"Mmm, no pares," su compañera humana se quejó, tirando de su boca de vuelta a la herida en su cuello. Ella también estaba sintiendo los efectos de la alimentación, cautivada como todos los humanos llegaban a estar cuando estaban bajo la mordedura de la Raza. “No pares, cariño”.
La visión de Nikolai estaba inundada de fuego ámbar mientras el se abrazaba de nuevo a su garganta. El sabía que no era Renata, pero mientras sus manos pasaban rozando las desnudas piernas de la mujer y por debajo de la falta corta de mezclilla que ella llevaba puesta, el se imaginó acariciando los bellos y largos muslos de Renata. El imaginó que era la sangre de Renata la que le alimentaba. El cuerpo de Renata el que respondía tan apasionado a su contacto.
Eran los febriles jadeos de Renata los que le guiaban mientras el destrozaba la tanga barato con una mano y trabajaba para liberarse con la otra.
El necesitaba estar dentro de ella.
El necesitaba…
Santo Cielo.
Una ligera brisa se arremolinó a través del callejón, llevando con ella la fetidez de vampiros Renegados. Y había demasiada sangre derramada también. Sangre humana. Una condenada cantidad, mezclada con el vil hedor de Renegados sangrando.
“Jesucristo”.
¿Qué coño sucede?
El tiró de la falda de la mujer hacia abajo y barrio con su lengua la herida del cuello, sellando su mordedura.
"Dije que no pararas…"
Niko no le dio tiempo de terminar su pensamiento. Con poner su palma sobre su frente, borró de su mente todo. “Sal de aquí” le dijo.
El estaba ya corriendo por el callejón cuando ella salió de su aturdimiento y comenzó a moverse. El siguió a su nariz hasta un dilapidado edificio no lejos de donde había estado. La fetidez emanaba del interior, un par de pisos por encima de la calle.
Nikolai escaló la escalera de incendios hasta el Segundo piso. Sus ojos estaban prácticamente regando el abrumador olor a muerte que rodaba por debajo de esa planta. Su mano sobre la pistola enfundada en su cadera, Niko se acercó al lugar. No había sonidos al otro de la maltrecha puerta llena de graffitis. Solo muerte, humana y vampírica. Niko giro el pomo y se preparo para lo que encontraría.
Había habido una masacre.
Un aparente drogadicto permanecía en posición fetal entre desechos de jeringas y otras basuras que cubrían el suelo lleno de sangre y un repugnante colchón. El cuerpo estaba tan arruinado que era apenas reconocible como humano, solo dejaba un sexo distinguible. Los otros dos cuerpos fueron atacados ferozmente también, pero definitivamente eran de la Raza, ambos Renegados a juzgar por el tamaño y olor de ellos.
Nikolai pudo suponer que podría haber ocurrido aquí: un forcejeo letal sobre la presa. Esta lucha era reciente, quizás solo unos minutos atrás. Y los dos chupasangres muertos no habrían sido capaces de destruirse el uno al otro tan a conciencia antes de que uno o el otro cayeran.
Había habido al menos un Renegado más envuelto en esta pelea.
Si Niko tenía suerte, el ganador podría estar aún en la zona, lamiendo sus heridas. El lo esperaba así, porque le encantaría dar al bastardo enfermo una probada de su pistola de 9 mm. Nada decía “Que Tengas un buen día” como el riego sanguíneo corrompido de un Renegado yendo a una fusión alérgica de una dosis de titanio venenosa.
Nikolai fue hacia la ventana precintada y tiró de los paneles atornillados crudamente. Si el estaba buscando acción, el la había encontrado a montones. Abajo, en la calle, había un Renegado enorme. El estaba ensangrentado y maltrecho, pareciendo el infierno.
Pero maldita sea…no estaba solo.
Alexei Yakut estaba con él.
Increíblemente, Lex y el Renegado caminaban hacia un sedan que les esperaba y entraron dentro.
"¿Qué demonios sucedia?" Niko murmuró en bajo mientras el coche arrancaba y se deslizaba por la calle.
