Jackson se levantó entonces. Todo había sucedido en unos instantes, y durante ese tiempo él había estudiado a su enemigo. Estaba seguro de saber qué hacer. Flexionó los dedos, el corazón le latía con fuerza en el pecho, demasiado fuerte, el sonido era como un trueno en sus odios. El estomago le dolía, los nudos estaban muy apretados. Podía ver las magulladuras formándose en la delicada piel de Elle, alrededor de su garganta, los dedos que presionaban con fuerza en los montículos de sus senos bajo el fino material de la camisa. Habría moretones ahí también, lo sabía. Se abrió paso a través del círculo de mujeres e indicó al perro que dejara de ladrar.
Elle le miró, sacudiendo la cabeza, empujándose hacia atrás con los talones en un esfuerzo por alejarse de él.
– La estás asustando más, Jackson -dijo Sarah-. ¿No puedes ver que está aterrorizada?
El ignoró la mano con la que Sarah le refrenaba y se montó a horcajadas sobre el pequeño cuerpo de Elle, agarrando los puños que se debatían y sujetándoselos encima de la cabeza, asentando su peso sobre ella para sujetarla al suelo. Ella corcoveó desenfrenadamente, tratando de quitárselo de encima.
– ¡Jackson! -Incluso Libby, la tranquila sin un solo hueso malvado en su cuerpo, intentó apartarlo de Elle.
Jackson podía sentir, como si a distancia, las manos tiraran de él, los puños le golpearan en la espalda, pero todo su ser estaba centrado en Elle.
– Elle. -pronunció su nombre Jackson tranquilamente, su voz suave, muy bajo. Permaneció a horcajadas sobre ella, sujetándole las muñecas al suelo e ignorando a las hermanas que continuaba intentando empujarlo y apartarlo de ella-. Elle, abre los ojos y mírame. -Esperó un latido del corazón. Dos. Seguro que ella le había oído. Golpeaba bajo él, luchando, llorando, rogando, destrozándole el corazón, pero él se negaba a entregarse a sus propios temores.
Él era el único refugio de Elle. Se centró en eso, no en lo que le estaba sucediendo.
– Elle. Mírame. -Esta vez puso más demanda en su voz, aunque mantuvo el tono bajo y suave.
Las pestañas de Elle revolotearon. Largas. Mojadas. Desgarradoras. Su mirada esmeralda se encontró con la suya. Le reconoció con una sacudida de terror.
– Entrégate a mí.
Ella sacudió la cabeza violentamente.
Él se inclinó más cerca. Sarah intentó levantarle haciendo palanca y agarrándole del cabello. Ilya la sujetó por la cintura y tiró de ella físicamente justo cuando Bomber retumbaba una advertencia.
– Entrégate a mí, Elle. -Lo dijo otra vez. Calmado. Implacable. Una demanda inflexible. Ignorando todo lo demás alrededor de ellos. Solo estaban ellos dos. Elle y Jackson. Nadie más. Nada más.
Los ojos de Elle le imploraron. El sabía de qué tenía miedo. Creía que si él se unía a su mente, Gratsos podría herirle. Temía lo mismo con sus hermanas. Elle, su Elle, valiente como siempre, protegía a todos los que amaba.
Jackson sacudió lentamente la cabeza, sosteniendo su mirada.
– Entrégate completamente a mí, Elle. No puede hacerme daño. Soy más fuerte que él. Juntos somos mucho más fuertes. Dame tu corazón y mente y dame tu cuerpo.
Ahora el cuarto en torno a él estaba tan silencioso que podía oír la respiración, era capaz de distinguir a cada hermana, al perro, a Ilya, especialmente el ritmo aterrorizado de Elle. Forzó su propio aire a ser lento y constante, su corazón y el de ella, sus pulmones y los de ella. Uno y el mismo.
– Ven conmigo, nena. Entrégate a mí.
Se agachó hacia su cara con paciencia infinita, con lentitud infinita. El tiempo pareció detenerse. Su visión se abrió. Su audición se desvaneció para centrarse sólo en Elle. Para él, no había nadie más en la habitación. Eran solo ellos. Elle y Jackson.
– Tu cuerpo, Elle, confía en mí. Entrégate a mí, nena.
