Martin volvió a bajar. Allí no había nada, salvo unos viejos aperos de labranza abandonados y corroídos por el óxido. No creía que encontrasen nada allí tampoco pero, aun así, les pediría a sus colegas que lo revisaran bien. Salió del granero y echó un vistazo a su alrededor. Aparte de la casa y el propio granero, les quedaba un pequeño cobertizo y una casita de juegos por inspeccionar, pero tampoco abrigaba la menor esperanza de encontrar nada allí. Eran demasiado pequeños para poder albergar a una persona; pero, por si acaso, los mirarían también.
El sol le quemaba la coronilla y le llenaba la frente de sudor. Echó a andar hacia la casa para continuar con el registro, aunque el entusiasmo con que había emprendido la tarea aquella mañana empezaba a enfriarse. Se le encogía el corazón al pensar que Jenny Möller estaría en algún lugar, pero no allí.
También Patrik había empezado a descorazonarse. Tras un par de horas de interrogatorio, seguían sin sacar nada en claro de Jacob. Parecía sinceramente conmocionado ante la noticia de que Johannes hubiese sido asesinado y se negaba a decir nada, salvo repetir que estaban acosando a su familia y que él era inocente. Patrik no cesaba de mirar el móvil que, sobre la mesa, como burlándose de él, se negaba a sonar. Necesitaba desesperadamente recibir alguna buena noticia. Sabía que no obtendrían ningún resultado de los análisis de sangre hasta la mañana siguiente, como muy pronto, de modo que tenía sus esperanzas puestas en Martin y el equipo que efectuaba el registro en Västergården, pero no llamaban. De hecho, no lo hicieron hasta las cuatro de la tarde, cuando Martin le informó abatido de que no habían encontrado nada y que se marchaban. Patrik le hizo a Gösta un gesto para que saliese con él de la sala de interrogatorios.
– Era Martin. No han encontrado nada.
La chispa de la esperanza se apagó en los ojos de Gösta.
– ¿Nada?
– No, nada de nada. Así que no parece que tengamos otra solución que soltarlo. ¡Mierda! -Patrik dio una palmada de frustración contra la pared, pero se calmó enseguida-. Bueno, esto es transitorio. Espero que mañana nos llegue el informe de los análisis de sangre y entonces quizá podamos detenerlo de una vez.
– Sí, pero imagínate lo que puede hacer hasta mañana. Sabe lo que tenemos y, si lo soltamos, no tiene más que ir y matar a la chica.
– Cierto, pero ¿qué demonios podemos hacer si no? -la frustración de Patrik se tornó en ira, pero comprendió que era injusto pagarlo con Gösta y se disculpó enseguida-. Bueno, haré un último intento de obtener alguna noticia de los análisis antes de que lo soltemos. Puede que hayan tenido tiempo de sacar en claro algo que nos sea de utilidad. Saben lo urgente que es y por qué, así que esos análisis son lo primero de la lista.
Patrik entró en su despacho y marcó el número del Instituto Forense desde su teléfono fijo. A esas alturas se lo sabía de memoria. Al otro lado de la ventana, los coches circulaban sin cesar, como de costumbre bajo el sol estival, y sintió envidia de los veraneantes que, ignorantes de todo, pasaban por allí en sus coches cargados de artilugios de playa. A él también le habría gustado no saber nada de todo aquello.
– Hola, Pedersen, soy Patrik Hedström. Sólo llamaba por si teníais ya algún resultado, antes de que soltemos a nuestro sospechoso.
– ¿No te dije que no acabaríamos antes de mañana por la mañana? Y eso porque pensamos dedicarle esta noche un número considerable de horas extraordinarias, que lo sepas -respondió Pedersen, tan estresado como irritado.
– Sí, lo sé, pero se me ocurrió que tal vez ya tuvieseis algo.
Tras un largo silencio, Patrik intuyó que Pedersen se debatía en una lucha interna y se irguió expectante en su silla.
– Tenéis algo, ¿verdad?
