A Diddi le gusta el dinero. A lo largo de toda su vida ha visto dinero, se ha relacionado con gente que tiene dinero, pero nunca lo ha tenido. Su hambre ha crecido. No tarda mucho en sacar cantidades cada vez más importantes de los beneficios de la Bolsa. Es el momento de Mauri de encogerse de hombros. Tampoco es problema suyo. La participación de Diddi en su sencilla empresa disminuye.
Diddi desaparece durante períodos cada vez más largos. Va a la Riviera y a París. Tiene los bolsillos llenos de dinero.
Todo el mundo se estrella alguna vez y le ha llegado el turno a Diddi. Dentro de poco, Mauri va a conocer a la hermana de Diddi.
Malou von Siyers: Lo llamas «amo».
Inna Wattrang: Es que somos sus chuchos.
Mauri Kallis (sonríe y sacude un poco la cabeza): Eso lo has sacado de Stenbeck y no sé si me he de sentir halagado u ofendido.
Malou von Siyers: ¿Son tus chuchos?Mauri Kallis: Si vamos a continuar con el tema de los animales, prefiero trabajar con gatos hambrientos.
Diddi Wattrang: Y estamos gordos…
Inna Wattrang:…y somos vagos.
Malou von Sivers: Bueno, explícanos. Porque realmente es una amistad muy especial la que ha surgido entre vosotros. ¿Qué es lo que hace que los tres forméis tan buen equipo?
Mauri Kallis: Diddi e Inna me complementan. Una gran parte de esta actividad se basa en buscar a gente que quiera jugar, dispuesta a asumir un gran riesgo a cambio de llevarse a casa un gran beneficio. Y que tenga dinero para hacerlo. Que no venda la cartera de valores cuando alcanza el rock-bottom, sino que espere en una empresa que pierde dinero hasta que yo consiga un proyecto con beneficios. Porque siempre surge. Antes o después, pero se tiene que poder esperar. Por eso, en principio nuestras empresas no cotizan en Bolsa. Preferimos inversiones privadas para poder controlar quién compra. Es igual que en la explotación de las minas en Uganda. En estos momentos hay tantos disturbios que no podemos realizar ninguna actividad, pero es una inversión a largo plazo en la que yo creo. Lo último que necesito es un grupo de accionistas echándome el aliento en la nuca porque quieren ver los beneficios al cabo de seis meses. Diddi e Inna encuentran a ese tipo de inversores para los distintos proyectos, y son buenos vendiendo. Encuentran financieros con espíritu aventurero que apoyan proyectos inseguros y pacientes inversores sin problemas de liquidez para proyectos a largo plazo. Socialmente son mucho más competentes que yo. Tienen esa fuerza de atracción financiera. En estos momentos que estamos explotando nuevas minas dentro del grupo, también hacen un gran trabajo manteniendo el contacto con la gente del lugar y los colaboradores. Se pueden mover a nivel alto y bajo, siendo flexibles sin ponerse a malas con nadie.
Malou von Sivers (hacia Inna): ¿Y cuál es la fuerza de Mauri?
Inna Wattrang: Tiene olfato para un buen negocio. Una varilla de zahori interior. Además es un buen negociador.
Malou von Sivers: ¿Y como jefe qué tal es?
Inna Wattrang: Siempre se mantiene tranquilo. Es lo más fascinante. A veces puede hacer viento fuerte, como los primeros años, cuando podía comprar concesiones sin tener lista la financiación. Nunca mostró inquietud o agobio. Y eso, a los que trabajamos a su alrededor, nos hace sentir muy seguros.
Malou von Sivers: Pero ahora ya has salido en pantalla y demuestras tus sentimientos.
Mauri Kallis: ¿Estás pensando en la mina de Ruwenzori? ¿El asunto de la organización Sida?
Malou von Sivers: Entre otras cosas, dijiste que Sida era una organización sueca de chiste.
