– Gracias -me dijo, besándome la frente.
– No lo estoy diciendo sólo para hacerte sentir mejor.
Lucas mostró una sonrisa torcida.
– Ya lo sé. Ésa es una de las cosas con las que puedo contar, que siempre me dices la verdad. Con mi padre, soy consciente de que no es el más fiable de los hombres, pero yo… -Hizo una pausa-. No puedo por menos de desear tener una relación más cercana, como la que teníamos cuando yo era pequeño. Me siento como si debiéramos volver a tenerla y como si, en cierto modo, el peso de volver a establecerla recayera sobre mí.
– No debería ser así.
– Lo sé. Y sin embargo, a veces… sé que debe de ser difícil para él, siendo quien es. No tiene a nadie en quien confiar, ni siquiera su familia. Apenas soporta estar con su mujer en la misma habitación. La relación con sus hijos es casi igual de mala. Sé que, al menos en parte, si no principalmente, todo eso ocurre por su culpa, y sin embargo, en ocasiones, cuando estoy con él, me gustaría compensar esa situación.
Me ayudó a sentarme con él en el sofá.
– Mi padre me llamó cuando yo iba en el avión a Chicago. Hablamos. Realmente hablamos. No hizo ni siquiera una referencia a la Camarilla o a mi futuro en ella. Quería solamente hablar sobre mí, y sobre tú y yo, sobre cómo nos iba, sobre lo feliz que se sentía de verme a mí feliz, y pensé… -Lucas movió la cabeza de un lado a otro-. He sido un idiota.
– Él es el idiota -dije, inclinándome para besarlo-. Y si no ve lo que se pierde, entonces yo me quedaré con su parte.
Alguien llamó a la puerta.
– ¡Vaya! -dije-. Me he olvidado de Jaime. Probablemente quiere recoger sus cosas y marcharse.
Abrí la puerta.
– ¿Y ahora cuál es el siguiente tema de la agenda? -preguntó Jaime mientras entraba-. El almuerzo está excluido, supongo, pero podría ir a buscar algo preparado para los tres.
– Eso sería… muy amable -contesté-. ¿Pero y tú? ¿Cuándo tienes la próxima función?
– ¿Función? Ah, la gira. Sí. -Abrió el bolso, sacó el lápiz de labios y fue hasta el espejo-. Próxima parada, Graceland. Bueno, en realidad, Memphis, pero bien podría hacerla en Graceland, porque la mitad de las personas del público me van a pedir que convoque a Elvis. Les hago un número de canción y baile sobre cómo está ahora en el cielo disfrutando de sandwiches de mantequilla de cacahuete y plátano, y cantándole a Dios. Le produce un aburrimiento sin fin, pero tienes que darle a la gente lo que quiere, y a nadie le importa lo que él realmente hace.
– ¿Qué es lo que él realmente hace? -pregunté.
– Lo lamento, chicos, ésa es la función de categoría X. Digamos que es feliz. ¿Dónde estaba? Ah, sí, Memphis. No hago la farsa sobre Elvis hasta Halloween, lo que significa que tengo seis días para mí misma. Se supone que debería estar ensayando, pero qué demonios, si hasta dormida podría hacer esa porquería.
– ¿Así que en lugar de ensayar, vas a…?
– Relajarme un poco y acumular créditos de buen karma ayudándoos a vosotros. Me quedaré por aquí, y si necesitáis un nigromante, lista estoy y bien dispuesta.
– Eso es muy generoso de tu parte -dijo Lucas-. Pero probablemente no necesitemos…
– Seguro que sí -interrumpió Jaime-. Todo caso de asesinato necesita un nigromante. Y si os hace falta alguien que haga llamadas telefónicas o recados, yo soy vuestra candidata.
Lucas y yo intercambiamos una mirada. Podía entender que Jaime quisiera tomarse unos días de descanso. El día anterior parecía agotada, y aunque se había recuperado, esos brotes de energía parecían forzados, como si corriese muy rápido para no caerse.
– Entonces, qué… -empezó a decir Jaime, pero se vio fugazmente en el espejo y se detuvo en mitad de la frase. Se quitó de un tirón el pasador que tenía en el pelo y trató de recogérselo de nuevo, pero las manos le temblaban hasta tal punto que no pudo sujetarlo el tiempo necesario para volver a colocárselo. Lo guardó en el bolsillo-. ¿Puedes prestarme tu cepillo, Paige?
