Sir Gerald se había hundido de nuevo entre los cojines del sofá, con los ojos cerrados, y sosteniendo con la mano floja la taza que tenía sobre su rodilla.
– ¿Tommy y mamá? -dijo Julia-. Pero eso significa que Matty… -Se hundió. Sus ojos estaban muy abiertos y oscuros por el shock . Kincaid deseó poder consolarla como había hecho la noche anterior.
Vivian Plumley también estaba mirando a los demás, y Kincaid vio en ella a la perpetua observadora, siempre en los límites de lo que es la familia, pero conocedora de sus más oscuros secretos. Asintió una vez y apretó los labios, pero Kincaid no supo decir si su expresión indicaba aflicción o satisfacción.
– Qué estupidez, comisario -dijo Caroline. Puso la mano suavemente sobre el hombro de Gerald-. No lo toleraré. Ha rebasado los límites de la buena educación, así como…
– Siento angustiarla, Dame Caroline, pero me temo que es necesario. Sir Gerald, ¿puede decirme exactamente qué hizo después de que Tommy se fuera?
Gerald tocó la mano de su mujer.
– No importa, Caro. No tiene nada de malo. -Se incorporó, sentándose un poco hacia delante y apurando la taza de té antes de empezar-. En realidad no hay mucho que explicar. Tomé una bebida fuerte con Tommy, y me temo que seguí bebiendo cuando se fue. Cuando dejé el teatro había sobrepasado el límite. No debería haber conducido, por supuesto. Fue muy irresponsable por mi parte. Pero conseguí llegar a casa sin percance alguno. -Sonrió, mostrando las sanas y rosadas encías encima de sus dientes-. Bueno, casi. Creo que rocé el coche de Caro cuando aparqué el mío. Parece que mi memoria me engañó por unos treinta centímetros o así. Le di una pequeña rascada a la pintura en el lado más cercano. Debía de ser cerca de la una cuando llegué tambaleándome a la cama. Caro estaba dormida. Sabía que Julia estaba fuera, por supuesto, ya que no había visto su coche en la entrada. Pero hace años que ya no está bajo toque de queda. -Miró a su hija con afecto.
– Pero me pareció oírte llegar hacia medianoche -dijo Plummy. Meneó la cabeza-. Acababa de abrir los ojos y eché una ojeada al reloj. Quizás no lo vi bien.
Caroline se levantó del brazo del sofá y se dirigió al fuego, colocándose de espaldas a él.
– De verdad, no veo la razón para todo esto, comisario. Sólo porque Connor estaba obviamente trastornado no significa que debamos sometemos a una especie de interrogatorio fascista. Ya hemos hablado de esto una vez, debería ser suficiente. Espero que se dé cuenta de que el comisionado se va a enterar de su irracional comportamiento.
Estaba de pie, con las manos a la espalda y los pies ligeramente separados. Su jersey de cuello alto negro y los pantalones estrechos metidos en las botas de montar de suave cuero, la hacían parecer un personaje masculino de una ópera. Con el cabello hasta la barbilla y esa ropa, podría haber pasado fácilmente por un chico a punto de llegar a la edad adulta. El tono de su piel era un poco subido, como corresponde al héroe o heroína en circunstancias difíciles, pero su voz, como siempre, estaba perfectamente controlada.
– Dame Caroline -dijo Kincaid-, Connor puede que haya estado emocionalmente consternado, pero estaba diciendo la verdad. Tommy lo ha admitido y Sir Gerald también lo ha confirmado. Creo que es hora… -Kincaid captó un movimiento por el rabillo del ojo. La chaqueta de Caroline se escurrió del respaldo del sofá hasta caer sobre el asiento con un sonido de roce, y el suave cuero negro pareció fluir como agua corriente.
Kincaid tuvo una extraña sensación. Era como si de repente se estuviera alejando de un túnel que distorsionaba tanto su oído como su vista. Parpadeó y se volvió hacia Caroline. Tan sólo es necesario reordenar unas pocas piezas insignificantes del patrón y todo se mueve, alterando y definiendo el conjunto de forma clara, precisa e irrefutable. Le llenó de asombro el hecho de que no lo hubiera visto claro desde el principio.