– No es más que un resultado preliminar. Hemos de comprobarlo y confirmarlo antes de pronunciarnos; de lo contrario, las consecuencias pueden ser catastróficas. Además, los análisis deben repetirse en el Laboratorio Nacional de Investigaciones Criminológicas; nuestro equipo no es tan sofisticado como el suyo y…
– Sí, ya -lo interrumpió Patrik-, ya lo sé, pero está en juego la vida de una chica de diecisiete años, así que si hay alguna circunstancia en la que convenga que te saltes la norma, ninguna mejor que esta -afirmó expectante y conteniendo la respiración.
– De acuerdo, pero trata la información con cuidado; no te imaginas la que me puede caer si… -Pedersen dejó la frase sin concluir.
– Palabra de honor, pero dime lo que sabes -a Patrik le sudaba la mano en la que sostenía el auricular.
– Como es lógico, empezamos por analizar la sangre de Jacob Hult. Y obtuvimos una serie de datos interesantes preliminares, claro -volvió a advertir Pedersen-. Según nuestro primer análisis, Jacob Hult no se corresponde con la muestra de esperma de la víctima.
Patrik dejó escapar el aire muy despacio. Ni siquiera se había percatado de que estaba conteniendo la respiración.
– ¿Cuál es el porcentaje de seguridad?
– Como te dije, tenemos que realizar la prueba varias veces para poder decir que estamos totalmente seguros, pero yo creo que se trata de un formalismo judicial, así que puedes darlo por bueno -concluyó Pedersen.
– ¡Vaya tela! Pues eso le da otro giro a la cosa -Patrik no podía ocultar su decepción. Comprendió que, hasta ese momento, había estado totalmente seguro de que Jacob era su hombre. Ahora, en cambio, se encontraban otra vez en el punto inicial… o casi.
– ¿Y no habéis encontrado ninguna correspondencia al investigar las otras muestras?
– Aún no hemos llegado ahí. Supusimos que queríais que nos concentrásemos en Jacob Hult, y eso fue lo que hicimos, así que, salvo sus análisis, sólo hemos podido analizar las muestras de otra persona, pero podré darte los resultados de los demás mañana por la mañana.
– Ya, bueno, entretanto tengo en la sala de interrogatorios a un tipo al que tengo que soltar, además, después de pedirle disculpas -se lamentó Patrik lanzando un suspiro.
– Bueno, hay una cosa más.
– ¿Sí? -preguntó Patrik.
Pedersen parecía dudar.
– La otra prueba que hemos realizado es la de Gabriel Hult y…
– Dime -lo acució Patrik.
– Pues, según nuestro análisis de la estructura de su ADN y después de contrastarla con la de Jacob, es imposible que Gabriel sea su padre.
Patrik se quedó petrificado en la silla.
– ¿Sigues ahí?
– Sí, sí, estoy aquí. Sólo que no era eso lo que esperaba oír. ¿Estás seguro? -inquirió antes de caer en la cuenta de cuál sería la respuesta, y de adelantarse a Pedersen-. Ya, bueno, ya sé que es un resultado preliminar y que tenéis que hacer más pruebas, etc.; ya lo sé, no tienes que decírmelo una vez más.
– ¿Puede ese dato ser importante para la investigación?
– En estos momentos, todo es importante para la investigación, así que seguro que podemos sacarle algún partido. Gracias, Pedersen.
Patrik permaneció sentado un rato más, presa del más absoluto desconcierto, con las manos cruzadas por detrás de la nuca y los pies sobre el escritorio. El resultado negativo de la prueba de Jacob los obligaba a modificar su tesis por completo. Seguía en pie el dato de que el asesino de Tanja era, de hecho, familia de Johannes y, con Jacob fuera de juego, sólo tenían a Gabriel, Johan y Robert. Uno menos, quedaban tres. Sin embargo, aunque no fuese Jacob, Patrik era capaz de apostar cualquier cosa a que algo sabía. A lo largo de todo el interrogatorio, experimentó la sensación de que les ocultaba algo, un dato que Jacob luchaba por mantener oculto bajo la superficie. La información que acababa de facilitarle Pedersen quizá les proporcionase la ventaja que precisaban para hacerle hablar. Patrik bajó los pies de la mesa y se levantó. Le explicó a Gösta sucintamente lo que había averiguado y ambos volvieron a la sala de interrogatorios, donde Jacob se toqueteaba las uñas de aburrimiento. Los dos policías habían llegado a un acuerdo sobre qué estrategia aplicar.
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