– ¿Una hora? -dijo Jack.
– No tengo tiempo para esto -dijo Ken bruscamente, la voz gélida-. Harás lo que digo. Esto es sobre seguridad, y cuando es una cuestión de seguridad, te pones a la cola, sin discusiones.
– Nadie me controla. Nadie . Whitney no pudo controlarme y estaré condenada si tú lo haces. No voy a esconderme mientras te pones en peligro.
Ken se acercó a ella. Los ojos glaciales.
– Harás exactamente lo que digo cuando lo digo, Mari. No estoy de coña aquí. No voy a dejar que consigas que te disparen de modo que puedas probar tu punto de vista. Esto no es sobre la libertad o lo que quiera que tú creas que es. Sean te quiere de cualquier modo que pueda tenerte. Tiene que pasar sobre mí para hacerlo. Si yo fallo, y Jack falla y Logan falla, serás bienvenida para liquidarlo.
La cara de Mari palideció y retrocedió un paso.
– ¡No te atrevas a mirarme como si estuvieras temerosa de que te pegara! -Ken le agarró el brazo y la sacudió hacia él.
Las manos de Mari se alzaron en una posición ligeramente defensiva.
– Aléjate de mí.
– Eso fue realmente sensible de tu parte -declaró Jack-. Caramba, Ken, ¿Puedes ser más tonto?
Ken ignoró a su hermano y empujó a Mari estrechamente contra su cuerpo.
– La pasada noche estaba tan profundamente dentro de ti que compartíamos la misma piel. Y hoy estás mirándome como si fuera un maldito monstruo. -Miró los propios dedos hincarse profundamente en su brazo, abruptamente la liberó, y miró a su hermano en busca de ayuda.
Jack puso un gran cuidado en no mirar a Briony. Cariño, tú eres el cerebro del equipo. Haz algo rápido.
Sin titubeos. Briony hizo un pequeño sonido de aflicción. Instantáneamente todo el mundo la miró. Enlazó los brazos protectoramente sobre su gran estómago.
– Jack. Estoy tan asustada. La última vez… -Disminuyó.
Instintivamente Mari se acercó a ella.
– Sean no va a acercarse a ti. No hay ningún modo de que eso pase.
– Vinieron la última vez. Mari, con helicópteros, y escapamos por los pelos. No puedo escalar el acantilado ahora. No puedo correr. El doctor me puso en reposo absoluto porque tenía unas contracciones. No puedo luchar esta vez.
– Mari es un muy buen soldado, Briony -dijo Ken-. Es una genial tiradora y la he visto luchar. No va a permitir que nadie llegue a ti.
Mari le disparó una sofocante mirada, pero sonrió consoladoramente a su hermana.
– No voy a dejar que nada te pase a ti o a los niños. Lo prometo. ¿Por qué no te adelantas hacia el túnel?
– Mari… -Ken no tenía ni idea de lo que iba a decir, pero no quería alejarse así. Estaba dudando acerca de quedarse con él, y desde que la había traído a la casa había estado diferente.
– Vete. Termínalo. Necesito otra pistola y un par de clips de munición, sólo para asegurarnos.
– Puedo mostrarte donde está todo -dijo Briony, deslizando la mano en la de Mari.
Ken meneó la cabeza y siguió a Jack fuera de la casa, comprobando el rifle y las pistolas automáticamente mientras escondían las armas a lo largo del jardín.
– Mantén tu mente en lo que ocurre aquí -dijo Jack-. De otro modo eres hombre muerto. Ella no se va a ninguna parte.
– ¿Cómo lo sabes?
– Veo el modo en que te mira. Cualquier loco puede verlo.
– No es como Briony, Jack. No importa cómo lo cortes, en la habitación o fuera, voy a ser rudo con ella. Más temprano o más tarde va a huir de aquí. Y no sé qué haré entonces. -Y no lo sabía. No podía pensar en ella dejándole porque sabía que ella estaba contemplando la idea. La mente se le quedó en blanco.
– Ken. -Jack puso las manos sobre los hombros de su hermano-. Sean es un asesino entrenado. Esto no va a ser fácil. Tienes que mantener tu mente en lo que estás haciendo. ¿Por qué no me dejas intercambiar posiciones contigo? Él no sabrá la diferencia.
Ken meneó la cabeza.