Todos lo estaban mirando con diversos grados de preocupación. Sonrió a Gemma, que se había quedado con la taza a medio camino. Él mismo dejó con firmeza su taza vacía en la mesa.
– No fue el timbre lo que oyó, señora Plumley. Fue el teléfono. Y no fue a Sir Gerald a quien oyó pocos minutos después de medianoche. Fue a Caroline.
– Connor llamó a esta casa desde su piso un poco antes de las once. Pienso que es probable que quisiera hablar con Julia, pero fue Caroline la que respondió. -Kincaid se levantó y se dirigió hacia el piano, de manera que pudiera mirar directamente a Caroline-. No pudo resistir el acosarla, ¿no es así, Caroline? Después de todo usted era la creadora de la mentira que él pensaba que le había costado la felicidad.
»Usted pensó que lo podría calmar, hacerlo entrar en razón. Así que le dijo que se vieran. Pero no quería que él montara una escena en público, y le sugirió un sitio en el que nadie podría oírlos. ¿Qué más natural que su paseo favorito por Hambleden Lock?
»Se vistió rápidamente. Imagino que se puso algo parecido a lo que lleva hoy, y, encima, la chaqueta de cuero. La noche era fría y húmeda y del aparcamiento al río hay un trecho. Salió silenciosamente de la casa, asegurándose de no despertar a Plummy, y cuando llegó al río esperó a Con al principio de la presa.
Kincaid cambió de postura y se metió las manos en los bolsillos de los pantalones. Todos lo miraban hipnotizados, como si él personalizara un mago que fuera a sacar un conejo de un sombrero. Los ojos de Julia parecían vidriosos, como si fuera incapaz de asimilar un segundo shock tan seguido después del primero.
– ¿Qué pasó entonces, Caroline? -preguntó. Cerró los ojos y visualizó la escena a medida que hablaba-. Caminaron por la presa y se pelearon. Cuanto más intentaba usted razonar con él, más difícil se ponía. Alcanzaron la esclusa y la cruzaron hasta el otro lado, donde acaba el camino pavimentado. -Abrió los ojos de nuevo y miró la cara tranquila y serena de Caroline-. ¿Estuvo con Connor en la pequeña plataforma de cemento, un poco más arriba de la compuerta? ¿Sugirió usted que regresaran? Pero Con ya estaba fuera de control entonces, y la discusión pasó a…
– Por favor, comisario -dijo Sir Gerald-, ha ido realmente demasiado lejos. Esto es absurdo. Caro no podría matar a nadie. No es físicamente capaz. Mírela. Y Con medía más de un metro ochenta y era de constitución…
– También es una actriz, Sir Gerald, entrenada para usar su cuerpo en el escenario. Puede haber sido algo tan sencillo como apartarse a un lado cuando él venía hacia ella. Probablemente no lleguemos a saberlo nunca, ni lleguemos a saber qué mató realmente a Connor. Según los resultados de la autopsia lo más probable es que haya sido un laringoespasmo: su garganta se cerró por el shock producido al caer al agua, y murió sofocado sin que le llegara una sola gota de agua a los pulmones.
»Lo que sí sabemos -dijo, volviéndose a Caroline-, es que había ayuda a menos de cincuenta metros. El esclusero estaba en casa y disponía del equipo y pericia necesarios. Incluso si él no hubiera estado disponible, había otras casas adonde acudir en el lado opuesto del río.
»Tanto si la caída de Connor al río fue un accidente, o debido a un movimiento de defensa propia, o un acto de violencia deliberada, el hecho es que usted es culpable, Dame Caroline. Podría haberlo salvado. ¿Esperó un tiempo razonable a que saliera otra vez a la superficie? Cuando no lo hizo, usted dejó el lugar, condujo a casa y se metió en la cama, donde Gerald la encontró durmiendo plácidamente. Sólo que estaba más nerviosa de lo que usted creía, y no logró aparcar el coche exactamente donde había estado antes.
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