Se había ido desde el anochecer. Renata no lo había echado de menos, pero no se había preguntado qué era lo que había estado haciendo desde que se había ido. La respuesta se produjo en la forma de una carcajada de una mujer borracha- varias mujeres borrachas, por el sonido de las risas y los chillidos pasando el área principal de la cabaña.
Lex traía a menudo mujeres humanas a casa para servir a su ejército de sangre y entretenimiento general.. A veces las mantenía por varios días. Ocasionalmente compartía su botín con los otros guardias, todos ellos las usaban y borraban el ataque de sus mentes antes de botarlas de nuevo a sus vidas. El estar bajo el mismo techo que Lex cuando estaba de humor fiestero la enfermaba, pero no más de lo que enfermaba a Mira, ya que era expuesta – incluso en la periferia – a sus juegos también.
“Qué está pasando allí afuera, Rennie?” preguntó.
“Termina tu sándwich,” Renata le dijo a Mira cuando dejó de comer para escuchar el alboroto en la otra habitación. “Quédate aquí. Enseguida regreso.”
Renata salió de la cocina y atravesó el pasillo hacia el alboroto.
“Beban, señoritas!” gritó Lex, dejando caer una caja de botellas de licor en el sofá de cuero.
El no consumiría alcohol, ni se favorecía de los favores de la fiesta que conseguía. Un par de bolsas claras, enrolladas, cada una tan rellena, con lo que probablemente era cocaína, y las arrojó sobre la mesa. El sistema de sonido se encendió, un bajo crepitando fuertemente por debajo de la letra de la canción de hip-hop.
Lex agarró a la morena curvilínea con la risa frívola y la colocó bajo su brazo. “Te dije que tendríamos la diversión con nosotros! Ven aquí y muéstrame una gratitud adecuada.”
Ciertamente el estaba en un raro estado de ánimo, de buen humor. Y no era un milagro. Regresó con un buen botín: cinco mujeres vestidas con tacones altos, diminutos tops, y micro faldas. Al principio, Renata adivinó que eran prostitutas, pero viendo más de cerca, que estaban demasiado limpias, demasiado dulces bajo todo ese maquillaje pesado para ser parte de la vida de las calles. Probablemente eran solo ingenuas chicas del club, sin darse cuenta de que el persuasivo, y atractivo hombre que las recogió era en realidad como algo salido de una pesadilla.
“Vengan a conoces a mis amigos,” Lex les dijo al grupo de mujeres mientras se movía hacia los otro machos de Raza para ver la captura de la noche. Hubo un momento de aprensión palpable mientras los cuatro guardias fuertemente armados miraban lascivamente a sus aperitivos humanos. Lex empujó a las tres mujeres hacia los ansiosos vampiros. “No sean tímidas, chicas. Esta es una fiesta, después de todo. Vayan y digan hola.”
Renata se dio cuenta de que el estaba reteniendo a las dos chicas más bonitas. Típico de Lex, obviamente había reservado lo mejor para él. Renata estaba a punto de girarse y volver con Mira a la cocina – a tratar de ignorar la orgía sangrienta que estaba a punto de comenzar- pero antes de que pudiera dar dos pasos lejos, Sergei Yakut apareció atronador de sus aposentos privados.
“Alexei.” La furia vibraba fuera del vampiro mayor en ondas de calor. Miró a Lex, con ojos brillantes color ámbar. “Has estado fuera durante horas. Dónde estuviste?”
“He estado en la ciudad, padre.” Intentó con una sonrisa generosa, comodiciendo que su tiempo fuera de sus obligaciones no hubiera sido enteramente para servir a sus propias necesidades. “Mire lo que le traje.”
Lex puso una de las mujeres lejos de su resguardo para que Yakut la inspeccionara. Yakut ni siquiera le dio una mirada al premio que Lex le ofrecía. Solo miró a las dos mujeres que Lex guardaba para él mismo.
El Gen Uno gruñó. “Escarbaras la mierda de tus talones y me dirás que es oro?”
“Nunca,” respondió Lex. “Padre, yo nunca lo consideraría.”
“Bien. Estas dos serán,” dijo, indicando a las mujeres de Lex.
Furioso como debería de estar, humillado como él debió sentirlo como un pinchazo a su orgullo. Lex no dijo ni una palabra. Dejó caer su mirada y esperó en silencio a que Yakut recogiera a sus dos compañeras y se dirigiera con ellas a sus aposentos privados.
