– Jess, has vuelto -Ken Norton echó un vistazo a su reloj-. Cuatro de la madrugada y te casas mañana. Vives al límite, hombre. -Estaba agachado sobre una gran roca que protegía la entrada a la tierra de los Norton.
Jess y Saber se quedaban temporalmente en una de las cabañas que los gemelos Norton tenían en las montañas de Montana.
Jess se detuvo en el recodo del camino. Esa noche no había luna y las nubes oscurecían la mayor parte de las estrellas del modo que le gustaba.
– No tenía mucha opción. La reunión con el Contralmirante y el general Rainer fue tan bien como podía esperar, adivino, pero ninguno de ellos se mostró muy feliz al saber que les habíamos estado investigando.
Ken se encogió de hombros, acunando el arma en sus brazos, los ojos barrieron la línea de árboles de abajo.
– Dudo mucho que Ryland o tú le dieseis mucho más que una disculpa.
– Infierno, no. Sólo le dimos nuestras conclusiones y una copia de la cinta. El original está aquí y lo mantendremos así.
– Estarás contento de saber que tienes una garantía. Oficialmente posees ochenta y seis acres aquí arriba. Ryland y Lily también compraron tierras aquí. De hecho están comprando grandes terrenos con la esperanza de que más Caminantes Fantasmas se asienten aquí más adelante. He estado ideando unos edificios que podamos defender más fácilmente -Ken se encogió de hombros-. Espero que puedas echarle un ojo más tarde.
Jess asintió.
– Definitivamente quiero comenzar a construir en cuanto podamos. Patsy está dispuesta a construir su casa cerca de la mía, así estaré seguro de que estará a salvo también. Eso significa que tendremos que construir dos casas para la próxima primavera.
– Estoy contento de que finalmente estuviera de acuerdo en venir. ¿Saber y ella todavía hablan sobre comprar otra emisora de radio? -La pregunta de Ken sonó bastante suave.
La risa de Jess fue débil. Sabía exactamente lo que Ken pensaba.
– No te preocupes. Si eso sucede, lo arreglaremos. Se que sería una pesadilla protegerlas en la ciudad.
– ¿Dónde nos quedamos con todo eso?
– Sobre lo mismo. El círculo de espionaje está todavía en el lugar, y lamentablemente varios del personal del ejército están implicados junto a un alto cargo de la Casa Blanca, lo cual significa que estamos jodidos. Violet está en libertad con su propia agenda personal y Whitney está ocupado manipulando a todos.
Ken sonrió abiertamente.
– Sí, bien, nos gusta este tipo de vida interesante.
– Tengo que volver, dormir un poco antes del gran acontecimiento. -Jess intentaba parecer calmado, cuando no lo estaba para nada. No podía esperar para ver a Saber y sostenerla en sus brazos.
Ken bufó.
– Está un poco cabreada contigo, amigo. No esperes una cálida recepción cuando te arrastres a su cama a… er… dormir.
Jess le sonrió burlonamente y subió el sendero hacia la cabaña, gesticulando hacia uno de los guardias agachados en los precipicios que dominaban la propiedad. Había localizado a varios Caminantes Fantasmas patrullando y sabía que habían llegado para la boda. Su boda. Sonrió como un idiota, pensando en ello.
Se había ido siete días mientras se encontraba con el almirante para darle las conclusiones de la investigación. Pero ahora estaba en casa y determinado a ver a Saber.
Había odiado dejarla detrás, y ella había estado menos que feliz por ello, pero sentía que estaba más segura bajo la protección del equipo de Caminantes Fantasmas.
Se deslizó por la ventana abierta y se paró allí un momento, bebiendo ante la vista de ella. Era tan hermosa que hacía que su corazón doliera. Desvistiéndose rápidamente, Jess subió a la cama, empujando su forma femenina a sus brazos.
Ella se abrazó a él, curvada como una gatita, mientras el cuerpo más grande de Jess se envolvía alrededor del suyo en actitud protectora. Sus rizos negro azulados se sentían como seda contra la cara y la suave piel invitaba a tocarla. La inhaló, empujando su olor hondamente en sus pulmones. Su cuerpo ya estaba hambriento, la boca anhelaba su sabor.
