– ¿Eso crees? -Rodó sobre ella para ponerla de espaldas y le pasó la mano desde los senos a los muslos, frenando en el vientre y el montículo antes de viajar más abajo-. Adoro la sensación de tu piel.
– No voy a moverme, Conner. Si vas a… -Terminó con un pequeño grito cuando él hundió la cabeza y trazó con la lengua el mismo sendero que habían hecho las manos, parando esta vez en la unión entre las piernas.
Ella se rió y le agarró del pelo, manteniéndole allí.
Isabeau tomó la taza de té de Mary Winters con una pequeña sonrisa.
– Conner quiere que encuentre un vestido. Por alguna razón, es realmente importante para él.
– ¿Y para ti no? -preguntó Mary suavemente.
Isabeau miró a la taza humeante.
– No quiero que lo sea. No es como si tuviera familia. Mi madre murió hace tanto tiempo que apenas la recuerdo y mi padre… -Se calló. No era como si tuviera a alguien que la llevara por el pasillo. La boda iba tener lugar en el patio trasero del doctor, en el mismo borde de la selva tropical. Los vestidos blancos, largos y tradicionales no tendrían sentido de todos modos-. Creo que todas las chicas sueñan con este día, yendo por el pasillo con su padre, rodeada por la familia y amigos. -Se encogió de hombros-. Quiero casarme con Conner, por supuesto, pero imaginé que todo sucedería de forma bastante diferente.
Mary se estiró y le tocó la rodilla con comprensión.
– No te deprimas, Isabeau. Puedes hacer de este día algo que desees. Cuando Abel me pidió que nos casáramos, no tuvimos a nadie tampoco. Ahora… -La sonrisa fue cálida-, nuestra familia es muy grande y estamos bendecidos con varios nietos. Recuerdo el día que nos casamos como si fuera ayer. Quiero que tu día sea como ese. Tu hombre está tan emocionado. Puedo ver la alegría en su cara.
La sonrisa de Isabeau le iluminó los ojos.
– Yo también. Por eso he aceptado esto. Es tal imposición para ti.
– ¿Conocías a Marisa? -preguntó Mary, colocando la taza con cuidado en el mantel blanco de encajes.
Isabeau asintió.
– La conocí hace poco, justo antes de que la mataran. Era una buena amiga. En aquel momento, no supe que era la madre de Conner.
– Pero ella sabía que eras la compañera elegida de Conner -dijo Mary-. Lo sé porque yo siempre lo supe con mis hijos. Las madres tienen un sexto sentido sobre eso.
– Espero que lo supiera. Espero que lo aprobara.
– Marisa era una persona que aceptaba. El hombre que escogió cuando fue joven e impresionable no era su verdadero compañero, pero permaneció fiel a él a pesar del hecho de que la tratara tan mal. Crió a su hijo para ser un buen hombre y habría criado al chico que aceptó… -Se calló cuando Isabeau jadeó.
Mary asintió.
– Sí, querida, sabíamos sobre el pequeño Mateo. Marisa nos lo trajo cuando necesitó un médico para él. Era una buena mujer y estaría feliz de que tú fueras la que va a compartir la vida de su hijo. Sé que lo estaría.
– Eres muy amable -dijo Isabeau.
– Conocía a Marisa muy bien, Isabeau y ella querría que te ayudara. Me gustaría hacerlo si no te importa. Nunca he tenido una hija, sólo hijos. Afortunadamente adoro a todas sus mujeres, pero ellas tenían sus propios padres para manejar cosas como las bodas. Marisa y yo a menudo hablábamos sobre eso, como soñábamos como madres con crear un maravilloso vestido para nuestras hijas. Ella no tenía hijas tampoco, así que depositó sus esperanzas en la mujer de Conner, en ti. Ella no está aquí, pero quizás estarías dispuesta a cumplir nuestros sueños.
La emoción casi estranguló a Isabeau. Las lágrimas ardieron detrás de los ojos y tuvo que morderse con fuerza el labio para suprimir un sollozo.
– No sé qué decir. Me haces sentir como si todo fuera posible.
La cara de Mary se iluminó.