El estuvo a punto de saltar por la ventana abierta y seguir a pie cuando un grito agudo sonó detrás de él. Una mujer había vagado hasta la zona de la matanza y ahora gritaba de terror, un dedo acusador señalaba en su dirección. Ella gritó de nuevo lo suficientemente alto para despertar a cada camello y comerciante del vecindario.
Nikolai miró a la testigo y la sangrienta evidencia de un forcejeo que parecía cualquier cosa excepto humana.
"Maldita sea," gruñó el, mirando por encima de su hombre a tiempo para ver el coche de Lex desaparecer girando la esquina. “Esta bien” dijo a la chillona banshee (Son espíritus femeninos que, según la leyenda, al aparecerse ante un irlandés, anunciaba con sus gemidos la muerte cercana de un pariente. Son consideradas hadas y mensajeras del otro mundo) mientras el dejaba la ventana y se acercaba a ella. “No viste nada”.
El borró su memoria y la sacó fuera de la habitación. Entonces el tomó un cuchillo de titanium y lo clavó en los restos de uno de los Renegados muertos.
Mientras el cuerpo comenzaba a chisporrotear y disolverse, Niko se prepare para limpiar el resto del desorden que Lex y su insólito socio habían dejado atrás.
Traducido por Xhiamara
Renata permaneció junto al mostrador de la cocina, agarró un cuchillo libremente en la mano. “Qué tipo de jalea quieres esta noche, uva o fresa?”
“Uva” contesto Mira. “No espera. Quiero fresas esta vez.”
Ella estaba sentada en el borde de la encimera de madera al lado de Renata, sus piernas colgando con los brazos cruzados. Vestida con una camiseta purpura, pantalones azul desgastados, y zapatillas desgastadas, Mira podría parecer como cualquier otra niña de cerca esperando la cena. Pero las niñas normales no eran obligadas a comer lo mismo, prácticamente día a día. La pequeñas niñas normales tenían familias que las amaban y cuidaban. Vivían en casas bonitas, con calles bonitas con arboladas, con cocinas brillantes y despensas almacenadas, y las madres sabían cocinar comidas interminables y maravillosas.
Al menos, eso es lo que Renata se imaginaba cuando pensaba en la representación ideal de una familia normal. Ella no lo sabía por ningún tipo de experiencia personal. Como niña de la calle antes de que Yakut la encontrara y llevara a su guarida, Mira no sabía tampoco sabía lo que era normal. Pero era sana, el tipo de vida normal que Renata deseaba para la niña, aunque parecía un deseo insignificante, de pie en la sucia cocina de Sergei Yakut, junto a un destartalado campo de tiro, que probablemente no funcionaría, aunque tuviera una línea de gas corriendo en ella.
Desde que Renata y Mira eran las únicas en la cabaña que se alimentaban de comida, Yakut había dejado en sus manos que ella y la niña se alimentaran regularmente. Renata no prestaba realmente atención en su alimentación odiaba no ser capaz de tratar a Mira con algo agradable de vez en cuando.
“Un día saldremos y tendremos una cena real para nosotras, una con cinco platillos diferentes. Además del postre,” añadió, untando la mermelada de fresa en una rebanada de pan blanco. “Tal vez tengamos dos postres cada una.”
Mira sonrió bajo el corto velo negro que caía sobre la pequeña punta de su nariz. “Crees qué el postre será de chocolate?”
“Definitivamente de chocolate. Aquí tienes,” dijo, entregándole el plato.
“PB &J, fuertes con la J, y sin costras.”
Renata se apoyó en el mostrador, mientras Mira cortaba un pequeño trozo del bocadillo y se lo comía, como si fuera tan delicioso como cualquier menú de cinco platos que se pudiera imaginar.
“No olvides tomarte tu jugo de manzana.”
“Mmm- está bien.”
Renata clavó el popote en la caja del jugo y lo puso al lado de Mira. Entonces ella quitó las cosas, limpiando el mostrador. Cada musculo tenso cuando oyó la voz de Lex en la habitación.
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