– Oh, sí, cariño, deshazte para mí. -El dedo barrió sobre su calor resbaladizo, empujando profundamente, y ella sintió la ráfaga de un orgasmo alcanzándola. Instantáneamente él dobló la cabeza otra vez y utilizó la pecaminosa boca para aumentar la fuerza de los temblores, la lengua tanteando profundamente, hasta que ella se volvió salvaje, rompiéndose bajo él y gritando su nombre.
Jess sonrió mientras se echaba para atrás. Ella era tan hermosa con los ojos casi opacos y los signos de su boca por todas partes. Le besó los muslos y entrelazó los dedos entre los suyos, estirándole los brazos sobre la cabeza y sujetándole las manos al colchón mientras se inclinaba hacia adelante para encontrar la boca con la suya. Podría besarla para siempre. Planeaba besarla para siempre.
Se tomó su tiempo para besarla una y otra vez, profundizando cada vez hasta que pudo sentir la misma urgencia en ella que él sentía. Se movió, deslizándose fuera del colchón, queriendo estar de pie, arrastrando el cuerpo de Saber al borde de la cama.
– ¿Qué estás haciendo?
– Algo -le levantó las caderas y se dobló para beber otra vez. Ella gritó entrecortadamente, respirando en jadeos-. Todo -lamió otra ofrenda de miel tibia y luego se enderezó sobre ella-. Abre la boca.
El parecía enorme estando de pie sobre ella como algún dios vengador, pero no podía resistirse al hambre que lo dirigía. Quería saborearle, quería ver cuán lejos le podría conducir antes de que perdiera el control.
– Esto se supone que sucede después de la boda -indicó ella mientras él empujaba las caderas más cerca, golpeándole los labios con la ancha cabeza acampanada de su pesada erección.
– Eres mi mujer -dijo-. En cada sentido de la palabra, eres mi mujer.
Ella le permitió esperar un latido del corazón antes de lamer la pequeña gota color perla de la cabeza. Las caderas dieron un tirón y él le agarró el pelo en las manos como si fueran riendas. Ella rió mientras él empujaba en su boca con ansia. El sonido viajó por su miembro y le sintió temblar, le vio echar la cabeza hacia atrás y cerrar los ojos.
Lo tomó profundo, la lengua excitaba la cara inferior de la ancha cabeza, encontrando el lugar más sensible, mientras la mano rodeaba la base, acariciando con los dedos. Le amaba con la boca, succionaba con fuerza y daba golpecitos con la lengua solo para cambiar a un ritmo más lento. Ella emparejó el ritmo con el latido de corazón de Jess, con el rápido aliento así podía seguir más fácilmente que le daba más placer. Todo parecía darle placer. Las caderas empezaron a empujar con urgencia y le sintió hincharse más, endurecerse en acero sedoso.
Fue Jess quien se apartó, respirando en duros jadeos.
– No tan rápido, mujer mía. Vas a matarme.
– Mereces morir por abandonarme.
El la agarró fácilmente y la echó al aire sobre el estómago, tirándola hacia atrás para que las caderas colgaran sobre la cama. Un brazo le rodeó la cintura mientras la otra mano fue inmediatamente entre las piernas, encontrando la humedad que le dijo que ella estaba más que lista para él. Empujó el dedo en ella y los músculos lo sujetaron con avidez.
– Estás tan malditamente caliente, Saber. -Presionó una mano en la nuca, sosteniéndola contra la cama mientras continuaba probando con la otra mano, hundiendo los dedos profundamente y luego retirándolos hasta que ella estuvo gimiendo y empujando contra su mano.
Jess quitó inmediatamente la tentación de los dedos y la reemplazó con su pesada erección. Ella intentó empujar hacia atrás, para empalarse, pero él la hizo esperar, sosteniéndola indefensa mientras empujaba dentro del canal llameante y apretado, lentamente, pulgada a pulgada. Estaba casi demasiado apretada, su vaina sedosa lo agarraba hasta que quiso rugir con placer. Se retiró y entró otra vez con el mismo empujón terriblemente lento, absorbiendo el modo en que su cuerpo se apretaba a su alrededor, sujetándolo con calor y fuego, seda viviente moviéndose y contrayéndose a su alrededor.