– Hummm, seguro, está…
Pero ella ya estaba en el baño. Lucas bajó la cabeza para murmurarme algo, pero Jaime salió del baño, cepillándose el cabello con fuerza.
– ¿Así que dónde estamos? ¿Alguna pista nueva?
Lucas me miró. Yo me encogí de hombros discretamente. Si Jaime se ofrecía a ayudarnos con la investigación, yo no veía razones para rechazarla, ni tampoco para no informarla.
– Lucas estaba verificando los registros de llamadas de Weber. Ya que Esus dijo que ésa era la manera en que establecía contacto con el asesino, parece un buen comienzo -dije a Jaime. Miré después a Lucas-. Por favor, dime que sí.
– No parecía un mal comienzo, aunque yo no diría que mis hallazgos sean muy alentadores. En cuanto establecí la hora aproximada en que se habían hecho las llamadas, saqué una lista bastante definitiva de cinco llamadas. Las dos últimas tuvieron lugar la semana pasada, presumiblemente después de que el asesino revisara con cuidado la segunda lista y decidiera ampliar sus criterios. Las dos llamadas se realizaron después de iniciados los asesinatos. La primera, recibida el ocho, era desde Luisiana, donde probablemente se hallaba preparándose para su ataque a Holden. La segunda se produjo al día siguiente, desde California, presumiblemente cuando se preparaba para recoger la última lista. Ambas llamadas fueron hechas desde teléfonos públicos.
– ¿Y las llamadas anteriores? ¿Las anteriores a los ataques? Dime que todas provinieron del mismo lugar.
– De la misma región, aunque todas, una vez más, fueron hechas desde teléfonos públicos. La primera en Dayton, Ohio, la segunda desde Covington, Kentucky, y la tercera desde cerca de Columbus, Indiana. Si dibujamos un triángulo con estos puntos en un mapa, veremos que en el medio queda Cincinnati.
– ¿Así que es de Cincinnati? -dijo Jaime.
– Es razonable suponer que residía allí, por lo menos durante un tiempo corto, antes de que se iniciaran los asesinatos. Al hacer las llamadas desde tres ciudades más pequeñas, parecería que estaba evitando un vínculo deliberado con Cincinnati.
– ¿De modo que deberíamos dirigirnos a Cincinnati? ¿Y empezar a preguntar sobre la comunidad de sobrenaturales?
– No hay una comunidad de sobrenaturales en Cincinnati. -Miré a Lucas-. ¿O sí?
– Si bien hay algunos sobrenaturales que viven en la región, no puede hablarse de una «comunidad». Los Nast consideraron recientemente la posibilidad de colocar una oficina satélite allí por esa razón. -Captó mi fruncimiento de cejas, y explicó-: Las camarillas prefieren expandirse en territorio virgen, donde no tienen muchos residentes sobrenaturales con los cuales competir.
– De modo que en Cincinnati no hay nadie a quien preguntarle -suspiró Jaime-. ¡Mierda! No podía ser tan fácil, ¿verdad?
– Está todavía la pista de la motivación -dije-. Esus cree que estamos buscando a un sobrenatural movido por una vendetta contra las camarillas. La única otra motivación razonable es el dinero. Páguenme mil millones de dólares y dejaré de matar a sus chicos. Pero las camarillas no han recibido notas de chantaje. -Hice una pausa-. A menos que las hayan recibido y no nos lo hayan dicho. ¡Maldita sea! Odio todo esto.
– Creo que es razonable decir que no ha habido intentos de extorsión -dijo Lucas-. Ahora que ha muerto uno de los nietos de Thomas Nast, cualquier asesino que tenga algún conocimiento de las camarillas sabría que ya no le es posible plantear nada en términos de dinero. Como dijo Esus, la cosa es personal.
– Entonces, cuando se ponen todas las pistas juntas, se tienen fuertes indicios. Un varón adulto, que vive en el área de Cincinnati, tiene razones para querer vengarse de las camarillas, no sólo de una, sino de todas las camarillas. No puede haber muchos sobrenaturales que cumplan todos estos criterios.
Читать дальше