Savannah avanzó silenciosamente por el callejón. Edward estaba demasiado interesado en Benicio como para darse cuenta. Cuando llegó al punto que habíamos convenido, se detuvo.
– ¡Ehh! -dijo-. ¡Qué altar más bonito!
Edward se dio la vuelta y la miró fijamente, enmudecido momentáneamente al ver a una niña de trece años sola en medio de un callejón a medianoche.
Savannah dio otro paso.
– ¿Es como un altar satánico? ¿Van a invocar al demonio, o algo así? -Se acercó más a Jaime y fingió que advertía por primera vez las ataduras de Jaime y de Benicio-. ¿Un sacrificio? Fantástico. Nunca he visto sacrificar a nadie. ¿Puedo mirar?
A Edward se le abrió la boca, y luego se le cerró, como si estuviera aturdido con todo aquello. Miré a Jeremy, pero él ya estaba en camino, avanzando casi imperceptible a lo largo de la pared más alejada, fuera de la vista de Edward. Se movía tan silenciosamente como un vampiro. En pocos segundos estuvo a menos de un metro de Edward.
Los ojos de Savannah se agrandaron como platos, y su boca se abrió formando una O de deleitada sorpresa.
– ¡Oh! -dijo-. ¿Ese perro es suyo, señor?
Edward siguió su mirada, y luego se echó atrás rápidamente. A sus espaldas había un lobo negro azabache del tamaño de un gran danés. Cuando Jeremy miró a Edward, sus ojos negros se confundieron a la perfección con su pelaje, de modo que el efecto era el de una negrura pavorosamente uniforme, más parecida a la sombra de un lobo que al animal mismo. En el caso de Elena, yo podía confundirla con un perro de gran tamaño. En el de Jeremy, nadie que se acercara lo suficiente podía cometer ese error. Al ver la cara de Edward supe que él sabía que no se trataba de una mascota perdida.
Savannah avanzó y pasó sus dedos por el pelaje del cuello de Jeremy. Edward tomó aire, como si esperara ver cómo la niña perdía la mano, pero Jeremy no se movió.
– Es hermoso -dijo Savannah-. ¿Cómo se llama?
Mantuvo la mano en el cuello de Jeremy, cerca de su lomo. Jeremy levantó la mirada, y sus ojos se encontraron con los de Edward. Retiró los labios y gruñó tan bajo que el sonido pareció más percibido por el tacto que por el oído al vibrar por el callejón.
– Ay -dijo Savannah-. Me parece que su perro no lo quiere mucho, señor.
Arrugó el gesto como si estuviese pensando mientras examinaba la cara de Jeremy.
– ¿Sabe? Me parece que tiene hambre. -Miró a Edward y sonrió-. Tal vez debería darle de comer.
Jeremy saltó.
Golpeó a Edward en el estómago y el golpe lo llevó a cierta distancia por el callejón, alejándolo de Jaime y de Savannah. Lucas y yo saltamos de nuestros escondites y corrimos también por el callejón. Para cuando llegamos, Jeremy estaba sobre Edward y tenía los dientes enterrados en su hombro. Edward pateaba y golpeaba con sus puños, pero sin efecto alguno. Desgraciadamente, tampoco la mordedura de Jeremy surtió efecto. Ni una sola gota de sangre fluía de la herida y en el momento en el que Jeremy aflojaba su mordedura, los desgarros producidos en la carne de Edward se cerraban.
La cabeza de Edward se irguió, con los dientes desnudos, tratando de alcanzar una de las patas delanteras de Jeremy.
– ¡Jeremy! -grité.
Jeremy retiró su pata de la dirección del mordisco. No sabíamos si el sedante que introducía el mordisco de Edward podía dejar inconsciente a un hombre lobo, pero no era éste el momento de averiguarlo. Jeremy puso sus patas delanteras en los hombros de Edward para sujetarlo, y enseguida le mordió la garganta, arrancándole la carne con un mordisco que habría sido letal para cualquier mortal. Edward gruñó dolorido, pero en el instante en que Jeremy levantó la cabeza dejando de morderlo, el cuello de Edward apareció sano otra vez.
Me volví para decir algo a Lucas, pero él se dirigía ya hacia el altar. Tomó el trozo de soga que había quedado abandonado después de que Jaime hubiese sido atada, y corrió hacia Edward y Jeremy. Por muy fuerte que fuera Jeremy, a menos que lograse decapitar a Edward, esta lucha requería un par de manos humanas.