El aliento de Saber estalló en pequeño sollozo e intentó otra vez empujar con más fuerza hacia atrás, para forzar el ritmo que deseaba. Los dedos de Jess se apretaron en su nuca.
– Todavía no, nena, tómalo lento y tranquilo.
Él no lo quería lento y tranquilo más que ella lo hacía, pero la quería desesperada para él. Quería que lo anhelara de la misma manera que él lo hacía, que sintiera esa hambre que arañaba y rasgaba hasta que ella hiciera cualquier cosa por tenerlo dándole la liberación. Frotó la piel suave y firme de las nalgas, masajeando hasta que se retiró lentamente y luego miró como desaparecía en el secreto canal femenino.
Cuándo ella se sacudió otra vez, él se hundió duro y rápido. Ella sollozó, los músculos apretándose a su alrededor, las caderas meciéndose mientras él se conducía más fuerte, sosteniéndola sujeta a la cama, conduciendo profundamente su trasero contra su estómago. Su polla latía casi dolorosamente, hinchándose más, estirando su vaina femenina.
Saber no podía moverse, no podía hacer nada más que yacer allí boca abajo, disfrutando, mientras él bombeaba más y más duro en ella. La caliente fricción enviaba sensaciones a explotar por cada parte de su cuerpo hasta que pareció que cada parte de ella dolía por la liberación. Todo era más erótico colgada sobre el borde de la cama, incapaz de moverse mientras él tomaba su placer y lo devolvía diez veces más. Cada duro empuje de su polla deslizándose por sus pliegues de terciopelo se sentía como llamas arrastrándose por ella.
Él comenzó a bombear duro y rápidamente, ella no podía controlar el placer que estallaba a través de su cuerpo, cada músculo se apretaba, la explosión arrolladora se construía hasta que envió temblores y estremecimientos por su cuerpo. Los músculos convulsionaron alrededor de su pesado miembro, apretando con fuerza hasta que con un grito ronco, él llegó al clímax con ella.
Jess estaba encima de ella, respirando con jadeos, el corazón martilleando. Deslizó las manos bajo el cuerpo y ahuecó los senos, besándole la nuca mientras yacían juntos. Podía ver como su cuerpo se curvaba alrededor de su polla y respondió con pequeños tirones de éxtasis satisfecho. Ella le había drenado, le había dejado saciado y feliz, pero en algún lugar en el fondo, ese anhelo oscuro ya empezaba de nuevo, su mente viva con sus fantasías y todas las cosas que podía hacer para darle placer.
– Te amo, cariño. -Se puso en pie con desgana, sin querer separarse, pero sabiendo que era pesado. Dejó que su polla resbalara del calor de su cuerpo.
– Vas a estar en apuros cuando Patsy averigüe que estás aquí -susurró Saber, girándose hacia él, rodeándole el cuello con sus brazos esbeltos.
– Sí, bien, afrontaría cualquier cosa para estar contigo -la levantó, besándola, queriendo que sintiera como ella lo agitaba por adentro-. ¿Estás bien con esto? ¿Con vivir aquí? ¿Con ser una parte de todo esto?
– ¿Y si no lo estuviera?
– Eres mi mundo, Saber. Si no eres feliz, entonces yo no soy feliz -la besó otra vez y la puso en la cama, bajando hacia ella, con una sonrisa engreída-. Entonces sigo trabajando en convencerte hasta que sepas que esto es a donde perteneces.
Jess dobló la cabeza para acariciarle el vientre con la nariz. Algún día su niño crecería allí. El niño de ellos. Se labraría una vida para ellos de cualquier modo que pudiera, y que Dios ayudara a cualquiera que tratara de quitársela, porque él no tendría misericordia si venían a por su familia otra vez.
– Sé a donde pertenezco -dijo ella, los dedos retorciéndole el pelo-. Sé exactamente a donde pertenezco.
Jess Calhoun era su hombre, su otra mitad, y dondequiera que él estuviera, esa era su casa. Con quienquiera que él estuviera, era su familia. Y si alguien intentaba apartarlo de ella, bien, había todo un lado de ella que estaba suprimiendo, pero estaba allí, esperando y preparado para proteger lo suyo.
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