– Estaré bien. Esta es mi guerra, Jack. Cuida de ti allá arriba. Si te ve escalando y piensa que tú eres yo, podría perfectamente ir detrás de ti o intentar eliminarte con un buen y bien situado disparo.
Jack se encogió de hombros.
– Entonces será mejor que estés en posición cubriéndome.
Ken asintió y entró en la tienda, saliendo unos pocos minutos más tarde con una peluca rubia en la cabeza. Se encorvó tratando de hacerse más pequeño, permaneciendo en el grueso follaje de modo que cualquiera que mirara pudiera captar un destello de él. Sean necesitaba ver a Jack, creer que era Ken escalando la cara de la montaña. La ilusión iría más lejos si Mari estuviera caminando entre los árboles por si misma. Ken asumió su posición, sentado en un pedrusco cerca del arroyo, las hojas de helecho a modo de encaje cubriendo la mayor parte de su cuerpo mientras esperaba a que Sean le viera. En todo momento su mirada buscaba la cresta de la colina para asegurarse que el enemigo no estaba mintiendo en esperar para conseguir un blanco de Jack.
Pasaron los minutos. Quince. Pudo ver a Jack moviéndose arriba de la escarpada cara de la roca a su lugar favorito de observación. Para un forastero parecía estar ocupado en un pequeño peñón de escalada recreado. Ken sabía que una vez que Jack estuviera en la cima, se deslizaría en la sombra del acantilado, justo dentro de una magnifica pequeña depresión donde nadie podría divisarle, y él tendría una vista de pájaro de la región de alrededor.
Veinte minutos. Ken curvado, cogió unos pocos pequeños guijarros, y ociosamente los arrojó en el arroyo. La parte trasera de su cuello le picó. Sintió un picor entre los omoplatos. Hubo un susurro de hojas rozándose contra ropa. Sería todo instinto ahora y Ken tenía instintos de supervivencia perfeccionados desde su niñez, cuando su padre entraba en la casa borracho, intentando infligir tanto dolor y daño como pudiera en sus hijos. Sabía que estaba en peligro. Estaba siendo acechado.
Ken se agachó de nuevo como si cogiera más guijarros. Permaneció bajo, barriendo el área con una mirada casual. Hizo un gran espectáculo seleccionando buenas piedras para lanzar. Una ramilla se rompió a la derecha en el estrecho sendero de ciervo que zigzagueaba por las colinas. El sendero tenía un punto favorito para tumbarse en la sombra cerca del arroyo. Ken miró hacia el área donde las hierbas estaban constantemente pisoteadas y vio parte de una pierna de pantalón. Palmeó el cuchillo en su bota mientras se enderezaba el pelo, cuidando de permanecer en medio de los crecidos helechos.
– Hola Mari. -Saludó Sean-. Si te estás muy, muy quieta, puede que deje a todo el mundo vivir salvo a tu amante. Si me das problemas, la primera persona que mataré será a la puta de tu hermana.
Ken se giró lentamente, ocultando el cuchillo junto la muñeca.
– Vigila tu boca cuando hablas de mi cuñada.
– ¡Tú! -Sean frunció el ceño, la ira cruzó rápidamente su cara; entonces su boca se estrechó en una gruñona sonrisa-. Justo al bastardo que quería conocer.
– No eres muy inteligente, ¿verdad? -preguntó Ken, tomando un paso a la derecha para ver si Sean le seguía-. ¿Pensaste que no la protegería?
Sean rodeó a Ken. Ojos incansables buscando el área alrededor de ellos, midiendo la distancia que les separaba.
– Te vi en la montaña, escalando -dijo conversando-. ¿Cómo narices puedes estar aquí arriba?
– Mi hermano, Jack -replicó Ken sin emoción. Toda la rabia había desaparecido, y sintió el inevitable hielo fluyendo por las venas, ralentizando el tiempo muerto, excavando, así que todo lo que vio fue un hombre con dianas pintadas en su cuerpo.
– No puedes tenerla. Sabes que la has alejado de mí.
– Nunca fue tuya. Es su propia persona, Sean. No puedes tratarla como una posesión. Tiene su propia mente y su propia voluntad. -Incluso mientras Ken decía las palabras en alto, el corazón se le hundía. Era tan malo como Sean, intentando retenerla con él cuando sabía que necesitaba volar libre. No podía cambiar su naturaleza nada más de lo que Sean podía deshacer lo que fuera que había permitido a Whitney hacerle.
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