Se estiró, moviendo las piernas, deleitándose en el milagro de ser capaz de hacerlo, luego se inclinó hacia ella y le besó la nuca, deslizando las manos por las costillas hasta ahuecar los senos. El era un hombre grande y ella parecía tan frágil, aunque sabía que había poder en ella… acero. Ella estaría a su lado sin importar que sucediera.
Era un lujo poder tocarla, despertar su suave cuerpo curvilíneo. Suyo . Sonrió otra vez y apartó la sábana, deslizando el cuerpo sobre y bajo el de ella.
– ¿Qué estás haciendo aquí? -Saber no abrió los ojos.
Su voz soñolienta hipnotizaba, se deslizaba por su sistema como una droga.
– Vuelve a dormir. Quiero consentirme un poquito.
– Me dejaste y estoy enfadada contigo, así que vete.
Deslizó las manos sobre la piel suave desde los senos al vientre. Ella no abrió los ojos pero le frunció el entrecejo.
– No me mereces. Vete.
– Es el día de nuestra boda.
– Lo era. Fui abandonada. Dejada atrás. Abandonada. Sueño con venganza en este momento y me estás molestando.
El acarició la punta del seno con los labios, ligero como un pluma.
– ¿Qué clase de venganza? -Sentía el conjunto de músculos del estómago arremolinarse en respuesta.
– Encuentro que uno de los muy calientes marines de las Fuerzas Especiales toma tu lugar. Me adora y nunca me deja.
– Él conseguirá tener su garganta cortada y tú serás castigada severamente. Vuelve a dormir y sueña con una venganza apropiada como matarme o algo así. Eso es mucho más apropiado. Y ningún marine podrá jamás reemplazar a un SEAL, cariño. -Se inclinó para morder suavemente, la lengua lavando el pequeño picor.
– ¡Ay! -Le empujó la cabeza-. Vete.
La boca se cerró sobre el seno, amamantándose fuertemente, la lengua bailando sobre el pezón, dando golpecitos y excitando hasta que ella se estaba arqueando y las manos que le habían estado empujando tiraban de él acercándolo.
– Bien -murmuró ella-. Adivino que te mantendré.
El se rió y trazó un camino a besos por su vientre, acariciando los muslos y empujándolos para que se abrieran. Se tumbó sobre ella, las manos en el abdomen, los brazos sosteniendo las caderas en el lugar mientras se doblaba para probarla. Bajo él, ella saltó, las caderas dieron tirones pero él la mantuvo quieta y le dio varias largas y satisfactorias lamidas. El sabor meloso de ella era sexy como el infierno, y decidió que despertar debía ser todo indulgencia. Podía tenerla así cada mañana y sería un hombre feliz todo el día.
– Eres tan hermosa.
Su cuerpo estaba ruborizado, los muslos apretados. Los músculos se arremolinaron en el estómago y el rocío brilló en los rizos diminutos que protegían el tesoro tras el que andaba. La sostuvo abierta para él, dobló la cabeza y bebió, la lengua apuñalaba profundamente, rodeaba su clítoris y atraía el néctar.
Su cuerpo se movía, pero la sostuvo firmemente, dándole un pequeño cachete en el trasero. El pequeño golpe de calor envío más miel. La lamió con apreciación.
– Permanece quieta. Este es mi tiempo, puedes hacer lo que quieras más tarde, después de todo, tengo que mostrarte que los hombres de la marina están preparados para la tarea.
Saber gimió, agarrando la almohada para evitar levantarse de la cama. La lengua era como fuego, acariciando con pequeñas llamas alrededor de su clítoris. El succionó, el sonido era sexy, de un modo pecaminosamente malvado. Un sollozo de placer escapó y se clavó a las sábanas, intentando aguantar quieta para él. Los ojos de Jess eran calientes y oscuros con lujuria mientras sentía los primeros temblores del cuerpo de Saber.
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