, Karin estaba jugando al ping-pong con Mark en la sala de recreo. A Mark le gustaba tanto el juego que jugaba incluso con ella, siempre que Karin no ganara. Barbara entró apresuradamente en la sala, llena de excitación.
– El doctor Weber saldrá mañana en Book TV. Leerá unos pasajes de su nueva obra.
– ¿El loquero en la televisión? ¿La televisión de verdad? ¿Transmitido a todo el país? Os dije que ese hombre era famoso, pero ¿me hicisteis caso? Van a hablar de él en todas partes.
Читать дальше