– No eres tan vieja, Mary.
– Setenta y uno, niña. Parezco más joven, pero no me muevo tan vivamente como solía. – Vertió la mezcla en un molde y arrebañó todo con cuidado-. En cuanto a ti y tu leopardo, es una experiencia excitante. ¿Tienes miedo?
– Nerviosa. Bien… Un poco atemorizada. ¿Duele?
– Algo, porque puedes sentir la transformación, pero de un modo bueno. No vaciles. Sólo deja que suceda. No te perderás. Estarás allí completamente, sólo que de otra forma.
– ¿Y ella querrá aparearse con su leopardo?
– Sí. Y tú tendrás que dejarla. -Se rió, su expresión soñadora-. Ella sólo te volverá más salvaje para tu hombre.
– Si eso es posible -murmuró Isabeau-. Ya soy bastante salvaje para él y Conner lo sabe.
– Él no sería leopardo si no lo supiera, cariño -dijo Mary-. Empujó el molde en el horno y retrocedió, limpiándose las manos-. Venga, vamos a mirar en el cofre del tesoro y veamos que podemos encontrar.
El corazón de Isabeau saltó. No iba a herir los sentimientos de Mary pasara lo que pasara. La mujer estaba siendo tan amable. Isabeau sentía a su gata cerca, estirándose, empujando, casi ronroneando de necesidad. Los senos comenzaron a dolerle y cuando caminaba, los vaqueros frotaban contra la unión entre las piernas. Todavía no. Estoy un poco irritada contigo , advirtió a su gata.
Al leopardo hembra no pareció importarle. Rodó, haciendo que Isabeau quisiera arquear la espalda. Se sentía un poco desesperada por Conner. El ardor entre las piernas crecía más fuerte con cada paso que daba.
– Me casé en 1958 y llevé un vestido de novia muy atrevido para aquellos tiempos. Tuve que hacerme mi propio vestido de novia, ya que no teníamos acceso a vestidos. Doc era de una aldea diferente y muchos de los de mi pueblo me trataron como si fuera una mujer escarlata. Yo era bastante coqueta en aquellos tiempos y muy desafiante con la tradición. -Mary se rió mientras subía las escaleras al ático y abría la puerta-. Una amiga dibujó el diseño y básicamente lo cosió para mí. Ha sido mi mejor amiga durante todos estos años y vive camino abajo. En su tiempo, fue una diseñadora maravillosa, siempre levantando el listón. Para mí, este vestido representa aventura, un amor profundamente respetuoso y todo lo romántico y mágico.
Miró a Isabeau por encima del hombro.
– Amaba a Doc con todo mi corazón cuando me casé con él y le amo mil veces más ahora. Me sentiría honrada si llevaras este vestido y quizás lo pasaras a tu hija algún día. Cada vez que salió una nueva manera de preservarlo, la utilicé. Está nuevo ahora y tiene 52 años.
Mary se arrodilló delante de un cofre hecho de cedro y abrió lentamente la tapa. Reverentemente apartó varios artículos hasta que sacó una larga caja sellada. Isabeau contuvo la respiración mientras Mary rompía el sello y sacaba el vestido.
– Mary. -Isabeau respiró su nombre, mirando con admiración el vestido.
El vestido era de color champán y marfil, un color menos tradicional que completamente blanco. El vestido era ajustado y tenía una fina falda sedosa que caía hasta el suelo con encaje belga arremolinándose alrededor del dobladillo.
– En aquellos tiempos, el estilo era de faldas con vuelo y mucho encaje. Ni se ajustaba con mi personalidad ni mi figura, así que Ruth adornó el dobladillo y el busto con el encaje belga más fino, pero dejó lo demás sencillo. El busto está bordado con cuentas sobre el encaje. Pocos diseñadores hacían cuentas entonces, pero Ruth siempre había integrado cuentas en sus diseños. Por supuesto el busto sin tirantes era totalmente subido de tono. Algunos diseñadores lo hacían, pero cubrían los hombros con una pequeña chaqueta o lazo para que la novia estuviera decente en la iglesia.
Isabeau se rió.
– Mary, eras una rebelde.
