J. Robb - Desaparecida En La Muerte
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– Justo aquí en Nueva York.-
Ella le miró por encima de su hombro. -Eso es demasiado fácil.-
– Upper East Side, en una town house (vivienda unifamiliar adosada) que posee bajo el nombre de Frank Plutz.-
– ¿Plutz? ¿En serio?-
– Frank J. Plutz, empleado de HSO, que lo incluye como supervisor, Investigación y Desarrollo Tecnológico, división de Estados Unidos, en su archivo oficial. Que es por supuesto una mierda. Él es mucho más que eso.-
Eve estudió ahora la foto de ID de un hombre de mediana edad con un menguante matojo de pelos grises, una cara redonda, un poco de peso en su barbilla, y unos afables ojos azules que sonreían con seriedad desde la pantalla de la pared.
– Dios. Parece inofensivo.-
– Él sobrevivió a la Guerras Urbanas en los subterráneos, ha trabajado para al menos dos organizaciones de inteligencia, ninguna de las cuales se preocupaba mucho sobre la sangre derramada. Yo diría que las apariencias engañan.-
– Necesito juntar un equipo e ir a visitar al engañosamente inofensivo Mr. Plutz.-
– Quiero participar. Y quiero, aún más, conocer a este hombre.-
– Supongo que te lo has ganado.-
Sus ojos brillaron. -Si no lo ponéis en una jaula, me pregunto qué puedo ofrecerle para que se cambie al sector privado.-
CAPITULO OCHO
COMO ATRAPAR A UN ESPÍA no era su trabajo usual, Eve optó por un pequeño, compacto equipo. Ella tenía dos oficiales en ropa de calle estacionados en la parte trasera de la estilizada town house del Upper East Side, McNab manejando la comunicación con Roarke en una furgoneta sin marcar. Ella, con Peabody, tomaría el frente.
Pensó que era demasiado para un solo hombre, pero ella tenía el factor de que ese solo hombre tenía más de cuarenta años de experiencia en espionaje, y se había escapado de un ferry con más de tres mil personas con un cuerpo muerto.
En la furgoneta, ella dio la entrada a la cinta de seguridad de la estación de transporte. -Ahí está, pareciendo inofensivo. Ordenador, aumentar segmento seis, treinta por ciento.-
El hombre actualmente conocido como Frank J. Plutz ocupó la pantalla mientras hacía su camino a través de la máquina de ticket. -Hombre de negocios anónimo, completo con lo que parece un maltrecho maletín y una pequeña bolsa de viaje. Con un poco de exceso de peso, un poco calvo, la papada un poco floja.-
– Y este es el tipo que troceó a una asesina de alto nivel, y luego se esfumó con ella.- McNab, su pelo dorado recogido en una coleta, los lóbulos de sus orejas pesados con media docena de coloridos aros cada uno, agitó su cabeza. -Él se parece un poco a mi tío Jacko. Él es famoso en nuestra familia por cultivar enormes nabos.-
– ¡Él lo hace!- Peabody dio al amor de su vida una palmada en el hombro. -Le conocí la pasada Acción de Gracias cuando fuimos a Escocia. Es adorable.-
– Sí, estoy segura de que este será tan adorable como Tío Jacko. En el sentido 'he dejado un gran, revuelto charco de sangre detrás’. Consiguió un arma, asumimos, a través de los controles sin ninguna pega. Lo que, desafortunadamente, no es tan duro como debiera ser. Más importante, según mi fuente, él ha encabezado o ha participado en la invención y desarrollo de todos los tipos de aparatos de alta tecnología, armas y comunicación en particular.-
– Me encantaría conocerle, – dijo McNab y recibió una sonrisa rápida de Roarke.
– Estoy contigo.-
– Afortunadamente vosotros obsesos podréis tener una bonita charla pronto.- Eve cambió su mirada a otro monitor. -No veo ninguna fuente de calor ahí.-
– Eso sería porque no está ahí.- Roarke continuó el examen de la casa. -He hecho tres escáneres de calor, de movimiento. No hay nadie ahí dentro.-
– Le quita toda la diversión. Bueno, tenemos la orden de registro. Vamos, Peabody. McNab, mantén tus ojos en la calle. Si vuelve a casa, quiero saberlo.-
– Cuidado con la espalda, Teniente, – dijo Roarke mientras ella salía. -Los llaman fantasmas por un motivo.-
– Yo no creo en fantasmas.-
– Apuesto a que ellos sí creen en ti.- Peabody saltó justo a su lado.