“No esperamos ser molestados,” Yakut ordenó sombríamente. “Por ninguna razón.”
Lex dio un asentimiento de reverencia contenida. “Si padre. Por supuesto. Cualquier cosa que desee.”
Nikolai oyó música y voces antes incluso de que estuviera a quinientos metros de la cabaña. Se acercó, moviéndose a través del bosque como fantasma, el carro de Lex estaba estacionado en la parte de atrás, el capó (cofre) todavía estaba caliente por el viaje a la ciudad.
Niko no estaba seguro de lo que iba a encontrar. No se esperaba una maldita fiesta, pero eso era lo que parecía que había adentro de la casa principal. El lugar estaba iluminado como árbol de navidad, las luces que salían de las ventanas de la sala donde alguien estaba entretenido con un número de hembras. Rap pesado básico vibraba por todo el camino de tierra por debajo de las botas de Nikolai mientras él se acercaba a un lado del edificio y echaba un vistazo a dentro.
Lex estaba ahí, muy bien. El y el resto de los guardaespaldas de Ykut, reunidos todos en una sala rustica. Tres mujeres jóvenes bailaban en las alfombras de piel en ropa interior, todos ellos claramente embriagados, basado en la cantidad de bebidas alcohólicas y estupefacientes extendidos sobre la mesa más cercana. Los cuatro guardias de Raza aullaban y las animaban, los vampiros probablemente estaban a segundos de abalanzarse sobre las hembras ingenuas.
Lex, mientras tanto, estaba sentado encorvado en un sofá de piel, los ojos oscuros fijos en las mujeres a pesar de que sus pensamientos parecían estar a kilómetros de distancia. No había ninguna señal del pícaro Lex que había estado coqueteando en la ciudad. Sin señales de Sergei Yakut tampoco, y el hecho de que la seguridad entera estaba ilimitada con este pequeño espectáculo hizo que los instintos de Niko cambiaran a alerta roja.
“Qué demonios estas haciendo?” Niko pronunció por lo bajo.
Pero el sabía la respuesta incluso antes de que comenzara a moverse por la parte posterior de la cabaña, donde Yakut tenía sus aposentos privados. Cuando un sutil, pero persistente olor confirmó las sospechas de Niko de su peor temor.
Maldita sea.
El renegado estaba aquí.
Nikolai olió sangre fresca derramada también, proveniente de humano, el aroma era casi abrumador cuanto más se acercaba a la habitación de Yakut. Sangre y sexo, para ser exactos, como si el Gen Uno hubiera estado dando un atracón el solo por un tiempo.
Un grito repentino irrumpió en la noche.
De mujer. Un sonido de terror total, procedente de dentro de las cámaras de Yakut.
Después, disparos amortiguados.
Pop, pop, pop!
Nikolai voló a través de la puerta trasera del refugio, sin sorprenderse al encontrarlo desbloqueado desde fuera y parcialmente abierto. Irrumpió en el cuarto de Yakut, su pistola semi-automática en su mano lista para ser descargada la carga completa de de balas de titanio reforzado.
La escena que lo saludó era una carnicería total.
En la cama estaba Sergei Yakut, tendido desnudo sobre una mujer atrapada bajo su cuerpo sin vida, con la garganta desgarrada donde el vampiro se había estado alimentado de ella apenas unos segundos antes. Ella no se movía, y no había color en la piel de la mujer o el pelo, porque la mayoría de ella estaba cubierta de la sangre de Yakut y la propia. Faltaba la mitad de la cara del Gen Uno. La cabeza de Sergei Yakut era poco más que pedazos de hueso, tejido y sangre del trio de balas que habían sido disparadas a quemarropa en la parte posterior de su cráneo. Estaba muerto y el rengado que lo mató fue también presa del ansia de sangre para darse cuenta de la presencia de Nikolai. El hijo de puta había dejado la pistola que había utilizado para matar a Yakut y actualmente estaba ocupado con otra mujer desnuda que había sido atrapada en la esquina de la habitación. Sus ojos estaban girados hacia atrás y no se movía. Mierda, no estaba respirando bien, aunque el renegado seguía bebiendo de ella, su cuello desecho por los colmillos enormes.
Читать дальше