– Me estás destruyendo, Emma -susurró con su frente contra la de ella-. Me estás destruyendo totalmente con cada aliento que tomas.
– Te estoy volviendo más fuerte -contestó-. Te haces más fuerte. Así es como esto funciona.
Así lo esperaba él. Esperaba que ella supiera de qué coño estaba hablando, porque él estaba en territorio virgen.
La puerta de cocina se abrió de golpe
– ¡Emma! -gritó Joshua a todo pulmón-. Los niños están perdiendo la cabeza aquí fuera. Si no te mueves, vamos a tener una mini rebelión.
Joshua sonaba agobiado. Jake y Emma se miraron el uno al otro y se echaron a reír. Ella salió deprisa de la casa.
– Ya voy, ¡por Dios! Tuve que encargarme de un asunto.
– Puedo ver el tipo de asunto del que te estabas encargando -se quejó Joshua. Entonces levantó su voz para que Jake pudiera oírlo-. No soy una canguro.
– Qué debilucho -bromeó Emma-. Un par de niños pequeños y vas y te quejas como un bebé. -Alcanzó las riendas que Conner le ofrecía y se subió a la pequeña yegua que Jake había comprado para ella. El caballo tenía líneas hermosas, pero era el adiestramiento lo que él había pagado. Ésta se movía ante la más leve demanda, su trote era suave y fluido.
Conner tenía a Andraya sentada delante de él con las mejillas rojas por el entusiasmo, su casco de equitación rosa iba a juego con sus queridas botas. A veces se negaba a quitarse las botas, y quería meterse con ellas a la cama por la noche. Kyle esperaba con impaciencia a que Joshua se montara de nuevo detrás de él. Él iba todo de negro, a juego con el sombrero de su papá y las botas, aunque también llevaba un casco.
– Estás en un problema gordo, Joshua -le advirtió Emma-. Se supone que no debes traer a los caballos hasta la casa. El jardinero odia eso. Pisotean sus flores y dejan grandes sorpresas sucias.
– Es culpa tuya. -Joshua todavía no la había perdonado. Él sabía que el jardinero se desahogaría durante horas, gritándole a ella en italiano y lanzando la rica y fértil porquería al aire en una de sus frecuentes rabietas. Sólo Emma podía calmarle cuando le daba una rabieta por la destrucción de sus queridos jardines.
Jake había buscado a Taddio, su jardinero, unos años antes, después de oír a varias personas inicialmente elogiarle como uno de los máximos paisajistas en tres estados, Entonces decayó después de que un accidente le dejara con un brazo. Todavía tenía su talento, pero ninguna de esas personas quería ver su «detestable imperfección». Él había estado con Jake en exclusiva desde entonces, diseñando el ajardinamiento alrededor de sus edificios, en las casas que él compraba y vendía, y también en el rancho.
Paseaban a caballo en fila india, Emma iba escuchando las bromas entre Joshua y Susan. La adolescente se sentaba en la postura perfecta, hombros rectos, barbilla alzada, con una confianza nueva que Emma no había visto en ella antes. Andraya y Kyle rebotaban, daban pataditas y sostenían las riendas siempre que Joshua y Conner se lo permitieran, riéndose alborozados cuando ordenaban a los caballos.
Emma en realidad nunca había montado a caballo hasta un año antes, cuando Jake había decidido enseñarle, al tiempo que subían por primera vez a Kyle en un caballo. Él había tenido cuidado de ella, pero la había empujado a vencer sus miedos, hasta que finalmente ella se dio cuenta que había libertad y alegría en el poder del animal.
El sendero para montar a caballo era estrecho mientras zigzagueaba a través de los árboles hasta llegar a una pequeña corriente de agua a través de la cual los caballos chapoteaban. Este era el sendero más fácil, y el que usaban siempre que llevaban a montar a Andraya y a Kyle. Sin terreno escarpado, sólo tierra llana que se extendía por kilómetros. En la lejanía había unas cuantas colinas en pendiente. El viento cortaba y Emma se alegró de haber insistido en que los niños siempre llevaran sus chaquetas cuando montaban a caballo.