Examinando el edificio, Eve sacó su llave maestra según se aproximaban a la puerta. -Vamos a ir adentro como si tuviéramos un sospechoso en el interior. Y comprobamos el área, habitación por habitación.-
Peabody asintió. -Un tipo que puede desaparecer podría engañar a un sensor de calor y movimiento probablemente.-
Eve solo sacudió su cabeza, luego golpeó con un puño en la puerta. -Somos la policía.- Ella usó su maestra para abrir la puerta, notando que la seguridad estándar cambió de rojo cerrado a verde abierto. -Él tiene cámaras aquí fuera. No puedo verlas, pero él las tiene. Aún así, no hay respaldo de las cerraduras, y la placa de palma no está activada.-
– Es como una invitación.-
– La estamos aceptando. Vamos a entrar, – dijo Eve para alertar al resto del equipo.
Ella sacó su arma, asintió una vez a Peabody. Ellas golpearon la puerta, Peabody por arriba, Eve por abajo. Barrieron el corto vestíbulo con su paragüero de hierro y el perchero, y el estrecho recibidor con su alfombra de rayas azules. A un gesto de Eve ellas se separaron, comprobando la primera planta, moviéndose a la segunda, luego a la tercera.
– Despejado.- Eve estudió el equipo de datos y comunicación, el equipo de vigilancia y seguridad esparcido por la modesta habitación de la tercera planta. -Equipo azul, tomen la primera planta. Roarke, McNab, podemos emplearos en el tercer piso.-
– ¿Piensas que va a volver?- preguntó Peabody.
– Es mucho para dejarlo atrás. Te garantizo que todo esto va a ser no registrado, calibrado para mantenerse debajo del radar de CompuGuard. Pero no, él ha terminado aquí. Ha acabado.-
– ¿Su esposa y su niña?- Peabody señaló a la foto enmarcada de la consola.
– Sí.- Eve se movió, abrió un mini-frigorífico. -Agua y bebidas energéticas.- Pulsó el menú del AutoChef. -Comidas sencillas, rápidas.- Ordenado, pensó que ella tenía en su propio mini frigorífico, cuando se acordaba de llenarlo, antes de que se casara con Roarke. -Sofá, con una almohada, una manta, pantalla de pared, cuarto de baño contiguo. Él pasaba la mayor parte de su tiempo aquí. El resto de la casa, sólo es espacio.-
– Todo parece tan ordenado, del tipo hogareño y recogido.-
Eve hizo un sonido de aquiescencia mientras entraba en la habitación de al lado. -VirtualFit. Es una bonita unidad. Él quería mantenerse en forma. Una máquina de peso, pelotas para musculación, droide contrincante. Femenino, y supongo, que justo de la altura y el peso de Buckley.-
Eve estudió al atractivo droide rubio actualmente desactivado y apoyado en un rincón. -Practicaba aquí.- Se movió por la habitación, abriendo las puertas de un armario empotrado. -Vaya, el armario de los juguetes.-
– Santa mierda.- Peabody atisbó el surtido de armas. -No tan parecido al Tío Jacko después de todo.-
Cuchillos, bates, stunners (paralizadores), blasters (desintegradores/láseres), garrotes, espadas cortas, pistolas, discos de lanzamiento (estrellas ninja), todos relucientes en ordenada formación.
– Faltan un par, – notó Eve, tocando los huecos vacíos. -Por la forma, él se llevó un par de cuchillos y un stunner. En una de sus bolsas de mano, o consigo mismo.-
– Esto es un enorme montón para abandonarlo, también, – comentó Peabody.
– Él hizo lo que había planeado hacer. Ya no los necesita.- Se giró mientras Roarke entraba con McNab, y captó el brillo en los ojos de Roarke cuando él cruzó hacia el cofre de armas. -No lo toques.-
La más fina línea de irritación estropeó su frente, pero deslizó las manos en sus bolsillos. -Una bonita colección.-
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