Jaime continuó:
– No serviría para reabrir el portal.
– Oh, pero podría intentarlo… y creo que lo haré. Sólo para asegurarme.
Edward caminó hacia Benicio. Rompí mi ocultamiento, mientras un hechizo acudía a mis labios. Lucas comenzó a moverse tras la esquina.
– ¡Espera! -dijo Jaime-. Si lo matas, no podrás conseguir a Lucas.
Edward se detuvo. Lucas, de un tirón, volvió a llevarme tras la esquina.
– Necesitas a Lucas -dijo Jaime-. Necesitas a alguien que haya pasado por el portal.
– ¿Y eso qué tiene que ver con mantener vivo a este hijo de puta?
– Piénsalo. ¿Qué ocurriría si llamaras a Lucas y le dijeras que tienes a su padre? ¿Si puedes probar que tienes a su padre? El chico pone su vida en peligro por personas totalmente desconocidas. ¿Crees que no vendrá corriendo para salvar a su padre?
– Bien -susurró Lucas-. Gracias, Jaime.
Asentí con la cabeza. Éste era, sin duda, el plan perfecto. Edward no mataría a Benicio hasta que no dispusiera de Lucas, y Jaime sabía que cuando Lucas recibiera esa llamada, vendría sin duda corriendo, apoyado por un pequeño ejército de sobrenaturales.
– He perdido mi teléfono, pero puedes utilizar el suyo -dijo Jaime-. Estoy segura de que tiene a Lucas entre las llamadas directas. Probablemente la primera.
Lucas se puso tenso, listo para salir corriendo hacia el café para poder responder la llamada sin ser escuchado.
– Dentro de un minuto -dijo Edward-. Primero, necesito despertar a éste…, por lo menos durante el tiempo necesario para que haga esa llamada por mí. Aunque después de eso, creo que voy a poner a prueba tu palabra. Será mejor que vayas deseando que no te falle.
– ¿Q… qué?
– Lo único que necesito de él es que llame a Lucas. Una vez que eso esté hecho, habrá dejado de serme útil. Y, si su sangre llega a reabrir el portal, tú también habrás dejado de serme útil. Créeme, si me estás mintiendo, vendrás conmigo al otro lado. ¿Y si no lo estás? Bueno, entonces al chico lo espera una doble sorpresa cuando venga y doble esa esquina, aunque no tendrá mucho tiempo de lamentarse antes de que se reúna con su viejo.
Lucas y yo nos miramos el uno al otro. Lancé un hechizo de privacidad, de modo que pudiera hablar sin susurrar.
– No contestes al teléfono -dije-. Sencillamente, no lo hagas.
Él lanzó su propio hechizo.
– No iba a hacerlo. Si no puede comunicarse, eso nos dará más tiempo. Pero no lo suficiente como para esperar a los demás. Tendremos que manejar esto nosotros solos. -Me acarició el brazo. Sus dedos temblaban contra mi piel. Cerró los ojos, esforzándose en superar el miedo-. Podemos manejarlo. Tenemos hechizos, y contamos con el factor sorpresa.
– Pero no sabemos qué conjuros funcionan con los vampiros. Nosotros… -Respiré hondo y me esforcé por superar mi propio miedo-. Un hechizo de inmovilización servirá. Pero necesito algún modo de acercarme lo suficiente como para lanzarlo sin que me vea. Tal vez una distracción. Pero no sé qué…
– Puede que yo lo sepa -susurró una voz a nuestra izquierda.
Jeremy apareció junto a nosotros. Hizo un gesto indicándonos que lo siguiéramos hasta el otro extremo del callejón, donde nos esperaba Savannah.
– Aaron llamó al hotel preguntando por el número de Elena -susurró Jeremy-. Pensé que podríais necesitar ayuda, y estábamos más cerca que los otros. Ahora, decidme, ¿qué ha ocurrido?
Se lo dijimos, tan rápidamente como nos fue posible.
– Paige tenía razón -dijo-. Una distracción seguida de un ataque es nuestra mejor posibilidad. Yo puedo proporcionar la primera, y ayudaros con la segunda.
– También yo -dijo Savannah-. Yo puedo ayudar.
– No, no -dije-. Tú te quedas…
– No, Savannah tiene razón -dijo Jeremy-. Ella puede ayudarme con la distracción.
