Christine Feehan - Fuego Salvaje

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Nacido en un mundo de monstruos retorcidos, Jake Bannaconni se ha formado y moldeado en la fría venganza. Afilado en los fuegos del infierno, él controla su mundo y las reglas con una mano de hierro. Tiene todo y cualquier cosa que el dinero puede comprar. Es despiadado, sin compasión y se considera un hombre al que dejar solo. Su legado oculto, el ser un cambiaformas, le hace doblemente peligroso en el mundo corporativo.
Emma Reynolds es una mujer que sabe cómo amar y amar bien. Cuándo sus dos mundos chocan, los planes de Jake para una completa absorción pueden venirse abajo.

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– Mami tiene que ayudar a papá, pequeño. No puedes moverte. Sé que tienes miedo, pero necesito que me prometas que te quedarás aquí mismo y no te moverás, ni harás ruido.

Ella apretó su pequeño cuerpo más profundamente contra el césped.

Él la miró con esos ojos, tan parecidos a los de Jake, ojos que parecían tener más inteligencia de la que era posible a su edad. Respiró hondo y asintió con la cabeza lentamente. Emma lo cubrió con ramas y ramitas que encontró cerca y recogió el césped a su alrededor, llevándole sólo un segundo el ocultarlo.

Entonces corrió hacia el olor, cambiando mientras iba, su cuerpo bajando al suelo, a gatas, la piel animal deslizándose sobre su piel, el morro redondeándose y expandiéndose para acomodar los dientes que irrumpían. La experiencia lo hacía ser menos doloroso y más rápido, y estaba acostumbrándose a los nudosos músculos y el cuerpo nervudo que le hacía mucho más fácil desplazarse.

Ella lo rodeó para atacarlo por detrás. Allí. En el árbol, estaba apoyando su peso contra una gruesa rama para tratar de conseguir un mejor disparo. Podía imaginarse el caos que veía a través de su objetivo. Cuatro leopardos y tres humanos que luchaban a muerte en una batalla de revolcones, arañazos y dientes. Se puso el rifle al hombro y el ojo en el objetivo, asentando el dedo en el gatillo. Ella se acercó por detrás en silencio, sigilosamente, su mirada fija y enfocada, cazando al cazador.

– Te tengo, grandísimo hijo de puta -dijo el hombre suavemente, con satisfacción en su voz.

Ella brincó, saltando fácilmente del árbol y aterrizando en su espalda, su peso golpeándolo con fuerza contra la nudosa rama. Él gruñó, manteniendo su agarre en el arma mientras ella agachaba la cabeza y lo mordía en el hombro, rompiendo fácilmente la piel y el delgado músculo, clavándose profundamente. La sangre le llenó la boca y reculó horrorizada.

Emma se echó atrás y el hombre rodó, cayéndose del árbol al suelo, disparando el arma. Sintió la quemadura de bala a través de su pellejo y se lanzó otra vez, su peso golpeándolo de lleno en el pecho. Él trató de levantar el rifle, y cuando no pudo lo utilizó como un garrote, golpeándola en los hombros para echarla hacia atrás. El leopardo le arañó el vientre y le aferró la garganta, mordiendo fuerte más por miedo que por agresividad.

Emma se agarró a su cuello cruelmente, las lágrimas cayéndole por la cara. Quería vomitar, la bilis le subía. Estaba tan apenada que tenía que luchar con su cuerpo para que se mantuviera y no cambiara de nuevo a su forma humana. El hombre luchó, golpeando los costados del leopardo con su fusil, tratando de sortearlo para disparar. Justo cuando estaba segura de que no podría sostenerle un momento más, Jake vino corriendo hacia ellos.

Él estuvo sobre el hombre en segundos, y Emma retrocedió, agotada, enferma, repugnada y horrorizada a la vez. Se tambaleó, cayó y comenzó a arrastrarse, llevando el cuerpo del leopardo por el barro lejos de la escena mortal. No quería ver ni oír más asesinatos. Una vez lejos de la terrible lucha cambió, sollozando, agachándose para liberar a su estómago de todo su contenido en protesta por las actividades de esta noche.

Todavía podía saborear la sangre en la boca y estaba desesperada por deshacerse de ella. Levantó el rostro hacia el cielo, permitiendo que la lluvia se vertiera sobre ella, deseando que la limpiara. No estaba arrepentida pero odiaba haber tenido que hacer una elección de vida-o-muerte sobre otro ser humano. Intentó restregarse la sangre del cuerpo, tiritando continuamente, aunque no sabía si era por el frío o por la profunda repulsión.

– Emma. -Jake pronunció su nombre suavemente.

