Kelley Armstrong - Jauría

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Elena Michaels es una chica del siglo XXI: segura de sí misma, aguda e inteligente, dispuesta para la lucha. Y como toda mujer, también tiene sus secretos. Nada fuera de lo común, excepto que ella es realmente extraordinaria. De hecho, podría ser la más asombrosa de las mujeres. Porque Elena es la única mujer lobo en el mundo…
Diez años atrás, y contra su voluntad, su novio la transformó en loba. Algunos días Elena siente su doble naturaleza como un regalo del cielo, otros como una maldición. Hace un año decidió abandonar la protección de la Jauría, su familia lobo, y vivir como humana. Pero ahora, la Jauría está bajo la presión de una banda de hombres lobo que no demuestran ningún respeto por las viejas y buenas costumbres con sus salvajes asesinatos de personas inocentes. Elena deberá usar todos sus poderes para atrapar y destruir a los renegados antes de que ellos la destruyan. ¿Perderá definitivamente su lado humano? Es tiempo de decidir de qué lado pondrá su lealtad.
Jauría es un apasionante thriller que tiene una vuelta de tuerca sobrenatural tan peligrosamente excitante y seductora como su heroína.

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– Me sorprende que no envíe tarjetas de Navidad -dijo Antonio-. Me las imagino. De buen gusto, las mejores que pueda robar. Pequeñas notas de saludo con caligrafía perfecta. "Felices fiestas. Espero que todos estén bien. Hice trizas a Ethan Ritter en Miami y esparcí sus restos en el Atlántico. Mis mejores augurios para el año nuevo. Karl".

Peter rió.

– Ese tipo nunca decidió de qué lado del cerco estaba.

– Sí que lo decidió -dije-. Y ése es el motivo por el que nos invita a cenar y nos pone al día con sus matanzas de callejeros. Espera que olvidemos de qué lado del cerco está.

– Cosa poco probable -dijo Antonio-. Un callejero es un callejero y Karl Marsten es claramente un callejero. Y peligroso. Asentí.

– Pero como tú dijiste no es probable que ande comiendo humanos en Bear Valley~ Yo le tengo tanta antipatía como tú, pero realmente me gusta la idea de que sea Daniel. ¿Sabemos dónde está?

Hubo un instante de silencio. Y luego más. Mucho más silencio.

– Nadie lo ha estado vigilando -dijo Peter por fin.

– No es grave -dijo Antonio con una sonrisa, y me alzó y me lanzó por los aires. Olvidemos la Jauría. Dinos en qué andas. Te extrañarnos.

Pero el asunto era grave. Yo sabía por qué bromeaban. Porque era mi culpa. El seguimiento de los callejeros era mi tarea. Si le hubiese dicho a Jeremy el año pasado que iba a dejar la Jauría, hubiera buscado a otro que lo hiciera. Si hubiese llamado en cualquier momento para decir que no volvía, también hubiera buscado a otro. Pero yo me fui dejando la puerta abierta para volver. Como siempre. Ya me había escapado antes de Stonehaven, para escaparme de Clay, Juego de una pelea, en busca de un descanso reparador. Pasaban días y hasta semanas, pero volvía. Esta vez, las semanas se volvieron meses, luego un año. Pensé que se habrían dado cuenta, que entenderían que no iba a volver, pero quizá no, quizá seguían esperando, como Clay, que me esperó todo el día en el portón de la entrada, confiando en que volvería porque siempre lo hacía y porque no había dicho que no lo iba a hacer. Me pregunté cuánto habrían esperado.

Luego de la cena, cuando me dirigía a mi cuarto para ponerme ropa más abrigada, de pronto Nicholas salió del cuarto de Clay, me tomó de la cintura y me arrastró al interior. El cuarto de Clay era opuesto al mío, tanto en ubicación como en decorado. Estaba pintado de blanco y negro. La alfombra era blanca. Jeremy había pintado las paredes de blanco, con figuras geométricas negras. La cama de Clay era de bronce y enorme y estaba cubierta con un cobertor negro y blanco, que tenía bordados los símbolos de alguna oscura religión.

A lo largo de la pared oeste había un sistema de entretenimiento de lo último, con el único equipo de estéreo, de video y de televisión de la casa. La otra pared estaba cubierta de fotos y dibujos de mí, montaje que me recordaba los «altares" que se encuentran en las casas de psicópatas obsesionados, lo que, pensándolo bien, no era tan mala descripción de Clay.

Nick me arrojó sobre la cama y saltó sobre mí, sacándome la camisa de los jeans para hacerme cosquillas en la panza. Sonrió sugestivo, con los dientes blancos brillando bajo su bigote oscuro.

– ¿Te entusiasma lo de esta noche? -preguntó subiendo los dedos desde mi ombligo hacia arriba. Lo palmeé la mano y la bajó nuevamente a mi estómago.

– No se supone que nos vayamos a divertir -dije-. Es una cuestión seria y requiere una actitud seria.

Del baño llegó una risotada. Salió Clay, secándose las manos con una toalla.

– Casi lo dices seria, cariño. Estoy impresionado.

Levanté los ojos exasperada y no dije nada.

Clay se dejó caer junto a mí, haciendo crujir los resortes del colchón.

– Vamos, admítelo. Te gusta.