Ella inspiró, lo dejó salir, e hizo visiblemente el esfuerzo de relajarse debajo de él. Acabó con su frenética lucha, concentró su mirada en la de él. Jackson podía ver temor en ella, pero había confianza. Los músculos de Elle se relajaron. Lo que fuera que Stavros le estaba haciendo, simplemente lo aceptó. Permitió que el corazón latiera más despacio, para emparejarse al ritmo constante de Jackson. Forzó a los pulmones a seguir la pauta de los de él. Su mirada nunca abandonó la de él y su cuerpo se entregó a él… fundiéndose en la fuerte figura masculina, suave y maleable mientras él se estiraba sobre ella, asentando el peso, cubriéndola con los músculos más pesados.
– Esta es mi chica. Ahora tu mente. Una mente, nena, eso es lo que somos, lo que necesitamos ser. Abre tu mente y déjame entrar.
El cuarto alrededor de él estaba absolutamente quieto, inmóvil, como si todos contuvieran la respiración y esperaran. Jackson no apartó la mirada de Elle. Estaban sólo ellos. Ellos y nadie más en el mundo. Esperó a que Elle se liberara de su temor y se girara hacia él. Era un paso inmenso para ella. Luchando, por lo menos sentía como si tuviera una semblanza de control. Tragó con fuerza, parpadeado varias veces y entonces sus barreras cayeron, como si las hubiera bajado rápidamente para no perder el valor.
Él fluyó en su mente, llenando cada espacio, envolviéndose en ella apretadamente, reclamándola, vertiendo fuerza y resolución y construyendo su resistencia hacia Gratsos. Jackson le agarró la cabeza entre las palmas, enmarcando su carita de duendecillo en forma de corazón con las manos grandes y bajó la cabeza hacia la de ella.
A Elle el aliento se le quedó atascado en la garganta. Separó los labios. Le observó venir hacia ella. Jackson. Su otra mitad. Su fuerza. Su único amor. Él llenaba su mente, llenaba su corazón y su alma. Inundaba su cuerpo de deseo y calor. No había sitio para nada o nadie más en su mente o en su corazón. En su cuerpo o en su alma. Solo existía Jackson. Vino hacia ella con gentileza exquisita, con ternura encantadora.
Los labios la tocaron, firmes y fríos, suaves como terciopelo, calentándose rápidamente. La lengua le acarició la comisura de los labios, la excitó y la sedujo, expulsó cada brutal acto depravado que Stavros había cometido y lo reemplazó por algo enteramente diferente. Elle ardía por dentro. En su mente. En su corazón, profundamente en su cuerpo donde anhelaba sólo a Jackson. Abrió la boca y lo atrajo a su interior.
Jackson, por primera vez, sintió al otro hombre. Aceitoso. Malvado. Un cieno grueso de ser humano podrido de dentro a fuera. La bonita concha cubría un pobre ejemplo de humanidad, con una percepción de privilegio con la cual Jackson nunca se había encontrado antes.
Inténtalo conmigo, hijo de puta.
Lanzó el desafío, sabiendo que Gratsos ya se retiraba, huía de la mente de Elle, dejándola temblando, casi convulsionándose en el suelo, sollozando de alivio y aferrándose a Jackson. Ella le deslizó los brazos alrededor del cuello y apretó la cara contra su garganta, llorando incontrolablemente, desenfrenadamente, algo que ninguna de sus hermanas la había visto hacer antes jamás.
– Todo va bien, cariño -dijo él suavemente-. Ya se ha ido. Huyó como el cobarde que es. -Se deslizó del cuerpo de ella al suelo a su lado, aunque continuaba pegada a él. Le pasó el brazo bajo las rodillas y la levantó, llevándola al sillón reclinable en el lado más alejado del cuarto-. Tú eres más fuerte que él, Elle, sólo estás quemada en este momento. Te lo estoy diciendo, una vez que estés a plena potencia, no podrá entrar dentro de ti.
Ella le apretó más fuerte, hundiendo los dedos en los músculos, intentando hacerse una madriguera bajo la piel y perderse allí. Jackson odiaba que tuvieran audiencia, aunque fuera familia. Ella parecía demasiado vulnerable, demasiado frágil, y Elle odiaría eso. Les miró, con los ojos ardiendo, violentos, pero no pudo evitarlo. Sabía que parecía intimidante, pero esta era Elle… su Elle… y sólo deseaba protegerla.
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