James Patterson - Bikini

Здесь есть возможность читать онлайн «James Patterson - Bikini» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Bikini: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Bikini»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Un thriller escalofriante escrito por el autor más vendido del mundo. Una espectacular top-model desaparece en Hawai, donde estaba trabajando en una sesión de fotos. Sus padres, alertados por una llamada telefónica y temiéndose lo peor, deciden viajar hasta allí sin sospechar el horror que los aguarda. Entretanto, el reportero de Los Angeles Times Ben Hawkins está llevando a cabo su propia investigación del caso.

Bikini — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Bikini», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– No quiero lastimarte -dijo.

Ben habló con una voz que aún apestaba a polizonte.

– Tengo treinta ocho dólares encima. Cógelos. Mi billetera está en mi bolsillo trasero.

– No me reconoces, ¿verdad?

– ¿Debería?

– Piensa en mí como tu padrino, Ben -dijo Henri, con más acento-. Voy a hacerte una oferta…

– ¿Que no puedo rehusar? Sé quién eres. Eres Marco. -Correcto. Invítame a pasar, amigo. Tenemos que hablar.

64

– ¿Qué diantre es esto, Marco? -grité-. ¿De pronto tienes información sobre los McDaniels?

Marco no respondió, ni siquiera se mosqueó.

– Hablo en serio, Ben -dijo, y dando la espalda a la calle sacó la pistola de la cintura y me apuntó al vientre-. Abre la puerta.

Me quedé paralizado. Había conocido un poco a Marco Benevenuto, había pasado un par de horas sentado junto a él en un coche, y ahora se había quitado la gorra de chófer, el bigote, se había puesto una americana de seiscientos dólares y me tenía a su merced.

Yo estaba avergonzado y confundido.

Si me negaba a dejarlo entrar en mi edificio, ¿me dispararía? No podía saberlo, pero intuía que me convenía dejarlo entrar.

Mi curiosidad superaba ampliamente mi cautela, pero quería satisfacer esa curiosidad empuñando una pistola. Mi bien aceitada Beretta estaba en mi mesilla, y confiaba en poder echarle mano una vez hubiéramos entrado.

– Guarda esa cosa -dije, encogiéndome de hombros ante su media sonrisa burlona. Abrí la puerta, y subí los tres tramos de escaleras con el ex chófer de los McDaniels a mi zaga.

Aquel edificio era uno de esos ex almacenes que se habían usado con fines residenciales en los últimos diez años. Me encantaba el lugar. Una unidad por piso, techos altos, paredes gruesas. Ningún vecino entrometido. Ningún sonido molesto.

Abrí los gruesos candados de la puerta del frente y lo dejé pasar. Él cerró la puerta.

Apoyé el maletín en el suelo de cemento.

– Siéntate -dije, y me dirigí a la cocina. El anfitrión perfecto-. ¿Qué quieres beber, Marco?

– Gracias -dijo él detrás de mi hombro-. Por ahora, nada.

Reprimí el reflejo de abalanzarme sobre él, saqué una naranjada de la nevera y lo conduje a la sala de estar, donde me senté en un extremo del sillón de cuero. Mi «invitado» eligió el sofá.

– ¿Quién eres en verdad? -le pregunté mientras él echaba un vistazo a mi vivienda, mirando las fotos enmarcadas, los viejos periódicos del rincón, los títulos de los libros. Tuve la sensación de estar en presencia de un espía sumamente observador.

Al fin apoyó la Smith & Wesson en la mesilla, a tres metros de donde yo estaba, fuera de mi alcance. Hurgó en el bolsillo del pecho, extrajo una tarjeta con los dedos y la deslizó por la mesa de vidrio.

Leí el nombre impreso y el corazón me dio un vuelco.

Conocía la tarjeta. La había leído antes: «Charles Rollins. Fotógrafo. Talk Weekly. »

Mi mente hurgaba en el pasado. Me imaginé a Marco sin bigote, y traté de recordar la cara de Charles Rollins mientras rescataban del mar el cuerpo de Rosa Castro. Aquella noche, cuando Rollins me había dado su tarjeta, llevaba una gorra de béisbol y quizá gafas. Había sido otro disfraz.

El cosquilleo de mi nuca me decía que aquel tío guapo y elegante sentado en mi sofá había estado muy cerca de mí en las dos semanas que yo había pasado en Hawai. Casi desde mi llegada.

Me había estado vigilando. Y yo no había reparado en él. Pero ¿qué pretendía?

65

El hombre sentado en mi sofá de cuero favorito me escrutó la cara mientras yo procuraba armar el rompecabezas.

Recordé aquel día en Maui en que los McDaniels habían desaparecido y Eddie Keola y yo habíamos intentado encontrar a Marco, el chófer que no existía.