Me encogí de hombros.

– Mentirosa. ¿Cuántas veces podemos correr por la ciudad? Un pichicho cazador oficialmente sancionado.

A Clay le brillaron los ojos. Extendió la mano para acariciar la parte interior de mi antebrazo y yo me estremecí. Sentí una sensación de nervios en mi estómago. Girando la cabeza, Clay miró el atardecer por la ventana. Me hizo cosquillas en el lado interior del codo. Mi mirada recorrió su rostro, su quijada, los tendones de su cuello, la sombra de su barba y la curva de sus labios. Sentí un calor en el estómago que se irradió hacia abajo. Giró para mirarme. Tenía las pupilas dilatadas y podía oler su excitación. Rió con risa ronca, se inclinó hacia mí y susurró esas cinco pequeñas palabras.

– Es hora de cazar, cariño.

CACERIA

Bear Vailey era un pueblo de obreros, con una población de ocho mil almas que nació con la industrialización y tuvo su máximo esplendor en los años cuarenta y cincuenta. Pero tres recesiones y los despidos en las fábricas habían tenido su efecto. Quedaba una fábrica de tractores al este y una planta papelera al norte, y la mayoría de la gente trabajaba en alguna de las dos. Era un pueblo que se enorgullecía de sus valores familiares, en un ambiente en el que la gente trabajaba duro, jugaba duro y llenaba el estadio de béisbol, por más que el equipo de segunda división local estuviera en el primer puesto o en el último. En Bear Valley, los bares cerraban a medianoche los días de semana, la subasta anual (de la Asociación de Padres y Docentes era un evento social importante y el control de armas significaba que no se permitía a los chicos tirar con nada que superara el calibre veinte. A la noche, mujeres jóvenes cruzaban las calles de Bear Valley temiendo un poco más que a los maullidos, el chistido de unos tipos que merodeaban por el vecindario. Ellas no querían ser asesinadas por extraños, y mucho menos querían ser arrastradas, masacradas y devoradas por perros locos.

Nos separamos. Antonio y Peter se dirigieron al lado oeste del pueblo donde estaba el único edificio de departamentos de Bear Valley y dos hoteles. Lo que significaba que tenían el mejor sector, ya que era más probable que el callejero se encontrara allí; pero el problema era que Jeremy decidió que debían mantenerse en forma humana, dado que no podrían andar por el complejo de departamentos como lobos.

Clay, Nicholas y yo debíamos recorrer el este, donde podríamos encontrar al callejero en una casa o un cuarto alquilado. Llevamos mi auto, un viejo Camaro, que estaba en Stonehaven. Manejaba Clay. En realidad fue mi culpa: me desafió a correr hasta el garaje. Mi ego aceptó y mis pies perdieron. Llegamos a la ciudad poco después de las nueve y media. Clay me dejó detrás de una clínica médica que cerraba a las cinco. Me Cambié entre dos depósitos de basura que hedían a desinfectante.

Cambiar de forma al igual que cualquier otra función corporal, es más fácil cuando el cuerpo lo necesita. Un licántropo descontrolado Cambia bajo dos circunstancias: cuando se lo amenaza o cuando su ciclo interno le impone la necesidad de hacerlo. Nuestro Cambio se basa aproximadamente en los ciclos de la Luna, aunque tiene poco que ver con la luna llena. El ciclo natural podría variar entre tres días y una semana para distintas personas. Cuando se aproxima el momento, podemos sentir los síntomas: la inquietud, el escozor, los calambres y dolores internos, la sensación abrumadora de que se tiene que hacer algo y que el cuerpo y la mente no podrán descansar hasta que se satisfaga esa necesidad. Los indicios son tan reconocibles instintivamente como los del hambre. Al igual que el hambre, podemos posponerlo, pero al poco tiempo el cuerpo obliga al Cambio. Y al igual que con el hambre, podemos anticiparnos a los síntomas y Cambiar antes de que aparezcan. O podemos dejar de lado el ciclo natural por completo y Cambiar tanto como queramos. Eso es lo que nos enseñó la Jauría. Cambiar más a menudo para mejorar el control y aseguramos de no esperar demasiado, dado que eso podría provocar efectos secundarios complicados, tales como iniciar un Cambio en medio de las compras o, habiendo Cambiado, sentirnos frustrados por la ira y el deseo de sangre. En Toronto había dejado de lado las enseñanzas de Jeremy y Cambiaba sólo cuando era necesario, en parte para distanciarme de la «maldición» y en parte porque el Cambio en Toronto era una gran producción, que requería tanta planificación y cautela que me dejaba exhausta por muchos días. Así que estaba fuera de práctica. Había Cambiado ayer. Y sabía que hacerlo nuevamente menos de veinticuatro horas después sería terrible, como tener sexo sin juego previo. Sería doloroso o directamente no podría hacerlo. Debí haberle aclarado esto a Jeremy cuando dijo que teníamos que Cambiar para la cacería, pero no pude. Me sentí avergonzada. En Toronto Cambiaba lo menos posible porque me daba vergüenza. Dos días más tarde, estaba en, Stonehaven, negándome a admitir que no podía Cambiar lo mas posible, porque me daba vergüenza. Otra cosa más para que mi cerebro entrara en la confusión total.

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