– Lo es. Sucede que tengo este baúl y es un cofre de tesoros para nosotras, creo. -Midió la talla de Isabeau, la levantó de la silla y la hizo girar en un círculo-. Sí, creo que estaremos bien y si no, bueno soy bastante habilidosa con la máquina de coser. Vamos a hacer unas pocas llamadas telefónicas. Tengo amigas que vendrán a ayudarnos.
– Conner quizás se preocupe por los extraños, especialmente con Jeremiah tan mal -indicó Isabeau de mala gana.
– Jeremiah está mejorando. Ve a echarle un vistazo y deja que tu hombre sepa lo que estoy haciendo. Recuérdale que Abel y yo conocemos a los que estoy llamando desde hace más de veinte años. Tengo millones de cosas para hacer. Ve a tranquilizarte con la mejora de tu amigo y luego vuelve inmediatamente aquí.
Isabeau sintió que el corazón le saltaba en el pecho. Por primera vez, se sentía más ligera, como si hubiera una oportunidad de que pudiera tener un día especial y memorable. Más probablemente, se dio cuenta, porque tenía a alguien con quien compartir su felicidad, alguien con quien hablar mientras lo preparaba. Conner tenía a Rio y a los otros, incluso al Doctor, pero ella no conocía a nadie. Mary hacía que Isabeau se sintiera como si estuviera siendo mimada: no sólo quería ayudar en los preparativos, sino que los esperaba con ansía.
Asintió y atravesó la casa al cuarto trasero donde Jeremiah descansaba. Conner y Rio estaban en el cuarto con él. Jeremiah parecía pálido, las magulladuras y los desgarros estropeaban su cuerpo. Una IV le alimentaba e Isabeau notó una bolsa de antibióticos goteando en el brazo.
– ¿Cómo está? -preguntó.
Conner le envolvió el brazo alrededor de la cintura y la atrajo al lado de la cama.
– Lucha contra una infección, pero el Doctor dice que la superará. Tendrá una voz interesante durante el resto de su vida.
Rio suspiró.
– No debería haberle utilizado. No estaba preparado.
– No creo que pudieras haberle detenido -dijo Isabeau-. Se sentía culpable por escuchar a Suma en primer lugar. Tenía la necesidad de reconciliarse consigo mismo y quizá conmigo. Te habría seguido.
– Se manejó bien -indicó Conner-. No se asustó y a pesar de encontrarse con un enemigo, volvió a la misión original, tratando de protegernos. Suma era experimentado y un luchador. Tuve unos pocos momentos malos con él yo mismo. Isabeau le disparó, ¿recuerdas? Yo sólo acabé el trabajo.
– Tú le habrías eliminado -dijo Rio-, pero iba a llevar un tiempo que no teníamos.
– Creo que Ottila será más peligroso que nunca -Isabeau se aventuró con indecisión-. Parecía tomar un segundo lugar tras Suma, pero yo no lo creí después de encontrarme con él. Creo que él es quien tiene el cerebro. Y creo que su prioridad número uno será buscar venganza por Suma.
Conner sacudió la cabeza.
– Era para atraparte.
Ella frunció el entrecejo.
– Suma y Ottila parecían hermanos cercanos. Dijo que ellos… -Se mordió el labio y se forzó a continuar, aunque lo encontrara embarazoso-, compartían todo, inclusive las mujeres. Estaba dispuesto a compartirme con Suma, aunque dijo que yo llevaría a su niño.
– Eso sólo habla de quien es el dominante -dijo Rio-. Él la habría tomado en el celo, sin permitir que Suma tuviera acceso a ella, para asegurarse de que el niño fuera suyo. Ella tiene razón, Conner, era Ottila, no Suma, quien llamaba a los disparos.
– Y sabemos que no son enteramente leales a Imelda -agregó Conner-. O le habrían dicho que Philip Sobre grababa sus conversaciones. Mi suposición es que empujaron a Sobre a hacerlo. Ottila probablemente había presentado a Suma y Sobre, habrían trazado un plan. Fingirían trabajar para Imelda, pero trabajaban realmente para él. Probablemente sugirieron que grabara las conversaciones, probablemente incluso le dijeron cómo. Sobre no es el hombre más brillante del planeta.
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