Recordé que, después del hallazgo del cuerpo de Julia Winkler en un hotel de Lanai, Amanda había tratado de ayudarme a localizar a un paparazzo llamado Charles Rollins, porque era la última persona que había estado con Winkler.

Recordé el nombre de Nils Bjorn, otro fantasma que se había alojado en el Wailea Princess en la misma época que Kim McDaniels. Nadie había interrogado a Bjorn, pues había desaparecido convenientemente.

La policía no había creído que Bjorn tuviera nada que ver con el secuestro de Kim, y cuando investigué a Bjorn, tuve la certeza de que usaba el nombre de un muerto.

Estos datos me indicaban que el hombre sentado en mi sofá era por lo menos un embaucador, un maestro del disfraz. Si eso era cierto, si Marco, Rollins y Bjorn eran la misma persona, ¿qué significaba?

Luché contra el maremoto de pensamientos lúgubres que me invadieron. Destapé la botella de naranjada con mano trémula, preguntándome si había besado a Amanda por última vez.

Pensé en mi vida embarullada, el artículo atrasado que Aronstein estaba esperando, el testamento que nunca redactaría, mi seguro de vida (¿había pagado la prima?).

No sólo estaba asustado sino furioso. Pensaba que ése no podía ser el último día de mi vida. Necesitaba tiempo para ordenar mis puñeteros asuntos.

¿Podía tratar de llegar a mi arma?

No, imposible.

Marco/Rollins estaba a medio metro de su Smith & Wesson. Y actuaba con una calma irritante. Tenía las piernas cruzadas, el tobillo sobre la rodilla, mirándome como si yo estuviera en la pantalla del televisor.

Dediqué ese momento aterrador a memorizar la cara blanda y simétrica de aquel cabrón. Por si llegaba a escapar. Por si tenía la oportunidad de describirlo a la policía.

– Puedes llamarme Henri -dijo.

– ¿Henri qué?

– No tiene importancia. No es mi verdadero nombre.

– ¿Y ahora qué, Henri?

Sonrió.

– ¿Cuántas veces te han dicho: «Deberías escribir un libro sobre mi vida»?-preguntó.

– Por lo menos una vez por semana. Todos creen que tienen una vida digna de un best seller.

– Ajá. ¿Y cuántas de esas personas eran asesinos a sueldo?

66

El teléfono sonó en el dormitorio. Quizá fuera Amanda. Henri me indicó que no contestara con un gesto, así que dejé que la voz de mi amada enviara sus saludos al contestador automático.

– Tengo mucho que contarte, Ben -dijo él-. Ponte cómodo. Concéntrate sólo en el presente. Podríamos estar aquí largo rato.

– ¿Te molesta que traiga la grabadora? Está en mi dormitorio.

– Ahora no. Sólo cuando hayamos llegado a un acuerdo.

– Vale, cuéntame -le dije, preguntándome si hablaba en serio, si un asesino quería hacer un trato conmigo. Pero la pistola estaba al alcance de su mano. Yo sólo podía seguirle el juego hasta que pudiera hacer algo.

Las peores autobiografías de aficionados empiezan con «Nací…», así que me recliné en el sillón y me preparé para una saga.

Y Henri no me defraudó. Inició su historia incluso- antes de haber nacido.

Me dio una pequeña lección de historia, diciendo que en 1937 había un judío francés que poseía una imprenta en París, que era un especialista en viejos documentos y tintas. Contó que ese hombre había comprendido desde el principio el auténtico peligro del Tercer Reich y que él y otros huyeron antes de que los nazis tomaran París. Ese hombre, ese impresor, había huido a Beirut.

– Este joven judío se casó con una libanesa -dijo-. Beirut es una ciudad grande, el París de Oriente Medio, y él se adaptó muy bien. Abrió otra imprenta, tuvo cuatro hijos, vivió una buena vida. Nadie lo cuestionaba. Otros refugiados, amigos de amigos de amigos, acudían a él. Necesitaban papeles, documentos falsos, y este hombre los ayudaba para que pudieran iniciar una nueva vida. Su trabajo es excelente.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Bikini»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Bikini» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


James Patterson - WMC - First to Die
James Patterson
James Patterson - French Kiss
James Patterson
James Patterson - Truth or Die
James Patterson
James Patterson - Kill Alex Cross
James Patterson
James Patterson - Murder House
James Patterson
James Patterson - Second Honeymoon
James Patterson
James Patterson - Tick Tock
James Patterson
James Patterson - The 8th Confession
James Patterson
James Patterson - Podmuchy Wiatru
James Patterson
James Patterson - Wielki Zły Wilk
James Patterson
James Patterson - Cross
James Patterson
Отзывы о книге «Bikini»

Обсуждение, отзывы о книге «Bikini» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x