– Nadie hizo mucho caso en aquellos tiempos a los diseños de Ruth. Le dijeron que nunca ascendería a nada. Sólo los hombres podían tener sus propios negocios. Se suponía que las mujeres se quedaban en casa y cuidaban de los niños. Me hacía sentir enojada. Así que le pedí que propusiera el diseño y nuestros amigos ayudaron a encontrar las telas correctas. Tuvimos que buscarlo todo y fue tan caro. Ahora el dinero sería irrisorio, pero entonces, era bastante dinero y por el modo en que vivíamos, difícil de encontrar.
– ¿Fuiste la sensación?
Mary le sonrió.
– Doc no podía quitarme los ojos de encima. El fruncido de raso hacía mi cintura increíblemente pequeña. Pensé que parecía una princesa.
– ¿Quién no lo haría con un vestido tan hermoso?
– Dale la vuelta. Adoro los botones.
Isabeau giró con cuidado el vestido para exponer la espalda. Los diminutos botones de raso adornaban toda la espalda hasta el final de la pequeña cola
– Al principio Ruthie sólo iba a ponerlos en la cintura pero quiso acentuar la línea del vestido, así que al final, los cosió hasta el dobladillo. Para que lo sepas, sentarse no es cómodo. Tienes que posicionar el vestido correctamente, pero es tan hermoso, ¿a quién le importa?
– Es hermoso. -Isabeau tuvo que parpadear para frenar las lágrimas-. ¿Qué si no me vale?
– Te valdrá. Puedo meterle o sacarle si tengo que hacerlo, pero creo que estás muy cerca de la talla que tenía entonces. Y Ruthie está en camino para ayudar, así que si yo no puedo hacerlo, créeme que ella sí.
Isabeau frunció el entrecejo, un pensamiento se le ocurrió.
– ¿No estarás hablando de Ruth Ann Gobel, la famosa diseñadora, verdad?
Mary rió.
– Esa sería Ruthie. Adorará que reconozcas su nombre. Sus vestidos, ahora considerados vintage, se han vuelto populares los últimos años. Apenas se ganaba la vida en su día.
– Mary, este vestido vale una fortuna. Si es el primer vestido que diseñó y cosió, en la condición en que está, el vestido es inapreciable. No puedo aceptarlo…
Mary le dio golpecitos en la mano.
– Insisto. ¿Qué va a hacer, guardado en una caja? Está hecho para llevarlo, para ser especial, para hacer que una mujer se sienta maravillosa. Lleva este vestido hoy y harás a dos ancianas muy felices.
Mary era una mujer muy esbelta ahora, de huesos pequeños, pelo gris, pero los ojos eran brillantes y las pocas arrugas parecían más arrugas de reír. Isabeau podía ver una belleza eterna en ella, en la estructura de los huesos, la piel, la sonrisa lista. O quizá fuera su espíritu interior que brillaba.
– ¿Estás segurísima? -Isabeau tenía miedo de que Mary no comprendiera el tesoro que tenía-. Quizás una nieta…
Mary sacudió la cabeza.
– Esto es por Marisa. Quiero hacer esto. Pasamos tantas horas hablando de ello y planeándolo y si hago esto por mí, voy a hacerlo también por ella. Y Ruthie estuvo tan complacida cuando le dije que tú quizás llevaras mi vestido.
La madre de Conner había tocado tantos corazones. Fue una mujer excepcional y había criado un hijo excepcional. Isabeau se sentía humilde de poder cosechar las recompensas de la amistad de Marisa con Mary.
– Gracias, Mary. Acepto encantada.
– Vamos a probártelo entonces.
Isabeau no podía esperar. De repente estaba muy emocionada con el día de su boda. No llevaría vaqueros y una camiseta de tirantes, llevaría el primer vestido que la famosa diseñadora Ruth Ann Gobel había hecho. Sabía que se sentiría como si estuviera en medio de un cuento de hadas.
Mary se dirigió a la parte trasera de la casa, a un cuarto de huéspedes vacío. Isabeau fue muy cuidadosa, atemorizada de rasgar el vestido. La tela se sentía viva bajo sus manos. Se desnudó y entró en el vestido, meneándose para poder empujarlo sobre los senos. En el momento que Mary comenzó a abrochar los botones, Isabeau pudo decir que encajaba como un guante, como si hubiera sido hecho para ella solamente. Conociendo la historia del vestido eso sólo lo hacía más especial.
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