Cuando Lucas se aproximó, Jeremy levantó la cabeza y buscó su mirada. Luego hundió sus dientes en el costado de Edward y lo levantó, para colocarlo de espaldas de modo que Lucas pudiera atarlo. Edward golpeó con su puño la parte de atrás de la articulación de la pata delantera de Jeremy. La pata de Jeremy se contrajo y no pudo seguir sujetando a Edward con la misma fuerza. Junto a mí, Savannah comenzó a lanzar un hechizo. Yo preparé un hechizo de repulsión, pero entonces oí el encantamiento que lanzaba Savannah, y me di la vuelta.
– ¡No! -grité-. ¡No…!
Las últimas palabras de su hechizo salieron de sus labios en el momento en que Jeremy se rehacía y arrojaba a Edward lejos de sí. Al hacerlo, Jeremy entró en la trayectoria del hechizo de inmovilización de Savannah y quedó inmóvil. Edward cayó sobre Jeremy. Savannah rompió el conjuro, pero Edward ya había aferrado una de las patas traseras de Jeremy. La mordió. Jeremy se recuperó y giró sobre sí mismo, pero Edward mantuvo sus dientes firmemente introducidos en la pata de Jeremy, provocando la salida de sangre e inyectándole su sedante. Lucas se lanzó hacia los dos. Impactó contra el costado de Edward y lo apartó de Jeremy. Mientras se perseguían por el callejón, Jeremy quedó en el lugar donde se encontraba, mirando en torno como si estuviese confundido. Enseguida respiró con fuerza, y cayó al suelo.
Lucas y Edward cayeron al suelo esforzándose ambos por sujetar al otro. Preparé un hechizo de inmovilización. Sabía que no podría usarlo mientras se movieran de un lado a otro, agarrados, pero no podía arriesgarme a utilizar nada peligroso. Me sentía inútil, allí parada, mirando. Por lo menos el hechizo me hacía sentir que podría detener a Edward si las cosas iban por mal camino.
Los dos hombres eran iguales en materia de tamaño y fuerza. Lucas tenía un antebrazo colocado bajo la garganta de Edward, para que no pudiera morder, pero cada vez que Lucas levantaba la mano libre para lanzar su hechizo, Edward le pegaba y se lo impedía.
Edward logró librarse de Lucas y ponerse casi en pie, pero Lucas volvió a derribarlo. Rodaron juntos. Cuando chocaron con la pared, Edward se levantó y dio media vuelta. La cabeza de Lucas golpeó contra el ladrillo.
El golpe dejó a Lucas confuso por un momento, que Edward aprovechó. Viendo una oportunidad, echó hacia atrás la cabeza abriendo la boca. Lancé mi hechizo de inmovilización, demasiado rápido, de tal manera que supe, antes de haber terminado, que no había funcionado. Savannah y yo corrimos las dos hacia ellos, pero estábamos a tres metros, demasiado lejos para llegar a tiempo. Mientras Edward bajaba la cabeza para morder, Lucas se recuperó y logró esquivarlo. Los colmillos de Edward lograron sin embargo rozar la piel del cuello, de modo que cuando Lucas se apartó, una fina llovizna de sangre se esparció por el callejón. El aire que rodeaba a Lucas comenzó a brillar. Él se alejó, eludiéndola. Yo agarré a Savannah de un brazo y la aparté.
Edward quedó quieto, de pie. Vio los primeros destellos del portal y sus labios se curvaron con una sonrisa lenta.
– Natasha -susurró.
Lucas se abalanzó contra Edward, tratando de apartarlo del portal. Edward dejó que lo hiciera. Sabía que el portal no iba a abrirse todavía. No había logrado sacar suficiente sangre de Lucas. Lo sujetó por el pelo y echó la cabeza hacia atrás con los dientes listos para morderle el cuello. Lucas abrió desmesuradamente los ojos al darse cuenta de su error.
– ¡Hechizo de inmovilización! -le grité a Savannah.
Mientras ella lanzaba el hechizo, me lancé contra Edward. Le agarré de la camisa, por la espalda, y lo aparté hacia un lado. Logré alejarlo de Lucas, pero no antes de que sus colmillos hiciesen contacto. Saltó otro poco de sangre. El suelo comenzó a vibrar.
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