– Yo no discuto.
Él le sonrió, su mano libre se deslizó por la garganta de ella en una suave caricia hasta trazar la turgencia de sus senos.
– Tú me haces feliz, Briony. No parece importar donde estemos o en que infierno nos veamos envueltos, cuando estoy contigo, hay algo dentro de mí que se ilumina. Dime por qué no quieres casarte conmigo.
Briony miró su cara, tan masculina, severa y curtida, con líneas profundamente delineadas; sus ojos grises que podían ser fríos como el hielo o cálidos como el sol. No era un hombre que sonriera a menudo, pero cuidaba de los suyos. Trazó aquellos rasgos con las yemas de los dedos. La emoción la recorrió, sacudiéndola, acelerándole el pulso y haciéndole sentir mariposas en el estómago.
– No dije que no quisiera casarme contigo, Jack Norton, sólo que no me lo habías pedido de manera apropiada.
La mirada en la cara de ella, en sus ojos, hizo que el corazón de él bombeara con fuerza. Nadie lo había mirado antes de esa forma. Podría levantarse cada mañana con aquella mirada. Cambió el peso de su cuerpo otra vez de forma que pudiese enmarcar su cara con las manos, haciendo una mueca de dolor cuando el muslo conectó con el aislante.
– ¿Conoces algún libro sobre esta chorrada? Porque voy a necesitar usar algo.
Briony gimió y se puso de espaldas, riendo sin poder contenerse.
– Eres imposible, Jack. Imposible.
– Te quiero, mujer. ¿Qué más hay que decir?
La risa de ella lo afectaba más de lo que había creído posible. Para mantener la aplastante emoción a raya, inclinó la cabeza y tomó posesión de su boca, un poco desesperadamente, otro poco salvajemente, pero en su mayor parte con ternura.
Briony rodeó el cuello de Jack con sus brazos y cerró los ojos, abriendo su boca a él, igualando el fuego de su beso con el de ella. Tenía callos en las manos y olía a armas. Le gustaba la aspereza contra su piel y sabía que, sin importar el peligro, la protegería a ella y a sus niños.
– Haces que me sienta segura cuando me abrazas, Jack -le confió Briony-. Siempre he tenido tanto miedo, pero incluso ahora, rodeados por nuestros enemigos, me haces sentir segura -murmuró las palabras contra el calor de su boca, besó su barbilla y las pequeñas patas de gallo alrededor de sus ojos, no líneas de risa, si no de entornar los ojos en el sol.
Agradecida que Ken estuviera en el turno de guardia y los hubiera dejado solos para dormir mientras esperaban el anochecer, estaba determinada a aprovechar su oportunidad a solas con Jack.
Jack besó la punta de su nariz, las esquinas de su boca, la pequeña hendidura en su barbilla. Le parecía imposible estar allí, en el césped de Montana, en el lugar que amaba, y abrazando a esta mujer única. Y ella seguía mirándole con amor en sus ojos. Genuino amor.
– Eres un jodido milagro, Briony -la besó otra vez, y deslizó sus manos hacia abajo hasta su estómago, subiendo la tela de su blusa para entonces poder cubrir la piel desnuda con su palma-. Quiero sentirlos moverse dentro de ti. Una parte tuya y una parte mía. Nunca imaginé tener niños ni siquiera tener una mujer propia. Ahora que estás aquí conmigo, no puedo imaginar la vida sin ti.
Ella cerró los ojos para saborear la sensación de sus manos acariciando su estómago. Durante un momento pensó haber sentido la agitación de un bebé moviéndose dentro de ella, pero el movimiento fue tan pequeño y breve, que podría haberlo imaginado.
– No digas joder Jack -la verdad era que, a pesar de ella, le empezaba a tomar cariño a aquel término cuando decía esas cosas sobre ella-. Tienes que mejorar tu lenguaje por los bebés. Pero por si acaso no lo sabes, también pienso que eres un milagro. Te amo.
Se quedó completamente quieto, absolutamente quieto. Incluso su aliento cesó en sus pulmones. Esperó hasta que ella abriera sus ojos y lo mirara.
– No diga eso a menos que quieras decirlo Briony. No quiero que haya ningún error.
– No hay ningún error. Te amo más que a nada. Soy feliz de llevar a tus niños. Amo estar contigo.