En la distancia, lejos, a su derecha, mientras Emma encabezaba una subida, advirtió levantamiento de polvo, en gran cantidad. Se detuvo para estudiar la nube de polvo, para determinar lo que podría ser. Echó un vistazo atrás, Joshua y Conner estaban hablando con los niños y les ayudaban con las riendas. Ella cambió su peso hacia adelante, levantando las riendas ligeramente, y la pequeña yegua salió a su trote suave y rápido. Emma se abandonó a la pura alegría de montar, sintiendo el viento en su pelo y la brisa en su cara. Urgió al caballo para ir más rápido, usando sus rodillas para controlar la velocidad, tal como Jake le había dicho que podía hacer. Durante sólo unos momentos, ella estuvo sola, caballo y jinete cargando a través de la tierra mientras su propia risa sonaba en sus oídos.
Oyó el sonido de cascos y volvió la cabeza para ver a Susan espolear a su caballo para colocarse junto al suyo. Corrieron codo con codo, lanzando sonrisas de un lado y de otro, el cabello volando al viento, los caballos corriendo suave y confiadamente.
El caballo de Emma viró de repente bruscamente y puso los ojos en blanco, sacudiendo la cabeza. Emma tiró de las riendas mientras el caballo de Susan comenzaba a portarse mal. Emma levantó la cabeza para tratar de captar el olor esquivo, pero su caballo intentó desbocarse y ella concentró su atención en el control del animal. Tuvo que forzar la cabeza del caballo para que se moviera en círculos. El caballo de Susan dio media vuelta y se lanzó en una carrera de vuelta al rancho.
Los truenos retumbaban siniestramente. La tierra tembló. Sintió las vibraciones subir por la pata del caballo hasta su propio cuerpo, y giró la cabeza hacia atrás para mirar en dirección de la nube de polvo. Estaba casi encima de ella. La yegua se encabritó, soltando un chillido aterrorizado. Emma le pateó duramente en las costillas y se inclinó sobre su cuello, corriendo de vuelta hacia la seguridad relativa de la línea de los árboles.
Un momento estaba montando sola, y al siguiente fue arrastrada por un mar de caballos al galope. Uno golpeó de costado a su yegua, aplastando la pierna de Emma. Durante un momento de infarto la yegua dio bandazos, agachó la cabeza y se puso a cocear con sus patas traseras, enviando a Emma volando al suelo. Los cascos llovían sobre ella. Emma rodó, encogiéndose como una pelota con las manos sobre la cabeza para protegerse. La tierra estaba suave por la lluvia y ella se arrastró dentro de una depresión contra el lateral de un pequeño peñasco.
Ella oyó el sonido de un disparo y el grito de un hombre. Joshua había empujado a Kyle sobre el caballo de Conner y había cabalgado directamente hacia dentro de la manada en estampida, delante de Emma, disparando su arma, cambiando el curso de la manada. Los caballos tronaron al pasar, virando bruscamente y alejándose de ella. Cuando el sonido se extinguió y la tierra dejó de temblar, ella dejó caer sus manos y rodó poniéndose boca arriba para mirar al cielo tempestuoso, las lágrimas enturbiaban su visión. Parecía que no había un solo lugar en todo su cuerpo que no le doliera.
– No te muevas, Emma -la ordenó Joshua. Él no sonaba en absoluto como el Joshua que ella conocía, y cuando lo miró, los ojos de él relucían, pequeñas luces rojas jugaban a través de ellos-. Drake enviará el helicóptero a buscarte.
Ella quiso decirle que eso era ridículo, que se encontraba perfectamente bien, pero por la razón que fuera, cuando abrió su boca no le salió nada. Oyó a Andraya gritando por ella y levantó su mano para llamar por señas a Conner para que le trajera a los niños y así poder tranquilizarles, pero Joshua negó con la cabeza, situándose en cuclillas junto a ella como un buldog protector. Cuando él, incluso, movió una mano hacia Susan para alejarla, ella trató de moverse.
Читать дальше