Giró la cara hacia él. Tenía el aspecto de un guerrero, con los brillantes ojos y las gotas de sangre cubriéndolo, junto con profundos rasguños, pero parecía haber salido ileso de la batalla.

– ¿Dónde está nuestro hijo?

Ella podía ver el miedo en sus ojos. Las manos le temblaban mientras la buscaba. Ella señaló hacia la cuesta cubierta de hierba donde había ocultado a Kyle. Él la tomó de la mano y corrió, imponiendo un ritmo rápido. En su agotamiento, Emma apenas podía mantenerle el ritmo, tropezando sobre el suelo irregular hasta que él le pasó el brazo alrededor de la cintura y casi la levantó de sus pies, llevándola los últimos metros de terreno fangoso antes de detenerse, mirando fijamente al pequeño montón. Su pecho subía y bajaba, la respiración estallaba saliendo de sus pulmones y se dejó caer de rodillas.

– ¡Kyle! -Jake se abrió paso a través del camuflaje con que lo había cubierto Emma. Arrastró al pequeñín hacia sí, recorriéndolo con las manos, limpiando las lágrimas de la cara del chico, inconsciente de las suyas mientras comprobaba por sí mismo que Kyle estaba vivo-. Tienes magulladuras por todas partes. Esto no tenía que haber pasado nunca. Lo siento, Kyle. Debería… -Sacudió la cabeza y apretó al chico contra su pecho, sosteniéndolo contra su corazón-. Ahora estás a salvo, hijo.

Besó a Kyle en la coronilla y pasó la barbilla por el espeso pelo, murmurando tonterías tranquilizadoras, casi sin poder creer que tenía a su hijo a salvo en sus brazos.

Kyle alzó sus brazos rodeando el cuello de su padre y enterró la cara contra su garganta. Jake se estiró y arrastró a Emma también a sus brazos, y todos se arrodillaron en el césped y se adhirieron uno al otro, llorando. Fue Emma la que al fin levantó la cabeza y trató de ser práctica.

– Tenemos que sacar a Kyle de la tormenta, Jake. ¿Cómo vamos a ir a casa?

Jake frotó la cara sobre el pelo de Kyle una vez más, inhalándolo, sólo agradeciendo que estuviera vivo. Suspiró e hizo que su mente se centrara en el plan ya establecido.

– Escondimos ropa en varios sitios. Conner está reuniendo alguna para nosotros mientras Joshua vuelve corriendo a la hacienda para traer un camión. Estará aquí tan pronto como pueda para llevarnos a casa.

– Los peones estarán nerviosos -dijo Emma, ansiosa por la seguridad de Joshua-. Si avistan un leopardo le dispararán.

– Nadie avistará a Joshua -le aseguró Jake-. No a menos que quiera ser visto.

– ¿Qué vamos a decirle a la policía? -Emma no tenía que preguntar qué le había pasado a sus enemigos o Trent-. Son personas poderosas. No pueden simplemente desaparecer.

– Leopardos atacaron a los caballos. Deben de haber venido de un coleccionista privado o de una hacienda que ilegalmente cría animales salvajes para cazadores y de alguna forma se escaparon. La tormenta los debe haber vuelto un poco locos.

– Leí que esas cosas pueden suceder, que los animales salvajes se ven muy afectados por tormentas -acordó Emma-. Y ciertamente todos conocen esos horribles programas de crías.

Jake asintió.

– Nos ponemos nerviosos. -Hizo una pequeña mueca-. Y de un humor cambiante. Tú y Drake corristeis para salvar a los caballos, junto con los abuelos y nuestro buen amigo Trent, que nos visitaba en aquel momento junto con su guardaespaldas. Los leopardos te atacaron a ti y a Drake. Las heridas de Drake fueron tan severas que llamamos a nuestro piloto en medio de una terrible tormenta.

– Lo cual tuvimos que hacer -dijo Emma-. Eso puede ser probado y nuestras heridas son consecuencia de un ataque de leopardo. ¿Crees que Drake estará bien?

– Tenía a un cirujano ortopédico preparado ya para revisar su pierna. Encontré uno que tiene una historia con la especie de los leopardos. Cree que puede fijar la pierna de Drake para que pueda cambiar otra vez. La herida forzó a adelantar la operación, y quizás la complicó, pero por lo menos ya teníamos al médico correcto. Winston estuvo viéndolo en el hospital. Le pagué suficiente dinero para que continuara su investigación durante un tiempo, para asegurarme que cuidaría muy bien de Drake. La cantidad de dinero que un éxito con Drake generará será más que estímulo suficiente para asegurarse de que no sólo Drake viva, sino que su pierna estará al cien por cien.

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