– Está frío aquí arriba y el camino estará infranqueable en poco de tiempo. Nevará. Te podrías sentir sola.
– Amo el lugar donde vives y la casa, y todo.
– A veces estoy tan malhumorado como una serpiente. Me gustan las cosas a mi manera, nena, tal vez demasiado.
– ¿Estás tratando de disuadirme de ello? Sé que nieva. No me sentiré sola, ciertamente no contigo, Ken, y dos niños corriendo alrededor, y si estás malhumorado, veré lo que puedo hacer para calmarte -deslizó su mano sobre su pecho, con una caricia ligera y sugestiva-. Y en cuanto a hacer las cosas a tu manera, probablemente lo harás la mayor parte del tiempo, así que cuando realmente quiera algo, por supuesto que estarás más que feliz de acomodarte a mí.
– ¿Lo estaré? -una lenta sonrisa curvó su boca, le tomó unos momentos para que sus ojos se iluminaran-. Dudo que alguna vez tengas muchos problemas para conseguir lo que quieras de mí, pero ya lo sabías, ¿verdad?
– Sí, y ¿sabes lo que quiero exactamente ahora? -se apoyó hasta rozar sus labios contra su oreja-. Te quiero dentro de mí tanto, que no puedo pensar correctamente -porque había una parte de ella que temía que pudiera perderle, que ésta podría ser la última oportunidad que tuvieran para estar juntos-. ¿Crees que Ken se alejará lo suficiente para darnos tiempo? -le susurró la invitación como una seductora.
Ken, necesito un poco tiempo a solas con Briony.
¿Tú crees? Estoy aquí sentado girando mis pulgares, conquistador. Mejor deberías persuadirla con tus habilidades porque tienes profundas carencias en el departamento del romance. No quieres perder a esa mujer.
No, Jack definitivamente no quería perderla. Se cerró a Ken, y la besó suavemente.
– Tengo un maldito gran hermano. Vigilará nuestro rastro por nosotros.
– Ve lento, Jack. Necesito que vayas lento -quería sentirse amada, quería estar con él otra vez, sólo por si acaso ésta fuera la ultima vez, el único tiempo que ella había dejado. Estaba mal con el pobre Ken tan cerca y adaptándose a ellos. Debería sentirse avergonzada, pero sólo se sentía agradecida. No pasaría mucho antes de que tuvieran que luchar por sus vidas otra vez, y necesitaba a Jack, ahora-. Siento parecer un desastre.
– ¿Piensas eso Briony? Nadie podría ser más hermoso para mí. Un ojo hinchado, contusiones eso nunca importará. Eres una luchadora, nena, y haces que me sienta orgulloso de ti -él levantó su blusa por delante, hasta que la parte oculta de sus pechos fue expuesta, los dedos acariciaron la piel suave-. Cuando te toco, lo juro Briony, cada vez, no se parece a nada que haya alguna vez experimentado. Me siento como un tonto tratando de decirte lo que me haces, pero no quiero que alguna vez pienses que no vales el esfuerzo, para tratar de poner en palabras la forma en que me haces sentir.
Jack dio ligeros besos sobre su vientre suavemente redondeado. Mechones de su pelo se rozaban contra sus pechos, enviando temblores de conciencia a su columna. Briony no sabía por qué encontraba tan erótico estar afuera con él, rodeados de peligro, y mirando sus ojos oscurecerse por el deseo y su cuerpo tensándose por la anticipación.
– Tendrás que estar encima así no tendremos ninguna posibilidad de lastimarte a ti o las bebes -levantó su cabeza para mirarla, sus ojos grises casi del color del carbón-. Seré tan gentil que ni siquiera sabrás que soy yo.
No podía creer lo mojada y caliente que se ponía con sólo de mirarlo. Sus manos acunaban sus pechos, amasándolos con exquisito cuidado, girando su pezón hasta que ella jadeó, su visión se nubló. Briony sintió la ropa demasiado apretada, la tela raspando su sensible piel e impidiendo que sus manos vagabundearan. Abrió deprisa sus jeans y se sentó para quitarse la ropa, echó un vistazo alrededor para asegurarse que estuvieran ocultos por los arbustos y el grueso dosel de árboles. El ángulo de las paredes del cañón ayudaba, podía ver por qué Jack había escogido ese punto para esconderse mientras esperaban la oscuridad.
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