Nos dijo cuál era su idea, y luego se reunió con Savannah.
– Ahora, esperarás con Paige y Lucas. En cuanto me veas, puedes empezar, pero no antes de verme.
Ella asintió con la cabeza, y Jeremy se encaminó hacia el callejón lateral para rodear el edificio por el lado norte. Volvimos a nuestro escondite en el punto donde comenzaba el callejón.
Llegamos a la esquina justo en el momento en que Edward acababa de decirle a un Benicio ahora consciente que era necesario que hiciera una llamada telefónica. Mientras esperábamos a Jeremy, me desprendí de mis tacones, en caso de que tuviésemos que correr por el callejón.
– ¿Y si me niego? -dijo Benicio.
Una bofetada resonó en el silencio. Benicio ni siquiera suspiró.
– Éste no es uno de esos tratos comerciales que puedes negociar en tu beneficio -dijo Edward con voz cortante-. ¿Qué es lo que crees que te ocurrirá si te niegas?
– Que me matarás -dijo Benicio con calma-. Y si como tú dices llamo a Lucas, y viene, lo matarás a él. ¿Crees sinceramente que cambiaría mi vida por la de mi hijo?
Edward dejó escapar una corta risa.
– Así que estás ofreciéndote en sacrificio para salvarlo a él. Muy noble de tu parte, pero no va a funcionar. Lo encontraré de todas formas y lo mataré.
– Pero no tendrías necesidad de hacerlo. Mátame a mí, usa mi sangre en ese portal y se reabrirá.
Los ojos de Lucas se abrieron y sus labios formaron un silencioso «No». Me aferré a su brazo y miré ansiosamente por el callejón buscando a Jeremy, pero sabiendo que era demasiado pronto, que no podía estar listo todavía.
– No -dijo Jaime-. No va a funcionar. No lo escuches. Necesitas la sangre de Lucas…
– Intenta con la mía -dijo Benicio con la voz todavía tan calma como si estuviese regateando el precio de su almuerzo-. Si miento, no habrás perdido nada. Como dices, aún podrías capturar a Lucas sin mi ayuda, con la que jamás contarás. Mátame, entonces, y te garantizo que tu portal volverá a abrirse.
Lucas se lanzó hacia delante, librándose de mis manos. En ese momento, Jeremy apareció en la otra esquina. Lucas se detuvo. Nuestros ojos se encontraron y supe qué estaba pensando. ¿Nos atreveríamos todavía a seguir el plan de Jeremy? Los dos habríamos estado más que contentos irrumpiendo en el lugar y lanzando nuestros hechizos. ¿Pero era ésa la medida más inteligente? ¿La más segura? Savannah nos miraba. Lucas tragó saliva, y luego le indicó, con un movimiento, que procediera. Cuando ella avanzó, él me agarró la mano y la apretó con tanta fuerza que oí que me crujían los nudillos. Yo apreté la suya.
Mientras veía avanzar a Savannah, mil nuevas dudas se me vinieron a la cabeza. Era tan joven… ¿Qué pasaría si no podía hacerlo? ¿Qué si se quedaba paralizada? ¿Qué si eso ocurría y no podíamos lanzar nuestros hechizos antes de que Edward cayera sobre ella? ¿Qué pasaría si Jeremy no podía detenerlo a tiempo? Respiré profundamente y cerré los ojos. Jeremy había pensado que esto funcionaría, y yo confiaba en que él no pondría nunca en peligro a Savannah.
Savannah entró en el callejón. Edward tenía la espalda vuelta hacia ella, y hablaba todavía con Benicio. Pero Jaime y Benicio la vieron. Los ojos de Jaime se abrieron de par en par. Me incliné apartándome de mi lugar de ocultamiento tanto como me atreví a hacerlo, y al verme, Jaime ocultó su mirada de sorpresa. Benicio vaciló, hizo después un mínimo gesto de aprobación, y le dijo algo a Edward, para mantener su atención.
Lancé un hechizo de ocultamiento, y preparé una bola de fuego. Durante los pocos segundos que me llevó preparar el hechizo, fui visible, pero la capa de invisibilidad volvió a caer sobre mí en el momento en que dejé de hacerlo. Detrás de mí, Lucas tenía listo un hechizo de repulsión, que distaba mucho de ser letal, pero que, en cambio, sabíamos que sería eficaz contra un vampiro.
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