Mauri Kallis: Era una declaración sacada de contexto. Y yo no me metí con la prensa, fue por culpa de un periodista que estaba en una conferencia que yo daba. Claro que al final te irritas al ver que la prensa sueca suele estar representada por periodistas que no se han preparado a fondo. «Kallis Mining construye carreteras para las tropas militares.» Me ven estrechar la mano de un general de la guerrilla lendu y enseguida escriben lo que ese grupo ha hecho en el Congo y mi empresa minera en el noroeste de Uganda se convierte en el mismísimo diablo. Y yo también. Es muy fácil mantener los principios morales dejando que otros se encarguen de los países en crisis. Mandar ayudas económicas y mantenerse apartado. Pero la población en esos países necesita empresas, crecimiento, puestos de trabajo. Sin embargo, el gobierno prefiere las ayudas económicas sin control alguno. Sólo basta con mirar lo que pasa en Kampala para entender adónde va a parar gran parte del dinero. Menudas casas de lujo que hay en los acantilados. Allí viven los miembros del gobierno y otras personas con cargos importantes dentro de la administración. Yo llamo inocente al que no quiera ver que el dinero de Sida va a los militares que además de aterrorizar a la población civil se dedican a saquear las minas en el norte del Congo. Cada año se envían a África millones para luchar contra el VIH, pero pregunta a cualquier mujer africana de cualquier país africano y te dirá: No hay ninguna diferencia. ¿Adónde va a parar entonces todo ese dinero?
Malou von Sivers: Sí, ¿adónde?
Mauri Kallis: A los bolsillos de los miembros del gobierno, pero eso no es lo peor. Mejor casas de lujo que armas. Pero la gente de Sida tiene un trabajo con el que se encuentra muy a gusto y eso está bien. Lo único que intento decir es que si se crean empresas allí te las tienes que ver con gente de dudosa moral, de una manera u otra. Claro que te ensucias las manos un poco, pero por lo menos haces algo. Y si construyo una carretera desde mi mina, será difícil impedir que los grupos combatientes la utilicen.
Malou von Sivers: ¿Así que duermes tranquilo por la noche?
Mauri Kallis: Nunca he dormido a gusto por la noche pero no es por eso.
Malou von Sivers (como él se ha puesto a la defensiva, cambia de línea): Parece como si hubiéramos vuelto a tu infancia. ¿Nos puedes explicar cómo fue? Naciste en Kiruna en 1964. Sin padre y con una madre que no se podía hacer cargo de ti.
Mauri Kallis: No, no tenía capacidad para cuidar de un niño. A mis hermanastros, que nacieron después, los obligaron a ir a un hogar de acogida casi desde el principio, pero claro, yo fui el primero así que viví con ella hasta los once años.
Malou von Sivers: ¿Cómo fue?
Mauri Kallis (busca las palabras, cierra los ojos, es como si hiciera pausas para ver las escenas que se le representan en la cabeza): Me las tuve que apañar solo… muchísimo. Ella dormía cuando yo estaba en la escuela. Se… enfadaba mucho si le decía que tenía hambre… Podía irse durante varios días seguidos y yo no sabía dónde estaba.
Malou von Sivers: ¿Es difícil hablar de ello?
Mauri Kallis: Mucho.
Malou von Siyers: Ahora tienes tu propia familia. Una esposa, dos hijos, de diez y doce años. ¿De qué manera tu infancia te ha influido en ese papel?
Mauri Kallis: Es difícil decirlo pero no tengo una imagen interior de cómo se vive una vida normal en familia. En la escuela veía, ¿cómo decirlo?, madres normales. Llevaban el pelo limpio e iban bien peinadas… Y padres. A veces iba a casa de algún compañero, pero no era habitual. Y entonces veía su casa con muebles, alfombras, objetos decorativos, acuarios con peces. En casa no teníamos casi nada. Una vez, los de los servicios sociales nos compraron un sofá de segunda mano, aún lo recuerdo. En el respaldo había como un cajón que se podía abrir y de allí salía una cama extra. A mí me parecía de lo más lujoso. Al cabo de dos días había desaparecido.
Malou von Sivers: ¿Adonde había ido a parar?
Mauri Kallis: Seguro que alguien lo vendió. Vino gente y se lo llevó. Si recuerdo bien, la puerta nunca estaba cerrada con llave.
Malou von Sivers: Al final te llevaron a un hogar de acogida.
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